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Dejad de humillaros, españoles: ¿qué ha hecho por nosotros Isabel II al lado de Juan Carlos?
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Dejad de humillaros, españoles: ¿qué ha hecho por nosotros Isabel II al lado de Juan Carlos?

Parece que España se ha vuelto monárquica de golpe, o quizás siempre lo fue sólo que estaba de resaca y no podía salir de la cama

Foto: Isabel II y el duque de Edimburgo junto a Juan Carlo I y Doña Sofía (EFE M.H. de León)
Isabel II y el duque de Edimburgo junto a Juan Carlo I y Doña Sofía (EFE M.H. de León)

Me pinchan y no sangro. Parece que España se ha vuelto monárquica de golpe, o quizás siempre lo fue sólo que estaba de resaca y no podía salir de la cama. Me levanto inundado de imágenes, textos, videos y corazones rotos por la terrible pérdida de nuestra Reina, Isabel II; ah no, disculpen el tropiezo, era la Reina de Inglaterra; la misma que en setenta años de reinado, vino una sola vez a España para recordarnos que todavía nos enfrentaba Gibraltar: la última colonia en Europa del decadente Imperio, y que aún funciona como paraíso fiscal en su ecuánime ejemplo. Cuántos huérfanos ha dejado en nuestras calles. Como en la muerte de Diana, me temo que pasaré los próximos días abrazando almas rotas y leyendo abrumadoras columnas escritas desde la pérdida y el sufrimiento. Leerán burbujas, homenajes a un tiempo mejor, a la memoria de los niños, los cuentos de hadas y los zapatos que encajan en los pies de todas las niñas bien, que es lo que parecen algunos escritores a quienes leo en otros medios.

Es bien cierto que a la Nuestra, por eso va en mayúsculas, le ha sobrado entre medias, dos repúblicas, dos dictaduras, una guerra civil y dos exilios reales, y quizás todo eso haya contribuido a que seamos más Isabelinos que Juan Carlistas, pero si declaramos tres días de luto oficial en la Comunidad de Madrid, por la muerte de una reina ajena, ¿qué haremos cuando se muera a cinco mil kilómetros de distancia el Nuestro? O formularé mejor la pregunta, ¿qué hace a cinco mil kilómetros de distancia viviendo exiliado el Nuestro?

placeholder Las banderas madrileña, española y de la UE ondean a media asta en la fachada de la Real Casa de Correos, sede del Gobierno regional de Madrid por el fallecimiento de la reina Isabel II de Inglaterra. (EFE Luis Millán)
Las banderas madrileña, española y de la UE ondean a media asta en la fachada de la Real Casa de Correos, sede del Gobierno regional de Madrid por el fallecimiento de la reina Isabel II de Inglaterra. (EFE Luis Millán)

Los ingleses, inventores de las coderas y las moquetas entre otras cosas, inventaron la manera de hacer duque al pirata. Recuerdo al mejor jefe que tuve nunca, Manolo Díaz, presidente de Emi Music España, cuando me dijo, "AJ, no te fíes nunca de un inglés porque todos pueden ser el asesino”. Y su pueblo, que no se divide en dos bandos, ha sabido transformar la decadencia de un imperio en una marca registrada. Ya sea en tazas con su cara o en canciones de punk rock, Isabel II fue brillante por saber moverse dentro de una burbuja del diecinueve por el siglo veinte. Y copiando a los mejores emperadores romanos comprendió que lo más sencillo para conseguir el amor y la lealtad de un pueblo era dándole juegos: los Jubileos.

Retorno y lealtad

Así, durante tres décadas, la maquinaria real se ha esforzado en que los Rolling Stones fuesen Caballeros de la Orden del Imperio y que tocaran gratis en Hyde Park verano tras verano, que los Sex Pistols hicieran una emblemática canción de punk, o incluso que el insoportable Elton John cantara en la Abadía de Westiminster al plomazo de Diana de Gales, versión de los noventa de la Duquesa de Hollywood Bulevard, Megan Markle. Al final, la Reina salió del castillo para el funeral de la madre de sus nietos, pero había que entenderla: era una mujer de otra época. James Bond hubiera muerto cincuenta veces por ella y debe estar hecho polvo en estos momentos. Por eso han conseguido, película tras película, mellar poco a poco esa lagrimita que se nos cae ahora a los que vimos a 007 y que daríamos la nuestra por su Reina. Lo mismo con el arte, lo mismo con las becas a estudiantes, lo mismo con los nombramientos… Ahí es dónde radica el retorno y la lealtad; en esa inversión que hacen con los beneficios que tienen por ser quienes son. Y te hacen sentirte de ellos mientras siguen siendo tan distintos al resto.

Foto: La famosa portada de Jamie Reid del single de Sex Pistols 'God save the Queen'.

¿Saben cómo funciona el chiringuito del Ducado de Cornualles, por ejemplo? Verán, una ley de 1337 todavía vigente, otorga todas las herencias y activos financieros de los habitantes sin herederos de Devon, y de muchos condados más, al titular del Ducado, exento de pagar impuestos y al que pertenece el suelo donde sus habitantes desarrollan una cosa tan rara llamada vida. Como el suelo de Londres, aquella ciudad de turismo español desaforado, tiene un porcentaje enorme del suelo propiedad de la Corona: alquileres, ventas, empresas; negocios que amparan los ingresos del emblema, su poder y su nula necesidad de verse agraciada con otra cosa que no sea una bandera, un cambio de guardia, y la cara de su soberana en una taza. Pero así es como se alimentan los orgullos, mientras admiramos su lento caminar, desde su torre de Babel conquistada en los mares, que es lo que realmente ha representado la Reina Isabel II; esa tía abuela que era un poco de todos nosotros y que cosía el único hilo que nos mantenía atados a guerras mundiales y demás sucesos de libros de Historia.

