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Chuck Palahniuk: "El club de la lucha' se vendió muy mal, tardó 10 años en explotar"
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ENTREVISTA

Chuck Palahniuk: "El club de la lucha' se vendió muy mal, tardó 10 años en explotar"

Chuck Palahniuk presenta 'Plantéate esto', un manual para escribir un libro en el que homenajea a los profesores, libreros y editores que lo ayudaron en su carrera

Foto: Chuck Palahniuk. (EFE/Atienza)
Chuck Palahniuk. (EFE/Atienza)
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Chuck Palahniuk tiene ahora 60 años y es un escritor conocido y le invitan a las ferias del libro y han hecho películas con sus novelas y en una —'El club de la lucha'— salen Brad Pitt y Edward Norton y qué más se puede pedir. Rebobinemos. Chuck tiene 34 años. Es 1996 y Chuck lleva años trabajando en la compañía transportista Camiones Freightliner, en el polígono industrial Swan Island al norte de Portland, casi pegando con Canadá. Chuck estudió Periodismo en la universidad. Como muchos de sus compañeros. Bromeaban con que en la carrera debería haber una asignatura de soldadura. Jujú, usemos el título de periodista para limpiarnos el culo. Pero el joven-ya-no-tan-joven Chuck acudía en sus ratos libres a talleres de escritura. Alguna vez pagó todos sus ahorros para asistir a la 'master class' de tal o cual gurú que, de ciudad en ciudad y haciendo como que sus alumnos le importaban un carajo durante dos o tres días, desplumaba a los que, desesperados, esperaban que les revelasen la fórmula de la Coca-Cola por un puñado de billetes.

Más de un cuarto de siglo después, Palahniuk se siente en deuda con aquellos profesores que sí intentaron ayudarle, con trabajo y honestidad, también con todos aquellos escritores que le dieron consejos prácticos, con todos aquellos editores que se empeñaron en que siguiese escribiendo con su estilo, funcionase o no funcionase, con todos aquellos libreros que organizaron aquellas presentaciones en las que, al principio, quedaban todas las sillas vacías menos dos. Palahniuk, el escritor irreverente de la generación deprimida y nihilista, del punk, del grunge, del porno doméstico y de la rabia obrera, publica ahora 'Plantéate esto', un manual-antimanual sobre cómo escribir una novela, con muchísimos consejos prácticos, muchísimas anécdotas nocturnas y una visión de la industria lenguaraz y acidísima. Palahniuk sobrevive con sus premisas disparatadas y su sexo sórdido y sus personajes deleznables, ajeno a las corrientes que fruncen el ceño con un tipo de literatura en que ni la moral ni la virtud son objetos de aplauso.

placeholder Imagen de 'El club de la lucha', basada en la novela de Chuck Palahniuk.
Imagen de 'El club de la lucha', basada en la novela de Chuck Palahniuk.

"Recuerdo el primer libro suyo que leí. Tenía unos 20 años y era 'Snuff'. Me quedé impactada con que se pudiera escribir algo así", le digo. En 'Snuff' (Random, 2010), la actriz porno en decadencia Cassie Wright quiere batir un récord Guinness para volver a estar en el candelero: se ha propuesto follarse de un tirón a 600 tíos que aguardan pacientemente haciendo cola para hacer historia. Es una novela pegajosa, repugnante y absolutamente genial. "Ahora es cada vez más difícil publicar algo que se considere mínimamente ofensivo", contesta como cansado. "Siento que, en ese sentido, los libros que me llegan a las manos son muy blandos y no me impresionan demasiado. Si hay público para lo transgresor, si hay lectores para lo transgresor, si hay dinero que hacer con lo transgresor, seguirá habiendo transgresión. Pero no me sorprendería que los editores sacasen nuevos sellos específicos destinados a ese tipo de público que busca este tipo de historias".

En un mundo dominado por el audiovisual, para Palahniuk el último reducto de la libertad y lo irreverente son los libros. Primero, porque es barato producir un libro. Solo se necesita tiempo, papel y boli. Y segundo, porque es más difícil que a un niño o alguien 'ofendible' le llegue un libro que no es de su agrado y dedique el tiempo a leérselo hasta el final para emprender una cruzada contra la historia o el autor. Los libros que se terminan es que no han llegado a las manos equivocadas. Pero, en sus años de carrera, con historias sobre mujeres que se masturban con un dedo momificado y un magnate que intenta vender nanorrobots sexuales para el placer femenino, ¿ha habido alguna historia que le hayan censurado o que haya autocensurado?

Ahora es cada vez más difícil publicar algo que se considere mínimamente ofensivo

"Conocí a una mujer en la universidad que pagaba sus facturas adoptando perros", empieza a contar con su voz de narrador. "Ella hacía creer que le encantaban. Pero después de adoptar dos o tres perros, los vendía a los laboratorios para que experimentasen con ellos". Palahniuk hace una pausa dramática para medir el efecto de la revelación. "Era una persona sin escrúpulos", prosigue. "Resulta que los laboratorios que experimentan con animales prefieren animales domésticos que han estado en familias que los quisiesen, porque son más dóciles y puedes infligirles todo tipo de dolores, que el perro no te va a morder. Porque como los han querido y cuidado no se rebelan. Así que mi amiga Janet adoptaba dos o tres perros y los vendía a los laboratorios por una pasta y así se pagaba los estudios. Quise escribir sobre ella, pero a mi editor le dolió tanto y le horrorizó tanto que decidí que jamás escribiría esta historia".

