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Las mujeres con poder y los "básicos": "No existe lo de pobre y guapo"
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'TRINCHERA CULTURAL'

Las mujeres con poder y los "básicos": "No existe lo de pobre y guapo"

La evolución en las costumbres culturales, el nuevo papel de la mujer entre los creadores, cada vez más importante, y las guerras continuas que han suscitado tienen muchos elementos interesantes

Foto: Las protagonistas de Autodefensa. (Kiku Piñol/Filmin)
Las protagonistas de Autodefensa. (Kiku Piñol/Filmin)

Luis Boullosa ha escrito un estupendo libro, Diez maneras de amar a Lana del Rey. Una investigación pop (Ed.Liburuak), que tiene que ver con la artista neoyorquina tanto como los libros de Greil Marcus con Dylan o Presley. Por más que ofrezca un recorrido bastante completo sobre la autora de Norman Fucking Rockwell, lo sobrepasa ampliamente con sus reflexiones sobre nuestro imaginario, la manera en que se ha conformado, las referencias que lo pueblan y las líneas de fuga que encuentra. Háganse un favor, léanlo.

El texto es también una indagación sobre una artista que ha empleado con los estereotipos de género, que los ha subvertido y reforzado, que ha jugado con ellos y les ha sacado partido artístico. Al mismo tiempo, ha conformado una imagen femenina a contrapelo de los modelos dominantes en la época. Boullosa se refiere a otra de sus artistas preferidas, Nicki Minaj, para explicitar la diferencia: "Sé lo que les gusta a estos negratas/ y no es mi encanto/ No soy estúpida, esto de mi brazo vale 250/Me gusta más el dinero que las pollas, negrata, eso es un hecho… No existe lo de pobre y guapo" (Rich Sex).

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La evolución que se ha producido en el rap es parte de una tendencia general. Hace tiempo, mucho ya para la circulación continua en la cultura, los artistas más exitosos solían lucir aspecto de proxeneta, agachaban el cuello bajo el peso de los colgantes y exhibían la ferocidad a flor de piel. Más tarde fueron las mujeres las que se convirtieron en grandes estrellas del género, y lo hicieron con las mismas armas: agresividad, energía y la estética stripper como dominante. Eran su continuación, pero subvirtiendo los estereotipos.

En cierta medida, esos cambios fueron perturbadores. Desde un ámbito se señalaban como peligrosos los mensajes de esas raperas, como parte de un declive cultural que llevaba a los y las jóvenes a adoptar las posturas más arrastradas. Desde el otro, se celebraba su expresividad y su sinceridad, y se percibían como actitudes empoderadoras. Apareció así el lado político, que enredó también a Lana en sus polémicas, plenamente integradas ya en las batallas culturales típicas de nuestra época. Llegó el momento en que Lana tuvo que expresarse explícitamente: "Ahora que Doja Cat, Ariana Camila, Cardi B. Kehlani, Nicki Minaj y Beyoncé han tenido números uno con canciones sobre ser sexy, no llevar ropa, follar, engañar, etc., ¿puedo, por favor, volver a cantar sobre estar en contacto con mi cuerpo, sentirme hermosa por estar enamorada aunque la relación no sea perfecta, o bailar por dinero —o lo que me dé la gana—, sin que me crucifiquen o digan que estoy dándole glamour al abuso?". No Lana, no puedes, porque esto es ya política.

La importancia del subtexto

Estas discusiones nos remiten a la manera en que son recibidas las creaciones culturales. Hay una aceptación por parte de los fans que, viendo en el escenario, por ejemplo, a Rosalía, perciben una reconfortante imagen de poder, o les resulta un modelo atractivo, o les divierte o les aburre. Pero no es de la recepción del público de lo que se trata aquí, sino de cómo ese lenguaje es interpretado ideológicamente y las consecuencias que se extraen de él. En estos tiempos en los que la lectura de las frases textuales parece mucho más importante que los mismos hechos, que en eso consiste también la guerra cultural, los análisis políticos se convierten en objeto de debate instantáneo. Y lo hacen además conformando una espiral: alguien expresa una crítica, alguien responde y las discusiones se multiplican, a menudo sin relación con los aspectos que se habían planteado en el inicio.

En esta textualidad siempre hay alguien que se indigna. Los episodios de confrontación son regulares, también en España, en especial si los enuncia o los provoca la ministra de Igualdad, lo que da inicio al tiroteo dialéctico. Ocurre igual en redes, donde los afeamientos son sistemáticos. A derecha y a izquierda parece existir una convicción extraña respecto del poder de las palabras, como si al pronunciarlas se construyera una nueva realidad, que afecta especialmente a las creaciones culturales: es como si los estereotipos que en ellas aparecen generaran efectos sustanciales y masivos.

Es un entretenimiento como otros, sin esa trascendencia que se atribuyó a la alta cultura o que le conceden las guerras culturales

En realidad, la gente no se las toma tan en serio: les gustan o disgustan, lo pasan bien o mal con ellas, no se cuestionan demasiado las cosas. Máxime cuando la cultura suele tener en esta época un componente altamente funcional: es cada vez más un entretenimiento como otros, sin esa trascendencia que se atribuyó a la alta cultura o que le conceden las guerras culturales.