Isabel II sólo hizo lo que sus privilegios le exigían: no dar demasiado la lata y conseguir, de puntillas, que todo se mantuviera igual

La Reina Isabel II sólo hizo lo que sus privilegios le exigían: no dar demasiado la lata y conseguir, de puntillas, que todo se mantuviera prácticamente igual. Y lo ha logrado convirtiéndonos un poco al resto, en un personaje de una novela de Woodhouse. Lloramos a una reina de un país ajeno que se pasaba por el forro a España, como un inglés tratando de aprender español. Quizás debemos atar unos cuervos negros a Palacio Real, dejar que la historia no nos enfrente sino que ayude a afrontar y mirar dentro de nosotros, y en lo escrupulosamente imperfecta que estamos convertido a la Nuestra.

Mientras eso pasaba, los ingleses han aceptado durante décadas el dinero de los rusos que ahora tanto condenamos, que encontraron en Albión a la Isla de Robinson Crusoe y en donde la visa de residente se pagaba a precio de oligarca. En sus fronteras, los jeques tienen leyes aparte, siempre conceden un exilio más y es el país de las maravillas donde además de ella, reina la libra esterlina marcando la política del país. Sí un hijo abusaba de menores de edad, una bofetada y sin honores militares, pero esa deuda la pago yo que una cuenta pequeña no me la chuleaba nadie, que para eso era Reina. El fútbol de los Estados con menos derechos sociales del mundo, pero es el fútbol y esa pelota no la toca ni Dios.

Tanta pena ajena

El suelo es Real, la unidad, total, y por eso debe ser cosa de los cuarenta millones de reyes (sic Churchill), porque no encuentro otra explicación lógica a tanta pena ajena. Mantenemos ese aura por el Reino Unido, como el que quiere ir a Harrods o a comprarse un disco de los Beatles, como si Franco aún estuviera vivo, y no existiera otra referencia mejor que la de mantener las viejas formas; como si ya el francés fuese sólo una postura sexual y no sepamos como levantarnos ante este muro de Berlín que se ha caído encima de todos.

Rompemos con nuestras tradiciones, con las de nuestros padres y abuelos, porque Isabel II reinaba con ellos y nosotros al mismo tiempo, pero nunca lo hizo al mismo paso. Por eso adoptamos ese sentimiento de telenovela mandando equipos de periodistas a Buckingham, cuando ninguno ha visitado todavía Abu Dhabi, y si lo que valen son los atributos, valga la redundancia, me quedo mil veces con los Atributos del Rey Juan Carlos, con sus errores de español, con sus tropiezos y sus balas. Me quedo con el Palacio Real, la Almudena, con los Jardines de Sabatini, con la Zarzuela, con el Pardo y el Museo del Prado, me quedo con Patrimonio Nacional, con la vela, Marivent y el moreno que molesta de lo bien que lo pasa.

Si lo que valen son los atributos, valga la redundancia, me quedo mil veces con los Atributos del Rey Juan Carlos

Y también con la democracia, la legalización del P.C., la bodeguita de González y eso que tanto revienta a todos ahora: la conciliación, la unidad y la falta de polarización. Por eso el ocho de septiembre no será la efeméride de la finada real, sino el quinto centenario de la primera vuelta al mundo en barco lograda por un marino de Guetaria llamado, Juan Sebastián Elcano, que no era fascista, ni franquista, ni mucho menos votante de Vox. Esperemos que, al menos, se copie de la Corona Inglesa esa inversión que han sembrado en ilusiones a todo su pueblo a base de premios, de becas, nombramientos, libros, y canciones de rock´n roll, que es lo que ha conseguido que hoy, medio mundo, esté llorando la muerte de la Reina más longeva de la vieja Europa.

Hasta entonces, me pregunto, si todas esas lágrimas que inundan estos días Madrid, serán como los ingleses y llorarán hacia dentro cuando se muera el Rey Juan Carlos.

Me pinchan y no sangro. Parece que España se ha vuelto monárquica de golpe, o quizás siempre lo fue sólo que estaba de resaca y no podía salir de la cama. Me levanto inundado de imágenes, textos, videos y corazones rotos por la terrible pérdida de nuestra Reina, Isabel II; ah no, disculpen el tropiezo, era la Reina de Inglaterra; la misma que en setenta años de reinado, vino una sola vez a España para recordarnos que todavía nos enfrentaba Gibraltar: la última colonia en Europa del decadente Imperio, y que aún funciona como paraíso fiscal en su ecuánime ejemplo. Cuántos huérfanos ha dejado en nuestras calles. Como en la muerte de Diana, me temo que pasaré los próximos días abrazando almas rotas y leyendo abrumadoras columnas escritas desde la pérdida y el sufrimiento. Leerán burbujas, homenajes a un tiempo mejor, a la memoria de los niños, los cuentos de hadas y los zapatos que encajan en los pies de todas las niñas bien, que es lo que parecen algunos escritores a quienes leo en otros medios.

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