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'Fire of love': la historia de amor de los vulcanólogos kamikazes
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'Fire of love': la historia de amor de los vulcanólogos kamikazes

El documental evoca la peripecia de Katia y Maurice Krafft, científicos pioneros y visionarios que sucumbieron en una erupción en 1991 y que reunieron imágenes memorables durante 20 años de aventuras

Foto: 'Fire of love'.
'Fire of love'.

Katia y Maurice Krafft habían asumido que los devoraría un volcán. La cuestión era cuándo y dónde. Murieron sepultados por la ferocidad de un flujo piroclástico en la falda del monte Unzen (Japón) en 1991, pero bien podrían haberse inmolado antes en cualquier otro escenario. Veinte años anduvieron jugándose la vida, asomándose al cráter, recorriendo el planeta —de Indonesia a Alaska— en busca de experiencias extremas.

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Las documentaron de manera exhaustiva. No solo para acreditar su temeridad o su valentía. Ni para convertirse en estrellas de la televisión francesa —como lo fueron—, sino para llevar a cabo un trabajo científico a pie de lava que los convirtió en vulcanólogos de referencia. Y que les permitió documentar y catalogar los grandes fenómenos telúricos de la Tierra.

Viene a cuento exhumar la aventura del matrimonio Krafft porque se ha estrenado un documental, 'Fire of love' ('El fuego del amor'), cuyo título mistifica la relación incandescente de la pareja y la devoción extremista hacia los volcanes. Se hacen un poco empalagosas las carantoñas del matrimonio Krafft y las prosaicas alusiones a la relación volcánica, pero se agradece el espectáculo visual de las imágenes que fueron capaces de 'sustraer' en la boca del lobo. Por la belleza. Por la intensidad. Por la fascinación. Y por la sugestión misma del peligro que contraen en sus aventuras.

Más todavía considerando la falta de medios. Katia y Maurice se desenvolvían con tanto entusiasmo como precariedad. Y arriesgaban la vida como si les alentara el síndrome de Empédocles, filósofo presocrático de Agrigento que se arrojó al volcán en búsqueda de la unión divina con la naturaleza. Se explica así mejor la 'naturalidad' con que se define a sí mismo como un kamikaze. "Prefiero vivir poco tiempo con intensidad que mucho tiempo en la monotonía", proclama el científico alsaciano.

Una visita a Estrómboli

Nació en Guebwiller (1946), nos recuerda el documental de la cineasta Sara Dosa. Y coincidió con Katia (1942) en la Universidad Estrasburgo. Los identificaban los estudios, el fervor de las revueltas sesentayochistas y la huella de la epifanía infantil, pues los cónyuges en cuestión —por separado— encontraron su vocación con una visita a la isla siciliana de Estrómboli.

Podríamos evocar en este contexto aquella película homónima de Rossellini en cuyo metraje se expone la evacuación real de una erupción, pero igual tiene más sentido acordarse de 'Te querré siempre', precisamente porque el filme del propio cineasta italiano subraya una excursión a Pompeya en la que resalta el abrazo de una pareja a la que sorprendió la erupción del Vesubio.

placeholder Fotograma de 'Fire of Love'.
Fotograma de 'Fire of Love'.

Así más o menos murieron los señores Krafft, aunque antes de hacerlo y de publicar sus películas y sus libros, se significaron en la pedagogía de la prevención. Les transformó a ambos la 'masacre' del Nevado del Ruiz. Y las 25.000 vidas que se cobró la erupción del volcán colombiano en 1985. Pedían explicaciones los Krafft a las autoridades, pero también se las reclamaban al volcán mismo, redundando en las contradicciones de un vínculo científico y mágico a la vez, más o menos como si las montañas de fuego contuvieran una fuerza de atracción totémica e irresistible.

El delirio del vulcanólogo no contradice el aprendizaje que se adquiere en el documental

Al cabo, el gran sueño de Maurice Krafft no era otro que navegar en el río de lava. Construirse a tales efectos una embarcación de titanio. Dejarse depositar en la cima por un helicóptero. Y descender por los meandros de fuego hasta alcanzar el mar y sentirse en una suerte de plenitud panteísta.

El delirio del vulcanólogo no contradice el aprendizaje que se adquiere en el documental de Sara Dosa. Suyo es el mérito de ordenar el material y de construir la trama. Y suya es la idea de contarnos la historia con la voz sensual de Miranda July. Le corresponde a ella entonar el epitafio. Y contarnos que el matrimonio desapareció entre los escombros sin otra huella que un reloj cuyas agujas se detuvieron para siempre.

Katia y Maurice Krafft habían asumido que los devoraría un volcán. La cuestión era cuándo y dónde. Murieron sepultados por la ferocidad de un flujo piroclástico en la falda del monte Unzen (Japón) en 1991, pero bien podrían haberse inmolado antes en cualquier otro escenario. Veinte años anduvieron jugándose la vida, asomándose al cráter, recorriendo el planeta —de Indonesia a Alaska— en busca de experiencias extremas.

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