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Soldado Rojo y Soldado Azul: los dos macutos del frente que explican el absurdo de la Guerra Civil
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Soldado Rojo y Soldado Azul: los dos macutos del frente que explican el absurdo de la Guerra Civil

¿Qué llevaban en el macuto los combatientes? Arzalia edita en dos volúmenes las consignas políticas que incluyeron nacionales y republicanos para adoctrinar a soldados que les tocó luchar por azar en uno u otro lado

Foto: 'Soldado Rojo y Soldado Azul'. (Arzalia Ediciones)
'Soldado Rojo y Soldado Azul'. (Arzalia Ediciones)

La Guerra Civil fue una guerra de soldados de reemplazo, detalle que pasa desapercibido casi siempre cuando viene a la cabeza la contienda fratricida, tal y como estudió James Mathews en Soldados a la Fuerza (Alianza) y que cambia de lleno la visión de unos hermanos contra otros enfrentados por sus ideas porque sencillamente la mayoría luchó donde le tocó por una cuestión de azar en lo que al frente se refiere. Según el sistema de reclutamiento, en el verano del 36 y quizá hasta finales del 36, hubo mucha afluencia de voluntarios en los dos bandos, un poco más en el lado republicano, de ahí que se tenga en la cabeza las milicias, aunque en el otro lado estaban los falangistas, requetés y también algunos monárquicos que formaban unidades propias. Pero a partir del 37, con la guerra larga, las grandes batallas, que acaba con un millón y medio de hombres movilizados, estos voluntarios se diluyen y quedan en un 10 o un 15% del total como mucho.

¿Qué quiere decir eso? Pues a su vez que los soldados que fueron llamados al frente con una bandera azul o una roja necesitaron ser adoctrinados por las autoridades de cada bando: un ideario y unos panfletos que incluyeron nacionales y republicanos en los macutos de los chavales de remplazo para que supieran por qué luchaban. Hay fosas sin apellido. Es lo que recoge ahora Soldado Rojo y Soldado Azul: la cosas que llevaban en el macuto los hombres que lucharon en la Guerra Civil, de Arzalia, una preciosidad de edición con las consignas políticas de unos y otros. Lo explica a El Confidencial el editor y prologuista junto a Ricardo Artola, Fernando Calvo González Regueral.

Pastillas ideológicas porque te tocaba en un lado o en otro y había que tener claro a qué atenerse

"Es un compendio de ambos bandos. Soldado rojo y azul. De lo que las distintas autoridades querían que los soldados llevaran en el macuto. Obviamente, no hubo un libro como tal, como estos que hemos publicado, sino que era un compendio. Normalmente, en el bando nacional lo que le daban eran devocionarios católicos, los puntos programáticos de Falange, el credo legionario que se leyó en todas las unidades, para legionarios o no, y por el lado republicano, como había una amalgama de partidos, pues se intenta unificar para decir por qué se está combatiendo y entonces se nutre un poco del ideario anarquista, del ideario socialista y comunista, sobre todo cuando empieza a preponderar la influencia soviética en el lado republicano". Se trata con mimo ambas realidades, porque había dos o tres Españas, luego vino el PSOE emulando a Franco —ZP primero y Sánchez ahora— para que haya solo una, la buena, que claro está, es la suya, aunque ni siquiera ellos lo supieran entonces.

Tendencias de cada bando

Lo que recogen ambos libros son las pastillitas que tenían que conocer para no perderse más allá de los falangistas y de los requetés, que también eran milicianos y venían ideologizados o los comunistas del V Regimiento. Pero para resto de soldados había que rociarlos con las razones de por qué se combatía. Te tocaba en un lado o en otro y había que tener claro a qué atenerse. Según Fernando Calvo, hace unos años, Ricardo Artola, publicó en la edición facsímil unas instrucciones que daban a los soldados británicos el año 44, cuando van a penetrar en Alemania: cómo se deben comportar en expresiones, palabras en alemán y demás.

placeholder Soldados leyendo en la Guerra Civil.
Soldados leyendo en la Guerra Civil.

"Eso era facsímil porque era un librito que les daban textualmente y se publicó facsímil por la curiosidad histórica". Se preguntaron entonces si se podía hacer eso con los dos bandos de la Guerra Civil. No había un librito como tal. Pero lo que se hizo fue ese compendio que agrupa un poco las distintas tendencias que había en cada bando y lo que, sobre todo, lo más importante, lo que las autoridades de cada bando querían que supieran esos soldados. Principalmente, los de reemplazo, que eran gente no ideologizada, un campesino que le tocaba en un bando por cuestión territorial y le movilizaban. Hay muchos ejemplos en la bibliografía.

