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La rebelión de Antonio contra el Gobierno: el agua ardiendo y la casa como un crematorio
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La rebelión de Antonio contra el Gobierno: el agua ardiendo y la casa como un crematorio

Ahora, encima, nos dice cómo tenemos que gastar energía. En casa y en el trabajo. Ya está bien de cercenar nuestras libertades. Abajo la dictadura, arriba la libertad

Foto: Rebelión contra las medidas de ahorro. (iStock)
Rebelión contra las medidas de ahorro. (iStock)

Buenos días, Antonio. Me permito llamarle así porque es el nombre más común en España, no por fijaciones extrañas. Es tercer lunes de octubre —día de san Ignacio de Antioquía— y usted y yo compartimos un infortunio: la presencia de Pedro Sánchez en el Palacio de la Moncloa. Este asunto lo lleva regular, me atrevería a decir que muy mal. Cree que no se puede vivir en este perpetuo baile de obligaciones, está hasta el gorro. Y ha decidido rebelarse.

Los primeros síntomas de insurrección empezaron hace tiempo, comiéndose toda la carne roja que encuentra a su paso. Desde hace poco ha decidido no quitarse la corbata y, si por usted fuera, la utilizaría como soga para acabar con el presidente okupa. Se ha tomado tan en serio lo del azúcar que en vez de enebro le echa regalices al 'gintonic'. Antonio, no me extraña. Nos pasa a muchos. Bienvenido al club del chuletón.

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Y ahora, encima, nos dice cómo tenemos que gastar energía. En casa y en el trabajo. Ya está bien de cercenar nuestras libertades. Abajo la dictadura, arriba la libertad. Empecemos hoy mismo, ahora que acaba de levantarse.

Hay un documento por ahí de 146 páginas que incluye diferentes medidas para la seguridad energética. Son recomendaciones, no mandatos. Usted y yo sabemos que la guerra en Ucrania ha puesto las cosas boca arriba, y también que es muy difícil obligarnos a estas cosas. Además, el voluntarismo daña lo justo la intención de voto. Y ya sabe cómo están las encuestas, por más que nos diga Tezanos. Pero usted no está dispuesto a cumplir con ninguna, ningún Gobierno le va a decir cómo tiene que vivir. Venga, arriba, que el café le espera.

Leyó en no sé qué sitio que el frigorífico y el horno son de los electrodomésticos que más energía consumen. Es lunes por la mañana y con un minuto y poco basta para que el microondas tenga el café como le gusta. Pero hemos dicho que la revolución empieza hoy, que encima tiene el día libre. Enciende el horno aunque no haya nada dentro, se asoma a la ventana con la taza en la mano. Mientras sorbe, se siente Leonardo DiCaprio en 'Titanic': el rey del mundo. Así permanecerá un ratito. Antonio siendo Leo y el horno calentando una bandeja vacía.

Foto: Foto: iStock.

Toca ducharse. El plan del Gobierno le aconseja que use el agua caliente con prudencia. Ja, se dice. Mientras se quita la ropa, abre el grifo hasta los topes, se pone música y dice cosas como: "¡Pedro, cabrón, saluda al paredón!".

"Es recomendable prestar atención para que no quede nunca un grifo abierto más de la cuenta", le pide el Gobierno. Usted se parte de la risa, hace cortes de mangas, se siente un héroe de la resistencia. Ha decidido que a partir de este día de san Ignacio de Antioquía se duchará con el agua a 40 grados porque le sale de sus mismísimas gónadas. Aunque tenga luego que embadurnarse en aloe vera.

Mientras se lava los dientes, tiene todo el rato el grifo abierto. Repasa sus caninos, el agua se dispersa por el lavabo y piensa en la semana que le espera. Mucho trabajo, como siempre, y encima hay Liga entre semana. "¡Chúpate esa, Greta!", dice mientras se deleita con sus molares. Usted sí que sabe.

Foto: Un niño patina entre chorros de agua en una fuente de Elche. (EFE/Manuel Lorenzo)

En su casa hay un montón de aparatos. Están casi todos apagados porque aún es temprano, pero la casa es un reguero de luces. Viva el 'stand by' y viva Antonio, proclama en voz baja para no despertar a los vecinos. Ya le ha dicho su vecina que las bombillas led cunden una barbaridad porque se lo ha jurado el ferretero, que a su vez le recuerda que gastan mucho menos. Estas cosas le tocan un poco las narices, no vaya a ser que el ferretero sea sociocomunista también, y por ahí sí que no pasa.

