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Los ocho españoles caídos en Irak: "Nos están atacando unos hijos de puta con kalashnikovs"
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Los ocho españoles caídos en Irak: "Nos están atacando unos hijos de puta con kalashnikovs"

En vísperas de que se cumplan dos décadas de la emboscada que acabó con la vida de los agentes del CNI, un documental de Movistar+ recuerda lo ocurrido

Foto: Un aimagen de la serie documental 'Los 8 de Irak', de Movistar.
Un aimagen de la serie documental 'Los 8 de Irak', de Movistar.
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"Nos están atacando unos hijos de puta con kaláshnikovs", fue lo que escuchó Miguel Calleja, coordinador de la misión del servicio secreto español en Irak, aquel 29 de noviembre de 2003. Después la llamada se cortó. Cuando Calleja consiguió volver a contactar con su interlocutor para pedir coordenadas, ya sólo le respondieron las varias ráfagas de disparos, clong, clong, clong, que atravesaron el capó de los todoterrenos en los que viajaban los ocho agentes del CNI que supervisaban la seguridad de las Fuerzas Armadas españolas en el país oriental, sumido en el caos absoluto tras la invasión estadounidense.

Alberto Martínez conducía el primero de los vehículos, un Nissan Patrol Blanco —en el que viajaban también José Ramón Merino, José Lucas y Luis Ignacio Zanón—, con el que pretendían recorrer la ruta Jackson que une Bagdad con la ciudad de Diwaniya. Les seguía un Chevrolet Tahoe azul con Alfonso Vega al volante y Carlos Baró, José Carlos Rodríguez y José Manuel Sánchez Riera como acompañantes. Eran dos coches civiles, sin blindar, sin insignias que los identificaran, pensados para pasar desapercibidos en un clima cada día más hostil contra las fuerzas extranjeras que 20 de marzo de aquel mismo año habían ocupado Irak.

Aquel 29 de noviembre los ocho agentes almorzaron en Bagdad. En unos días se darían el relevo y cuatro de ellos tenían previsto volver a Madrid. En vez de coger la autopista, Martínez optó por una carretera más discreta. Cuando atravesaron Mahmudiya, un Cadillac blanco se acercó a ellos a más de 120 kilómetros por hora y por las ventanas se asomaron los cañones de los kaláshnikovs. Y ahí comenzó un tiroteo que terminó con los todoterrenos calcinados, el luto de un país y un solo superviviente, José Manuel Sánchez, salvado por un imam que calmó a la turbamulta que quería lincharlo.

placeholder La fotografía real que se tomaron los ocho agentes poco antes de la emboscada. (Movistar )
La fotografía real que se tomaron los ocho agentes poco antes de la emboscada. (Movistar )

Casi dos décadas después, Movistar+ analiza la cadena de acontecimientos que desembocaron en el asesinato de los siete agentes del CNI en la serie documental 'Los 8 de Irak', dirigida por la reportera y cineasta Fátima Lianes, y que en sus cuatro capítulos recoge los testimonios de agentes del servicio secreto, militares desplazados a Irak, colaboradores y traductores iraquíes, diplomáticos y espías estadounidenses, e, incluso, líderes de la insurgencia. A partir de la "emboscada de Latifiya", como se conoce al atentado, 'Los 8 de Irak' sumerge al espectador en los entresijos del país y desanda el camino hasta encontrar las múltiples causas que llevaron a la muerte de los agentes españoles. Las imágenes de los callejones, las vistas aéreas de Bagdad, los recursos de las zonas rurales consiguen crear el espejismo de encontrarse allí mismo, con la piel manchada por la arena del desierto.

Pero, primero: ¿cuáles son exactamente las labores del CNI? "El CNI es una institución del Estado y desarrolla su labor callada y discreta y lo hace con independencia de quien gobierne en cada momento. No toma decisiones, se limita a obtener información que no puede obtener por otros medios, la confirma, la seleccione y la transmite a la autoridad política para que la autoridad política tome las decisiones", explica María Dolores Vilanova, ex secretaria General del CNI. Su misión era proteger las tropas en Irak.

placeholder Una carta con la efigie de Saddam Hussein. (Movistar)
Una carta con la efigie de Saddam Hussein. (Movistar)

Con motivo del estreno de la serie, 'El Confidencial' entrevista a Álvaro Colomer, corresponsal en Irak en la postguerra y autor de 'Aunque caminen por el valle de la muerte' (2017, Random), una novela basada en hechos reales sobre la batalla del Ejército español en Najaf en 2004. "Alberto es el agente del CNI que elige la ubicación del campamento en Najaf. Él va a la Universidad de Najaf y, como el campus está vacío por la guerra, asienta a las tropas españolas en el campamento Al Andalus, donde también se ubican soldados estadounidenses, mercenarios de Blackwater, soldados salvadoreños, y un pequeño batallón hondureño".

