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Los "queridos hijos de puta" se quedan sin Jesús Quintero
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Los "queridos hijos de puta" se quedan sin Jesús Quintero

Si Nacho Vegas era el hombre que casi conoció a Michi Panero, yo soy el hombre que casi conoció a Jesús Quintero

Foto: Jesús Quintero, en una imagen de archivo. (Cordon Press)
Jesús Quintero, en una imagen de archivo. (Cordon Press)
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Se supone que hay que consignar la relación que uno tiene con el muerto antes de ponerse a escribir en un velorio, como para hacer salvoconducto. A mí me mueve escribir de la muerte de Quintero el cariño que yo le he profesado, pero era un cariño como el tuyo, de oyente. Si Nacho Vegas era el hombre que casi conoció a Michi Panero, yo soy el hombre que casi conoció a Jesús Quintero.

Quiero decir con esto que intenté conocerlo. Le puse trampas al animal mitológico. Preparé un proyecto de película documental que era la historia íntima de la España de la Transición a través de sus entrevistas, pues él había conversado con todo el mundo: rateros con alma de ministros y ministros con alma de rateros. Pero entonces salió la película de Mercedes Moncada, 'Mi querida España', que era exactamente eso y mejor que cualquier cosa que yo hubiera podido hacer, y desistí.

Fui comprando luego de segunda mano todos los libros de Quintero, recopilatorios de entrevistas en su mayor parte, y los estudié a fondo. Gracias a Quintero hago muy pocas entrevistas, porque el tipo de entrevista que yo quisiera para esta época es como la suya, y no tengo talento.

Al menos, en sus libros, que es la conversación sin su tono, descubrí los trucos de las preguntas que hacía. Era un psicoanalista y conocí en sus libros a los personajes más estrafalarios, los aterradores y tiernos, y volvió a encabezonarme el conocerlo. Moví fichas para hacerle una entrevista, va, y a través de conocidos suyos lo tuve a tiro; pero, cuando iba a sacar el billete a Sevilla, Jesús Fernández Úbeda publicó la suya, y era mejor que la que yo hubiera podido hacer, y desistí otra vez.

Supe que había malbaratado con lujos y caprichos la fortuna y que andaba más desquiciado que loco de la colina

En fin. Ahora me consuelo de no haberlo conocido, porque yo ya era suficientemente hombre para encontrarme con él cuando él era demasiado viejo, y estaba molesto con el mundo. Desde la distancia asistí a su caída aparatosa como la de los imperios. Supe que había malbaratado con lujos y caprichos la fortuna y que andaba más desquiciado que loco de la colina.

Lo veían pasar como un rayo por Sevilla, altísimo y dandi, a veces con chistera. Daba gloria verlo con sus pasminas, pero algunos de sus amigos me dijeron que andaba enredado con ellas. Había hecho mal carácter porque ya no lo llamaban a sitios. Estaba al final de su vida dolido y arruinado. Rencoroso.

Una entrevista a José María García, en la que los dos se despachaban, uno con preguntas y otro con respuestas, con los trapos sucios infinitos de Aznar y Florentino, supuso el fin de su relación con la RTVE de Zapatero. La entrevista no se emitió, Quintero se fue al paro, y en Canal Sur acabó sus días de comunicador con un programa que ya no era de entrevistas a otros, sino a sí mismo.

En estas circunstancias se encontraba Quintero, abrigado con los cortinones del teatro de su época, cuando lo invitaron a Málaga para unos encuentros de periodismo que organizaba El Confidencial, que fue una de las últimas apariciones públicas de su vida. Estaba Quintero sentado ante los estudiantes con Carlos Alsina, Sánchez Dragó y Teodoro León Gross, y todo salió mal. Se suponía que eran dos generaciones de entrevistadores y que tenían que hablar del arte de la entrevista, pero terminó el viejo fuera de sus casillas en un rifirrafe con Alsina.

Quintero fue muy poco generoso con él. Dijo que todo es una mierda ahora, que nadie sabe hacer radio ya, y que estaba escribiendo un libro que se iba a llamar 'Mis queridos hijos de puta'. Pero Alsina tampoco fue generoso. Quizá porque respetaba a Quintero y, por tanto, respetaba su inteligencia, fue demasiado sarcástico con él, entró al 'ring' contra un hombre más débil. Pienso que, en el calentón, Alsina no se dio cuenta de que el viejo le estaba atacando desde la derrota, y en este sentido hubiera podido Alsina poner la otra mejilla, pues no tenía nada que perder.

Da igual. Esta mañana en Onda Cero, Alsina le ha dedicado palabras hermosas, así que estamos en paz. Pero soy de la opinión de que, si los viejos nos recriminan que formemos parte del mundo que les ha traicionado, nosotros debemos callar, aunque no estemos de acuerdo, y aunque no tengan toda la razón.

Esta mañana en Onda Cero, Alsina le ha dedicado palabras hermosas, así que estamos en paz

Además, Quintero sí tenía razón en una cosa. Él pertenece a una época en que la conversación pública no servía para desenmascarar. Y en esto hemos salido perdiendo con el cambio. Sentaba a su mesa con la misma generosidad a un asesino de mujeres que a una prostituta. A un banquero que a un desempleado. A un listo que a un estúpido. No juzgaba a nadie. No era un interrogador de la policía.

Según los criterios inquisitoriales que hoy pretenden convertir el periodismo en auto de fe moralizante, el viejo Quintero “blanqueaba” el fascismo, el comunismo y el terrorismo, el asesinato por amor y el amor, porque escuchaba. Quería entender las pasiones humanas, no estaba ahí sentado para erradicar los pecados del mundo, sino para observarlos. Sabía mejor que nadie lo conflictiva, lo problemática que es la humanidad, y respetaba a sus espectadores con el respeto a sus invitados.

¡Cuántos de los que hoy lloran su muerte con lágrimas de cocodrilo lo habrían atacado sin piedad si una televisión le hubiera dado cuartelillo, y le hubiera permitido elegir a sus entrevistados! No: ya no pertenecía a este mundo. A este mundo pertenecemos nosotros, y así nos va.

Se supone que hay que consignar la relación que uno tiene con el muerto antes de ponerse a escribir en un velorio, como para hacer salvoconducto. A mí me mueve escribir de la muerte de Quintero el cariño que yo le he profesado, pero era un cariño como el tuyo, de oyente. Si Nacho Vegas era el hombre que casi conoció a Michi Panero, yo soy el hombre que casi conoció a Jesús Quintero.

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