Es noticia
Orwell contra Huxley, la bota contra el soma: ¿nos parecemos más a '1984' o a 'Un mundo feliz'?
  1. Cultura
GUERRA DE DISTOPÍAS

Orwell contra Huxley, la bota contra el soma: ¿nos parecemos más a '1984' o a 'Un mundo feliz'?

Noventa años después de la publicación de las dos grandes distopías de la literatura occidental, ¿quién de los dos autores planteó la profecía más acertada?

Foto: La libertad, ese bien tan preciado. (Getty)
La libertad, ese bien tan preciado. (Getty)

Dame un par de gramos de cocaína. Que sea barata. Dame eme, dame amor. Dame un concierto de tontipop un viernes por la noche. Dame cadenas de comida barata y dame alcohol. Dame una serie de mierda, que no quiero pensar. Dame sexo superficial. Dame lucecitas de colores para adornar la casa, aunque no tenga casa. Dame ropa molona, dame moda. Dame ruido. Dame una imagen detrás de otra, aunque dentro solo haya vacío. Dame contenido, dame movimiento, caras operadas, dame culos prietos, dame porno, dame tetas, dame un estado de inconsciencia sostenido, dame un cómodo letargo, lo más parecido a la felicidad.

En 1932 Aldous Huxley imaginó en Un mundo feliz un futuro distópico dominado por un Estado Mundial en el que el sexo libre, la farmacodependencia, el placer y el entretenimiento permanente y exacerbado se convertían en sistemas de control social para erradicar el pensamiento individual y libre. ¿Les suena? Siete años más tarde, en 1939, George Orwell contestó a la distopía huxleriana con su propia versión pesadillesca de un Estado opresor dispuesto a acabar con cualquier conato de libre albedrío: en 1984, ese Gobierno omnipotente, representado por el Hermano Mayor, recurre a la brutalidad, a la mentira, a la hipervigilancia, a la represión más violenta de sus ciudadanos. Las visiones contrapuestas de los dos escritores buscaban la creación de la tiranía perfecta: el primero imaginó una dictadura de la felicidad eterna —y artificial—, la dictadura del soma, y el segundo predijo el triunfo del totalitarismo, la dictadura de la bota en la cara.

placeholder La televisión, un elemento de control social. (Getty)
La televisión, un elemento de control social. (Getty)

En una carta fechada en 1949, poco antes de la muerte de Orwell, Huxley rebatió la visión punitiva del autor de 1984. "La filosofía de la minoría gobernante de 1984 es un sadismo que ha sido llevado a una conclusión lógica, llegando más allá de lo sexual, y negándolo. Que en la actualidad la política de la bota en la cara pueda seguir imponiéndose indefinidamente parece dudoso. Lo que yo creo es que la oligarquía privilegiada encontrará maneras menos arduas y derrochadoras de gobernar y satisfacer su codicia de poder, y tales maneras recordarán a las que se describían en Un mundo feliz", defiende. "En la siguiente generación, los gobernantes del mundo descubrirán que los condicionamientos de la infancia y la narcohipnosis son más eficientes como instrumentos de gobierno que las porras y las cárceles y que el ansia de poder puede ser completamente satisfecha más mediante el acto de convencer a la gente de que debe amar su propia servidumbre, que pateándola y flagelándola para que obedezcan".

Año 2022. El mundo en crisis. Vladímir Putin dirige el Kremlin con puño de hierro en una suerte de falsa democracia que esconde unos mecanismos de control más parecidos a los de la Rusia estalinista. Purgas internas, asesinatos de disidentes, censura y pucherazos electorales que los organismos internacionales han pasado por alto han convertido a Putin en el señor todopoderoso de la madrecita Rusia. Y ahora una guerra en territorio europeo que recuerda la fragilidad de las relaciones internacionales y de ese equilibrio al que llamamos paz. La redistribución del tablero geopolítico ha llevado a China a disputar la hegemonía estadounidense y las maneras totalitarias del Partido Comunista chino han demostrado que la felicidad liberal del capitalismo, que se presumía eterna e imbatible, quizás no lo sea. Al mismo tiempo, en Occidente, el turbocapitalismo intenta sobrevivir ofreciendo más alegría plastificada, más fiestas, más series de Netflix, más hamburguesas de McDonald's y camisetas de Primark, más cerveza barata y chemsex y Tinder y menos ataduras e hipotecas.