"El principal problema de la misión en Irak es que los soldados se encuentran es que tienen unas ROES [reglas de enfrentamiento] muy restrictivas. Eso significa que ellos, como van en misión humanitaria, no pueden intervenir en misiones bélicas. Lo que se encuentran es que les han llevado a una zona de conflicto, pero si los estadounidenses tienen unas ROES fuertes que permiten disparar a cualquier sospechoso, los españoles tienen unas ROES débilesque no permiten disparar hasta que no tienes la bala del sospechoso en la punta de la nariz. No hay tanques ni una equipación necesaria porque no van a una guerra. No estaban equipados como debieran. Íbamos mejor que Salvador o Honduras, pero mal para un ejército grande. Alberto y los otro siete agentes tienen que bregar en un territorio en guerra cuando lo que les dicen es que su misión es sólo reconstruir acequias y escuelas. No es real. La forma de ser enviados y las órdenes que reciben Aznar tienen que ver con que Aznar se niega a decir al pueblo español que estamos en guerra porque eso le haría perder las elecciones".

Una guerra catastrófica

"Irak era un país antibarbudos, antiislámico, laico. Era imposible [que hubiesen participado en el 11-S], todos lo sabíamos". Los atentados contra las Torres Gemelas provocaron un seísmo entre los servicios secretos de todo el mundo. Nadie sabía a ciencia cierta quiénes habían sido los responsables, pero Estados Unidos necesitaba una respuesta rápida, no mostrar debilidad, curar el orgullo herido. Después de entrar en un Estado fallido como Afganistán, dirigen su mirada hacia el Gobierno de Saddam Hussein. "No había ningún iraquí entre los terroristas muertos, pero Donald Rumsfeld salió en la televisión para decir que Saddam tenía estrechas relaciones con Al Qaeda. Cuando los americanos invaden Irak, lo primero que hicieron fue destruir todas las infraestructuras", apunta la escritora iraquí Bahira Abdulatif.

Pero los servicios de inteligencia empiezan a hacer correr el rumor de que Hussein estaba detrás de la financiación del atentado. "Con George Bush empezaron a tener fuentes de inteligencia muy malas que corroboraban lo que querían creer, pero que no era necesariamente cierto. La Casa Blanca era una creyente absoluta de todo esto", reconoce John Nixon, exagente de la CIA. Aunque Colin Powell intentó frenar la entrada de tropas en suelo iraquí —"si entramos y rompemos Irak habrá que arreglarla"—, Bush y Dick Cheney habían tomado la decisión. Durante la invasión, los estadounidenses suspendieron todas las leyes, desarticularon el Ejército, la Policía, las fuerzas de frontera y todo orden establecido. Tan sólo aseguraron intereses como el Ministerio del Petróleo. El resto: anarquía. Anarquía que utilizaron los soldados americanos para saquear y destruir el patrimonio cultural. "Primero disparaban y luego preguntaban". Y, después, ¿qué plan? No había plan de contingencia.

Esta es la situación en la que se encuentra Alberto Martínez al regresar a Irak, un país que se conocía al dedillo y en el que tenía mucha experiencia como espía, después de la invasión. Lo que antes era un país complicado debido a la supervisión de la Mukhābarāt —la inteligencia de Saddam— y por el choque cultural, ahora se había convertido en arenas movedizas en las que la población, que al principio celebró la caída del régimen, poco a poco fue recelando de los invasores debido a sus tropelías. Los espías españoles se empezaron a vestir con chilabas y a moverse de forma más prudente y discreta.

Además, los militares del régimen se disfrazaron de civiles y comenzaron su contraofensiva como guerra de guerrillas. Y empezaron a sucederse los atentados, llegando incluso a matar al representante especial de las Naciones Unidas Sergio Vieira de Mello. Si antes de la invasión España no estaba entre los enemigos del pueblo iraquí, la foto de las Azores hizo que al ejército español le dibujasen una diana encima. Precisamente, el asesinato a tiros del agente español José Antonio Bernal Gómez un mes antes, el 23 de octubre de 2003, en Bagdad, fue un aviso.

