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Ahora mismo hay alguien insultándote en un grupo de Whatsapp al que no te han invitado
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'TRINCHERA CULTURAL'

Ahora mismo hay alguien insultándote en un grupo de Whatsapp al que no te han invitado

Como ocurre en otros aspectos, la gran pregunta a la hora de formar un grupo de WhatsApp no es quién entra, sino quién queda fuera

Foto: El ministro de Economía alemán Peter Altmaier, que tal vez haya sido excluido de un grupo 'matrioshka'. (Reuters/John MacDougall)
El ministro de Economía alemán Peter Altmaier, que tal vez haya sido excluido de un grupo 'matrioshka'. (Reuters/John MacDougall)

Las matrioshkas son esas muñecas rusas inventadas a finales del siglo XIX como perturbador souvenir que en su interior albergan otra muñeca, y esa muñeca otra muñeca, y esa muñeca otra muñeca, y tal vez esta muñeca otra más.

Los grupos de WhatsApp matrioshka funcionan de manera parecida: son esos grupos de WhatsApp que emergen de otro exactamente igual, pero con un participante menos. A veces, esta exclusión es benevolente, por ejemplo, si el objetivo de la escisión es negociar qué regalo de cumpleaños se le compra. A veces, es práctica, como el típico grupo de trabajo en el que están todos los compañeros, menos el jefe. Por lo general, es capciosa: se elimina a aquel que no queremos que se entere de qué hablamos. Que generalmente suele ser de él.

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(Es posible que en algunos casos, el grupo benéfico, creado para congratular al excluido, termine derivando en un grupo de odio: fíjate qué regalazo le hicimos y lo poco que nos lo ha agradecido).

El grupo matrioshka puede reducirse participante a participante hasta que solo quede una trinidad, la unidad mínima del grupo de WhatsApp: tres tíos rajando del resto, porque menos ya sería simple tête à tête. Todos hemos sido excluidos de algún grupo matrioshka en un momento u otro de nuestras vidas. Si usted cree que no, eche un vistazo a aquellos en los que hace tiempo que nadie escribe y que antes estaban tan activos. Sospechoso, ¿verdad? No quiero decirlo muy alto, pero tal vez es que haya nacido otro grupo alternativo en el que usted ya no está.

Si hace mucho que nadie escribe en ese grupo antes tan activo, sospeche

Los grupos matrioshka dicen mucho más de nuestra sociedad de lo que pensamos. Como ocurre en otros aspectos de nuestra vida, la gran pregunta a la hora de formar un grupo de WhatsApp no es quién entra, sino quién queda fuera. Esa no inclusión es una expulsión pasiva. Ocurre en todo: en la escuela, en el trabajo, en la amistad, incluso en la familia se crean grupúsculos dentro de grupos en contra de alguien.

Toda relación estrecha nace alrededor de una afinidad común que, paradójicamente, suele ser un desprecio, un odio, una crítica. No hay nada que una más que aliarse en contra de algo, como bien saben los políticos: el enemigo exterior refuerza la cohesión del grupo.

placeholder 'Matrioshka' godzillesca. (EFE/Sarah Yáñez-Richards)
'Matrioshka' godzillesca. (EFE/Sarah Yáñez-Richards)

A lo mejor suena tremendista decir que ese pobre compañero que se ha quedado fuera del grupo por plasta es el enemigo exterior, pero cumple un rol parecido: el de convertirse en tema de conversación habitual, es decir, pegamento de personas que no tienen tantas cosas en común. Que si un "mira lo que ha dicho este", que si una captura malintencionada, que si un reenviado acompañado por un emoji de facepalm, cualquier manifestación pública de ese pobre tipo excluido es susceptible de aparecer descontextualizada en el grupo matrioshka.

(Quizá usted esté pensando que esto no ocurre tanto como supongo y que la gente no es tan retorcida: en ese caso, sepa que usted es uno de los excluidos de ese grupo matrioshka).

