Es noticia
Víctor Amela: "Federico García Lorca fue feliz en Cuba, pero esa Cuba ya no existe"
  1. Cultura
entrevista

Víctor Amela: "Federico García Lorca fue feliz en Cuba, pero esa Cuba ya no existe"

El escritor se atreve con la voz de Lorca en una novela histórica que narra el viaje del poeta a Cuba, y el viaje del propio Amela buscando su voz por la isla de los Castro, en plena epidemia

Foto: Víctor Amela, junto al busto de Lorca en el salón que lleva su nombre en La Habana, Cuba. (Cedida por el autor)
Víctor Amela, junto al busto de Lorca en el salón que lleva su nombre en La Habana, Cuba. (Cedida por el autor)

Víctor Amela sabe imitar voces cuando escribe. Los largos coloquios que publica en la contraportada de La Vanguardia desde hace décadas, que él llama entrevistas, son en realidad recreaciones. Dibuja mientras el entrevistado habla, extrae el tuétano del tono de su voz y el contenido de su discurso, y construye con eso textos, con forma de pregunta y respuesta, que tienen vivo el timbre de la voz. No sé cómo lo hace. Tiene oído, y lo utiliza. Y ahora se atreve con la voz de Federico García Lorca en una novela histórica, 'Si yo me pierdo' (Destino 2022). Narra el viaje del poeta a Cuba, y el viaje del propio Amela buscando su voz por la isla de los Castro, en plena epidemia de covid.

La relación de Víctor Amela con Lorca viene de lejos: su abuelo, granadino emigrado a Cataluña, que había sido falangista, le dijo un día: "yo pude salvar a Lorca". Sobre esa losa de culpa en la memoria familiar, Amela escribió su libro anterior, titulado con esa frase terrible. Ian Gibson la señaló como una gran novela, fiel a la realidad.

placeholder 'Si yo me pierdo'.
'Si yo me pierdo'.

Ahora, Amela vuelve a Lorca, pero esta vez no hay muerte, sino vida; y no hay culpa, sino libertad. A través de una investigación exhaustiva, de conversaciones y no pocas dosis de intuición, el escritor barcelonés recrea los noventa días más felices de la vida de Lorca.

PREGUNTA. El paradero de Lorca sigue siendo un misterio. "Si yo me pierdo, buscadme en Andalucía o en Cuba", dijo a sus padres. ¿Qué has encontrado tú?

RESPUESTA. Que Lorca es el hombre que se pierde. Su cuerpo se pierde, definitivamente, en 1936, como todo el mundo sabe. Su memoria se pierde y se instrumentaliza: hay que recordar que el régimen de Franco se la quiere apropiar también, para burlar el rechazo que ha supuesto en el mundo su asesinato. También se pierde su voz: es el único poeta de la Edad de Plata del que no tenemos registro grabado. En Cuba me da la impresión de que encuentra algo de sí mismo.

Lorca fue a Nueva York al filo del suicidio

P. Las circunstancias de este viaje están menos trilladas que las del viaje a Nueva York.

R. El viaje a Nueva York es oscuro, el de Cuba es luminoso. Yo quería escribir una novela sobre Lorca en la que la muerte no estuviera presente. Una novela feliz, porque sus días allí fueron felices. Mira: a Nueva York fue al filo del suicidio. Pasa nueve meses allí y escribe casi una diaria a su familia, pero llega a Cuba, en principio para una semana, y además de quedarse tres meses, envía solo dos cartas a casa. Eso significa algo. Cuando está bien, no les hace ni caso, como suele pasar siempre con los hijos…

P. El vínculo familiar de Lorca será una de las piezas de su catástrofe. En el 36, contra el sentido común y los consejos de sus amigos, se va a Granada con su familia. Luis Rosales dijo que esta decisión irracional se explica porque Lorca creyó ingenuamente que el calor del hogar le protegería, y así fue directo a la picadora.

R. El vínculo de Lorca con su familia es trágico de muchas otras formas. Su padre se lo ha sufragado siempre todo, y Lorca siente que les debe todo. En ese deberse a los demás, él se limita. Su pulsión homosexual la tiene que contener. Para esta novela me he documentado mucho, pero para decir esto que te voy a decir, voy a subrayar que no soy Ian Gibson. Lanzo una hipótesis asentada en lecturas, pero literaria: creo que, en Cuba, Lorca se perdona a sí mismo.

placeholder Ian Gibson y Víctor Amela.
Ian Gibson y Víctor Amela.

