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Quentin Dupieux: "Netflix no tiene ni idea de cómo se hacen las películas"
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55 EDICIÓN DEL FESTIVAL DE SITGES

Quentin Dupieux: "Netflix no tiene ni idea de cómo se hacen las películas"

El cineasta francés compite en Sección Oficial de Sitges con dos —¡dos!— largometrajes: 'Fumar provoca tos' e 'Increíble, pero cierto', dos comedias del absurdo marca de la casa

Foto: Los extravagantes superhéroes de 'Fumar provoca tos', de Quentin Dupieux. (Sitges)
Los extravagantes superhéroes de 'Fumar provoca tos', de Quentin Dupieux. (Sitges)

Un actor mata al equipo técnico de una película y el rodaje debe proseguir sin guión y sin que nadie entienda muy bien lo que está haciendo. Un neumático con poderes telequinéticos que asesina gente. Un grupo de policías corruptos intentan deshacerse de un cadáver, pero son demasiado torpes. Un director aspirante tiene 48 horas para encontrar el mejor grito de dolor si quiere que le produzcan su película. Un hombre con una chaqueta de piel de ciervo decide convertirse en el único ser del planeta que vista chaqueta. Dos estafadores de poca monta amaestran una mosca gigante para hacerse millonarios. Un equipo de superhéroes con poderes cancerígenos participan en unas convivencias para hacer terapia de grupo. Una pareja compra una casa con un conducto que hace avanzar el tiempo 12 horas a la vez que rejuvenece tres días a quien lo utiliza. Éstas son las premisas de algunas de las películas de Quentin Dupieux, referente absoluto -junto a Roy Andersson- de la comedia absurdo-existencial, un cineasta siempre sorprendente e inconformista y, desde luego, indiscutiblemente disfrutable.

El director y guionista francés -y músico y montador y director de fotografía- participa en la Sección Oficial de Sitges con dos películas a competición, 'Increíble pero cierto' -proyectada en Berlinale en una gala especial- y 'Fumar provoca tos' -que pudo verse en Cannes fuera de concurso-, como muestra de su necesidad constante de rodar. Desde 2012 ha estrenado nada menos que doce títulos -entre ellos tres cortometrajes-. En 'Increíble pero cierto', Dupieux ataca los clichés de la feminidad y la masculinidad tóxicas: ellas están obsesionadas con la juventud y la belleza y ellos con sus pollas. Ése es el resumen de una cinta que empieza con la compra de una casa nueva por un matrimonio formado por Alain (Alain Chabat, con quien ya trabajó en 'Realidad' en 2014 y con quien repite en 'Fumar...') y Marie (Léa Drucker). El agente inmobiliario les informa de que dentro de la casa hay un conducto que lleva del sótano al último piso y que, quien lo atraviesa, avanza 12 horas en el día y rejuvenece 3 días. El conducto empieza a obsesionar a Marie y a deteriorar tanto su relación de pareja como su salud mental, en busca de esa juventud eterna. Por otro lado, el jefe de Alain (Benoît Magimel, magistral de nuevo) se ha trasplantado un pene biónico que controla a través de una aplicación de móvil. ¿Qué puede salir mal?

Con una sencillez asombrosa y encontrando el humor en los rincones más insospechados, como sin pretenderlo, Dupieux entre risa y risa carga contra los estereotipos asociados al género en su forma más hipertrofiada y plantea una sencilla reflexión sobre cómo se pasa la vida intentando pelear contra la muerte. Cómo se pierde el tiempo luchando contra el tiempo.

En 'Fumar provoca tos', Dupieux explora las posibilidades del relato oral y de la narración cinematográfica con una historia protagonizada por una versión casposa de los Power Rangers cuyos poderes proceden de la nicotina, el alquitrán y el resto de tóxicos que podemos encontrar en un cigarrillo. Como en los 'tokutsatu' japoneses, los justicieros salvan al mundo de su destrucción aniquilando todo tipo de monstruos gigantes. Con mucho humor, mucha víscera y mucha baba radiactiva, Dupieux se plantea si en estos compañeros de trabajo, como en cualquier empresa, surgirán fricciones. Y cómo se subsanan si la supervivencia del planeta depende de que se mantengan unidos. A partir de esta premisa, Dupieux deja volar libre la imaginación en una serie de historietas engarzadas en las que los protagonistas se alternan como narradores, dejando a otros personajes que protagonicen sus propios extractos.