Es una sensación constante de paranoia y violencia en la que la gente delata a otra gente y nadie sabe en quién puede confiar

Con los movimientos populistas y autoritarios enseñando la patita en todo el mundo y el desenfreno consumista en el que solo existe el presente, ¿quién se acercó más a la realidad que estamos viviendo casi un siglo después? ¿Quién ganó la batalla de las distopías, Un mundo feliz de Aldous Huxley o 1984 de George Orwell? ¿El soma o la bota?

"Huxley escribió Un mundo feliz en 1932, cuando todavía Hitler no ha llegado al poder, donde no hay purgas ni juicios públicos en la Unión Soviética de Stalin. Esas formas de totalitarismo todavía no existían en 1932. Aunque puedes discutir que la Rusia de los años 20 no empezase a mostrar ciertos comportamientos totalitarios", explica Dorian Lynskey, autor de El ministerio de la verdad: una biografía del 1984 de George Orwell (Capitán Swing, 2022), a El Confidencial. Cuando Orwell publica 1984 acaba de volver a Inglaterra después de combatir en la Guerra Civil española. "A Orwell le influyó mucho experimentar la realidad de una guerra y la atmósfera de un Estado policial. El ambiente asfixiante de este Estado policial está muy presente en 1984 y proviene de su experiencia en Barcelona. Es una sensación constante de paranoia y violencia en la que la gente delata a otra gente y nadie sabe en quién puede confiar. Eso quedó en su memoria emocional. También sufrió la revelación de que lo que estaba ocurriendo en la política mundial en los años treinta no era lo que él pensaba que estaba sucediendo".

placeholder Retrato de George Orwell.
Retrato de George Orwell.

"Su percepción inicial era que la izquierda estaba unida contra Franco en España y contra el fascismo en el mundo", continúa. "Pero descubrió que los soviéticos estaban ayudando a los comunistas españoles, proveyéndoles de dinero y armas, para tener poder sobre ellos. También que la paranoia de las purgas que había empezado en Moscú acabó trasladándose hasta España. Los soviéticos persiguieron a los trotskistas y luego a los anarquistas y, finalmente, a los socialistas, que eran, básicamente, la gente de Orwell, que nunca se consideró comunista. Y menos estalinista. Nunca defendió totalmente la Unión Soviética. Y vio cómo las mentiras eran lo que justificaba tal cantidad de violencia. Y, cuando Orwell escribe sobre las mentiras, de lo que realmente habla es sobre cómo se utiliza la deshumanización del enemigo y la justificación de la mentira para acabar con gente que Orwell admiraba, como el caso de Andrés Nin, el líder del POUM".

En la creación de las distopías de ambos escritores también influye el tipo de sociedad que cada uno pretendió satirizar. Huxley miraba hacia la sociedad de consumo, hacia Estados Unidos, donde acabaría viviendo mucho después, cuando escribió guiones para Hollywood y vivió en la que es probablemente la ciudad más impostadamente feliz del mundo, Los Ángeles. Orwell, sin embargo, se implicó muy activamente en la política europea —tanto como para coger las armas— y cruzó el Canal de la Mancha para irse a pegar tiros con sus compañeros socialistas europeos, a pesar de que en su parada en París, Henry Miller quiso quitarle la idea de la cabeza. "Orwell satirizaba la Rusia de Stalin y hasta cierto punto, la Alemania nazi de Hitler, a la que todavía no se había derrotado cuando escribió el libro, mientras que Huxley satiriza Estados Unidos", incide Lynskey. "Huxley vive en Los Ángeles y muestra una visión muy crítica de la ciudad, hasta el punto de que en uno de sus libros la destruye con una bomba nuclear. Cuando se habla de si tal o cual tenía razón, hay que verlo desde la perspectiva del país al que se refiere. En una democracia quizás sí que utilices técnicas sedativas para someter al pueblo, mientras que Orwell no está escribiendo sobre las democracias. 1984 es una novela, pero también un tratado sobre totalitarismos".

Orwell satirizaba la Rusia de Stalin y hasta cierto punto, la Alemania nazi de Hitler, a la que todavía no se había derrotado cuando escribió el libro

Porque a su vuelta a Inglaterra, Orwell escribe en los medios con los que solía colaborar y se da cuenta de que la crítica que hace a los métodos soviéticos no cae bien en su círculo por cuestiones políticas, porque quieren apoyar la República y a los comunistas contra Franco. Orwell llega a la conclusión de que los soviéticos se comportan igual de mal que los fascistas, una idea que no entra en la narrativa del momento, "porque decir que Hitler y Stalin son las dos caras de un mismo totalitarismo es un consenso muy posterior y ahora equiparar los regímenes comunista y fascista no es una idea controvertida, pero sí lo era entonces".

