Es noticia
¿Y si el final de 'Con faldas y a lo loco' fuera mucho más inquietante de lo que crees?
  1. Cultura
Ensayo

¿Y si el final de 'Con faldas y a lo loco' fuera mucho más inquietante de lo que crees?

Elisenda Julibert publica el ensayo 'Hombres fatales', en el que a partir de diferentes obras se retrata a la mujer fatal como un mito anacrónico que nace del deseo masculino

Foto: La escena final de 'Con faldas y a lo loco': "Nadie es perfecto".
La escena final de 'Con faldas y a lo loco': "Nadie es perfecto".

En la última escena de ‘Con faldas y a lo loco’ (1959), el personaje de Jack Lemmon, ya despojado de su peluca de Daphne, le grita a su enamorado (o abducido), un septuagenario simplón que le ha estado persiguiendo toda la película, que es un hombre y que lo suyo es imposible. El hombre se vuelve hacia él, se sonríe y exclama: “Nadie es perfecto”. Este final ha pasado a la historia como uno de los más simpáticos, entrañables y hasta liberadores. Sin embargo, también tiene un reverso inquietante: el hombre ya no ve si es un hombre o mujer, va en su barco, es de su propiedad. El pobre Jack Lemmon está atrapado por las garras del deseo masculino.

Esta tesis es la que defiende la filósofa Elisenda Julibert en el interesante ensayo 'Hombres fatales. Metamorfosis del deseo masculino en la literatura y el cine' (Acantilado), en el que da la vuelta a algunos de los mitos de la 'femme fatale' que nos acompañan desde los últimos dos siglos. Se cierra con este análisis de la divertida cinta de Billy Wilder en la que el director y guionista fue “muy sagaz” al describir el deseo de los hombres.

placeholder 'Hombres fatales', de Elisenda Julibert.
'Hombres fatales', de Elisenda Julibert.

Algo sabía del tema. “Hace ver cómo es totalmente indiscriminado. Además del final, queda muy claro en la escena en que el personaje de Lemmon, convertido en mujer, al sentirse acosado por el hombre le dice a su amigo interpretado por Toni Curtis que no puede entenderlo porque es muy fea. Y Curtis le contesta: 'Da igual si eres guapa o más fea, llevas falda'. Wilder expone cómo cuando se visten de mujeres se dan cuenta de que no solo les persigue el mafioso, sino que les puede perseguir cualquier hombre”, explica la autora.

Nacimiento de un mito

La 'femme fatale', la mujer que hace perder los sentidos, que condena a los hombres, que tiene un poder hipnótico —sea más guapa o más fea, más sexual o incluso frígida— para que estos hagan lo que ella quiera (incluso matar), es también, según Julibert, un producto que nace de las fantasías del deseo masculino. No es una mujer real, pero nos acompaña, principalmente desde el Romanticismo y el fin de algunas estructuras sociales tras la Revolución Francesa, en no pocas obras literarias y cinematográficas muy populares. Sin olvidar a la Eva bíblica (y el pobre Adán, al que hizo morder la manzana), ahí están la Carmen de Prosper Merimée, la Gilda de Charles Vidor (esa Rita Hayworth que nos ha gustado a todos y a todas), la Lolita de Nabokov, la Albertine de Proust en ‘En busca del tiempo perdido’, la Conchita de Buñuel en ‘Ese oscuro objeto del deseo’ o la Julie de Truffaut. Un mito de origen francés que, ciertamente, hizo bastante fortuna.

La 'femme fatale', la mujer que condena a los hombres, es un producto que nace de las fantasías del deseo masculino

“Sí, tuvo muchísimo éxito porque sirvió para naturalizar una serie de comportamientos masculinos que son signos claros de barbarie y brutalidad”, señala Julibert. Ahí está el caso de Carmen, la gitana española que vuelve loco a don José, y que aparece en la famosa ópera de Bizet e incluso en la película de Vicente Aranda que protagonizó Paz Vega en 2003. Y que, según Julibert, en realidad es un delirio de principio a fin. “El personaje de don José usa el carácter diabólicamente deseable de Carmen para justificar ante el lector los tres asesinatos que ha cometido, el del marido de Carmen, el de un pretendiente de Carmen y el de la propia Carmen. Es decir, está en manos de una mujer que consigue incluso que la mate a ella. Delirante. Pero a los ojos del lector lo que queda es que el deseo de los hombres es una fatalidad”, resalta.

placeholder Paz Vega, como Carmen, en la película de Vicente Aranda.
Paz Vega, como Carmen, en la película de Vicente Aranda.

En los últimos años, la Lolita de Nabokov ha tenido una revisión crítica que, sin embargo, Julibert no comparte. Porque sí, es la historia de una 'femme fatale', niña además, pero ella no cree que pueda tildarse, ni mucho menos, de pederasta ni misógina. El escritor ruso había tenido la suficiente inteligencia como para hacer precisamente de este argumento una parodia del mito de las mujeres fatales. “La obra de Nabokov es claramente paródica o satírica y lo que trata de hacer es ofrecer una perspectiva muy crítica de una concepción del amor que ha sido naturalizada por la tradición occidental al llegar al delirio en el relato de Carmen”, manifiesta. El propio nombre español de Lolita ya da pistas de las intenciones. “Y Humbert ya no tiene nada de heroico. Es un personaje muy problemático. Inmensamente antipático, muy pedante, muy farragoso, muy mentiroso. Y que Lolita tenga 12 años es clave para ver que ese individuo está loco de atar”, añade.

¿Positivo para las mujeres?