Por ejemplo, la estética stripper está ya integrada en las grandes estrellas del pop, lo que se percibe como un elemento necesario de marketing, como una gozosa expresión de la época o como un peaje que debe pagarse. No suscitan demasiadas críticas y menos aún a esos hombres machistas a los que se pretende incomodar: ver mujeres medio desnudas no es algo que suela incomodar a los machistas de nuestra época.

La mujer que toma la palabra

En esa evolución de los estereotipos de éxito se ha producido un giro significativo: las figuras femeninas son cada vez más importantes. Ocurre en la música: ellas marcan las tendencias, acumulan fans y tienen un peso creciente en el mercado. Pero también en otras expresiones culturales, que van desde el pódcast hasta las series, donde las mujeres están cobrando un importante papel, también en la generación de debates, a veces mediante una actitud de desafío y provocación: parece que las mujeres están diciendo cosas que antes se callaban y los hombres se están asustando.

Del mismo modo que antes los punks entonaban el 'God save the Queen', ahora se entona el 'God save the pollavieja'

Cuando estas mujeres, en general jóvenes, toman el espacio público, siempre hay alguien que acaba molestándose, y cuanto más ocurre, más se insiste en las cosas que parecen molestar. La provocación se ha convertido en un arma habitual, y las mujeres han aprendido a utilizarla. Del mismo modo que antes los punks entonaban el God save the Queen, ahora se entona el God save the pollavieja. No es tanto la refutación nihilista del sistema, ese “no hay futuro” que popularizaron los Sex Pistols, cuanto la refutación de un sistema machista, patriarcal y heteronormativo: 'no hay futuro para vosotros, fachillas'.

La última polémica en este sentido la ha traído Autodefensa, una serie estrenada en Filmin cuyas protagonistas y guionistas acogen el término punk como definición de su obra. Narra las andanzas, vivencias y cuitas existenciales de dos jóvenes, con una vida más o menos privilegiada, que trabajan en el sector cultural/artístico, y que exhiben su vida y su forma de pensar de manera contundente. La serie está lograda formalmente, tiene capítulos bastante divertidos y su perspectiva es poco frecuente en la producción audiovisual española. Alguna controversia ha suscitado, pero como no es una serie mayoritaria, las alabanzas y las escasas discusiones han quedado confinadas al ámbito de la izquierda progresista, que la ha acogido, en general, con entusiasmo.

El espíritu punk

A veces la cultura emite mensajes relevantes, que no son inocuos, pero no tanto por lo que construyen como por lo que revelan. En esta evolución de las figuras de poder en nuestra sociedad hay algunos elementos interesantes, y más cuando la provocación está por medio. El lado punk de Nicki Minaj era bastante clasista ("no hay pobres guapos"). Su "capitalismo encarnado", como lo define Boullosa, nos dirige hacia una contradicción llamativa: a la derecha cultural esos enunciados les parecen bien hasta que los toman como suyos los teóricos objetos dominados; entonces se convierten en perturbadores. A la izquierda cultural les parecen mal, hasta que los enuncian mujeres racializadas; entonces son una forma de poder autoafirmativo.

Es significativo también el clasismo de Autodefensa, que no opera respecto de las clases con menos recursos, sino respecto de "los básicos", esa gente que no tiene gusto a la hora de vestir, que carece de atractivo (en especial si son gordos), o que hace bromas con series como La que se avecina. Esas clases creativas que tiene una vida privilegiada observa al común de sus conciudadanos (englobados como "los murcianos") como gente a la que se puede despreciar. Una de las protagonistas sufre un pertinente reproche directo: "En el pueblo te conocemos, crees que eres mejor que nosotras, nos miras por encima del hombro y lo sabemos, estamos bien sin ti".

Las burguesías dominantes se separaron del resto de la sociedad mediante el desdén y el desprecio: ambas se ríen de los "básicos"

Lo llamativo no es la serie, que al final no es más que una creación cultural que se emite para ser disfrutada por sus receptores, sino el retrato de una clase social realmente existente y de su evolución. El desdén que sus padres varones cis sentían por el común de la gente, los “básicos”, los antiguos paletos, es recogido por ellas desde otra perspectiva, el de la burguesía creativa. Y esto no es más que un elemento superficial de en una brecha política típica de nuestra época, la del modo en que las burguesías dominantes se separaron del resto de la sociedad utilizando el desdén y el desprecio. Unas, las de derechas, lo hicieron con argumentos económicos; las de izquierdas, que ejercían el papel de subordinadas, desde la cultura. Ambas se reían de los básicos, y lo siguen haciendo.

Por recordarlo: quienes acogieron de una manera entusiasta el espíritu punk fueron los financieros de los 80 y los 90, los de la avaricia es buena, los de las orgías y el consumo sistemático de drogas, los del enriquecimiento a toda costa. De ahí surgió también el espíritu neoliberal de la libertad, el del yo hago lo que me da la gana. A veces la contracultura se parece demasiado a la cultura más reaccionaria: es su motor y no su oposición.

Luis Boullosa ha escrito un estupendo libro, Diez maneras de amar a Lana del Rey. Una investigación pop (Ed.Liburuak), que tiene que ver con la artista neoyorquina tanto como los libros de Greil Marcus con Dylan o Presley. Por más que ofrezca un recorrido bastante completo sobre la autora de Norman Fucking Rockwell, lo sobrepasa ampliamente con sus reflexiones sobre nuestro imaginario, la manera en que se ha conformado, las referencias que lo pueblan y las líneas de fuga que encuentra. Háganse un favor, léanlo.

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