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'Madre de azúcar': las personas con discapacidad tienen los mismos deseos que tú
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la obra de teatro del fin de semana

'Madre de azúcar': las personas con discapacidad tienen los mismos deseos que tú

Clàudia Cedó llega al CDN con la historia de una joven discapacitada que quiere ser madre a toda costa y se enfrenta al sistema

Foto: 'Madre de azúcar'. (May Zircus)
'Madre de azúcar'. (May Zircus)

Esta es una historia sobre qué hacer con esos gatos que se esconden bajo los coches. ¿Simular que no los vemos? ¿Capturarlos? ¿Atarlos? ¿Matarlos? ¿Castrarlos? ¿Dejar que salgan? Se llama Cloe y tiene 27 años. Lleva gafas, unos vaqueros ajustados, seguramente elásticos, y una sudadera rosa. Se acerca al borde del escenario y mira fijamente al público, en silencio, como si estudiara a su interlocutor antes de desafiarle. Y dice: "Tengo un deseo, aquí escondido, como un gato debajo de un coche. Aterrado por salir. Un deseo que en teoría yo no tengo, porque lo que tengo es, según mi diagnóstico, retraso mental leve del 65%. También se puede llamar discapacidad intelectual del 65%. Y las chicas con esa discapacidad no tenemos ese deseo. De hecho, no tenemos ningún deseo. No tenemos ni ganas de follar, ni ganas de formar una familia, ni nada de nada".

Cloe dice que todo eso lo han decidido señores que la ven como "un ángel dispuesto a hacerle la vida agradable a la gente normal", unos señores sin discapacidad y sin el deseo que ella tiene, señores que aún no se han dado cuenta de que no se puede hacer desaparecer un gato debajo de un coche.

Cloe es Andrea Álvarez y encabeza el reparto de la obra 'Madre de azúcar', escrita y dirigida por Clàudia Cedó, un montaje que se estrenó en mayo de 2021 en el Teatre Nacional de Catalunya (TNC), que arrasó en los Premis Teatre Barcelona con cinco galardones y que acaba de abrir la temporada del Centro Dramático Nacional (CDN). Andrea tiene la misma discapacidad intelectual que Cloe, Marc Buxaderas la misma parálisis cerebral que Marc, Judit Pardás el mismo Síndrome West que Consuelo y Mercè Méndez, la misma discapacidad intelectual del 65% que Judit. También hay una madre (Teresa Urroz), una educadora social (María Rodríguez) y un director de fundación (Iván Benet), pero estos tres son todos normalísimos, supernormales.

placeholder 'Madre de azúcar'. (May Zircus)
'Madre de azúcar'. (May Zircus)

Y (dirán, quizá) genial lo de los gatos, pero si esto va de hacernos sentir culpables por ser normales, qué pereza. Si esto va de hacernos sentir pena por cuatro tulliditos que hacen cosas en un escenario, qué pereza. Y si esto va de lo especiales que son las personas con discapacidad, qué perezón más enorme, la verdad. Totalmente de acuerdo. Pero esto va de actores profesionales y de una mujer de 27 años que quiere ser madre y se enfrenta a un sistema que no se lo permite. Quizá no sea tan punk como 'Lectura fácil', de Cristina Morales, pero aquí nadie le va a llamar nazi si lo que lee no le gusta.

Quietas y bonitas

A Cloe, su madre le dice que puede hacer lo que se proponga, que puede viajar, que puede trabajar. Lo dice en las charlas que da, en las entrevistas que hace en la radio, donde cuenta que es importante no sobreproteger a su hija para que tenga la oportunidad de equivocarse y que ella llama a eso “la dignidad del riesgo”. Pero Cloe pone anuncios por el barrio ofreciéndose como canguro y su madre llama después a esas familias que la quieren contratar para decirles que su hija tiene discapacidad y no puede hacerse cargo de sus hijos. Su madre toma también todas las decisiones sobre su salud y su dinero, pero no tutela su deseo. Cloe tiene debajo de su cama libros sobre maternidad y embarazo y debajo de su piel debería llevar Implanol, que hace que no tenga la regla y no pueda quedarse embarazada, pero ha decidido no llevarlo y miente cuando llega al piso tutelado de la Fundación Roure, donde ha decidido vivir, y miente porque Cloe quiere ser madre.

Cloe diseña un plan, que consiste en incluir su deseo en un sistema que lo excluye por defecto

Y en ese piso, en el que también viven Cristina, Consuelo y Marc, diseña un plan, que consiste en incluir su deseo en un sistema que lo excluye por defecto: “A la gente le gusta que las personas con discapacidad estemos quietas, sin sacudidas bruscas, para podernos predecir. Quietas y bonitas. Que se vea de lejos lo que somos. Para podernos identificar. A mí no se me nota en la cara que tengo discapacidad. Y eso es un peligro, es un riesgo. Personas en riesgo de exclusión social. Es mentira. Estamos excluidos del todo. El riesgo viene cuando te quieres incluir”.