Dupieux recibe a 'El Confidencial' en la terraza del Meliá Sitges, epicentro del festival. Que dos de sus pelis hayan coincidido en la competición es producto de su estajanovismo, pero también de la pandemia. "Hago una película al año, lo que ya supone mucho trabajo, pero esta coincidencia ha ocurrido por ciertos retrasos, porque una de las películas la rodé antes de que pasase todo". Antes de 2010, cuando estrenó 'Rubber', nadie hubiese pensado que Quentin Dupieux volvería a rodar una película -tenía dos previas, pero que pasaron bastante desapercibidas- y menos que el músico anteriormente conocido como Mr. Oizo -¿se acuerdan del videoclip del muñeco amarillo de Levis?- se iba a convertir en un referente de la comedia de autor europea, que iba a llegar hasta Cannes y Berlín.

placeholder Quentin Dupieux este martes en Sitges. EFE/Alejandro García
Quentin Dupieux este martes en Sitges. EFE/Alejandro García

"Cuando escribí ‘Rubber’ (2010) quería hacer ‘Tiburón’ pero con un neumático de coche como protagonista. Me obsesionaba la imagen de una rueda persiguiendo a una persona para matarla. Me pareció poderosa. Pero nadie quería financiarla. Tuve unas cuantas reuniones en las que tuve que explicar que era una película sobre un neumático asesino y que había gente viendo cómo se hacía la película a través de prismáticos, pero para la industria este tipo de proyectos no significan nada. Por eso tienes que forzar a la industria a hacerlo. ‘Rubber’ costó nada y menos. Hicieron falta algunos actores, un tipo de efectos especiales muy bueno que trabajó casi gratis, yo con una camarita 5D, un neumático… A veces grababa y a la vez empujaba yo mismo el neumático para que se moviese. Y como rodé en Estados Unidos y la luz era guay y tenía mucha textura, al final conseguí que eso fuese una película. Pero, por supuesto, fue imposible de financiar y de vender antes de hacerla", reconoce.

Su forma de entender la artesanía del cine choca frontalmente con la manera que ahora muchas multinacionales y muchos estudios imponen a los creadores. "Para mí trabajar con Netflix es un sinsentido. He tenido algunas reuniones con gente de ésta en Estados Unidos. Tú puedes haber escrito una película de monstruos o de ciencia ficción o lo que sea y, de repente, quieren poner el foco en una historia de amor que es una parte minúscula del guión. Y te dicen que es lo que más les ha gustado y que lo desarrolles. Y eso es muy raro. Te dicen: ‘Nos encanta el monstruo, pero lo que más nos gusta es la historia de amor. Céntrate en ella’. Te tienes que preguntar si estás dispuesto a hacer lo que sea con tu historia sólo por rodar una película para Netflix. No. Es raro. No tengo nada en contra de Netflix, pero me parece que la forma de trabajar las historias como en un molde es muy rara. Sobre todo porque no tienen ni idea de cómo se hacen las películas. Se guían por unas cuadrículas, tipo: ¿quién es el público objetivo? ¡Yo qué sé! ¡Yo no sé cuál es el público de mi próxima película! ¡Ya veré!".

placeholder Otro momento de 'Fumar provoca tos'. (A Contracorriente)
Otro momento de 'Fumar provoca tos'. (A Contracorriente)

¿Podría haber hecho 'Rubber' hoy? ¿Existiría Quentin Dupieux, cineasta, si hubiese llegado a la industria 10 años más tarde? "Especialmente hoy, con la tecnología, por 500 euros tienes una cámara, puedes alquilar un programa de edición para el ordenador, tienes un amigo que sabe cómo grabar sonido. ¡Pam! ¡Ya tienes una película!", anima. "Creo que hacer películas es todavía un arte. Sé que hay una parte de industria, sé que hay una parte de espectáculo, sé que puedes contratar a un ‘scriptdoctor’ para que tu guión sea perfecto. Pero, sobre todo, creo que todavía es arte. Incluso si es una comedia y si los actores son los más conocidos de Francia. Todavía puede ser arte. Puedes retorcer todas las convenciones y hacer de ello una forma de expresión artística, y no sólo un producto. Puedes hacer todo lo que quieras. Es fácil para mí decirlo, porque ésta es mi décima película, creo. Porque la industria ahora me tiene en consideración, porque saco una película al año. Eso significa que ahora ya formo parte de la industria".