P. Se identifica con los negros…

R. Siempre se fija sentimentalmente en los que están más abajo de la sociedad. En España ha escrito el 'Romancero gitano', se ha pasado las noches en las cuevas del Sacromonte. A su regreso de Cuba, ya se dedicará a la Barraca, con bibliotecas y teatros en las zonas más atrasadas, casi medievales, del campo. Escribe además 'Yerma', sobre las mujeres estériles, que son también las que están más abajo en la jerarquía social. Todo esto remite a su homosexualidad, que lo coloca entre lo más bajo de los hombres. Así que los negros de Cuba le llaman. Y le sorprende su naturalidad, su alegría.

P. Frente a los de Harlem, claro, estos le parecen negros en el paraíso, aunque no sea cierto.

R. "Vi negritos sin drama", dice en una conferencia de 1933. Acude a las salas de baile afrocubano y descubre una relación entre ese ambiente y los gitanos. El peso de su homosexualidad hace que se sienta negro entre los negros, como se ha sentido gitano entre los gitanos. Por otra parte, está el encuentro con Flor Loynaz, andrógina, lesbiana. A ella le dice: tú eres a tu sexo lo que yo al mío. El Lorca de "¡Maricas del mundo, asesinos de palomas!" muere en Cuba. No sé si se quita el cilicio mental, pero al menos lo afloja.

El peso de su homosexualidad hace que se sienta negro entre los negros

P. Lorca interpreta Cuba en clave muy española, ¿verdad?

R. Es que la trenza cultural no se rompe. Lleva nueve meses en tierras protestantes, no ha aprendido ni papa de inglés, y al llegar al puerto oye español. Tiene la impresión en Cuba de que ha vuelto a su raíz, a la "Andalucía Mundial" dice él, a casa. No tiene esa sombra autocomplaciente de culpa que vemos en nuestros tiempos en el Día de la Hispanidad. Para él, Cuba es una España que se ha liberado del control político del reino sin romper sus raíces. Yo tengo la misma impresión. En la Habana, la calle José Martí hace esquina con la de Colón. Y Lorca, tras el viaje, es otro nudo en la trenza que nos une. El teatro principal llevó su nombre muchos años.

P. Sus conexiones con Cuba son misteriosas. De hecho, escribes que una de las últimas personas que le ve con vida en Madrid, antes del viaje a Granada, es el cubano: José María Chacón.

R. La tarde antes de irse a Granada, Lorca sableó a varios amigos. Chacón, toda la vida, y esto me lo ha contado Ciro Bianchi, a quien se lo dijo él mismo, tuvo el remordimiento de haber contribuido a la muerte de Lorca. ¿Por qué? Le prestó doscientas cincuenta pesetas para el viaje en tren.

P. En tu viaje, estuviste en la casa de los Loynaz, donde Lorca se pegaba juergas, tocaba el piano y bebía whisky en un vaso…

R. Esa casa, la "casa encantada", fue increíble. La familia Loynaz era heredera de la liberación de Cuba, y eran ricos decadentes, coleccionistas de arte, esnobs. Enrique Loynaz dormía en un ataúd, con eso te lo digo todo. Ataban a un perro al piano para que escuchara la música. Alejo Carpentier describe cómo era esa casa en "El siglo de las luces".

placeholder Lorca, en el mirador de Yumuri, Matanzas, Cuba, 1930.
Lorca, en el mirador de Yumuri, Matanzas, Cuba, 1930.

P. Representa muy bien la Cuba decadente y fantasmagórica de antes de la revolución. Perseguías el rastro de un poeta fusilado hace noventa años por los fascistas en un país que desapareció hace setenta años tras la revolución comunista. ¿Has estado en el mismo país que él?

R. No. La Cuba que Lorca conoce en los años treinta es opulenta, lujosa, alegre. También desigual, claro. Es interesante recordar que el círculo de amigos próximos de Federico en Cuba está lleno de protorrevolucionarios.

P. Háblame de algunos.

R. Conoce a Juan Marinello y Lezama Lima. El primero se convertirá en un escritor del régimen y el segundo morirá en el ostracismo cuando la Revolución decrete el "realismo socialista" para las letras. De todos los escritores que Federico conoció en Cuba, pongamos que fueran una docena, la mitad se marcharon a Miami cuando estalló la revolución y la otra se quedó.

P. Lezama Lima lo pagó caro por quedarse…

R. Era un chaval de diecinueve años cuando acudió a las conferencias de Federico. Se quedó deslumbrado. Le maravillaba la eufonía de las alocuciones del poeta, y su sensación la dejó escrita. Años después, cuando escribe 'Paradiso', se permite ser lorquiano. En el capítulo ocho habla abiertamente de homosexualidad, y es esto lo que le condena en esa revolución de pelo en pecho. Murió recluido en su casa, pobre como una rata, por homosexual. A Lorca lo homenajeaban en el castrismo porque lo mataron los fascistas, pero no sabemos qué hubiera sido de un poeta como él, de haber nacido cubano y quedarse a vivir la revolución… Los poetas muertos son más manejables para el poder.

