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Todo lo que crees saber sobre el amor puede ser falso: "Sin él, la sociedad caería en el caos"
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CITA CON BARBARA H. ROSENWEIN

Todo lo que crees saber sobre el amor puede ser falso: "Sin él, la sociedad caería en el caos"

Nos citamos con la profesora, que explica en 'Amor. Una historia en cinco fantasías' cómo las nociones que tenemos sobre el amor han cambiado a lo largo de la historia del hombre

Foto: Una pareja se besa en el Raisin Weekend escocés. (Reuters/Russell Cheyne)
Una pareja se besa en el Raisin Weekend escocés. (Reuters/Russell Cheyne)

“¿Qué es el amor? (Oh, nena, no me hagas daño, no me hagas más daño)”, se preguntaba Haddaway en la mítica canción de los años 90. Responde Barbara H. Rosenwein, autora de ‘Amor. Una historia en cinco fantasías’ (Alianza Editorial). “No es que el amor no exista; sí existe, pero no es una única cosa. El afecto, la ternura, el deseo, la ira, el odio, el resentimiento, la necesidad, el deber, el honor, el dolor, el desdén, la pena, la desesperación, la vergüenza, la ambición y los cálculos: todo se puede llegar a mezclar para formarlo. Solo la indiferencia es el opuesto exacto del amor”.

La profesora emérita de la Loyola University de Chicago era una reconocida medievalista hasta que, a mediados de los años 90, mientras la canción de Haddaway arrasaba en las listas, se preguntó si era posible trazar una historia de las emociones. Su primera pieza de disección fue la furia, que analizó en ‘Anger: the Conflicted History of an Emotion’, donde sacó a relucir su hipótesis de las comunidades emocionales: en cada espacio y lugar, un conjunto de personas puede sentir y definir sus sentimientos de manera muy distinta a como lo haría otra en otro momento y en otra parte y, por ello mismo, se puede trazar una historia de las emociones.

"La estructura del amor obsesivo aún domina nuestras nociones del romance"

Ahora vuelve con la más complicada de las emociones, el amor, que desentraña un entretenido pero nutritivo ensayo en el que explica cómo han cambiado las concepciones sociales y culturales acerca del sentimiento que Baudelaire definió como “un crimen que no puede cometerse sin cómplice” a través de cinco de sus variantes más persistentes: el amor como afinidad, el amor como trascendencia, el amor como obligación, el amor como obsesión y el amor como insaciabilidad. La autora nos recibe mirando a los jardines de la Residencia de Estudiantes acompañada por su marido Tom, con quien lleva junta desde la universidad, hace más de medio siglo.

P. ¿Si no hubiésemos pasado toda nuestra vida leyendo historias sobre grandes pasiones, viendo películas y escuchando canciones de amor, seríamos capaces de enamorarnos?

R. ¿Sabríamos algo del amor si nuestros padres, cuando nos criaban, no nos hubiesen dicho “papá te quiere, mamá te quiere y tú quieres a papá y mamá”? Después de eso, los niños ven dibujos, y van al colegio, y leen libros, y escuchan canciones. ¿Conocerían el amor sin todo eso? No tal y como lo conocemos. Está tan imbricado en nuestra sociedad que no podemos escapar de él. Seguro que tus padres tienen concepciones distintas del amor a las tuyas, o a las de alguien que vive en Estados Unidos. No hay una única noción del amor, pero sí hay nociones que aparecen una y otra vez. Pero creo que todos los seres humanos nacen con la capacidad de sentir emociones. Cómo se experimentan, sienten, se expresan y se nombran dependen de cada cultura.

P. Me gustaría empezar por los Caballeros de la Mesa Redonda. Concretamente, por Erec, que utiliza como ejemplo del amor obsesivo, por despreocuparse de sus deberes heroicos tras enamorarse de Enide. Algo semejante ocurre hoy en día: en el mundo ultraproductivo actual, el amor es un tabú porque distrae a la gente de sus ocupaciones. Se dice “su productividad ha bajado, debe de haberse enamorado…”. Como Erec.

R. Es una de esas ideas duraderas que entran en conflicto con otra idea, la de las obligaciones personales, en la que cada miembro de la pareja sabe lo que se espera de él. Hasta cierto punto, lo que ocurre en las historias caballerescas es que el paradigma de que la mujer debe quedarse en casa y el hombre salir y trabajar para poder mantener el hogar da paso al del que el amor lo impregna todo, lo que desequilibra los roles de la mujer y del hombre.

placeholder Barbara H. Rosenwein, este martes en la Residencia de Estudiantes de Madrid. (B. Moya/Anaya)
Barbara H. Rosenwein, este martes en la Residencia de Estudiantes de Madrid. (B. Moya/Anaya)

Hoy hemos trasladado la oficina a casa, sobre todo después del covid, así que el hombre y la mujer se quedan juntos en el hogar. Pero ¿quién se ocupa de los niños? ¿Quién friega los platos o cocina? Las responsabilidades no están tan claras, así que necesitamos un libro como ‘Amor’ para darnos cuenta de que lo que estamos intentando es combinar dos ideas que necesitamos entender por separado antes de juntarlas: que la gente entienda que la estructura del amor obsesivo aún domina nuestras nociones del romance y que esa obsesión necesita integrarse con la noción de las obligaciones mutuas.

