Parinoush Saniee, autora vetada en Irán: "Lo que ha empezado en mi país no va a cesar"
La escritora iraní presenta en Madrid su novela 'Los que se van y los que se quedan' y habla sobre las manifestaciones surgidas a partir de la muerte de la joven Masha Amini
El pasado 16 de septiembre, la joven iraní Masha Amini, de 22 años, falleció en una comisaría de Teherán tras ser detenida por la policía de la moral por llevar el velo mal puesto y que se le vieran algunos mechones del pelo. La noticia pronto corrió como la pólvora encendiendo la mecha de la rabia de las iraníes. Las autoridades salieron al paso aduciendo que había sido una muerte accidental, un infarto. Para muchas, estas palabras no resultaron creíbles. A las horas ya había protestas y manifestaciones en las calles, mujeres quitándose los pañuelos y enseñando sus melenas. Una revolución que dos semanas después persiste en el país de los ayatolás y de la férrea moral, y que ya tiene tintes políticos, económicos e institucionales.
“Tengo mucha esperanza con este movimiento”, dice Parinoush Saniee (Teherán, 1949) desde la Casa Asia de Madrid, a donde ha acudido a dar una conferencia y presentar su última novela, 'Los que se van y los que se quedan' (Alianza), un canto humanista sobre el exilio (que ella misma vive desde hace décadas) y los que se tienen que quedar a vivir casi en un régimen feudal. Era una visita preparada desde hace meses, pero ha coincidido con un momento histórico en su país.
Saniee, socióloga, psicóloga y novelista, es toda una voz autorizada para hablar de lo que sucede estos días en Irán. Ella, que procede de una familia acomodada, que pudo estudiar en los setenta en la universidad de Teherán, que incluso llegó a trabajar para el Gobierno antes de la Revolución islámica de 1979 y que vivió toda aquella regresión especialmente cruel para con las mujeres, ya escribió de ellas en ‘El libro de mi destino’, prohibido en su país. “Era un libro que hablaba de una generación de mujeres que sufrieron mucho toda la presión política y social sobre sus hombros y a las que la sociedad nunca les dio las gracias”, sostiene. Ahora sus hijas y nietas parece que les están tomando el relevo (y dándoles por fin ese agradecimiento).
Para esta escritora, lo que está ocurriendo en Irán desde la muerte de Amini es algo mucho más profundo que simples protestas que ya ha habido en otra ocasión. “La presión del régimen se había acumulado durante décadas por lo que el asesinato de Masha Amini ha sido una chispa, un barril de pólvora que explotó. Sentimentalmente la gente no podía aguantar más. Además, las mujeres ya no tienen nada más que perder, no tienen miedo”, argumenta.
Había una rabia soterrada que se está desbordando por redes sociales, pero también en la calle, frente a una policía que no duda en abrir fuego. A esta escritora no le sorprende esta determinación y valentía que al menos nos llega a Occidente a través de las imágenes. Forma parte de una lucha que ya existía aunque el régimen la tuviera sepultada, oculta en las casas y tras velos y ropas holgadas. “La lucha de las mujeres en Irán nunca ha cesado a lo largo de décadas. Se ve cuando salen de las casas, pero en las casas también están luchando. Hace veinte años hasta 18 grupos de mujeres, asociaciones, me invitaron para dar un discurso. Hace veinte años. Las mujeres siempre, siempre, siempre están luchando por tener un futuro mejor. Y cuando ven que es necesario salen de casa”, explica.
"El asesinato de Amini ha sido una chispa, un barril de pólvora que explotó. La gente no podía aguantar más y las mujeres no tienen ya nada que perder"
Pone un ejemplo de hace unos cuantos siglos. “Hace 200 años, durante la Revolución Constitucional, se levantaron para defender una monarquía constitucional. Dos semanas después del triunfo, veinte grupos de mujeres en diferentes ciudades estaban trabajando, incluso sacaban periódicos. Es decir, hace 200 años las mujeres ya fueron pilares de esa lucha”.
