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Crítica de 'Cerdita': 'bullying' y asesinos en serie en la España rural
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Crítica de 'Cerdita': 'bullying' y asesinos en serie en la España rural

Carlota Pereda expande el universo de su corto 'Cerdita', ganador del Goya en 2019, en un largometraje hemoglobínico y costumbrista protagonizado por Laura Galán

Foto: Laura Galán es Sara, la protagonista de 'Cerdita'. (Filmax)
Laura Galán es Sara, la protagonista de 'Cerdita'. (Filmax)

El chirrido de las chicharras. Las calles desiertas en la sobremesa. La piscina municipal. Las paredes encaladas de las casonas. El ventilador en la penumbra. En 'Cerdita', su primer largometraje, Carlota Pereda traslada al espectador directamente a un verano mesetario cualquiera. En un pueblecito de Extremadura, Sara (Laura Galán) pasa los días echando una mano en el negocio familiar. Ya en los primeros planos de la película, de un cuchillo partiendo una paletilla, una máquina rellenando un chorizo, sangre y tendones, Pereda anticipa lo que comienza como un drama costumbrista y acaba como un 'body horror' —ese subgénero del gore muy pegado a la fisicidad de la carne—. Los colores pastel del vestuario y el arte, tan naífs y tan dulces, acaban salpicados en un charco de sangre, como también las estampitas de la Virgen que las mujeres del pueblo guardan encima del tapete de la televisión.

Sara no tiene amigas. Todos los jóvenes del pueblo la llaman "cerdita", por su sobrepeso. Incluso la que siempre fue su mejor amiga, Claudia (Irene Ferreiro), ahora la ignora y se ha unido al grupo de acosadoras (Claudia Salas y Camille Aguilar) que le hacen la vida imposible. "Oink, oink", la persiguen. Por eso, Sara solo va a la piscina a la hora de la siesta, cuando la piscina está vacía, el único momento en el que su cuerpo puede escapar de las miradas burlonas de los demás. Pero ese día, sus tres acosadoras aparecen por allí, y después de humillarla e insultarla, se marchan con su ropa y sus pertenencias. Sara tiene que volver descalza y semidesnuda todo el camino de vuelta a casa bajo el sol abrasador. Y se topa, de pronto, con la escena que da totalmente la vuelta a este drama adolescente inicial: un hombre arrastra a sus acosadoras, ensangrentadas, a la parte trasera de una furgoneta. Desde el cristal, piden ayuda a Sara, que observa cómo el vehículo se alejan con las chicas dentro.

placeholder Sara echa una mano en la carnicería de sus padres. (Filmax)
Sara echa una mano en la carnicería de sus padres. (Filmax)

En este punto álgido acababa 'Cerdita', el corto con el que Pereda ganó en 2019 el Goya a mejor cortometraje de ficción, en una personalísima apuesta por el terror divergente de la norma. Y ahora expande ese universo en un largometraje mutante que tiene en los giros de humor costumbrista su mejor aliado, con una Carmen Machi divertidísima en el papel de madre hipercontroladora, que persigue a su hija para que no coma bollería industrial. Y retrata la imagen de una España rural muy familiar, esa en la que las mujeres hacen la ley y el orden, esa en la que nunca pasa nada hasta que pasa.

A partir de una mirada que el hombre desconocido (Richard Holmes) cruza con Sara antes de desaparecer con las chicas secuestradas, Pereda le propone a su protagonista un dilema moral en el que, por un lado, desea el castigo de sus acosadoras, por otro lado, estalla repentinamente su despertar sexual —de pronto se siente atraída por el secuestrador, que empieza a tener detalles cariñosos con ella—, y, por último, se ve implicada en la investigación de la desaparición de las chicas y todas las evidencias apuntan a que fue ella la última que las vio y, por ende, es la principal sospechosa.

placeholder Los vecinos buscan a las chicas desaparecidas. (Filmax)
Los vecinos buscan a las chicas desaparecidas. (Filmax)

Pereda enhebra el miedo basado en el costumbrismo, con ese acoso continuo más o menos sutil al que todo el mundo la somete por culpa del sobrepeso, con el 'slasher' clásico en el que un asesino en serie que va acabando con la gente del pueblo. La directora y guionista —que hasta ahora tenía una carrera como cortometrajista y realizadora de series como 'El secreto de Puente Viejo'— incide en ese escrutinio constante al que se somete a una persona con sobrepeso: no solo tu madre controla lo que te llevas a la boca y te reprende, sino que hasta cualquier persona ajena a la familia se toma la confianza de opinar sobre los hábitos de la chica. Pereda subvierte el orden natural de los 'slashers': la 'reina del grito', en este caso, se siente más protegida con el asesino que con sus víctimas.

'Cerdita' también retrata de forma muy certera las sinergias de los pueblos pequeños, esos matriarcados en los que opera una ley y una justicia paralela ejercida, sobre todo, por las vecinas. Las rencillas entre familias, la incapacidad de pasar desapercibido, los 'cargos' heredados por tradición, ya sea el de carnicero o el de guardia civil. Son ellas también quienes transmiten de generación en generación una forma tradicional de ver el mundo y que perpetúa los estereotipos que acaban dando lugar al acoso. Un equilibrio que se rompe con la llegada del desconocido.

placeholder Sara, la nueva reina del grito del cine español. (Filmax)
Sara, la nueva reina del grito del cine español. (Filmax)

Pereda experimenta con el formato y con una narrativa visual que va al detalle, al pequeño gesto. Con una fotografía muy 'pintona', Pereda hace chocar el mundo más infantilizado de Sara (interpretado por Galán, que es una actriz treintañera) con esa pulsión sexual que la vincula con el asesino. El manejo de la comedia hace que 'Cerdita' funcione muy bien en su hibridación y sea cuando vuelve a los códigos del 'slasher' puro cuando la película desaprovecha todo su potencial. También se deja arrastrar por un final algo desbaratado y que tampoco conduce al éxtasis sangriento y que, quizás, se contenga demasiado. Pero son muchas más las virtudes de 'Cerdita' que sus defectos y, sobre todo, Pereda ha demostrado haber tomado decisiones arriesgadas en su búsqueda de lo diferente. Sin duda hay una voz propia que dará que hablar.

El chirrido de las chicharras. Las calles desiertas en la sobremesa. La piscina municipal. Las paredes encaladas de las casonas. El ventilador en la penumbra. En 'Cerdita', su primer largometraje, Carlota Pereda traslada al espectador directamente a un verano mesetario cualquiera. En un pueblecito de Extremadura, Sara (Laura Galán) pasa los días echando una mano en el negocio familiar. Ya en los primeros planos de la película, de un cuchillo partiendo una paletilla, una máquina rellenando un chorizo, sangre y tendones, Pereda anticipa lo que comienza como un drama costumbrista y acaba como un 'body horror' —ese subgénero del gore muy pegado a la fisicidad de la carne—. Los colores pastel del vestuario y el arte, tan naífs y tan dulces, acaban salpicados en un charco de sangre, como también las estampitas de la Virgen que las mujeres del pueblo guardan encima del tapete de la televisión.

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