P. Entendemos que el amor obsesivo es la clase de amor más doloroso, una clase de amor que somos conscientes de que nos perjudica. Y, aun así, todos queremos experimentarlo, aunque sea una vez en la vida, quizá porque es la clase de amor que identificamos con el amor verdadero.

R. Creo que es un problema. A no ser que entendamos que esa clase de amor tiene que integrarse con otra clase de amores, amarás, pero hay muchas otras cosas en la vida que pueden ser objeto de amor: tu trabajo, tus hijos, Dios. Lo que hicieron los trovadores y los autores románticos fue convertir el amor obsesivo en algo que no puede funcionar, y por eso el Werther de Goethe se suicida. No funciona, no puede durar. Pero los sentimientos que aparecen en el amor obsesivo son maravillosos y dolorosos, y mucha gente desea experimentarlos. Es importante darse cuenta de que la felicidad y el dolor forman parte de esa compleja emoción.

P. En el libro recurre a Ulises y Penélope como ejemplo del amor afín. Escribe: “La ‘Odisea’ puede interpretarse como la historia de un marido que hace todo lo posible para volver a su hogar mientras su mujer hace todo lo que puede para conservarlo intacto. Si consiguieron finalmente su unidad, basada en la afinidad, fue porque los dos cumplieron con la parte que les correspondía”. ¿Es, paradójicamente, esta antigua historia una inspiración para las relaciones modernas?

R. Muchas mujeres detestan ese modelo que deja a Penélope en su hogar dando vueltas y llorando eternamente en su almohada y preferirían otro modelo en el que fuese Ulises quien se quedase en casa mientras ellas salen. Necesitamos un mayor reparto de obligaciones. No sé si ha ocurrido en España, pero, en EEUU, después del covid, las parejas pasan todo el día juntas en el hogar.

"No es verdad que en el pasado no hubiese amor en los matrimonios"

P. En España ha sido un poco diferente, se ha vuelto a la presencialidad. Decía que es complicado que los dos miembros de la pareja estén en casa al mismo tiempo.

R. Necesitas una casa grande.

P. Aquí no tenemos casas muy grandes.

R. En España hay muchas mujeres que trabajan, pero ¿quién se ocupa de los niños? Muchas de las mujeres que trabajan fuera vuelven a casa y se encuentran con que tienen que hacer todas las tareas del hogar. El modelo obsesivo del amor en la Mesa Redonda, especialmente en su versión alemana, plantea la dificultad que supone para las mujeres que, si aman a sus maridos, esos fantásticos caballeros, deban quedarse en casa. Muchas mujeres hoy sienten algo parecido.

P. Uno de los grandes mitos que señala en el libro es que solemos pensar que el amor no era común dentro del matrimonio hasta el siglo XIX, pero matiza que no era así, que había muchas clases de amor diferente. ¿Por qué está tan extendida esa idea?

R. Es una buena pregunta, he pensado mucho sobre ello. La gente del siglo XX y del siglo XXI sufre de amnesia histórica y le gusta pensar que hemos progresado tanto que no tenemos estas instituciones primitivas como los votos maritales que hacían que la mujer se subordinase al hombre. Eso, históricamente, no es verdad. Había muchas maneras en las que el matrimonio tenía amor, aunque no fuese nuestra idea de un matrimonio ideal. Es una forma de celebrar el progreso sin fijarse demasiado en el pasado. En EEUU, la sensibilidad histórica es muy pobre.

placeholder Amy y Sandy en 'Iluminada', un ejemplo de amor por afinidad. (HBO)
Amy y Sandy en 'Iluminada', un ejemplo de amor por afinidad. (HBO)

P. Utiliza el ejemplo de las novelas de Elena Ferrante para señalar cómo el deseo de autonomía ha superado en el mundo moderno en algunos casos al de encontrar a nuestra alma gemela. ¿Es una noción desfasada en la sociedad actual?

R. ¡No! Aparece en la serie ‘Iluminada’ (‘Enlightened’), de la que hablo en el libro. Está por todas partes en internet, hay vídeos donde la gente explica cómo ha encontrado a su alma gemela… La gente siente mucha ansiedad por encontrarla, pero lo que he cambiado es su definición. El alma gemela para Aristóteles eran dos varones que tienen el dinero y el tiempo libre para perseguir la virtud juntos. Pero, aun así, la idea en sí es aún muy atractiva.