"Lo que Orwell intentaba explicar es lo que ya había sucedido en Alemania y en Rusia, no quería hacer una predicción de futuro", defiende Lynksey. "Hablaba de su presente. Su proyección era de cuarenta y pico años, que es una cosa muy radical de hacer. No quería escribir ciencia ficción. Quería alertar sobre la posibilidad de que aquello ocurriese en Gran Bretaña en unos cuantos años. Mientras Un mundo feliz es más divertido y sí es una proyección de futuro más lejano, tal y como se interpretó en su momento, puesto que transcurre en el año 2540 después de Cristo, año 632 después de Ford. Orwell avisa de algo que puede ocurrir, Huxley no cree que su distopía pueda ocurrir".

Un mundo feliz se sitúa en el año 2540 del calendario Gregoriano, año 632 después de Ford, que se ha convertido en el nuevo mesías gracias a su invención de la cadena de ensamblaje. El Estado Mundial que propone Huxley, cuyo lema es "comunidad, identidad, estabilidad", impone la felicidad mundial por decreto y "teje, articula y condiciona los movimientos, pensamientos e incluso sueños de sus ciudadanos para que pierdan sus rasgos como individuos para convertirse en seres colectivos", como explica la introducción de Jesús Isaías Gómez López en la edición de Cátedra de 2013. "El control abusivo y el dominio absoluto de la población lleva a su máximo delirio a la población, a la que solo le queda elegir entre la dictadura de la ciencia y el mecanicismo científico o la dictadura de las fuerzas más atávicas de la naturaleza". Huxley propuso la fisiología —la selección y manipulación genética— y la psicología —la hipnopedia, la repetición de eslóganes y mantras desde la cuna a la tumba— para condicionar el pensamiento de un individuo pasivo.

placeholder Stalin, Lenin y Trotski.
Stalin, Lenin y Trotski.

En 1936, Huxley advirtió de una futura guerra silenciosa provocada por los últimos descubrimientos farmacológicos para lavar el cerebro la población. Pensó que los artífices de este control social serían fisiólogos y químicos, además de escritores y alertó de que el sistema científico de castas podría hacerse realidad en cuatro o cinco generaciones de distancia. En Un mundo feliz, los bebés ya no se engendran en el vientre materno, sino en laboratorios. Y la realidad es, como recuerda López Gómez, que el 25 de julio de 1978, quince años después de la muerte de Huxley, nace Louise Brown, la primera bebé probeta.

"La proyecciones de ambos autores tienen que ver mucho con el contexto del que salen", arguye Lynskey. "A Orwell le interesaban mucho los pequeños placeres, los objetos, cómo se hacen, su significado y su historia, lo que está muy presente en 1984. Huxley venía de una familia de biólogos, así que entendía de ciencia. Orwell no tenía ni idea. Cada una tenía unos conocimientos más específicos. Orwell, por ejemplo, inventa la telepantalla, pero no desarrolla su funcionamiento ni tiene mucho sentido cómo lo explica. Ese tipo de cosas le interesan más a Huxley. Creo que la ingeniería genética o la química de Huxley no es algo necesario para controlar a la gente. Creo que si fuese necesario, China o Corea del Norte lo estarían haciendo, pero no necesitan drogar a la gente para tenerla sometida. Creo que esa profecía es de las menos certeras".

Foto: Una imagen de la sede de Netflix. (EFE)

En Un mundo feliz, Huxley también propone una sociedad en la que el Estado borra la historia. "Todo vestigio del pasado ha sido erradicado con la finalidad de sellar una nueva era de la humanidad totalmente desprovista de contenido y sentido histórico". Solo importa el presente. "Los ciudadanos de este nuevo mundo, ajenos a la historia, desconocen por completo los valores morales culturales y espirituales porque han sido condicionados" para seguir el canon capitalista y conseguir "una adulterada idea del bienestar".

"Huxley tenía una opinión mucho más baja de la naturaleza humana que la de Orwell", resume Lynskey. "Al menos, en ese momento, los dos representaban ideas contrapuestas del mundo y del comportamiento humano. A través tanto de sus artículos periodísticos como de su ficción se puede ver cómo Orwell tenía fe en el futuro y en la gente ordinaria. Podía ser snob en ciertas cosas, pero, generalmente, intenta ponerse en el lugar de la gente común y no en el de los intelectuales. Huxley, por otro lado, sí que habla desde la intelectualidad. Había miembros de su familia muy interesados en la eugenesia. Su argumento concluye que no es tan difícil esclavizar a la gente. Simplemente, dales lo que te piden. Dales placer. Que es lo que propone en Un mundo feliz".

