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Edu Galán: "¿Qué necesidad hay de convertir a todos los hombres en potenciales asesinos?"
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Edu Galán: "¿Qué necesidad hay de convertir a todos los hombres en potenciales asesinos?"

El escritor y 'showman' publica 'La máscara moral: por qué la impostura se ha convertido en un valor de mercado' (Debate), un ensayo afilado y pertinente sobre el nuevo exhibicionismo digital global

Foto: Edu Galán. (JEOSM)
Edu Galán. (JEOSM)

Dulceida sube una foto en ropa interior a su cuenta en Instagram seguida por más de tres millones de personas. Dulceida es guapa. Dulceida es adorable. Dulceida es perfecta, la influencer definitiva que ingresa un pastizal haciéndole ganar aún más dinero a las marcas con la que se fotografía. Y, además, siempre se muestra cercana, casi pareciera que la pantalla de tu móvil se desvanece cuando la observas, es tu amiga, una amiga fake, pero qué importa, siempre está ahí, siempre te acompaña. Hasta que un día, ay, Dulceida comete un error. La celebérrima instagramer del primer mundo decide pasar sus vacaciones en el tercero y viaja a Ciudad del Cabo en días de atroz sequía y se fotografía en la bañera rebosante del hotel. "Frívola", "mala gente", la llaman. Pobre Dulceida. Ella quiere arreglarlo y comete así el error definitivo. Le regala una gafas de marca a unos negritos y lo sube a su cuenta. La turba se le echa encima. ¿Qué ha pasado, Dulceida? ¿Cómo olvidaste ceñirte tu máscara moral?

La máscara moral: por qué la impostura se ha convertido en un valor de mercado (Debate) es el nuevo libro del escritor e irreformable showman Edu Galán, una de los tocapelotas oficiales de Mongolia, provocador hiperactivo, perejil de todas las salsas que manchan las camisas de domingo de los caballeros de bien, crítico inmisericorde y risueño de la izquierda kumbayá. Después de estudiar al detalle un caso clínico de cancelación en ese libro imponente que es El síndrome Woody Allen (Debate, 2020), no pretende ahora precisamente enmendarse con su nuevo y afilado ensayo sobre la impostura que no cesa. Nos encontramos con él cerca de su casa porque está a punto de ser padre y no quiere alejarse demasiado del perímetro de seguridad. Lleva mil saraos a cuestas, otros mil proyectos le esperan y, en fin, la primera pregunta es inevitable.

placeholder 'La máscara moral' (Debate)
'La máscara moral' (Debate)

PREGUNTA. ¿Cómo lo haces? ¿De dónde has sacado el tiempo para escribir esto?

RESPUESTA. Mira, este es un libro que llevo pensando desde que entregué el anterior, El síndrome Woody Allen, que me llevó muchísimo tiempo y muchas visitas a hemerotecas. Y, entonces, cuando lo termino en mayo de 2020, estamos en pleno confinamiento por el covid y no tenía otra cosa que hacer que idear un nuevo libro. Pensarlo es lo más difícil, escribirlo no tanto.

P. ¿Y cuál fue esa lucecita que se encendió en tu cabeza y que ha acabado convirtiéndose en La máscara moral?

R. Yo creo que fue al pensar sobre la escena con la que abro el libro. Ese anuncio que encontré en las calles sobre clases de tango antifascista y el vídeo del jamón... Y otra cosa que se me ocurre ahora que fue determinante: los anuncios de Navidad. ¿Cómo hemos pasado de que las muñecas de Famosa se dirijan al portal a esos anuncios de Campofrío que aseguran que los españoles somos, en el fondo, buena gente, y tenemos que querernos? Cuánto buenrrollismo moral. Y también malrrollismo moral para achacárselo a los demás. Lo que no hay es lo del medio, aceptar la vida con todo lo bueno y lo malo. Este libro pretende mostrar que, si la exhibición moral ha logrado el lugar central que ocupa hoy, es porque se trata de una herramienta perfecta para captar atención.

"Si la exhibición moral ha logrado el lugar central que ocupa, hoy es porque es una herramienta perfecta para captar atención"

P. ¿El me gusta ya no es suficiente?

R. Eso es. Y tampoco ya basta con ofenderse. Lo que hoy llama atención en las redes es indignarse y exclamar: "¡Eso es inmoral!". Ya no basta con la subjetividad del like, se persigue una moral totalizadora. Y, con un mensaje de ese estilo, tienes también la sensación no solo de que estás dando, como dicen Los Punsetes, tu opinión de mierda, sino algo superior, estás ordenando moralmente el universo. Es decir, estás diciendo que hay que hacer algo, parar el aborto o luchar contra el cambio climático. Y es que semejante exhibición moral es totalmente transversal. Yo me ocupo más de la izquierda porque vengo de ahí, pero Vox es igualmente grotesco.