Y Cloe se hace un perfil de Tinder y tiene tres match en un día y queda con el más guapo y él se toma una cerveza y ella un Cacaolat y se meten en el baño juntos “y follamos tan fuerte que tengo miedo de que nos oiga todo el bar” y en el centro se celebra el Día de la Discapacidad, con sus discursos y etcétera, y Cloe llega y se lo cuenta a su madre, a su educadora y al director de la Fundación, pero no os preocupéis, que le acaba de venir la regla, pero preocupaos un poco, porque lo va a seguir intentando.

La realidad y el deseo

En ‘Madre de azúcar’, Clàudia Cedó lleva a escena la tensión entre el deseo y el sistema cuando la dueña de ese deseo es una mujer con discapacidad y ese sistema está diseñado para protegerla a ella y a nosotros de ella. Y construye una historia en la que todos tienen sus razones y las entendemos todas. La desolación de Consuelo, con 56 años, cuando cuenta que de joven le quitaron los ovarios sin pedirle permiso, sin decírselo; el miedo de Marc cuando le ofrecen ser entrenador del equipo de básquet y dice que no, que no es capaz; el cabreo de Cloe, cuando su madre la infantiliza y habla de ella como si no estuviera delante o su frustración cuando reclama que deberían darle el soporte necesario para que pueda ser madre. Entendemos a Albert, el director de la fundación, cuando le responde que sí, que sería estupendo, pero que no tienen los recursos económicos necesarios o cuando se pregunta si Cloe sería capaz de gestionar los infinitos capítulos de estrés y crisis que vive cualquiera que tenga un hijo. Y entendemos a la educadora social, que se pregunta si trabaja para el sistema o para Cloe.

placeholder 'Madre de azúcar'. (May Zircus)
'Madre de azúcar'. (May Zircus)

Antes de dedicarse al teatro, Clàudia Cedó trabajó como educadora social y psicóloga en cárceles y cuenta a este diario que tuvo esa sensación de “estar trabajando y remando a favor de un barco con el que no estás de acuerdo, pero a la vez te preguntas qué pasa con ese trabajo si te vas, y te das cuenta de que la vida está llena de contradicciones”. Cedó, que ya exploró el tema de la maternidad en su obra ‘Como una perra en un descampado’, en la que partía de su experiencia personal tras perder a su primer hijo, aborda en ‘Madre de azúcar’ el conflicto entre libertad y protección, una tensión que genera violencia: “Una violencia contra todos nosotros, en realidad, porque están esas ganas de que nos parezcamos todos, de que todos nos asemejemos a cuerpos normativos y que consumamos todo eso que nos haga sentir parte de la sociedad. Y una mujer con discapacidad lo sufre más porque no tiene ni el cuerpo ni la voz que tocan para para lograr ese statu quo”.

Clàudia Cedó logra algo dificilísimo en un montaje protagonizado por actores y actrices discapacitados: aniquila cualquier atisbo de paternalismo o condescendencia, no solo en su mirada como dramaturga y directora, sino que tampoco alimenta esa posibilidad en el patio de butacas, aunque el espectador sea libre de mirar como le dé la gana, claro. Así que se aleja del pastel y el buenismo, abraza la imperfección de sus actores (como si los actores sin discapacidad no lo fueran también), juega a intercalar planos espaciales para romper el relato lineal, y equilibra el exceso de realidad con momentos más poéticos en los que Cloe comparte su frustración y sus anhelos a través de monólogos interiores que muchas veces dirige al público. Pero lo cierto es que Cedó juega con ventaja.

Cedó tiene bastante superada la tentación del paternalismo y conoce el terreno

Hace 16 años que la directora catalana fundó Escenaris Especials, un proyecto que nació como un grupo dentro del Aula de Teatro del Ayuntamiento de Banyoles y que después fue acogiendo a grupos de toda Cataluña. Escenaris, que coproduce ‘Madre de azúcar’, funciona como escuela, con 10 grupos de actores y actrices con diversidad que trabajan en distintos montajes a lo largo del curso, algunos de ellos, como ‘Cinema’, estrenados en el Teatre Lliure. Así que Cedó tiene bastante superada la tentación del paternalismo y conoce el terreno: sabe que este tipo de obras requieren de más tiempo de ensayos, más recursos económicos y más energía a la hora de salvar obstáculos. “Nosotros hemos batallado para que los actores y actrices cobraran lo mismo, independientemente de si tenían discapacidad o no, y lo hemos conseguido, pero ha sido difícil porque podían perder las ayudas que perciben. La sociedad te da una ayuda si es para que estés en un taller y hagas tus cerámicas, pero si tú tienes un interés propio, eso no lo contempla. Y luego, salir de la institución y venir a ensayar también es una aventura que necesita de unos recursos que no todas las producciones están dispuestas a afrontar, así que es más fácil y más barato coger a un actor sin discapacidad para que haga de discapacitado”, explica la directora.