Menganito es muy bueno, pero en cualquier momento se convertirá en Zutanito

Estos excluidos de la matrioshka, estos enemigos light que en realidad son más bien amigos en proceso de dejar de serlo, sirven para rellenar los silencios. ¿Qué hace un grupo de amigos cuando se han quedado sin temas de los que hablar? Pues o contar de nuevo esa anécdota que se ha contado ya veinte mil veces, o sacar a relucir al tonto del excluido, sobre el cual empieza a conformarse una elaborada mitología. Fíjate lo que dijo el otro día. Hay que ver qué bajo ha caído. Uf, no viste lo que subió el otro día a Instagram, déjame que te enseñe.

No hay mejor tema de conversación que las terceras personas. No es odio. Es más bien una especie de chafardeo moralmente despreciable a simple vista, pero menos malintencionado de lo que podría parecer. No somos malos, somos humanos, y nadie va a montar un grupo solo para elogiar a otra persona. Eso solo ocurre en contadas ocasiones, y como contraposición a lo que hace el excluido: "Pf, es que no sé cómo piensa que le va a ir bien haciendo eso que hace. ¿Pero has visto a Menganito? Menganito sí que sabe, Menganito es muy bueno, ojalá Menganito estuviese en este grupo". Y mientras, a Zutanito el excluido, que le den. Pero no se preocupen, cualquier día Menganito se convertirá en Zutanito.

Las historias que nos contamos

A veces parece que la sociedad está conformada por grupos aislados, con intereses enfrentados, condenados a polarizarse. Pero a un nivel más microscópico, esos grupos están divididos en otros grupúsculos más pequeños con sus propios intereses que les hacen acercarse al enemigo para sacudirle un guantazo al supuesto amigo. Es la diferencia entre las peleas entre partidos y las luchas intestinas dentro de cada uno de ellos: hay un momento en el que resulta más rentable pegarte con el de al lado, aunque tengas más en común con él, que con tu adversario real.

Todos podemos ser la materia alrededor de la cual los demás conforman su identidad

Nuestros intereses son mucho más casuales, variables y circunstanciales de lo que queremos pensar. Mira la putada que me ha hecho este, se va a enterar. Me está sacando de quicio, tengo que ponerle verde. Uy lo que me han contado, necesito compartirlo con alguien ¡ya! Es ese interés pasajero lo que en un momento dado nos hace establecer una alianza con otro con quien no tenemos nada en común, pero alguna que otra amistad ha nacido de ahí. Ya saben, la política hace extraños compañeros de cama.

(Por eso es posible que mientras en un grupo alguien se mete con otra persona, ese mismo alguien esté hablando con esa persona a la que está vilipendiando para atacar a alguien del primer grupo en un Sodoma y Gomorra del chafardeo).

Si necesita aliviar su sentimiento de culpa al verse reconocido en estos comportamientos, recuerde que por inmoral que pueda parecer, no son mensajes de odio, sino narraciones que nos contamos para saber quiénes somos. Ocurría a la fresca una tórrida noche de verano frente a la puerta de una casa toledana o en el vagón atestado del metro de una gran ciudad, y ocurrirá allá donde haya tres hombres, porque los demás son el criterio que usamos para saber quiénes somos. Sin el otro, a saber quiénes seríamos nosotros.

placeholder Tus ex amigos se aparecen en tus pesadillas. (EFE/EPA/Justin Lane)
Tus ex amigos se aparecen en tus pesadillas. (EFE/EPA/Justin Lane)

Todos podemos convertirnos en objeto de debate, en las celebridades del día, porque todos somos susceptibles de devenir en la materia prima con la que construir las historias alrededor de las que los demás se definen. Somos modelo de comportamiento, somos concretamente aquello que los demás no son. O, mejor dicho, no somos lo que los demás son. Cuando los excluimos de un grupo, cuando los exponemos al escarnio, afianzamos nuestro lugar en el mundo.

Así que si te sientes mal por haber hablado de alguien a sus espaldas, no sufras. Tú también estás en los sueños y en las pesadillas de los demás, igual que los demás están en tus sueños y pesadillas. Porque cuando hablas de alguien, por lo general, estás hablando de ti mismo (como siempre).

Las matrioshkas son esas muñecas rusas inventadas a finales del siglo XIX como perturbador souvenir que en su interior albergan otra muñeca, y esa muñeca otra muñeca, y esa muñeca otra muñeca, y tal vez esta muñeca otra más.

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