Pero tal y como cuenta 'Los 8 de Irak', para que a un espía tan preparado y conocedor del terreno como Alberto Martínez le tiendan una emboscada, debe haber una serie de catastróficas causalidades, que no casualidades. El atentado se produce justo cuando están los dos equipos juntos en un momento muy sensible, en una oportunidad casi única, porque horas más tardes se disgregarían entre las bases de Nayaf y Diwaniya.

placeholder El documental reincide en aquella última foto. (Movistar)
El documental reincide en aquella última foto. (Movistar)

El documental da voz a la hipótesis que manejan algunos cargos del CNI, la de la traición de uno de los traductores y confidentes de Martínez, Flayeh Al Mayali. "Alguien pasó esa información, si no no es tan fácil encontrarles. ¿Quién les traicionó?". Al Mayali se defiende, reiterando su profunda amistad con Martínez, corroborada por gente del entorno como la corresponsal de guerra Mónica Prieto. "Es difícil que se hubiera equivocado tanto Alberto", conceden otras voces. "Nos extrañó que tardara tres o cuatro días en aparecer por el destacamento, cuando toda la gente que, de alguna forma, eran conocidos nuestros fueron desfilando por allí durante aquellos tres días. De hecho, le echamos de menos”, sospecha el coronel de la Guardia Civil Eduardo Martínez Viqueira, que participó en las tareas de reconstrucción de Irak con la brigada Plus Ultra. Al Mayali acabó en Abu Grahib, la cárcel infame por las torturas. Apresado por el Ejército estadounidense y en paradero desconocido durante 50 días, sin tener más pruebas contra él que la desconfianza.

"Todos los periodistas que hemos estado en Irak teníamos a Flayeh como 'fixer', como traductor", cuenta Álvaro Colomer. "Yo fui en postguerra y estuve con él. También Gervasio Sánchez, Guillermo Altares, Javier Espinosa... muchos de los corresponsales españoles importantes que estuvieron en la Guerra de Irak cogieron a Flayeh porque sabía moverse muy bien y tenía muy buen castellano —había vivido dos o tres años en Toledo— y todo el mundo se fiaba. No hay ningún corresponsal de ellos que no diga que con Flayeh se cometió una injusticia brutal. Lo que cuentan todos los que conocieron a Flayeh es que, como el Ejército no sabía a quién culpar, dijeron: 'pues al traductor'".

placeholder Una imagen de Flayeh. (Movistar)
Una imagen de Flayeh. (Movistar)

Para Colomer, Flayeh se movía muy bien entre los dos mundos, puesto que conseguía que los periodistas pudiesen entrevistar a "los enemigos". "Él era muy amigo de Alberto. Pero lo fuerte es que se envió a Flayeh a Abu Grahib y, luego, el Ejército español, cuando se retiró, lo dejó ahí tirado. Abu Grahib era una cárcel controlada por los americanos y llegó un día en el que Flayeh, sin saber que el Ejército español se había retirado, tuvo el coraje de preguntar cómo iba su caso. Cuando dijo que era uno al que los españoles le habían culpado, le abrió la puerta y le dijeron que a la puta calle. Lo dejaron tirado en la cárcel de Abu Grahib, siendo lo que significa eso, así que no digan que investigaron nada. Flayeh retomó su vida. Nadie acusaba a nadie, nadie investigaba nada, así que retomó su vida. Y todos los corresponsales que vamos a Irak seguimos trabajando con él. Esta historia resume cómo trabajábamos en Irak: deteníamos a un tío porque teóricamente había participado en el asesinato de siete agentes del CNI y, cuando nos vamos del país, lo dejamos ahí porque nos importa todo un bledo".

'Los 8 de Irak' recrea aquella fatídica tarde a través de los recuerdos de José Manuel Sánchez, el único superviviente, como si de una película de acción se tratara, en la que varios coches se persiguen mientras las metralletas rugen, hasta acabar carbonizados en medio de un desierto cenagoso. Luego vino la conmoción, las caras compungidas de los políticos, las falsas victorias, los féretros envueltos en la bandera española, las viudas, los huérfanos, las condecoraciones póstumas. La sensación de que los ocho fueron las víctimas de algo mucho más grande que un error de cálculo en una misión. Porque el documental termina con la respuesta que dio Saddam Hussein después de que lo apresaran y desparasitaran y antes de que lo mandaran a la horca: ¿Cuál es la mayor amenaza a la que se enfrenta ahora Irak? "Al terrorismo islámico", dijo.

"Nosotros no tenemos enemistad o rabia con el pueblo español o con sus ciudadanos, ni con ningún otro pueblo del mundo", termina uno de los integrantes del ejército insurgente salafista Jaish al-Ta'ifa al-Mansurah, ejecutor de la emboscada de Latifiya. "Todos los pueblos están hermanados en la humanidad. Sentimos que esas personas perdiesen sus vidas y le damos el pésame a sus hijos".

"Nos están atacando unos hijos de puta con kaláshnikovs", fue lo que escuchó Miguel Calleja, coordinador de la misión del servicio secreto español en Irak, aquel 29 de noviembre de 2003. Después la llamada se cortó. Cuando Calleja consiguió volver a contactar con su interlocutor para pedir coordenadas, ya sólo le respondieron las varias ráfagas de disparos, clong, clong, clong, que atravesaron el capó de los todoterrenos en los que viajaban los ocho agentes del CNI que supervisaban la seguridad de las Fuerzas Armadas españolas en el país oriental, sumido en el caos absoluto tras la invasión estadounidense.

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