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'Olho da Rua': Bolsonaro es el enemigo del pueblo y Brasil lo sabe
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la obra de teatro del fin de semana

'Olho da Rua': Bolsonaro es el enemigo del pueblo y Brasil lo sabe

El Festival ÍDEM de La Casa Encendida estrena en España una videoinstalación que retrata la desigualdad provocada por los años de gobierno del presidente que se juega la releeción

Foto: 'Olho da Rua', de Jonathas Andrade. (La Casa Encendida)
'Olho da Rua', de Jonathas Andrade. (La Casa Encendida)

En su copa, el salón, el baño, la cocina y el dormitorio. En su tronco, las paredes y el tejado. A ras de suelo, la vida. Y en sus raíces, bajo tierra, el deseo y la pasión, la fuerza, la tragedia, el miedo y la resistencia. Es un árbol imponente y poderoso, un árbol que simboliza la idea de casa y de hogar para quienes no tienen un techo, un árbol testigo y memoria de la vida en la Praça do Hipódromo, en la ciudad de Recife, al noreste de Brasil. Un árbol sobre el que se apoya un espejo de cuerpo entero frente al que van desfilando hombres y mujeres que se observan con curiosidad, con detenimiento, como si fuera la primera vez que se miran. Y ensayan posturas, primero con pudor y después con desparpajo, y se sonríen y se colocan la ropa y se atusan el pelo. Es el primero de los ocho actos de ‘Olho da Rua’, una videoinstalación del artista brasileño Jonathas de Andrade, estrenada por primera vez en España dentro del Festival Internacional de Artes Escénicas ÍDEM, que se celebra hasta el 30 de septiembre en La Casa Encendida de Madrid. ¿Pero qué pinta una película en un festival de escénicas?

‘Olho da Rua’ es un trabajo filmado en dos días con cien personas sin hogar de Recife, un testimonio a medio camino entre lo teatral y lo cinematográfico, entre la realidad y la ficción, de ese Brasil contemporáneo que sufre la desigualdad y la pobreza estructural. Aun siendo cine, la pieza incorpora un lenguaje teatral y performático vinculado con el llamado ‘Teatro del oprimido’ del director y dramaturgo brasileño Augusto Boal, que desarrolló en los años setenta una investigación en torno a un nuevo lenguaje escénico que destruía las barreras entre actores y público y que defendía la mejora de la vida de los grupos sociales más desfavorecidos.

Brillo y posibilidad

Para rodar esta pieza, De Andrade contactó con albergues públicos y organizaciones sociales de Recife que trabajan con población vulnerable y seleccionó a cien personas que vivían y viven en condiciones de pobreza y exclusión: “El Gobierno de Bolsonaro es un enemigo de los derechos humanos, sus políticas se notan en la vida cotidiana y se traducen en una gran cantidad de gente sin hogar, sin acceso a la salud, gente que no tuvo soporte durante la pandemia porque el gobierno no trabajó ni para traer vacunas ni para darles apoyo. Yo quería hacer una película con ellos, con gente que vive una situación de invisibilidad gigante en las lógicas de la ciudad, diseñada para quienes tienen hogar, trabajo, acceso a la educación o la salud. Y la idea del filme era pensar en una cámara que estuviera muy cerca de ellos y hacer que la invisibilidad se transmutara en brillo y posibilidad”, explica De Andrade a este diario.

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'Olho da Rua'.

‘Olho da Rua’, una expresión popular que se traduce por ‘ojo de la calle’ y que los brasileños emplean cuando les echan o les despiden de un trabajo o un lugar, da título a esta pieza que propone, desde el principio, un juego sobre la representación y la mirada (teatro puro y duro) a partir de acciones cotidianas y de otras que activa la ficción: los protagonistas de la pieza se miran a sí mismos y nos miran a nosotros mientras nosotros los miramos a ellos. Junto a ese árbol que abre la película, hombres y mujeres, jóvenes y mayores, van colocando mesas, sillas, sofás viejos, un altavoz enorme que alguien trae “para montar bulla”, y esa plaza, que es también un parque, se va llenando de gente que se saluda, se abraza, gente que come y que baila y que acaba convirtiendo el espacio en una fiesta. “¡Es la calle!”, dicen. De Andrade cuenta a El Confidencial que su idea inicial era rodar una película en la que no hubiera texto, solo gestos. Pero cuando empezó a trabajar con sus cien actores no profesionales, muchos le preguntaron cuándo podían hablar a cámara y contar lo que les pasaba. El artista cambió de idea. Y no fue la única vez.

Dos relatos distintos en la Bienal de Venecia

“Yo pensaba que el hambre sería el hilo conductor de todo, pero cuando empecé a hablar con ellos y me acerqué a asistentes sociales, me di cuenta de que el hambre no era el eje”, explica De Andrade, “sino la ruptura de un pacto social que tiene relación con un Brasil colonial, un país que no logró crear políticas de reparación y de integración dentro de las dinámicas capitalistas y que permite que el estado solo proteja a las élites dominantes”. De Andrade, artista plástico y visual reconocido internacionalmente, representó a Brasil en la última edición de la Bienal de Venecia, el pasado mes de abril. Y, como si jugara a ser agente doble, se adaptó al relato institucional del pabellón de su país con una exposición llamada ‘Com o coração saindo pela boca’ (‘Con el corazón saliendo de la boca’) que reunía distintas piezas —fotografía, escultura y vídeo— en torno a expresiones populares convertidas en metáforas del cuerpo, un cuerpo convertido en alegoría de Brasil. Al mismo tiempo, De Andrade participó con ‘Olho da Rua’ y su visión crítica de las políticas de Bolsonaro en una exposición colectiva de videoarte en otro espacio de la ciudad, el Complesso dell’Ospedaletto y la iglesia de Santa Maria dei Derelitti.

