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Vietnam, capital Madrid: un artículo sobre Árticus y la Nochebuena que va a estremecerte
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Vietnam, capital Madrid: un artículo sobre Árticus y la Nochebuena que va a estremecerte

Lo que puede pasar cuando llevas a los chiquillos a un parque temático en vísperas de Navidad

Foto: Los embajadores de Árticus. (EFE)
Los embajadores de Árticus. (EFE)

Hay momentos en la vida en los que toca demostrar de qué material está hecho un HOMBRE. En estos tiempos difíciles, en los que España se rompe por una crisis constitucional que solo tres periodistas de raza entienden, toca arremangarse y llevarse a los chiquillos a Árticus el día de Nochebuena. Alguien tiene que hacer el trabajo sucio en esta ciudad. No hay dolor. No hay miedo. No hay artículo con más paridas que este…

22 de diciembre, 07:30 am, 48 horas para el Día D.

He leído decenas de artículos catastrofistas sobre Árticus, el parque temático de la Navidad, en la Casa de Campo. Accesos caóticos, atascos espeluznantes, colas kilométricas…. "¡Paparruchas!", me digo. Exageraciones de la prensa. "Hay que preparar bien la logística y ya está", sostengo en alto para convencerme a mí mismo.

Foto: El palacio de Cibeles, iluminado por Navidad. (Reuters/Isabel Infantes)

23 de diciembre, 06:30 am, 24 horas para el Día D.

He desplegado dos mapas gigantes de Madrid y de la Casa de Campo en el salón. He memorizado el plan de movilidad del Ayuntamiento para llegar a Árticus. Lo tengo todo planeado. Un plan A, un plan B y un plan C. Todos sin fisuras. Me bebo un café y me da la risa floja. Todo bajo control.

24 de diciembre, 07:00 am, Día D.

Me ducho. Despierto a los chiquillos a las 7:15 de la mañana. Encuentro serias resistencias: "¿Pero hoy hay cole?". Desayunan aturdidos. "Es IMPORTANTE salir pronto para no pillar atasco", les digo (me miran como si me faltara un hervor). Les pido que se vistan. Mi hija de cinco años se pone el pantalón en la cabeza y huye por el pasillo riendo como una loca. Cuatro intentos fallidos de vestirla después, y tras arduas negociaciones, le prometo tres chupachups, 50 euros y una Beca Fullbright si se viste deprisa. Acepta con gesto triunfal. Sudo a mares. Vuelvo a ducharme.

Salimos de casa, bajamos al parking, subimos al coche. La idea es cruzar Madrid, acercar el coche a la Casa de Campo y hacer el último tramo en transporte público. Piso el acelerador. Cae una tromba de agua bíblica. Hay un atasco terrible en la M-30. Mi hija toca una trompeta con todas sus fuerzas en el asiento de detrás. Le pido que deje de tocar. Deja de tocar y arranca a hablar: dice que el asiento pica, dice que tiene pis, pregunta qué es el Tribunal Constitucional… Le ruego que vuelva a tocar la trompeta. TU TUUUUUU. Me sudan las manos. Me pasa toda mi vida por delante. Tengo ganas de llorar…

Pierdo el mando del viaje y del equipo de sonido. Escuchamos la discografía completa de los Pitufos Makineros. Tres veces.

Tardamos dos horas y cuarenta minutos en cruzar Madrid y encontrar aparcamiento cerca de Árticus (en concreto, a 6 kilómetros). Me siento como si fuera el primer hombre blanco en remontar el río Congo.

"La próxima diligencia a Jericó pasará dentro de cinco días"

Llegamos a la parada de autobús. Está vacía. Solo hay un anciano barbado con la mirada de las 1000 yardas. "Amigo", le digo, "¿cuándo es el siguiente autobús a Articús?". El anciano me mira con misericordia, rompe a reír frenéticamente y dice: "La próxima diligencia a Jericó pasará dentro de cinco días". "Ya", respondo. Todo esto es muy pero que muy raro. Echamos a andar...

Nos adentramos en la Casa de Campo. Encontramos la cola para Árticus a 4 kilómetros de Árticus. Circulan rumores delirantes entre los colistas. Dicen que una familia de Albacete lleva 14 días haciendo cola para entrar en Árticus. Dicen que hay niños con cabezas de cerdo empaladas en lanzas al norte de la cola. Dicen que un oso polar gigante ha escapado de Árticus, atacado el Ayuntamiento y comido al alcalde Almeida...

Dicen que Werner Herzog está rodando un documental sobre todo esto.

El viejo barbudo de la parada de bus reaparece cantando con un banjo: "¡Qué lejos por mares, campos y montañas! Ya otros soles miran mi cabeza cana. Nunca fui a Árticus. Los años perdidos. Quiero hallar los viejos, borrados caminos. Nunca fui a Árticus".

Hay madres tocando tambores. Hay fogatas. Hay tragafuegos y vendedores de tripis. Mis hijos lo están pasando en grande... ¡Árticus es un estado mental!

5 de la tarde. ¡Tenemos que volver a la cena de Nochebuena!

Regresamos al coche. Arrancamos. Cantamos NUNCA FUI A ÁRTICUS a voz en grito. Tardamos 2 horas en llegar a casa de mi cuñado en Las Tablas. Llamo al timbre. Entramos.

El colapso

Mi cuñado me dice que mucho rollo con el cambio climático, pero hace un frío de flipar. Dice que prefiere que los catalanes se queden en España, pero que hagan lo que les salga de los cojones, que ya llorarán cuando les expulsen de la Liga y jueguen contra el Mollerussa y no contra el Madrid. Dice que se parte con José Mota, pero que Martes y 13 eran mejores. Dice que si en un bar de carretera paran camiones, es que dan bien de comer. Dice que no recicla porque luego el camión de la basura lo recoge todo junto. Dice que Putin está loco. Dice que Elon Musk también está loco, pero tiene un par de huevos. Dice que España es el mejor país del mundo para vivir y que Madrid tiene el mejor pescado. Dice que nadie soporta mejor la presión que don Rafael Nadal Parera. Dice que pagando alquiler en vez de hipoteca estoy tirando el dinero. Dice que me ve más gordo, que tengo que hacer deporte y que ya me vale. Dice que tengo mal aspecto y que parece que tengo chepa. Se ríe. Dice que él aparcó en la puerta de Árticus, y que si yo no lo he conseguido, es porque no he sabido buscar sitio…

Me abalanzo sobre mi cuñado, le golpeo y rodamos por el suelo. Me da un telele. Llaman al Samur. Me llevan a la unidad de maduritos achicharrados de La Paz. Me meten morfina. Sueño con que los animales de Árticus me cantan nanas al oído, me dan miel y me enseñan el lenguaje de los osos polares...

Todo esto, como el final de Los Serrano, solo era un sueño extraño.

Hay momentos en la vida en los que toca demostrar de qué material está hecho un HOMBRE. En estos tiempos difíciles, en los que España se rompe por una crisis constitucional que solo tres periodistas de raza entienden, toca arremangarse y llevarse a los chiquillos a Árticus el día de Nochebuena. Alguien tiene que hacer el trabajo sucio en esta ciudad. No hay dolor. No hay miedo. No hay artículo con más paridas que este…

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