Porque usted y yo hemos nacido y crecido con bombillas de las de toda la vida, con termómetros de mercurio, sin reciclar una mijita, y aquí estamos, vivitos y coleando. Pagando impuestos en esta dictadura bolivariana que pronto, san Ignacio mediante, tocará a su fin.

Baja a dar un paseo en este su lunes festivo, aseado y con la piel aún en carne viva. Echa un vistazo al buzón y encuentra una carta que le convoca a una reunión de vecinos. En ella incluye la palabra maldita, derrama, y también se dice que en el orden de día se hablará de la posibilidad de instalar placas solares en el tejado del edificio.

Foto: La aviación se enfrenta a grandes desafíos. (iStock)

¿Por qué todo sale mal? Hoy mismo hablará con el presidente de la comunidad, e iniciará una campaña para llevarse a los vecinos a su terreno. Dos de sus nuevos diez mandamientos así lo dicen: la ducha a 40 grados y la casa a temperatura de horno crematorio en enero.

En la página 131 del documento gubernamental aparece la siguiente frase: "Se recomienda comprobar periódicamente que la programación del sistema de calefacción se ajusta al horario familiar". Vamos, hombre, lo que le faltaba. A usted le gusta en invierno llegar a casa y quedarse en pelotas a los 15 segundos, haya o no alguien dentro. Y en verano va más allá porque no basta con dormir tapado. Manta en julio, porque el mundo le importa un bledo y ya comprobó en un viaje a Miami que en el cine uno puede llegar a la criogenización y seguir vivo. Total, si son la primera potencia, por algo será.

Segundo café en el bar. Ahí no hablan del CGPJ, pero sí se comenta este asunto. Hay enorme jolgorio, mucha risa tía Felisa con las medidas. "Ventilar la casa y aprovechar la luz natural, dicen estos gilipollas", proclama a gritos un parroquiano. Porque siempre hay alguien que sabe hacer de todo en España y mucho mejor que los que mandan. Y siempre hay público dispuesto a escucharle y a aplaudir ante tanta clarividencia. Ahora también están los negacionistas o los que se creen la primera cosa que les llega por WhatsApp. Bastante concordia hay para lo que nos merecemos.

"Siempre hay alguien que sabe hacer de todo en España y mucho mejor que los que mandan"

El ambiente del bar es siempre propicio para la adrenalina. Revisa el interior de su cartera mientras paga, lleva dinero para el autobús. Hoy no toca trabajar, así que tiene todo el tiempo del mundo para exprimir al rebelde que lleva dentro. Recuerda la discusión que tuvo en verano con otro señor, que le afeó abrir las ventanas cuando estaba puesto el aire acondicionado. Ese día no era el Antonio que es hoy. Si le pilla tal y como se siente en estos momentos… Al subir, el conductor le recuerda que es obligatoria la mascarilla en el transporte público. "Si es que somos borregos", susurra mientras coge el billete.

Pasa por una zona de oficinas. Divisa bastantes luces encendidas y ningún ser humano dentro. Del interior de algunos comercios, que tienen las puertas abiertas, sale un chorro de aire acondicionado, aunque estamos a mediados de octubre. Aplaude a rabiar, da saltos de alegría. Hay personas que le observan con gesto extraño, pero Antonio está de un humor excelente. "¡No nos mires, únete!", grita a los que le miran. Sabe que no está solo. Hay muchos Antonios en España.

Foto: Varias personas aguardan para entrar en un economato de Cáritas. (EFE/Rafael Cañas)

Después de un buen rato, decide regresar a casa. En el camino de vuelta, piensa en lo que tiene en la nevera. De ahí saldrá lo que comerá hoy. No tiene prisa, así que le dedicará el tiempo que sea necesario. "Aprovechemos, antes de que vuelva la cartilla de racionamiento. Que es lo que quieren. Y si no, al tiempo", murmura.

Y llegará usted a casa, Antonio, y se dará cuenta de que dejó el horno encendido. Sonreirá satisfecho, será otra vez Leonardo DiCaprio, porque sabe que así tardará menos en asar el pollo.

Usted, Antonio, sí que sabe rebelarse.

Buenos días, Antonio. Me permito llamarle así porque es el nombre más común en España, no por fijaciones extrañas. Es tercer lunes de octubre —día de san Ignacio de Antioquía— y usted y yo compartimos un infortunio: la presencia de Pedro Sánchez en el Palacio de la Moncloa. Este asunto lo lleva regular, me atrevería a decir que muy mal. Cree que no se puede vivir en este perpetuo baile de obligaciones, está hasta el gorro. Y ha decidido rebelarse.

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