El lema requetebién, por ejemplo, fue modificado por: 'Dios, patria y rey... o jefe del Estado'

¿Qué ocurre durante la guerra? Pues algunas curiosidades, como por ejemplo que el ideario requeté, que tenían una ordenanza previa a la guerra y que se remontaba a las guerras carlistas del siglo XIX fuera modificado: al lema que decían ellos Dios, patria, Rey... se le añadió o jefe del Estado, cuando parece claro, ya que no habrá restauración monárquica y sí un estado con Franco como caudillo. Hubo además un momento en que ambos bandos unifican criterios. Por ejemplo, en el año 37, en abril, Franco decreta la unificación de partidos políticos y amalgama Falange y requeté y entonces se empieza a hacer un argumentario unificado. Por las mismas fechas, hacia mayo del 37, la República hace lo propio con los 13 puntos de Negrín.

Del lado de la falange, tenían lo que los camisas viejas llamaban puntos programáticos, los 27 puntos que había dejado escritos José Antonio. "Es muy curioso" comenta Fernando Calvo, "porque cuando se produce la unificación, Franco quita el punto 27. De hecho, en el libro lo hemos reproducido sin ese punto. ¿Por qué? Porque en el punto 27, la Falange del año 33, antes de la guerra, decía que no pactaría con ninguna formación, que solo se conformaba con conquistar el poder de forma total y no pactaría. Y claro, como Franco quería pactar con requetés, monárquicos y demás, les quitó este punto".

Los 13 puntos

En lado republicano, el ideario programático acabo en los célebres 13 puntos de Negrín. Leyendo bien todo el articulado, queda claro que está destinado a dos audiencias, una interna, que son las facciones internas que había en el bando republicano, en donde se viene a explicar que hay que unificarse para ganar la guerra, que luego ya vendrán las disputas sobre si hay que hacer la revolución, como hay que hacerla y demás. Por eso hay puntos en los que dice unidad de mando en torno al Ejército Popular.

Pero hay además una audiencia externa, explica Fernando, "donde dice que se va a respetar la libertad de culto e introduce uno un poco extraño, que parece que habla como de un referéndum para después de la guerra, quizá preparando una tercera república. Es decir, eso está destinado a la audiencia externa para decirles, eh, las potencias occidentales tenían miedo de que en España se produjera la revolución comunista. Negrín se da cuenta de esto y su política es tranquilizarles y decirles: Mira, la libertad de culto es la práctica. Hubo un momento que en el bando republicano empiezan a permitirse con muchas restricciones y con muchas cautelas. En las misas y los curas, y a los que han sobrevivido, se les permite cierta libertad de movimientos"

La ley de Memoria Democrática quiere acordarse solo de los muertos de un bando

Ahora que la Ley de Memoria Democrática quiere acordarse solo de los muertos de un bando, conviene resaltar que por lo demás, como en todas las guerras, los macutos de los desgraciados combatientes fueron muy similares. No eran ni mejores ni peores hombres, por mucho que se hayan empeñado los socialistas y sus socios en hacer memoria sin contar con la otra mitad de España.

Según Ricardo y Fernando hay una novela clásica de la guerra del Vietnam, Las cosas que llevaban los hombres que combatían, de donde se ha parafraseado el título. Decía un escritor falangista que el macuto es el piso de soltero del combatiente porque cabía de todo: calcetines, cartuchos, leche condensada, preservativos, tabaco, la carta de la novia y demás... Curiosamente, aporta Fernando, para leer había una novela que llevaban los más ideologizados de cada bando, tanto los falangistas como las Juventudes Socialistas, que era Sin novedad en el frente, de Erich María Remarque. Por otra parte, la mayoría eran analfabetos y a un soldado de reemplazo del año 38 que le daban una octavilla probablemente la utilizara para otros fines menos interesantes que leer, es decir, en el campo para hacer sus aseos.

La Guerra Civil fue una guerra de soldados de reemplazo, detalle que pasa desapercibido casi siempre cuando viene a la cabeza la contienda fratricida, tal y como estudió James Mathews en Soldados a la Fuerza (Alianza) y que cambia de lleno la visión de unos hermanos contra otros enfrentados por sus ideas porque sencillamente la mayoría luchó donde le tocó por una cuestión de azar en lo que al frente se refiere. Según el sistema de reclutamiento, en el verano del 36 y quizá hasta finales del 36, hubo mucha afluencia de voluntarios en los dos bandos, un poco más en el lado republicano, de ahí que se tenga en la cabeza las milicias, aunque en el otro lado estaban los falangistas, requetés y también algunos monárquicos que formaban unidades propias. Pero a partir del 37, con la guerra larga, las grandes batallas, que acaba con un millón y medio de hombres movilizados, estos voluntarios se diluyen y quedan en un 10 o un 15% del total como mucho.

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