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De tragedia en tragedia: ¿qué país era Ucrania antes de la guerra?
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De tragedia en tragedia: ¿qué país era Ucrania antes de la guerra?

Borja Lasheras publica 'Estación Ucrania', un libro que empezó a escribir en 2016 tras años viajando por el país y del que a continuación ofrecemos un adelanto

Foto: Centro de Sambir, en Ucrania
Centro de Sambir, en Ucrania

"Cada generación ucraniana sabe que tiene que superar su propia tragedia histórica. Si ayer fueron las hambrunas soviéticas y la Segunda Guerra Mundial, hoy son Crimea y el Donbás". (Yevhen Hlibovitsky, filósofo).

Vira camina errática por las calles de Sambir. A ratos habla sola, mientras sortea con pasos cortos los obstáculos del pavimento irregular cubierto hielo y nieve. Estamos a principios de enero, bajo cero. La brisa matutina corta los labios. Al cruzarse con nosotros, Vira levanta la vista, esboza una sonrisa y un saludo. Su nombre (Vera, en ruso) significa "fe", aunque ella no es creyente. Tiene un pleito con el Estado, al que reclama desde hace años la pensión de su difunto padre, Iván, jefe local de la NKVD tras la Segunda Guerra Mundial. Rechaza la que la corresponde como exfuncionaria de una de las anquilosadas instituciones militares de la etapa anterior: casi cien euros al mes, que no está mal en Ucrania.

placeholder 'Estación Ucrania. El país que fue', de Borja Lasheras
'Estación Ucrania. El país que fue', de Borja Lasheras

El padre de Vira era un ruso ucraniano del Donbás. Ser enkavedé (miembro del NKVD, Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos) otorgaba el respeto derivado del miedo, y también estatus y privilegios. Vira es una de tantas personas cuyo esquema existencial se congeló al desaparecer la Unión Soviética. Como no pagaba las facturas, cortaron el gas y la electricidad de su casa. Familias del barrio, posiblemente algunas de las cuales su padre aterrorizó en su día, cocinan a veces para ella y le dan dinero. También lo hace Olena, madre de Lesya, dándole algunas hryvnias, aunque ella misma pase apuros. A sus sesenta y cinco años, tras treinta de trabajo como médico, a Olena le correspondería una pensión mensual de unos setenta euros, así que retrasa la jubilación. Su hospital en Rudky podría ser incluido en uno de los procesos de restructuración en marcha, lo que conduciría a su cierre o traslado, y el despido o jubilación anticipada de parte del personal.

Han aprobado subsidios para familias con menos recursos, pero no siempre está claro cómo se distribuyen

Restructuraciones de este tipo son una de las consecuencias de los programas de modernización que forman parte del paquete de condiciones para recibir la ayuda financiera del FMI y otros organismos. Ucrania depende de asistencia internacional para su estabilidad macroeconómica, muy dañada por la guerra y la subsiguiente crisis (el producto interior bruto cayó un 6,6% en 2014). La otra cara de esta condicionalidad y de las reformas en el sector energético que impulsan las autoridades pos-Maidán es que también han subido las facturas del gas y la electricidad. Las medidas se justifican para adaptar al mercado a sectores tradicionalmente subvencionados y plagados de corrupción como la energía, reducir la dependencia de Rusia y lograr la asistencia del FMI. Pero en un país sin casi políticas de redistribución, los costes sociales de estos procesos, muchos de cuyos resultados tienden a materializarse más a medio plazo, son dramáticos. Han aprobado subsidios para familias con menos recursos, pero no siempre está claro cómo se distribuyen. Olena enfrenta la situación con entereza, pero, como a muchos, le pesa la inquietud por la guerra, el rumbo del país y el futuro.

placeholder Ayuntamiento de Sambir, Ucrania
Ayuntamiento de Sambir, Ucrania

Sambir (en su día, Sambor, en polaco) es una pequeña ciudad en el margen izquierdo del río Dniéster, que nace cerca de aquí como poco más que un riachuelo donde en verano la gente se baña y en cuyas riberas hacen barbacoas de shashlik (brocheta de carne asada). A setenta kilómetros de Lviv y similar distancia con Polonia, Sambir fue un núcleo relevante para rutas comerciales que atravesaban esta parte de Europa, atrayendo a una población diversa. Como el oblast de Lviv, al que pertenece, Sambir formó parte sucesivamente del Reino de Polonia; tras la partición de este, del Imperio de los Habsburgo, con Sambir integrado en la región de Galitzia , y de la efímera República Popular de Ucrania Occidental (ZUNR, por su acrónimo ucraniano). Proclamado en Lviv en 1918, este proto-Estado ucraniano afirmó su soberanía sobre esta región, Transcarpatia y Bucovina, pero fueron derrotados por los polacos en 1919. Sambir volvió a la soberanía polaca y, en 1939, en virtud del protocolo secreto del pacto Molotov-Ribbentrop de Stalin con Hitler, pasó a formar parte de la URSS. Firmado el 23 de agosto de ese año, el pacto de no agresión entre Hitler y Stalin era de agresión contra Europa central y oriental, repartiéndosela en dicho protocolo secreto. El 1 de septiembre la Wehrmacht invadía Polonia por el oeste y el 17 el ejército soviético lo hacía desde el este, anexionando esta región.