P. ¿Ese exhibicionismo moral que mencionas conduce a que la izquierda y la derecha se retroalimenten?

R. Se retroalimentan, porque la moral funciona siempre a la contra, claro. Es decir, tu grupo de exhibición moral se afianza frente a los otros grupos. Y, además, en una sola persona pueden convivir diversas morales. En la mafia, por ejemplo, conviven la moral del crimen y la católica o ultrafamiliar. Está totalmente permitido asesinar a alguien y luego acudir a la misa de las 12. Es en ese terreno contradictorio, complicado, donde se mueve el razonamiento de La máscara moral.

P. ¿No te ha dicho nadie que tus libros parecen mucho más serios que tú mismo? Algo así cómo "¿qué diablos hace el showman este escribiendo ensayos sesudos?".

R. ¡Sí! Pero a mí eso me encanta. La gente que más me ha interesado siempre es la que se mueve en todo tipo de campos diversos y que, como Orson Welles, van cambiando de cara y de personaje. Es a lo que yo aspiro aunque, claro está, sin su talento.

placeholder Edu Galán. (JEOSM)
Edu Galán. (JEOSM)

P. Cambiar de personaje o cambiar de máscaras. Cuéntame, ¿qué problemas tienes con ellas? ¿No somos cada uno de nosotros, al fin y al cabo, la suma de nuestras máscaras?

R. No existe un yo inmutable, es cierto. Existe siempre el yo dialéctico y sus alrededores, y las diferentes máscaras que nos vamos poniendo conviven entre sí, a veces de forma contradictoria, y se adaptan a las diferentes situaciones de una vida complicadísima. ¿Cuál es el problema? El problema es que el uso de esas máscaras, cómo uno se comporta, conlleva un compromiso con la máscara misma. Aún peor que no comprometerte con tu propia impostura... Es no darte cuenta de que eres un impostor. Mi libro trata de hacernos conscientes de que, si utilizamos una máscara de forma impostada, como hacen muchos políticos o periodistas, sepamos distinguir, primero quién la usa y por qué y, segundo, tengamos la suficiente inteligencia para usarla. Decía Gustavo Bueno que respetaba más a la vidente que sabía que no veía el futuro, pero se comprometía con su artificio y su engaño que a la pobre idiota que sí se lo cree. La segunda no merece respeto y da mucho más miedo. Y puede hacer mucho daño, como explico en la segunda parte al hablar de nuestra ansiedad actual.

P. Los suicidios de los adolescentes están creciendo de forma dramática.

R. Es que el postureo moral es una pata más de la ansiedad, en adultos y especialmente en jóvenes. Jóvenes que se ven impelidos a mostrarse felices porque no hay término medio, o bien estás muy feliz o estás muy triste y a) no puedes superarlo (entonces, ¿para que lo cuentas?, ¿para que te presten atención?); o b) estás superándolo con un gran esfuerzo personal (y muchas pastillas). No hay término medio. No hay, digamos, lo que debería ser en la vida la combinación de momentos felices y momentos habituales de tristeza. Te deja la novia, tu padre se muere, los amigos no te entienden...

"El postureo moral es una pata más de la ansiedad, en adultos y especialmente en jóvenes"

P. Pero ¿tú crees, como decía tu amigo Pérez-Reverte el otro día, que los jóvenes son unos flojos?

R. Es que Arturo en ningún momento decía en esa entrevista que los jóvenes son flojos. Lo que explicaba es que estamos educando una generación sobreexpuesta, como también lo digo yo en mi libro. Y no solo los jóvenes. Se trata de un mal social general desde 10/15 años, desde que se abarataron y masificaron las nuevas tecnologías. Estamos atrapados en un sistema concreto donde nos comunicamos con un tipo de herramientas muy determinadas que es inocente pensar que no van a cambiar nuestra forma de ser y pensar como hicieron, por ejemplo, la imprenta o el tren. La sociedad no es cada vez más individualista porque sí.

P. ¿Todo esto que nos ocurre hoy, entonces, es en realidad lo que nos ha ocurrido siempre —la moral como cohesionadora del grupo propio que, al tiempo, lo enfrenta a otros grupos—, solo que amplificado por la red, la mayor cámara de eco de la historia de la humanidad?

R. Efectivamente, y, además, ha difuminado los grupos. En la antigüedad, la noción de individuo casi no existía, es un invento del siglo XVIII. El individuo se hallaba completamente diluido en la comunidad. Y, en el último siglo, el siglo del yo, como lo llamó Adam Curtis, se despliega todo un idealismo individualista arropado por la publicidad, donde se coloca al individuo como centro de todas las cosas. Una sociedad, digamos, ptolemaica... ¡No es copernicana! Creemos que todo gira alrededor nuestro y, si yo tuviera que mencionar un mal de nuestro tiempo, el que mayores problemas nos crea, sería exactamente ese. Nos han hecho creer que ya no existen las clases sociales y que somos el centro del universo.