Una cuestión interesante es que este mito de la 'femme fatale' también ha sido bien visto por las mujeres. Proyecta una imagen de mujer poderosa y dominadora que el cine negro de los cuarenta supo muy bien relanzar con los personajes de Hayworth, Marlene Dietrich o Lauren Bacall. Y es ciertamente atractivo, cuanto más en épocas en que el papel real de la mujer no era tan sugerente (ni poderoso) ni tan libre. Ser la 'mala' tiene unos cuantos puntos siempre más deseables que la 'buena'. ¿No daba Sandy en ‘Grease’ precisamente ese cambio para dejar atrás a la niña buena de Australia que no se acostaba con el protagonista y ser así tan potente como Cha Cha DiGregorio? Y Danny casi se mata en una carrera de coches por ella.

Este mito ha sido bien visto por las mujeres, porque proyecta una imagen de mujer poderosa y dominadora, pero "es un arma de doble filo"

“Sí, parece un mito positivo, pero creo que es un arma de doble filo porque esa es una representación masculina de las mujeres pasada por el deseo masculino. Se debe a una manera muy determinada de desear más que a una realidad”, afirma Julibert. ¿Alguien recuerda el famoso anuncio del "busco a Jacq's"? Pues algo parecido. “Al ser la representación del deseo masculino, todos los atributos que tiene esa imagen de mujer poderosa están muy sexualizados. Es una mujer muy sexualizada. No es una persona, sino un icono de la sexualidad”, apostilla esta filósofa.

placeholder 'Con faldas y a lo loco'.
'Con faldas y a lo loco'.

Se compra un mito que, a fin de cuentas, relata Julibert, “es la enésima metamorfosis de la misoginia occidental. Ya antes del cristianismo, el carácter deseable de las mujeres se había convertido en un motivo de sospecha y de desconfianza”. Helena de Troya, por ejemplo, es temida porque es guapa. “Es un temor masculino y completamente infundado porque la mujer es capaz de dominar su deseo. A ver si es que resulta que los hombres no pueden controlarse, pero a mí eso me parece otra vez una coartada para no modificar ciertos comportamientos como el atropello. La forma muchas veces en que los hombres han mostrado su deseo es arrollar y te das cuenta de que te desean porque te arrollan”, insiste esta autora. Como ese personaje de ‘Con faldas a lo loco’ hace con Jack Lemmon.

No cancelación, sí crítica

Por el ensayo ‘Hombres fatales’ también pasan pintores como Veronés, Tintoretto, Veermer o Rubens y su particular recreación de la historia de Susana y los viejos, aquella en la que dos ancianos le hacen la propuesta de mantener relaciones sexuales con ella so pena de acusarla de haberse acostado con otro hombre. En los lienzos de estos pintores la situación no parece nunca demasiado intimidante. Hasta que llegó el cuadro que sobre el mismo tema hace Artemisia Gentileschi donde los viejos sí parecen amenazar a la chica. La pintora parece haber entendido algo mejor que ellos el pasaje de una posible agresión sexual.

¿Significa esto que hay que cancelar a los pintores que no vieron así esta escena? ¿O a los escritores y cineastas que han retratado el mito de la mujer fatal? Julibert niega la mayor. “Yo no cancelaría nada. Porque estas obras nos sirven para ver cómo funcionaban la mentalidad y la mirada de entonces. No creo que la cancelación ni la censura sean buenas”. Sin embargo, eso no tiene nada que ver con que puedan ser criticadas y tratadas como lo que ella cree que son: obras de otro tiempo.

"Yo no cancelaría nada. Porque estas obras nos sirven para ver cómo funcionaban la mentalidad y la mirada de entonces"

“Es anacrónico juzgar esas obras con los ojos de ahora, pero lo que no es anacrónico es establecer que el interés de ciertas obras para el lector de ahora es otro porque representan un mundo muy remoto. Si leyéramos un libro hoy sobre las diferencias entre las distintas razas se nos caería de las manos, pues esto es lo mismo. No se trata de sancionar a esa persona, sino de que esa obra carece de interés para un lector actual, a menos que sea un historiador que quiera entender cómo era la mentalidad de una persona del siglo XVIII”, sostiene Julibert.

Un mito pasado de moda

Tras la lectura del ensayo, la tesis queda clara: la mujer fatal no es más que un determinado comportamiento masculino, una singular representación de su deseo. La mujer fatal es realmente un hombre fatal. ¿Es su opuesto, entonces, lo que hay quien llama el hombre blandengue? Julibert se ríe: “Quienes dicen esto suelen ser personas muy conservadoras. Lo que les preocupa a algunos hombres es que si renuncian a los rasgos que hasta ahora caracterizaban lo masculino, se queden un poco perdidos e inermes ante las iniciativas de las mujeres. Pero habría que decirles que las mujeres también andamos muy perdidas. Son modelos que se están desvaneciendo para hombres y para mujeres”.

Lo que está en juego al fin y al cabo “es una sociedad más igualitaria” en la que por muchas barreras que se pongan, dice esta estudiosa, ya empieza a haber cambios, también en las representaciones distintas de hombres y mujeres en las artes. Lo de la mujer fatal, sencillamente, está pasado de moda.

En la última escena de ‘Con faldas y a lo loco’ (1959), el personaje de Jack Lemmon, ya despojado de su peluca de Daphne, le grita a su enamorado (o abducido), un septuagenario simplón que le ha estado persiguiendo toda la película, que es un hombre y que lo suyo es imposible. El hombre se vuelve hacia él, se sonríe y exclama: “Nadie es perfecto”. Este final ha pasado a la historia como uno de los más simpáticos, entrañables y hasta liberadores. Sin embargo, también tiene un reverso inquietante: el hombre ya no ve si es un hombre o mujer, va en su barco, es de su propiedad. El pobre Jack Lemmon está atrapado por las garras del deseo masculino.

El redactor recomienda