Me interesaba hacer un filme que mostrara el brillo de la gente y la potencia individual

No es esta la única tensión que atraviesa su obra. De Andrade asume también la existencia de ese conflicto ético que se materializa cuando conviertes la pobreza y la exclusión de los demás en una pieza de creación destinada a un público habitual de museos, galerías y festivales: “Me interesaba hacer un filme que mostrara el brillo de la gente y la potencia individual, y asumo lo difícil que es retratar a quienes están en situación de vulnerabilidad”, dice, “pero no podemos tomar eso como excusa para no intentar procesos que desafíen una invisibilidad que está perversamente naturalizada por el sistema y, si me toca hacer de esta película un intento de representar, de unirse, de encontrarse o de desafiarme éticamente, a pesar de que eso apunte mis propias contradicciones y sea arriesgado, lo hago”.

“El pueblo está en la calle, Bolsonaro”

Primeros planos de gente comiendo, gente que se acerca a la boca cucharas y tenedores que cargan comida, planos detalle de una acción ralentizada, pausada, muy lejos de la ansiedad o la compulsividad que quizá podríamos asociar a quienes no pueden comer todos los días. Al detenerse en sus bocas, De Andrade parece estar desafiándonos a participar de un momento íntimo y sagrado, acercándose a esas bocas que comen, pero que también hablan, gritan o se manifiestan. Después, muchos duermen, tendidos en la hierba, y alguien dice “fuera Bolsonaro, sale en la tele para ganar audiencia, pero todo el mundo sabe que es un fraude, colega”. Se reúnen en círculo, como si fuera una asamblea, y van colocándose en el centro hombres y mujeres que denuncian que la comida del restaurante popular “viene sin sal y está calentorra”, que piden paz, trabajo y vivienda, que reclaman respeto para las mujeres negras, para las travestis y las mujeres trans. Aplauden, bailan y corean: “el pueblo está en la calle, ¡Bolsonaro, es culpa tuya! ¡Bolsonaro, ladrón!”.

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'Olho da Rua'.

La película de Jonathas de Andrade se detiene, y es transparente, en las ideas de resistencia y colectividad en un escenario social y político muy concreto, el de las elecciones a las que se enfrenta el país el próximo 1 de octubre, que revalidarán a Jair Bolsonaro o darán a Lula da Silva una nueva oportunidad. Dice De Andrade que con este trabajo se dirige “al Brasil de hoy, al Brasil votante, a los que puedan pensar qué tipo de Brasil queremos y votar, sin duda, un proyecto que sea antagonista al de Bolsonaro”. El artista considera que el proyecto de Lula da Silva “es el único que tiene una agenda plural” y admite: “Yo me hice un artista con el Brasil de Lula, yo solo me pude convertir en un artista profesional porque el suyo era un gobierno que miraba a la cultura y los programas sociales, pero ahora estamos en una situación de fragilidad, no solo en la cultura, sino en terrenos como el de los derechos. Han sido años terribles, desastrosos, que destruyeron parte de Brasil, que ocasionaron muertes y un retroceso gigantesco, y yo no sé si el arte cambia, pero el arte activa subjetividades, el arte emociona y el arte nos hace pensar, y me gustaría que esta película contribuyera a una vibración y a llevar un mensaje sobre la urgencia del cambio”.

‘Olho da Rua’. Guion y dirección: Jonathas de Andrade. Hasta el 30 de octubre, dentro del Festival Internacional de Artes Escénicas ÍDEM, de La Casa Encendida, Madrid.

En su copa, el salón, el baño, la cocina y el dormitorio. En su tronco, las paredes y el tejado. A ras de suelo, la vida. Y en sus raíces, bajo tierra, el deseo y la pasión, la fuerza, la tragedia, el miedo y la resistencia. Es un árbol imponente y poderoso, un árbol que simboliza la idea de casa y de hogar para quienes no tienen un techo, un árbol testigo y memoria de la vida en la Praça do Hipódromo, en la ciudad de Recife, al noreste de Brasil. Un árbol sobre el que se apoya un espejo de cuerpo entero frente al que van desfilando hombres y mujeres que se observan con curiosidad, con detenimiento, como si fuera la primera vez que se miran. Y ensayan posturas, primero con pudor y después con desparpajo, y se sonríen y se colocan la ropa y se atusan el pelo. Es el primero de los ocho actos de ‘Olho da Rua’, una videoinstalación del artista brasileño Jonathas de Andrade, estrenada por primera vez en España dentro del Festival Internacional de Artes Escénicas ÍDEM, que se celebra hasta el 30 de septiembre en La Casa Encendida de Madrid. ¿Pero qué pinta una película en un festival de escénicas?

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