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Juan Echanove reivindica el genio y la bravura de Barbieri
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Juan Echanove reivindica el genio y la bravura de Barbieri

El Teatro de la Zarzuela celebra el bicentenario del compositor madrileño con un montaje goyesco e intenso de 'Pan y toros'

Foto: 'Pan y toros'. (Teatro de la Zarzuela)
'Pan y toros'. (Teatro de la Zarzuela)

Lo decía Ortega y Gasset: “La historia del toreo está ligada a la de España, tanto que, sin conocer la primera, resultará imposible conocer la segunda”. Tiene en cuenta Juan Echanove semejante aforismo en su versión de 'Pan y toros', igual que la tuvieron Francisco Barbieri (1823-1894) y José Picón cuando escribieron la zarzuela. Un alegato liberal que censuró Isabel II. Y una fantasía conspiratoria que el compositor y el libretista ubicaron en 1792 para denunciar la nociva influencia que Godoy ejercía sobre Carlos IV.

Se ha ocupado Echanove de reconstruir 'Pan y toros'. Y de concebir una escenografía de sangre y oro que evoca el expresionismo de la iconografía goyesca y que transcurre en un ruedo de talanqueras negras.

placeholder 'Pan y toros'. (Teatro de la Zarzuela)
'Pan y toros'. (Teatro de la Zarzuela)

La idea permite trasladar con audacia el contraste del sol y la sombra. Y el conflicto de las dos Españas. La que piensa y la que embiste, diría Machado. La “ilustra” Echanove en un espectáculo que reanima el instinto y el talento musical de Francisco Barbieri, no ya promotor del escenario donde se escenifica estos días 'Pan y toros', la Zarzuela, sino enfático activista de la construcción de un lenguaje musical y teatral propios frente a la hegemonía operística italiana que se proponía desde el templo del Teatro Real.

Reinaba Verdi en Madrid. Y sobrevino incluso un aparatoso desencuentro entre Barbieri y el compositor italiano. Concretamente cuando Verdi convocó al autor de 'Pan y toros' (y de 'El barberillo de Lavapiés') para ambientar la partitura escurialense de 'Don Carlo'. "No me da la gana facilitarle nada", objeta Barbieri. Lo hace mediante una carta que remite al tenor Fraschini, amigo común de los compositores y mediador de una disputa que tiene su origen en el desprecio que sintió Barbieri cuando Verdi recaló en Madrid para el estreno de 'La forza del destino' (1863). Quiso entonces frecuentarlo, conocerlo. E hizo un esfuerzo para intercambiar una charla, pero el hermetismo del coloso terminó por defraudarlo. Y arraigó un resentimiento que pudo vengarse cuando Verdi necesitó auxilio.

Foto: Retrato de Giuseppe Verdi. (Giovanni Boldini/Dominio público)
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Nadie mejor que Barbieri para documentar al maestro. Y no ya por su merecida reputación de compositor de zarzuela, sino por su erudición musicológica y sus conocimientos de la música española en el siglo XVI. Que era el periodo que había "acordonado" el propio Verdi como trasunto del drama histórico donde concibe la relación de Felipe II y su hijo a la sombra de El Escorial. Francisco Barbieri se jacta de ser la persona idónea para contribuir a las emergencias de Verdi. Y se recrea de sus conocimientos musicales en su misiva a Fraschini, aunque sea como preámbulo a un despecho corporativo inequívocamente expresado: "Cuando estuvo Giuseppe Verdi en Madrid hace tres años, pasé repetidamente a saludarle y felicitarle con todo respeto que a él le era debido y todo el entusiasmo que siempre he sentido por su talento, y no se dignó a tener una palabra de cortesía para un compositor que, aunque humilde, era al fin y al cabo un compositor de profesión".

Melodrama coral

Las lamentaciones de Barbieri no contradicen la devoción artística hacia Verdi ni la influencia que ejerce el compositor italiano en las páginas de 'Pan y toros'. Se percibe en los pasajes inaugurales de los tres actos. Y en el desenlace del segundo. Y se aprecia en el esfuerzo con que se perfilan musical y psicológicamente los personajes del melodrama coral.

Es donde adquiere particular brillo el trabajo de Echanove, la eficacia y naturalidad con que estimula las tareas de sus compañeros. Los observa ahora desde el otro lado de la barrera, pero su experiencia de actor polifacético le concede una autoridad que se refleja en la credibilidad del escenario. Y que explica la magnífica actuación de Pedro Mari Sánchez. Cuestión de carisma, de personalidad, de instinto. Otorga vuelo al personaje siniestro del Corregidor Quiñones. Y enfatiza el brillo de un libreto interesante. Por los vaivenes de la concepción argumental y porque la musicalidad de las rimas predispone la inspiración sonora de Barbieri.

Adquiere particular brillo el trabajo de Echanove, la eficacia y naturalidad con que estimula las tareas de sus compañeros

Funcionan mejor los actores que los cantantes en 'Pan y toros' —al menos, en el segundo reparto—, igual que resultan notables la participación del coro y la sensibilidad con que el maestro Guillermo García Calvo explora la partitura de Barbieri con las huestes de la Orquesta de la Comunidad de Madrid.

Es la mejor manera de reivindicar el inminente bicentenario del nacimiento del compositor madrileño. Y de acreditar los méritos de una obra de madurez (1864) que aloja la influencia verdiana, la audacia 'cantabile' del belcantismo, la huella del folclore —en especial por el peso de la tonadilla— y hasta el refinamiento del lenguaje galante que convirtió Madrid en una de las grandes urbes musicales del siglo XVIII (Scarlatti, Boccherini).

'Pan y toros' se plantea precisamente en la repercusión transpirenaica de la Revolución francesa. Y expone el oscurantismo del Antiguo Régimen frente al pensamiento liberal y aperturista de los ilustrados. Por eso intervienen en la zarzuela tanto Francisco de Goya como Gaspar Melchor de Jovellanos. Se ocupan de interpretarlos con solvencia Gerardo Bullón y César Sánchez, igual que están a la altura de sus personajes Carlos Daza (Pepe-Hillo), Pablo Gálvez (Pedro Romero) y José Manuel Díaz (Costillares).

Tres estupendos barítonos. Y tres toreros de leyenda que Picón y Barbieri ubican en el “frente” de los ilustrados. Una cosa es que los Borbones de la decadencia y de la corrupción quisieran distraer al populacho con la tauromaquia —'panem et circenses'— y otra cuestión es que la transgresión y vanguardismo de la tauromaquia pueda identificarse con el retraso o la decadencia. Son las plazas de toros del siglo XXI las que mejor y más se acuerdan de Barbieri cada vez que resuena el pasodoble de 'Pan y toros'.

Lo decía Ortega y Gasset: “La historia del toreo está ligada a la de España, tanto que, sin conocer la primera, resultará imposible conocer la segunda”. Tiene en cuenta Juan Echanove semejante aforismo en su versión de 'Pan y toros', igual que la tuvieron Francisco Barbieri (1823-1894) y José Picón cuando escribieron la zarzuela. Un alegato liberal que censuró Isabel II. Y una fantasía conspiratoria que el compositor y el libretista ubicaron en 1792 para denunciar la nociva influencia que Godoy ejercía sobre Carlos IV.

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