La vida de ‘Madre de azúcar’ no se reduce a un escenario: el año pasado, la Sala La Planeta de Girona estrenó ‘Los ángeles no tienen hijos’, una pieza de teatro documental que nació como una especie de 'spin-off' de este texto de Cedó, que también será llevado al cine y en cuyo guion trabaja actualmente. Y todo eso, al mismo tiempo que firma la adaptación y la dramaturgia de ‘Ensayo sobre la ceguera’, de Saramago, que acaba de estrenar el TNC en coproducción con el Teatro Nacional São João de Oporto.

Del ciclo-gueto a la programación regular

En los últimos años, la maternidad ha sido carne de escenario con puntos de vista alejados de lo normativo. La directora argentina Lola Arias abordó, en ‘Lengua madre’, historias de madres migrantes, padres trans, madres que recurrieron a la fertilización asistida, madres lesbianas, padres gais, madres adolescentes, mujeres que abortaron, madres que adoptaron o mujeres que no quisieron tener hijos. Lucía Miranda, en ‘Maternés’, cuestionó la idealización de la figura materna, el embarazo, el parto y el postparto y la propia Cedó, en ‘Cómo una perra en un descampado’, llevó a escena su propia historia de maternidad y muerte perinatal.

El pasado mes de junio, la directora peruana Chela de Ferrari abrió en Madrid la gira internacional de su puesta en escena de ‘Hamlet’ a cargo de un elenco formado por ocho intérpretes con diversidad intelectual que resignificaban el texto de Shakespeare. Antes, en ‘Supernormales’, Esther F. Carrodeguas abordó el deseo sexual de personas con diversidad funcional con un enfoque similar al que emplea Fernando Franco en su película ‘La consagración de la primavera’ y María San Miguel, en su obra ‘Y llegar hasta la luna’ (la más punk, la más arriesgada) llevaba a escena de forma orgánica el deseo y las fantasías sexuales de personas discapacitadas.

La programación busca vincularse con la conversación actual, aunque corre el riesgo de elegir obras por su temática y no por su calidad

Se han estrenado más obras sobre maternidad o con actores y actrices discapacitados en otros teatros, pero, curiosamente, a excepción de ‘Maternés’, todas se pudieron ver en el CDN, igual que ‘Madre de azúcar’, y ello responde, en el primer caso, a un diseño de programación que busca vincularse con la conversación actual, aunque se corra el riesgo de elegir obras solo por su temática y no por su calidad. En el caso de los montajes con intérpretes con diversidad, a un cambio en las políticas de programación del teatro: antes, estas obras se incluían en ciclos específicos que funcionaban como guetos que acogían lo que se consideraba residual (‘Una mirada diferente’), y ahora forman parte de la programación regular, como un montaje más de la temporada. O sea, ya que defendemos la inclusión, incluyámoslos de verdad.

‘Madre de azúcar’. Texto y dirección: Clàudia Cedó. Intérpretes: Andrea Álvarez, Iván Benet, Marc Buxaderas, Mercè Méndez, Judit Pardás, María Rodríguez y Teresa Urroz. En el Teatro Valle-Inclán del Centro Dramático Nacional hasta el 9 de octubre.

Esta es una historia sobre qué hacer con esos gatos que se esconden bajo los coches. ¿Simular que no los vemos? ¿Capturarlos? ¿Atarlos? ¿Matarlos? ¿Castrarlos? ¿Dejar que salgan? Se llama Cloe y tiene 27 años. Lleva gafas, unos vaqueros ajustados, seguramente elásticos, y una sudadera rosa. Se acerca al borde del escenario y mira fijamente al público, en silencio, como si estudiara a su interlocutor antes de desafiarle. Y dice: "Tengo un deseo, aquí escondido, como un gato debajo de un coche. Aterrado por salir. Un deseo que en teoría yo no tengo, porque lo que tengo es, según mi diagnóstico, retraso mental leve del 65%. También se puede llamar discapacidad intelectual del 65%. Y las chicas con esa discapacidad no tenemos ese deseo. De hecho, no tenemos ningún deseo. No tenemos ni ganas de follar, ni ganas de formar una familia, ni nada de nada".

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