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'El dios del pop' y 'El alemán': el teatro insólito y magnético del protagonista de 'As bestas'
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'El dios del pop' y 'El alemán': el teatro insólito y magnético del protagonista de 'As bestas'

Diego Anido, nominado al Goya por su trabajo en la película de Sorogoyen, llega a Madrid con dos de sus obras de teatro

Foto: Diego Anido en 'El alemán'
Diego Anido en 'El alemán'

“Una vez vi a Poli Díaz y Rosa María Mateo en un paso de peatones, y a Javier Bardem, Juan Diego Botto, Marcela Lagarde, Torrente Ballester, Ethan Hawke, Enrique Vila-Matas, Enrique Iglesias, Shirley MacLaine, María Patiño, Martin Sheen, Pierre Menard, Elena Ferrante, Gaspar Noé, Amancio Ortega, Neneh Cherry, Harold Bloom, Don DeLillo, Lautaro Bolaño, Miguel Delibes… Y no los saludé, a ninguno de ellos, apenas los miré, porque pienso que los famosos, las personas de éxito, hemos de tratarnos así unos a otros. A las personas de éxito se nos debe discreción y respeto a nuestra intimidad. Mi madre siempre decía que el éxito es brutalidad. El éxito en todas sus formas, en la política y en la religión, en el arte y en los negocios. Tener éxito implica crueldad”.

Es un tipo con voz dulce, acento gallego y vestido de traje quien le suelta al público toda esta retahíla. Luego dirá que es esclavo del ritmo, que ve música en el suelo, en la pared, en las sillas, en la ropa o en la comida, y hablará de su infancia de economato y descampado, de cromos del Inspector Gadget, capítulos de David el gnomo y aquellos pantanos de tristeza que tuvo que atravesar Atreyu con su caballo Artax en La historia interminable. Cantará y bailará, hará música con las ráfagas de aire caliente de dos secadores de pelo y dirá que solo se siente bien con alguien que en lugar de necesitar una persona necesita una ambulancia. Es el dios del pop, alguien que un día se subió a un Alsa para buscar la fama, un Michael Jackson de Santiago de Compostela con una biografía disparatada, un personaje creado e interpretado por Diego Anido, uno de los hermanos Anta de As bestas, de Rodrigo Sorogoyen, papel por el que está nominado al Premio Goya como mejor actor de reparto. El actor, que tiene en su haber cinco obras de teatro escritas, dirigidas e interpretadas por él, está estos días en el Teatro del Barrio de Madrid con dos de ellas: El dios del pop y El alemán.

Foto: Denis Menochet es Antoine en 'As bestas'. (AContracorriente)

El sacrificio de un yogur natural

En El alemán, Anido comparte escenario con una de esas neveras pequeñas que te llegan por la cintura, en cuyo interior solo hay un yogur natural a punto de caducar. Y esa fecha de muerte anunciada impresa en su tapa le sirve al artista para reflexionar sobre la idea de sacrificio, sobre qué sucede cuando algo muere antes de tiempo y quién lo decide. Pero lo más sorprendente de todo es que Diego Anido conecta el sacrificio del yogur con ese pasaje del Antiguo Testamento en el que Dios le pide a Abraham que sacrifique a su hijo Isaac. El artista cuenta a este diario que esa conexión apareció tras leer Temor y temblor, de Kierkegaard, y que estuvo durante un mes manteniendo con vida un yogur en la nevera de su casa, “y esperé y esperé y fui viendo cómo cambiaba de color y empecé a reflexionar sobre esa voz superior que ordena que algo debe morir”. Pero ahí no acaban las lecturas de la obra, porque el hecho de que “ese yogur sea blanco y lleve una fecha tatuada tiene también una conexión con el Holocausto, y esa idea no está desarrollada pero sí un poco apuntada”.

En ambas obras hay performance, pero también clown y danza, un humor extraño y un universo muy particular y muy raro

En ambas obras hay performance, pero también clown y danza, un humor extraño y un universo muy particular y muy raro y un poco absurdo y con una ligera vocación feísta, con personajes que llevan escrito en la frente que son unos inadaptados, tipos que están un poco colgados, que dan un poco de vergüenza, que irritan, que impacientan, que lo mismo dedican muchísimos minutos a hacer música mientras arrastran sillas que se quedan callados sin venir a cuento o se marcan una reflexión filosófica sobre la vida y la muerte. A ratos, el teatro de Anido es anti teatral: el argumento no está claro, el conflicto no siempre aparece y el tiempo se estira y se contrae sin entender bien las razones. Pero todo esto juega a su favor porque convierte su teatro en un territorio insólito, experimental y muy magnético, aunque él no acabe de creérselo: “No tengo ni idea, es un universo que me sale de manera natural, tiro mucho de mi propia vida, mezclo lo inventado y lo real sin respeto y trato de jugar de manera poco acomplejada y sin juicios morales”.

placeholder 'El dios del pop'
'El dios del pop'