Orwell inventó la neolengua y las fake news y el doble pensamiento, que forman parte de nuestra cotidianidad política

Orwell, sin embargo, acertó en el diagnóstico de los instrumentos que utilizó la propaganda de la Alemania nazi, el franquismo español y el comunismo estalinista. Inventó la neolengua y las fake news y el doble pensamiento, que forman parte de nuestra cotidianidad política. "Orwell estaba muy interesado en los eufemismos. Algo que le hubiese llamado mucho la atención hoy es cómo se utiliza en política este nuevo lenguaje. Leyendo su obra, sus artículos y su ficción más allá de 1984 me he dado cuenta de que Orwell señaló cosas que siempre son verdad, que están ahí. Aunque se centre en Stalin, en el autoritarismo de los años 30 y 40, en el fondo habla de cómo piensa la gente, independientemente de la época", analiza Lynksey.

"Creo que en el sentido de las fake news y de la propaganda y de la neolengua, el cambio más radical que hemos experimentado ha sido la aparición de internet. No sé si a Orwell le hubiera sorprendido demasiado, porque a él le interesaban mucho los mecanismos de la propaganda de masas, particularmente la radio", admite. "Básicamente decía que cuando aparece una nueva tecnología tiene mucho potencial para ser útil a la sociedad y aportar un bien común, pero que los autoritarios encuentran rápidamente una manera de usarla en su propio beneficio. Vale que era muy escéptico respecto a las nuevas tecnologías, pero también veía los beneficios de la radio y cómo se podía usar para hacer el bien. La radio, los aviones, que sirven para más cosas que tirar bombas. No creo que fuese antitecnología, pero sí quería alertar de que las tecnologías tenían su lado bueno y su lado oscuro. Welles, por otro lado, creía que el progreso siempre era positivo y que la tecnología era positiva, mientras que Orwell era más sí, pero. Orwell se planteaba en qué sentido Hitler era diferente a Napoleón o Gengis Kan. En todas las tecnologías que tenía a su disposición. Lo que cambia las cosas es la tecnología. Los comportamientos básicos son los mismos: los sesgos, el nacionalismo, la necesidad de mentir en política no cambia. Pero aparece la tecnología que lo hace más fácil o que llegue más lejos".

Entonces, ¿qué?

Después de la caída del Muro de Berlín y de los desenfadados años noventa, cualquiera le hubiese dado por ganada la batalla al viejo Huxley. Pero el panorama ha cambiado mucho en la última década, con el auge de los populismos totalitarios. ¿Cuál es, entonces, el futuro que nos espera? ¿Qué predicción se acercó más al mundo que vivimos ahora? "Lo que estamos experimentando ahora, si bien no es una recaída en un totalitarismo completo, sí es una vuelta al uso de sus herramientas, especialmente en China y hasta cierto punto en Rusia. Tras la Guerra Fría se impuso la idea de que si actuabas como un matón contra tu propio pueblo, aquello no podía durar mucho. Si tratas brutalmente a tu pueblo, el sistema acabará fallando. Y que es mucho más inteligente sedarlos. Pero ahora regresa esa idea de que están volviendo ciertas maneras de brutalidad estatal que pensábamos superadas. Policía secreta, campos de internamiento, etc…", enumera Lynksey.

"Mi conclusión a día de hoy es que los regímenes autoritarios modernos usan ambos modelos. Por un lado, intentan proporcionarle a la gente las comodidades básicas, el entretenimiento y demás. Pero debajo de ello está la amenaza y la represión. Pensemos en Rusia y China, donde la vida ha mejorado para mucha gente, pero, por debajo, siguen operando las estructuras de censura, siguen existiendo las detenciones y los juicios falsos. Durante los años 80, sobre todo, se extendió la idea de que tenías que elegir un modelo u otro. Que solo uno de los dos tenía razón. Pero hoy podemos reconocer que se utilizan ambos de manera combinada", concluye. En definitiva, empate técnico, distopía en tablas.

Dame un par de gramos de cocaína. Que sea barata. Dame eme, dame amor. Dame un concierto de tontipop un viernes por la noche. Dame cadenas de comida barata y dame alcohol. Dame una serie de mierda, que no quiero pensar. Dame sexo superficial. Dame lucecitas de colores para adornar la casa, aunque no tenga casa. Dame ropa molona, dame moda. Dame ruido. Dame una imagen detrás de otra, aunque dentro solo haya vacío. Dame contenido, dame movimiento, caras operadas, dame culos prietos, dame porno, dame tetas, dame un estado de inconsciencia sostenido, dame un cómodo letargo, lo más parecido a la felicidad.

Libros Historia
El redactor recomienda