Cambio estructural
En este empuje de las últimas semanas, Saniee también cree que hay algo más que un cambio superficial de actitud. Que no es solo que las mujeres se estén quitando los velos y saliendo a la calle. “Este cambio va a ser muy grande. No sabemos cuánto tardará, pero va a ocurrir. La situación es tan especial que no se va a volver atrás. Será un cambio estructural”, señala. Por supuesto, es consciente de que puede haber una regresión, una represión reaccionaria brutal que espera que tenga “el menor coste de vidas posible”. Pero a la vez cree que la fuerza del movimiento es muy grande. “Lo que ha empezado no va a cesar. Pueden reprimir de una forma u otra, pero corto tiempo porque se levantarán otra vez. Vienen tiempos duros por delante, pero las mujeres vamos a intentar que el coste para hacer un cambio grande sea el mínimo posible”, añade.
¿Quiénes están liderando todo este movimiento? ¿Hay algún grupo concreto? ¿Estaban estas mujeres organizadas en la intimidad? Para esta socióloga no hay un determinado grupo detrás de las protestas. “Además, si nos unimos nos eliminan”, explica. Tiene más que ver con la lucha que ya existía desde hace tiempo en los márgenes, de forma menos visible. “Son miles de grupos pequeños de la sociedad que hemos estado trabajando todo este tiempo. Yo misma me sorprendo de que existan, pero así es”, mantiene. Todo ello en un país en el que, por ejemplo (solo hay que acudir a expertos que lo conocen bien), existe la poligamia, no reciben la misma herencia mujeres y hombres y las mujeres tienen absolutamente prohibido ser la presidenta de su país. A lo que hay que sumar la obsesión por el velo y el cuerpo femenino, en general. Un país en el que, en definitiva, existe algo que se llama policía de la moral.
"Este cambio va a ser muy grande. No sabemos cuánto tardará, pero va a ocurrir. La situación es tan especial que no se va a volver atrás"
En esta revuelta, por otra parte, no solo participan las mujeres, si bien son ellas las que la están liderando. “Los hombres están codo con codo”, apostilla Saniee. Son manifestaciones que están adquiriendo un perfil político que va más allá del velo y los mechones de pelo. ¿Podría incluso saltar de Irán a países limítrofes como ocurrió con aquel vendedor de Túnez que se quemó a lo bonzo y acabó derivando en la Primavera Árabe de 2011? La escritora no lo duda: “Ya podemos ver ese reflejo del movimiento de Irán en otros países. Hay muchos países limítrofes que están mirando hacia Irán”.
Donde sí lamenta que haya dudas es en los países occidentales, que apenas han emitido, según ella, leves palabras de apoyo a las mujeres que se están manifestando. España convocó al embajador de Irán para expresar su protesta por la violencia ejercida contra los manifestantes diez días después de la muerte de Amini (a esa fecha habían muerto más de 40 personas). “Los Gobiernos no han hecho lo que deberían hacer. Algunos han hablado, pero solamente palabras. Quienes están ayudando son la gente”, se queja. Es evidente que no habla de injerencias en la soberanía. “Yo no puedo decir lo que deben hacer, pero sí que en este contexto piensen menos en sus intereses, piensen en la humanidad, los derechos humanos y en las vidas de la gente. Si piensan en ese sentido pueden hacer muchas cosas”, apostilla.
Hace ya 43 años de la revolución islámica de los ayatolás, décadas en las que “los que han podido se han ido, y los que no se han quedado, pero ninguno son felices”, como resume la última novela de esta escritora llena de diálogos, tiernos, simpáticos y a veces agridulces, como la propia vida. Quizá las mujeres, como ella, que llegaron a conocer cómo era el Irán pre Jomeini y que han luchado durante todo este tiempo por sus derechos vean el final del régimen. La única duda, miedo y frustración es que solo cambien los collares.
El pasado 16 de septiembre, la joven iraní Masha Amini, de 22 años, falleció en una comisaría de Teherán tras ser detenida por la policía de la moral por llevar el velo mal puesto y que se le vieran algunos mechones del pelo. La noticia pronto corrió como la pólvora encendiendo la mecha de la rabia de las iraníes. Las autoridades salieron al paso aduciendo que había sido una muerte accidental, un infarto. Para muchas, estas palabras no resultaron creíbles. A las horas ya había protestas y manifestaciones en las calles, mujeres quitándose los pañuelos y enseñando sus melenas. Una revolución que dos semanas después persiste en el país de los ayatolás y de la férrea moral, y que ya tiene tintes políticos, económicos e institucionales.