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La rusa disidente Liudmila Ulítskaya recibe el Formentor: "En mi país han vuelto las delaciones"
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La rusa disidente Liudmila Ulítskaya recibe el Formentor: "En mi país han vuelto las delaciones"

La escritora exiliada en Berlín por su oposición a Putin visita Las Palmas de Gran Canaria para recoger el gran premio de las Letras Europeas

Foto: Liudmila Ulítskaya. (Foto: Cati Cladera)
Liudmila Ulítskaya. (Foto: Cati Cladera)

Años 90. Un grupo de exiliados rusos en Nueva York, reunidos para acompañar las últimas horas de un amigo moribundo, vive entre la conmoción y el espanto las noticias que llegan desde su país natal. Son los días del golpe de estado del irreductible núcleo comunista contra el proceso de democratización abierto por la Perestroika. Gorbachov ha sido secuestrado, los tanques han salido a las calles y a ellos no les basta con estar a salvo al otro lado del mundo. "Ninguno de ellos habría podido imaginar que todo lo que estaba pasando en aquel país lejano, antiguo, que habían borrado de sus vidas —¡que reviente!— iba a repercutir en ellos de manera tan dolorosa... Parecía como si llevaran ese país en las entrañas, en el alma, y como si, independientemente de la opinión que tuvieran de él, su vínculo fuera indestructible".

2022. La escritora genial que relataba aquellos hechos en una novela luminosa y muy divertida titulada 'Los alegres funerales de Alik' (Lumen), vive con conmoción y espanto, desde el exilio, las noticias que lleguen desde una Rusia oscura y rapaz que ha invadido Ucrania y amenaza al mundo con un holocausto nuclear. La disidente rusa Liudmila Ulítskaya (Dablekánovo, 1943) tuvo que huir en marzo de su patria, a sus casi ochenta años, para refugiarse en Berlín por estar en el punto de vida de Vladímir Putin. Estos días ha venido a España para recoger el premio Formentor de las Letras Europea "por el poderoso aliento narrativo con que registra las más sutiles emociones del alma humana". Cuando la conocemos en el Hotel Santa Catalina de Las Palmas de Gran Canaria no es capaz de aventurar un final feliz a todo esto.

placeholder 'Los alegres funerales de Alik'. (Lumen)
'Los alegres funerales de Alik'. (Lumen)

PREGUNTA. Sus novelas son luminosas, muy divertidas, en ellas nunca pierde el sentido del humor, aunque los hechos narrados sean trágicos. ¿Y si para eso es lo que sirve la literatura, para reírnos de alguna forma de la muerte?

RESPUESTA. Completamente. La mera vida humana se convierte en una prueba de resistencia demasiado dura si le quitamos el humor. Solo gracias al humor podemos sobrevivir a los momentos más difíciles y trágicos.

P. En su discurso de recepción del premio lamenta que la literatura y la lectura han perdido hoy la posición central que ocuparon en el pasado. ¿Qué hacemos con los escritores?

R. Pienso que estamos viviendo un momento de transformación en los modos de comunicación como pocos en la historia. El hecho de que cualquier información pueda difundirse inmediatamente por todo el mundo marca con una inédita cualidad el tiempo en que vivimos. En cierto modo, algo así cambia la velocidad de la vida misma. Recuerdo una vez, cuando era niña, que visité una aldea rusa perdida donde conocí a un anciano que jamás en toda su vida había ido más lejos que la distancia que podía recorrer a pie. Su mundo era minúsculo. Ya no existen esos mundos pequeños y el cambio ha tenido lugar tan solo en el curso de una vida, de mi propia vida. ¿El papel del escritor hoy? Es imposible definirlo. Pero temo un futuro en el que ya no existan casas llenas de libros. Un futuro sin libros.

placeholder Liudmila Ulítskaya. (Foto: Cati Cladera)
Liudmila Ulítskaya. (Foto: Cati Cladera)

P. Advierte también en su discurso, al referirse a los libros prohibidos, que hoy en Rusia está volviendo el estalinismo.

R. Tengo amigos ahora mismo en Moscú que no han podido escapar como yo y me preocupa mucho su futuro. Cada día detienen a miles de personas, por oponerse a la invasión de Ucrania o por cualquier otra causa, han vuelto las denuncias, las delaciones entre vecinos fomentadas por el Estado... A mí esto me recuerda mucho al estalinismo.

P. Rusia siempre ha estado entre Europa y Asia, mirando a ambos mundos sin acabar por decidirse. ¿Hemos perdido los europeos definitivamente con la guerra de Ucrania la posibilidad de una Rusia europea y amiga?

R. Esa es la pregunta que nos tortura a todos los rusos. Pero por el momento, no tenemos respuesta. Nadie es eterno, antes o después Putin caerá y quien venga después arrojará piedras contra su tumba culpándole de todo. Esto ocurrirá. Me preocupa mucho el futuro de Rusia, de la gente que vive allí, de los niños rusos que ahora están naciendo... Los próximos 30 años en Rusia son impredecibles. Puede ocurrir cualquier cosa.

Nadie es eterno, Putin caerá y quien venga después arrojará piedras contra su tumba

P. La última contraofensiva ucraniana ha sorprendido a todos y por primera vez nos ha permitido soñar con un final feliz, con su victoria. Si fuera usted quien estuviera escribiendo esta novela, ¿cómo la terminaría?

R. Lamentablemente, no veo un final feliz. Lo único bueno que veo en todo este horror es que Ucrania va a lograr por fin crear una nación en toda su plenitud. Porque, la verdad, esta dichosa hermandad entre rusos y ucranianos que nos han vendido ha sido perjudicial para todos. El Imperio Ruso, zarista, soviético o el actual siempre ha ejercido como un opresor de los distintos países que estaban bajo su dominio, tanto política, económica o culturalmente. Esas naciones quieren ser libres.

P. ¿Es posible una nueva revolución rusa contra Putin?

R. No. Veo más bien un proceso evolutivo que ojalá fuera positivo para mi país. Una evolución social y legislativa como la que han vivido por ejemplo las repúblicas bálticas. El poder de Putin, un antiguo agente la KGB, es el de la policía secreta, una fuerza muy presente en Rusia siempre y que hoy campa a sus anchas. En la URSS existían dos fuerzas principales que competían entre sí, el Partido y los servicios de inteligencia. Y hoy somos testigos de la victoria total y absoluta de la policía secreta. Mi país está gobernado por un engendro de la policía secreta. Y preferiría, la verdad, que estuviera gobernado por un ingeniero agrónomo. ¡Ja, ja, ja!

P. ¿Se ve volviendo a Rusia algún día?

R. Me gustaría.

Años 90. Un grupo de exiliados rusos en Nueva York, reunidos para acompañar las últimas horas de un amigo moribundo, vive entre la conmoción y el espanto las noticias que llegan desde su país natal. Son los días del golpe de estado del irreductible núcleo comunista contra el proceso de democratización abierto por la Perestroika. Gorbachov ha sido secuestrado, los tanques han salido a las calles y a ellos no les basta con estar a salvo al otro lado del mundo. "Ninguno de ellos habría podido imaginar que todo lo que estaba pasando en aquel país lejano, antiguo, que habían borrado de sus vidas —¡que reviente!— iba a repercutir en ellos de manera tan dolorosa... Parecía como si llevaran ese país en las entrañas, en el alma, y como si, independientemente de la opinión que tuvieran de él, su vínculo fuera indestructible".

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