El artista explica que intenta situar a sus personajes en un lugar extraño e indefinido, en “la elipsis, en esa línea blanca que hay entre las viñetas de un cómic. Me gusta estar ahí y es un lugar inquietante. En El dios del pop, me planteé que ese fuera el conflicto, que el espectador no supiera si esa persona va a ir hacia delante, hacía atrás, si va a terminar el espectáculo o si seguirá hablando. Y en El alemán también está esa imprecisión de no saber qué va a ocurrir”. Además, en ambas obras están presentes su propia vergüenza y su fragilidad, que no tiene problema en compartir: “En mí hay mucho complejo de no ser capaz de hacer lo que quiero, hasta hace dos años no empecé a decir con tranquilidad que era artista, y es verdad que me atrevo a mostrar en escena historias que tienen ambición literaria, pero eso convive con la sensación de que no tengo derecho ni estoy capacitado para escribir, y me obligo a hacer cosas que me dan vergüenza y a mostrar lo verdaderamente vergonzoso de mí mismo”.

El éxito explicado como una partida de Tetris

Diego Anido, al que han respaldado instituciones como el Festival Grec, el Mercat de les Flors o el Centro Dramático Galego, que ha hecho varias películas antes de As bestas, y que ha trabajado con la directora de escena argentina Lola Arias o con las compañías Voadora o Agrupación Señor Serrano, tiene algo de anti artista, de anti glamur, de anti ego. Dice que es hijo del fracaso escolar, que nadie daba un duro en casa por él y que eso hizo que le dejaran en paz y no importara demasiado que estudiara teatro. Cuenta que no empezó a leer en serio hasta que cumplió 28 años y que no ha “vivido dentro de Amarcord, pero sí reconozco parte de mi vida en pelis como esa de Fellini porque en mi familia había unas normas sociales pintorescas: mi abuela era una madre soltera que después se casó con un hombre más joven, mi abuelo se iba temporadas, hacía sus correrías y luego volvía, mi padre no ejercía mucho de padre, y mi hermana y yo visualizábamos a los miembros de la familia como personajes”.

Esa biografía familiar, que Anido deforma y mezcla con la biografía fabulada de una estrella musical, atraviesa El dios del pop, en el que está presente, de forma subterránea, la muerte de su madre, enferma de Alzheimer: “Mi madre era un ama de casa con un marido bastante autoritario, siempre quiso ser bailarina y estaba fascinada con las cosas de los ricos y la fama, de una manera muy inocente. A ella le hacía muy feliz que yo fuera encontrando un sitio en el mundo del espectáculo y creo que esta pieza, de esa manera tan deforme, trata de crear una estrella del pop para ella, como si yo pudiera tocar el cielo para ella, aunque sea desde una torre hecha de hierbajos y cosas raras”.

Me han salido ahora unas cuantas líneas al Tetris al mismo tiempo en mi carrera interpretativa y sé que el año que viene van a ocurrir cosas

Y ese rey del pop recordará en escena cómo su madre contaba que Samantha Fox había sido su vecina, que un día habrá más horas grabadas en vídeo “que horas vividas por todos los seres de la humanidad” y que “vivimos tiempos en los que la leche de un brik tarda tanto en caducar que cuando la bebes la vaca ya está muerta”. Una madre que seguramente hubiera celebrado el reconocimiento y las nominaciones de su hijo como mejor actor de reparto en los Premios Goya y en los Feroz: “¿Tú has jugado al Tetris alguna vez?”, pregunta Anido, “¿sabes cuando los jugadores muy pro empiezan a llenar toda la fila de la derecha y, de repente, boom, les entran tres barras de cuatro y hacen 18 líneas a la vez? A mí me han salido ahora unas cuantas líneas al mismo tiempo en mi carrera interpretativa y yo sé que el año que viene van a ocurrir cosas. Tengo dos o tres proyectos audiovisuales que ya están por ahí y podría estar trabajando con compañías que conozco y que conoces, pero todo eso lo he frenado para poder estar más disponible porque fueron años trabajando con muchas compañías y haciendo muchos viajes. Eso desgasta muchísimo y vas creciendo y, de repente, te das cuenta de que no prosperas tanto para todo lo que curras, ¿sabes?”.

*El dios del pop, en el Teatro del Barrio, 14 y 15 de diciembre. El alemán, 16 y 17 de diciembre. Autor, director e intérprete: Diego Anido.

“Una vez vi a Poli Díaz y Rosa María Mateo en un paso de peatones, y a Javier Bardem, Juan Diego Botto, Marcela Lagarde, Torrente Ballester, Ethan Hawke, Enrique Vila-Matas, Enrique Iglesias, Shirley MacLaine, María Patiño, Martin Sheen, Pierre Menard, Elena Ferrante, Gaspar Noé, Amancio Ortega, Neneh Cherry, Harold Bloom, Don DeLillo, Lautaro Bolaño, Miguel Delibes… Y no los saludé, a ninguno de ellos, apenas los miré, porque pienso que los famosos, las personas de éxito, hemos de tratarnos así unos a otros. A las personas de éxito se nos debe discreción y respeto a nuestra intimidad. Mi madre siempre decía que el éxito es brutalidad. El éxito en todas sus formas, en la política y en la religión, en el arte y en los negocios. Tener éxito implica crueldad”.

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