En su obsesión por romper los códigos de la narrativa, cuando escribió 'La chaqueta de piel de ciervo' decidió hacer una película en dos actos, pasándose por el arco del triunfo una tradición grecolatina milenaria. "Los productores eran escépticos, pero yo pensé que sería divertido probar. Tenía la corazonada de que funcionaría. El chico conoce a la chica, ella le produce la película, y cuando parece que da pie a un tercer acto en el que podrían ser como ‘Bonnie & Clyde’, matando a gente mientras ella lo filma… ¡no! ¡Hagamos una película en dos actos! Pude hacerlo porque tenía a Jean Dujardin como protagonista y porque mi productor se fio de mí. Nadie del público se quejó de que no hubiese tercer acto. A nadie le importa. Es una historia. Acaba de manera abrupta. ¿Y qué? ¿Por qué no? Se lo digo a todos los alumnos de las escuelas de cine: no hay que volver a hacer las películas que ya están hechas. Ya se han hecho. Haced algo nuevo. No me refiero a hacer algo experimental porque sí, a rodar, yo qué sé, un trozo de pan. Hablo de contar nuevas historias. Hablo de no seguir las reglas. Porque, ¿qué más da?".

placeholder Un momento de 'Rubber'.
Un momento de 'Rubber'.

Su última película, 'Fumar provoca tos', se estrenará en España en la primavera de 2023. Sobre todo después de 'Mandíbulas' (2020), su película más accesible, Dupieux ya cuenta en nuestro país con una base de público creciente. Ahora, con esta comedia enloquecida sobre unos superhéroes nicotínicos, intentará revalidar la nota y demostrar que se puede hacer reír de manera diferente. "Cuando escribí ‘Fumar provoca tos’ no quería hacer una película sobre los Power Rangers. No tiene sentido porque da para un chiste, pero tienes que atrapar al público durante 90 minutos. Muchas películas americanas son así: tienes un concepto, tienes a Will Ferrell, están bien hechas, mola verlas, pero a los 45 minutos te planteas, ¿por qué estoy viendo esto? ¿Por qué estoy viendo un chiste tras otro y ya? Y no te satisface. Yo sabía que quería hacer algo diferente. Por eso hay tantas historias metidas. Por eso es impredecible. Por eso estás pensando todo el rato, ¿ahora qué va a pasar? Lo otro lo puedo ver en el móvil. Pero odio cuando ya sé lo que va a ocurrir. Me encanta que me sorprendan. Hace dos días vi ‘El triángulo de la tristeza’, la película que ha ganado Cannes, y la disfruté tanto precisamente por eso. Porque no hay trama. Simplemente pasan cosas y tú las ves".

"Siempre exploro cosas diferentes, pero al final del día, cuando proyecto una película, si la gente no se ríe, siento que he fallado", concluye. "Pero es que soy así en la vida; si tenemos una cena juntos, si sólo hablamos y no nos reímos, volveré a casa pensando que la cena estuvo bien pero que fue algo aburrida. Reírse es como el sexo, siempre es mejor tenerlo que no tenerlo".

Un actor mata al equipo técnico de una película y el rodaje debe proseguir sin guión y sin que nadie entienda muy bien lo que está haciendo. Un neumático con poderes telequinéticos que asesina gente. Un grupo de policías corruptos intentan deshacerse de un cadáver, pero son demasiado torpes. Un director aspirante tiene 48 horas para encontrar el mejor grito de dolor si quiere que le produzcan su película. Un hombre con una chaqueta de piel de ciervo decide convertirse en el único ser del planeta que vista chaqueta. Dos estafadores de poca monta amaestran una mosca gigante para hacerse millonarios. Un equipo de superhéroes con poderes cancerígenos participan en unas convivencias para hacer terapia de grupo. Una pareja compra una casa con un conducto que hace avanzar el tiempo 12 horas a la vez que rejuvenece tres días a quien lo utiliza. Éstas son las premisas de algunas de las películas de Quentin Dupieux, referente absoluto -junto a Roy Andersson- de la comedia absurdo-existencial, un cineasta siempre sorprendente e inconformista y, desde luego, indiscutiblemente disfrutable.

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