El pacto de no agresión entre Hitler y Stalin era de agresión contra Europa central y oriental, repartiéndosela en dicho protocolo secreto

Del antiguo esplendor de Sambir dan testimonio edificios públicos y villas señoriales con fachadas aún coloridas, balaustradas, grandes balcones y jardines. Las paredes desconchadas y las ventanas tapiadas contribuyen a cierta sensación de decadencia y abandono. Una de estas casas cerca de la plaza Rinok albergó una prosvita de escritores en la que el famoso Iván Frankó leyó su poema Moisés, de 1905. A los seis años, en su primer concierto, Lesya cantó ahí Molytva za Ukrayinu (Oración para Ucrania), un himno espiritual patriótico de finales del siglo XIX. Las prosvitas eran organizaciones culturales y educativas que, con el incipiente movimiento nacional ucraniano, emergieron en la segunda mitad del siglo XIX. Durante el comunismo, algunas de estas casas, que habían pertenecido a la intelligentsia polaca y ucraniana, se expropiaron y repartieron entre trabajadores de fábricas, profesores, médicos y sus familias; los enkavedés, funcionarios de los servicios de seguridad y altos dignatarios del Partido recibían los apartamentos más lujosos del centro. Otras casas se reutilizaron para servicios públicos como hospitales o guarderías. También albergaron a enkavedés y a esas masas de funcionarios soviéticos con ejércitos de papeles, en un sistema en el que la reglamentación absoluta de la vida era un fin en sí mismo. En uno de estos edificios trabajó Vira hasta su jubilación. Otros testimonios del Sambir pasado son los carteles en polaco y alemán que, semiborrados por el tiempo, anuncian restaurantes o cafeterías. Estas capas históricas se entremezclan con edificios más modernos, y en los barrios de las afueras, pequeñas casas de una o dos plantas, muchas veces con tejados de chapa metálica, y huertos, fuente de subsistencia en algunos hogares.

Han aparecido nuevas iglesias de la confesión grecocatólica, mayoritaria en este oblast, y relevante en parte del oeste. La reputación de esta confesión sigue siendo notable por su papel en la resistencia contra la URSS —que la reprimió duramente, ilegalizándola desde 1946 hasta 1989, cuando Gorbachov la rehabilitó— y por su apoyo a la causa nacional. Los ucranianos son bastante religiosos —en una encuesta reciente un 76% se definía como creyente (con casi un 69% de cristianos 36% ortodoxos)— aunque la Constitución establece la separación Iglesia-Estado. El debate sobre modernidad y secularización avanza a un ritmo exasperantemente lento para quienes argumentan que los recursos destinados a la Iglesia bien se podrían dedicar a fines distintos al alimento de la fe. Pero especialmente en esta región, en oblasts como Lviv e Ivano-Frankivsk, es aún habitual ver a los hombres quitarse la gorra y a mujeres de todas las edades santiguarse cuando pasamos en marshrutka junto a una iglesia.

placeholder Iglesia de la Natividad, en Sambir
Iglesia de la Natividad, en Sambir

Sofía, la abuela de Lesya por parte de padre, odiaba a los curas, y no solo por la propaganda soviética. Durante la guerra civil rusa (1918-1922), un cura delató al primer marido de su madre, cercano a los bolcheviques, cuando se escondía debajo de un puente de las tropas blancas de Antón Denikin: le ejecutaron. También dejó alguna vez entrever que otro sacerdote abusó de su madre, pero nunca habló realmente de ello.

En Sambir, y en toda Ucrania, hay tanto por hacer que al político que manda arreglar una acera o una carretera se le perdonan otras corruptelas. "Pueden ser corruptos, pero por lo menos han hecho algunas cosas buenas para la comunidad". Hay un término, prodazhnist (prodazhnost, en ruso), que hace referencia a la capacidad del sistema para corromper desde el nivel más alto hasta el más bajo de la Administración, a la maleabilidad colectiva, por así decirlo. Otro relevante es proizvol (en ruso), con relación a la arbitrariedad del poder, tiranía y ausencia de todo derecho. Los niveles de prodazhnist pueden ser altos, pero es el abuso y la impunidad, proizvol, lo que puede descabalgar a algunos gobernantes, como recordó tarde Yanukóvich.

En Sambir, y en toda Ucrania, hay tanto por hacer que al político que manda arreglar una acera o una carretera se le perdonan otras corruptelas

Cojo un taxi para ir a un pueblo cerca de la frontera con Polonia, aún en el distrito de Sambir. Vasyl, el taxista, es un individuo enorme, tosco, de redonda cabeza rapada, rostro afable y ojillos pícaros, rondará los treinta y pico. Cuenta que la policía le ha confiscado provisionalmente su tractor como parte de una causa judicial por recoger gravilla de forma ilegal en la orilla del río. Está indignado.

—Me denunció un vecino. ¡Si él hace lo mismo!… Bueno, ofrecí dinero a la pareja de policías que vino a confiscar el tractor. ¿Cuánto? Unos cien dólares a cada uno. Pero los rechazaron y encima me amenazaron con añadir el cargo de intento de soborno. ¡Solo quieren dinero de los grandes y poderosos! No sé cuál es el problema, la verdad: siempre hemos hecho las cosas así y hago favores al resto del pueblo —resopla Vasyl, antes de santiguarse concienzudamente al pasar junto a una iglesia.

"Cada generación ucraniana sabe que tiene que superar su propia tragedia histórica. Si ayer fueron las hambrunas soviéticas y la Segunda Guerra Mundial, hoy son Crimea y el Donbás". (Yevhen Hlibovitsky, filósofo).

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