P. ¿Ha llegado a un punto de no retorno ese individualismo con el auge actual de las identidades?

R. Por supuesto. Esta idea de construir tu identidad con un cierto esfuerzo, lo que has estudiado, tu oficio, ahora se ha descartado por lo que crees merecer simplemente por haber salido de una vagina. Es decir, ser católico porque creciste en el catolicismo, ser español, ser gay... ¡Todo eso no es un mérito tuyo! Y, además, es muy contradictorio. La ambición de la persona actual es ser diferente, como podría serlo en otro momento de la historia. Pero, contradictoriamente, se aspira a ser diferente... siendo homogéneo, con los mismos productos, con la misma ropa de Zara que los demás. Somos diferentes siendo completamente iguales, monótonamente iguales, estúpidamente iguales.

placeholder Edu Galán. (JEOSM)
Edu Galán. (JEOSM)

P. Hay morales mejores y peores, defiendes en el libro. ¿Pero qué importa ser mejor si eres más débil?

R. Hay morales mejores que otras, sin duda; pero, como bien dices, no tienen por ello garantizado el éxito. Un ejemplo extremo sería Irán. Es decir, ¿la moral islámica extremista debiera ser superior a la moral democrática por la sencilla razón de que cuenta con las armas para imponerse?

P. Pero, entonces, ¿hace falta la fuerza para imponer el bien?

R. Yo creo en el poder del Estado democrático para regular la moral buena incluso usando la violencia. Es decir, a la moral antidemocrática del procés, el Estado solo podía responder de determinada manera.

P. ¿Tú crees que el auge de la extrema derecha es el resultado del discurso identitario de cierta izquierda?

R. Sin duda es una de las patas, aunque hay muchas más, como la crisis económica, claro. Pero esa izquierda kumbayá, que solo es una parte de la izquierda, no es inocente. No es extraña la caída en votos de un Podemos convertido en parodia de sí mismo que sigue unos dictados absurdos de Hollywood y Silicon Valley, y el auge parejo de Vox, por ejemplo. ¿En qué se parece lo de hoy a ese Ministerio de Igualdad de Zapatero que promovió el matrimonio gay? Qué oportunidad perdida. Cómo no va a producirse una reacción de gente que se echa en brazos de un Vox que, en realidad, es tan absurdo como Podemos. Que piensa que Vox va a proteger sus derechos como dueños de una granja. O como hombres. O sea, ¿qué necesidad hay de convertir a todos los hombres en potenciales asesinos? ¿Por qué? ¿Qué estrategia política es esa? Lógicamente, el labriego de Cuenca al que señalas como potencial asesino, un hombre de clase baja que trabaja como un perro y quiere a su familia, ¿qué puede pensar? ¿Y su familia? Todos a votar a Vox, que mira lo que le llaman a mi papi.

"El labriego de Cuenca que señalas como potencial asesino, que trabaja como un perro y quiere a su familia, ¿qué puede pensar?"

P. A propósito de lo que decías de copiar lo que llega de Silicon Valley y demás. A ti te subleva mucho, como te he leído más de una vez en Twitter, cuando escuchas a alguien decir que la cultura de la cancelación no existe, que es una pijada de cuatro de universidades yankees de élite...

R. Ese es un discurso que existe entre una izquierda mezquina que monta sus argumentos ad hoc para su público porque, si se los cree de verdad, como decíamos al principio, peor para ellos. Mezclan la crítica legítima del contrario con el acoso y la cancelación. Porque, a ver, que me digan que no existe la cancelación en el caso de la escritora de libros infantiles María Frisa a la que tacharon de machista y le hicieron la vida imposible porque sí... ¿Qué coño es eso entonces? ¿En qué mundo se justifica que una persona como ella tenga que tener las herramientas psicológicas para que no le afecte el acoso de una turba? Claro, los que dicen que la cancelación no existe, explican que tampoco es tan grave que lo pases de puta pena. Puede que la cancelación no afecte al trabajo del cancelado, por ejemplo, pero ¿en qué cabeza de izquierdas se puede justificar un maltrato psicológico bestial? Hasta que les ocurre a ellos, claro, como a Estirando el chicle.

Dulceida sube una foto en ropa interior a su cuenta en Instagram seguida por más de tres millones de personas. Dulceida es guapa. Dulceida es adorable. Dulceida es perfecta, la influencer definitiva que ingresa un pastizal haciéndole ganar aún más dinero a las marcas con la que se fotografía. Y, además, siempre se muestra cercana, casi pareciera que la pantalla de tu móvil se desvanece cuando la observas, es tu amiga, una amiga fake, pero qué importa, siempre está ahí, siempre te acompaña. Hasta que un día, ay, Dulceida comete un error. La celebérrima instagramer del primer mundo decide pasar sus vacaciones en el tercero y viaja a Ciudad del Cabo en días de atroz sequía y se fotografía en la bañera rebosante del hotel. "Frívola", "mala gente", la llaman. Pobre Dulceida. Ella quiere arreglarlo y comete así el error definitivo. Le regala una gafas de marca a unos negritos y lo sube a su cuenta. La turba se le echa encima. ¿Qué ha pasado, Dulceida? ¿Cómo olvidaste ceñirte tu máscara moral?

Ensayo Dulceida Arturo Pérez Reverte Extrema derecha Silicon Valley
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