En esa anécdota, Pahlaniuk pone en práctica muchos de los trucos que desvela en 'Plantéate algo'. Escríbelo como contarías una historia a un amigo. Utiliza descripciones, datos, cambia el punto de vista. ¿Por qué ha decidido escribir este manual ahora? ¿Por qué ha sentido que es el momento de compartir su poción mágica? "Muchos de los escritores que me enseñaron cómo escribir se están muriendo. Gente como Denis Johnson o Katherine Dunn ya ha muerto. Tom Spanbauer no está muy bien de salud y ya no da clases. Pensé que era importante dejar escritas las cosas importantes que la gente me había enseñado a mí y hacerlas públicas antes de que se pierdan".

En 'Plantéate esto', Palahniuk recuerda sus comienzos como escritor, que se limitaban a asistir en su tiempo libre a talleres en casas a medio derruir, beber vino e intentar encontrar su propia voz. Uno de los consejos que recuerda de aquella época es el de "escribe sobre el momento que lo cambió todo". ¿Cuál fue para él aquel momento? ¿Cuándo se dio cuenta de que su vida iba a ir más allá del taller mecánico de los camiones Freightliner? "No fue hasta 1998, cuando empezaron a rodar la película. Todavía trabajaba en los Camiones Freightliner y estaba renunciando a ofertas de trabajo en las que podría haber cobrado más que en Freightliner. Pero en ese momento, con la película, sentí que mi vida iba a cambiar", rememora. "Aunque realmente ‘El club de la lucha’ no fue un éxito inmediato. Cuando la novela salió a la venta se vendió muy mal. Cuando la película se estrenó, también fue bastante mal. El éxito llegó lentamente y de manera muy gradual. Quizá fueron 10 años lo que tardó en explotar".

placeholder Chuck Palahniuk participa en el Festival de Literatura Expandida de Magalluf (Mallorca). (EFE/Atienza)
Chuck Palahniuk participa en el Festival de Literatura Expandida de Magalluf (Mallorca). (EFE/Atienza)

Spanbauer ha sido una de las figuras que más lo han marcado. Él acuñó aquello de que "los escritores escriben porque no los invitan a las fiestas". Aunque, en realidad, eso no es del todo cierto. "Lo que hacía Tom para que sus estudiantes escribiesen era hacer una fiesta una vez a la semana. Los alumnos íbamos, hablábamos los unos con los otros sobre nuestro trabajo. Y en esa fiesta una vez a la semana aprendíamos cómo ser mejores escritores. No he visto nada más efectivo que eso. La gente hablaba con otra gente al menos una vez a la semana y esas fiestas los obligaba a seguir escribiendo para tener algo que comentar en la siguiente fiesta y eso los convertía en mejores escritores".

¿Cuántos libros se publican en el mundo? ¿Cientos de miles al año? ¿Millones? Según un informe de la Unesco, entre 2011 y 2012 se publicaron en el mundo 2,2 millones de libros. Sin contar las autopublicaciones. "Creo que es verdad que hoy hay más libros que se publican que lectores que los lean, y eso me rompe el corazón. La publicación por parte de una editorial solía ser una barrera garantía de una mínima calidad. Antes las editoriales podían desaconsejar a un escritor para que no publicase si su obra no era muy buena. Hoy sí que publican todas las obras, aunque no sean buenas, lo que perjudica la carrera del escritor. Y es una pena. Y, por el lado de los lectores, creo que hoy son más sofisticados que nunca. Pero también creo que no tienen la paciencia que exige la lectura. Internet ha hecho que esperen de una historia más cosas más rápido".

Palahniuk se coloca a sí mismo al margen de las modas y predica que "no hay que usar la ficción para cambiar la sociedad", a la contra de un discurso dominante en el que el trasfondo social y el elemento transformador de la historia tienen mucho peso. Quizá, por eso, sienta que está al margen de los premios literarios. "Creo que los premios hoy quieren reconducir la literatura en una única dirección. Ya no tienen nada que ver con la calidad del trabajo ni el impacto de la trayectoria. Lamentablemente, creo que los premios se han convertido en una cuestión exclusivamente política", zanja.

Chuck Palahniuk tiene ahora 60 años y es un escritor conocido y le invitan a las ferias del libro y han hecho películas con sus novelas y en una —'El club de la lucha'— salen Brad Pitt y Edward Norton y qué más se puede pedir. Rebobinemos. Chuck tiene 34 años. Es 1996 y Chuck lleva años trabajando en la compañía transportista Camiones Freightliner, en el polígono industrial Swan Island al norte de Portland, casi pegando con Canadá. Chuck estudió Periodismo en la universidad. Como muchos de sus compañeros. Bromeaban con que en la carrera debería haber una asignatura de soldadura. Jujú, usemos el título de periodista para limpiarnos el culo. Pero el joven-ya-no-tan-joven Chuck acudía en sus ratos libres a talleres de escritura. Alguna vez pagó todos sus ahorros para asistir a la 'master class' de tal o cual gurú que, de ciudad en ciudad y haciendo como que sus alumnos le importaban un carajo durante dos o tres días, desplumaba a los que, desesperados, esperaban que les revelasen la fórmula de la Coca-Cola por un puñado de billetes.

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