Lima se quedó deslumbrado. Le maravillaba la eufonía de las alocuciones del poeta

P. Tu libro combina el presente, con tu viaje a Cuba en busca de Lorca, con el relato histórico. Una de las cosas que buscas es la voz grabada del poeta…

R. Supe antes de irme, por un libro de un cubano expatriado que vive en Asturias, de Manolín Álvarez. Álvarez era un asturianito que llega en el año 14 a Cuba, trabaja de mozo de cantina, es muy espabilado y funda la primera emisora de radio en la isla, en el año 20, en Caibarién. Bien: Lorca dio una conferencia allí. Álvarez lo entrevistó para un diario local (y he accedido a la entrevista), pero además radió esa conferencia en directo, y se ha planteado la posibilidad de que además se grabara. Yo me agarré a esa posibilidad, y he buscado infructuosamente, pero no la he encontrado.

P. Tu búsqueda de la voz grabada de Lorca viene de lejos. Conversaste con las dos últimas personas que sabemos que la oyeron, y que por tanto la podrían reconocer si apareciera un disco: Pepín Bello y la última sobrina del poeta, Tica.

R. Pepín Bello murió con 102 años. Lo entrevisté un poquito antes para 'La Vanguardia'. En esa época se especulaba con una grabación de la voz de Lorca en Argentina, y Bello me dijo que le gustaría escucharla, porque era el único que la podía verificar. Se equivocaba: estaba también Tica, la sobrina del poeta. Así que hablé con ella. Tica recuerda a su tío Federico cantando los cuatro muleros. Le conté que me iba a Cuba y que, si encontraba la voz de su tío, se la traería.

P. Es una búsqueda literal, la tuya, que se convierte en metafórica, porque tú escribes con la voz de Lorca. Te atreves no solo con diálogos, sino con un capítulo de flujo de conciencia de Federico.

R. Me vengo empapando de su poesía, las entrevistas que dio, las conferencias, durante años. Ha llegado un momento en que me he permitido a mí mismo usarla. ¿Por qué? Porque soy novelista. Y porque tengo 62 años. ¡Y me lo quiero permitir! Y he jugado, y me lo he pasado muy bien. Mi viaje a Cuba me ha permitido hablar con los máximos estudiosos del país sobre aquel viaje de Lorca. Su voz poética me ha permitido contarlo en forma de novela.

Mi viaje a Cuba me ha permitido hablar con los máximos estudiosos sobre aquel viaje de Lorca

P. La misión no era fácil, y la primera dificultad fue el covid. Cuando viajaste a Cuba dominaba el mundo y a ti te confinaron en el hotel.

R. Me tuve que escapar… Suerte que me dieron después el certificado de PCR negativo. El caso es que he estado en una Cuba fantasmagórica. Todo cerrado, covid duro, confinamientos, mascarillas. Una Cuba como esa permitía seguir el rastro de un fantasma, de un recuerdo. En la isla, Lorca escribió 'El público', posiblemente su obra más espectral, imposible de representar durante décadas.

P. Escribes el libro como un 'road-trip', en el tiempo histórico y en el presente. Conviertes a tu chófer, que por supuesto no sabía quién era Lorca, en un personaje central. ¿Qué me dices de Luis Yerandi?

R. Me llevó por toda la isla, en su coche, hablándome de las tías que se folla y de que yo tenía que "templar con una cubana". Me ofrecía a sus amigas como si fueran putas. Era un hombre divertido, heterosexualísimo, al que yo le decía que soy un monje, y le hablaba de un poeta homosexual muerto hace más de 80 años. En este 'road-trip', Yerandi se convierte en mi Sancho Panza, lleno de realidad, y yo en plan Quijote.

Víctor Amela sabe imitar voces cuando escribe. Los largos coloquios que publica en la contraportada de La Vanguardia desde hace décadas, que él llama entrevistas, son en realidad recreaciones. Dibuja mientras el entrevistado habla, extrae el tuétano del tono de su voz y el contenido de su discurso, y construye con eso textos, con forma de pregunta y respuesta, que tienen vivo el timbre de la voz. No sé cómo lo hace. Tiene oído, y lo utiliza. Y ahora se atreve con la voz de Federico García Lorca en una novela histórica, 'Si yo me pierdo' (Destino 2022). Narra el viaje del poeta a Cuba, y el viaje del propio Amela buscando su voz por la isla de los Castro, en plena epidemia de covid.

El redactor recomienda