P. En el libro también expone que el modelo del amor insaciable, el de los libertinos como don Juan o Casanova, ha desaparecido entre “el matrimonio y el porno”. ¿Ha conspirado la sociedad moderna para acabar con todas esas versiones del amor que ponían en tela de juicio los fundamentos sociales y los ha convertido en algo utilitario y que no distraiga mucho, el matrimonio por un lado y el porno por otro?

R. Es una buena forma de decirlo, como una separación: estás casado, pero en secreto, ves porno. Creo que hoy en día hay gente que, como siempre, encuentra un único amor a lo largo de toda la vida extremadamente limitante. En Estados Unidos, hay un movimiento de poliamorosos que celebra la posibilidad de tener distintos amores. A veces, es un amor en serie, en el que pasas de uno a otro, en el que buscas continuamente a tu alma gemela, pero nadie termina de serlo por completo, así que pasas al siguiente. Luego está el modelo de alguien como Carrie Jenkins, que dice “tengo un marido del que estoy enamorada, pero, al mismo tiempo, un novio con el que me acuesto de vez en cuando, y entro en OK Cupid para quedar con otras personas”. Es una filósofa que lo celebra como una buena forma de vida, así que nadie está confinado al modelo normativo. Y, por supuesto, mucha gente hoy se divorcia y encuentra a otra persona. No es exactamente insaciabilidad, pero sí la idea de que, si alguien no es el adecuado, podemos probar con otro.

P. En la Antigua Grecia, el matrimonio precedía al amor; dos personas concertaban su matrimonio y, si había suerte, se enamoraban. Hoy se ha dado la vuelta. Nos enamoramos y, después, nos casamos. ¿Es el cambio cultural más importante que se ha producido en la historia del amor?

R. Sí, pero creo que la transformación más importante ha sido para las mujeres. En la Grecia Antigua, el hombre podía seleccionar a su mujer, pero ellas no, así que tenían que esperar que el día de la boda consiguiesen enamorarse, que era lo que se daba por hecho. Estoy segura de que muchas pensaban “no ha funcionado”, pero así era la norma.

"Necesitas el amor para pensar en los demás, para salir de ti mismo"

P. Las definiciones modernas del amor, como la que utiliza en el libro de Simon May, ya no dicen que el amor nos eleve como en la canción de Jackie Wilson, sino que nos devuelve al suelo, a nuestras raíces. ¿Hemos olvidado la parte trascendente del amor?

R. Oh, no. No se puede decir eso. De igual forma que me has preguntado sobre el amor obsesivo, la idea de la trascendencia sigue siendo hoy muy importante. Aparece en las canciones, en las películas, en las novelas. No olvidemos el amor religioso, que tiene muchas conexiones con el amor entre un hombre y una mujer, entre hombres, entre mujeres, con el amor trans. La noción de encontrar compañía en alguien afín tiene que ver con la amistad, que no tiene por qué ser erótica, y con el amor trascendente que está conectado con el amor a Dios.

P. Decía Platón que el amor era el fundamento de la ciudad. ¿Sigue siéndolo?

R. Ojalá lo fuese, porque lo que veo es una pérdida del sentido de comunidad. Lo que querían decir Platón y Aristóteles no es que el amor fuese el fundamento de la ciudad, sino que, si no lo fuese, tendríamos caos, individualismo, que no pensaríamos en los demás. Necesitas el amor para salir de ti mismo. San Agustín pensaba que la ciudad del hombre estaba basada en la violencia, así que reemplazó la ciudad del amor con la ciudad de Dios que no existe en este mundo, sino en la eternidad, que alcanzaremos algún día. Lo que está ocurriendo en EEUU es la separación de la sociedad en diferentes grupos y la renuncia a reconocer que todos formamos parte de una comunidad. Si no estamos juntos, lucharemos unos con otros, y pereceremos.

“¿Qué es el amor? (Oh, nena, no me hagas daño, no me hagas más daño)”, se preguntaba Haddaway en la mítica canción de los años 90. Responde Barbara H. Rosenwein, autora de ‘Amor. Una historia en cinco fantasías’ (Alianza Editorial). “No es que el amor no exista; sí existe, pero no es una única cosa. El afecto, la ternura, el deseo, la ira, el odio, el resentimiento, la necesidad, el deber, el honor, el dolor, el desdén, la pena, la desesperación, la vergüenza, la ambición y los cálculos: todo se puede llegar a mezclar para formarlo. Solo la indiferencia es el opuesto exacto del amor”.

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