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Por qué las personas inteligentes creen más en conspiraciones (y un remedio para evitarlo)
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Por qué las personas inteligentes creen más en conspiraciones (y un remedio para evitarlo)

No lo dicen solo las redes sociales: usted ha visto información digna de crédito según la cual George Soros está promocionando el independentismo catalán, el feminismo, la invasión islámica y la desnacionalización de España

Foto: George Soros. (REUTERS/Lisi Niesner)
George Soros. (REUTERS/Lisi Niesner)

Quizá usted esté convencido de que la guerra de Ucrania la inició Volodímir Zelenski, el presidente de Ucrania, por encargo de Joe Biden. Quizá usted sepa, porque lo ha leído de fuentes independientes, que la pandemia fue un inmenso engaño, fruto de una conspiración de las farmacéuticas y los gobiernos progresistas para provocar un acontecimiento que les permitiera aumentar el control sobre la población. No lo dicen solo las redes sociales: usted ha visto información digna de crédito según la cual George Soros está promocionando el independentismo catalán, el feminismo, la invasión islámica y la desnacionalización de España. Pero, sobre todo, usted sabe algo más: sabe que está harto de que los grandes medios y los partidos tradicionales le ridiculicen como si fuera un fanático, un conspiranoico, un ingenuo. Está cansado de que los intelectuales, los científicos y las élites corruptas se tomen a broma la manera en que ve el mundo y su país. No puede tolerar más que le tengan por un chiflado.

Tengo dos noticias. La primera: es muy probable que usted no sea nada tonto, como le acusan sus adversarios. En realidad, es probable que sea bastante listo. La segunda: puede que sea precisamente su inteligencia comparativamente alta lo que le hace estar equivocado en casi todo. Porque el rasgo psicológico que nos permite descubrir la verdad, con mucha frecuencia, no es la inteligencia. Es la humildad intelectual: saber que nos equivocamos y desear que nos corrijan.

Esto es lo que dice, con palabras mucho más sofisticadas y un montón de datos sacados de dos experimentos a los que se sometieron más de 2.000 personas, un reciente estudio llevado a cabo por dos psicólogos, Mark Alfano y Marco Meyer, titulado 'Fake News, teorías de la conspiración y vicios intelectuales'. En él, hacen afirmaciones chocantes pero que resultan más o menos verosímiles.

Apertura contra arrogancia

Alfano y Meyer basan sus conclusiones en un montón de entrevistas cuyas respuestas ubican en una escala de “virtudes intelectuales”: el grado de apertura mental o de arrogancia (si nos tomamos en serio o no a quienes piensan distinto), el grado de modestia intelectual o vanidad (lo mucho que nos importa parecer el más listo en una reunión), la motivación para investigar o el aburrimiento que esto nos produce (si, por ejemplo, estamos dispuestos a leer sobre culturas distintas con genuino interés) y la disposición a ser corregido (si es algo que aceptamos o nos sentimos heridos cuando ocurre).

Es irrelevante si se es hombre o mujer para creer en fabulaciones políticas. Es casi irrelevante el nivel educativo

Los autores mezclan estas cuatro mediciones —en lo que se llama un “índice sintético”, un mecanismo habitual en las ciencias sociales que es muy útil pero no del todo fiable— y, tras hacer el experimento dos veces, llegan a la conclusión de que las personas que presentan unos u otros rasgos en esa escala tienden a creerse en mayor o menor medida las teorías de la conspiración y las noticias falsas. Algunos datos son llamativos: es irrelevante si se es hombre o mujer para creer en fabulaciones políticas. Es casi irrelevante el nivel educativo. En contra de lo que dicen otros estudios, no es cierto que las personas mayores se crean más las teorías conspirativas y las noticias falsas, ni que las hagan circular en mayor medida. Tampoco importa la etnia. Pero sí importan otras cosas: “cuanto más rico eres —dicen los autores—, menos probable es que apoyes teorías de la conspiración y consideres creíbles las noticas falsas”.

También es relevante cómo se informa alguien: “es un poco más probable que la gente que se informa en las redes sociales apoye las teorías […] Existe una relación negativa entre leer periódicos y dar credibilidad a las noticias falsas”. Y por último, y aún más irritante, supongo, para muchos, es que existe una relación directa entre la ubicación ideológica y las creencias religiosas, por un lado, y la credibilidad que se da a las noticias falsas: los dos experimentos, llevados a cabo en Estados Unidos, detectaron que “es más probable que los republicanos apoyen conspiraciones y noticias falsas, y también las personas religiosas”.

Humildad intelectual

El estudio, como decía, tiene problemas. Por un lado, están la definición de los criterios y la conversión de ideas complejas —por ejemplo, nuestra respuesta emocional cuando alguien nos lleva la contraria— a una cifra que luego conforma un índice. Y también hay nociones que chocan con la experiencia cotidiana: resulta difícil creer que haya tan poca gente de izquierdas que crea en teorías de la conspiración, o no ver que en ocasiones son los propios medios de comunicación respetables quienes las transmiten a sus lectores. Por último, está la cuestión de que estos índices se basan en la manera en que la gente se percibe a sí misma. Y seguramente todos nos describimos de una manera poco precisa, por decirlo suavemente.

La gente lista y arrogante no solo cree en teorías de la conspiración, sino que usa su inteligencia para darles una apariencia razonable y creíble

Pero el estudio es valiosísimo en un sentido: resalta las virtudes de la humildad intelectual. No tener la valentía suficiente para reconocer que puedes estar equivocado es el “vicio epistémico” (o, por decirlo con menos pedantería, la “tara intelectual”) que hace que con mucha frecuencia nos creamos auténticas tonterías. Y, como señalan los autores, no hay relación entre la inteligencia y la humildad: uno puede ser muy listo y muy humilde, pero también muy tonto y muy arrogante. Lo peor de todo es que, como dice el estudio y todos hemos visto, la gente lista y arrogante no solo cree en teorías de la conspiración, sino que usa su inteligencia para darles una apariencia razonable y creíble.

¿Qué hacer al respecto? Es difícil saberlo. En otro momento les habría dicho: lean un periódico con el que no estén de acuerdo ideológicamente. Pero como señalan otros estudios psicológicos en línea con este, enfrentarnos a opiniones contrarias no hace que variemos las nuestras, sino que nos aferremos aún más a ellas. Podríamos empezar por hacer una lista con todas las veces que nos hemos equivocado y tenerla a mano cuando vayamos a hacer una afirmación tajante. Y luego está el arrepentimiento intelectual, claro: si algún día hay pruebas claras de que las teorías de conspiración que he enumerado al principio son falsas, imprimiré este artículo y me lo comeré. No será agradable, pero la humildad intelectual es la mejor herramienta que tenemos para protegernos del error.

Quizá usted esté convencido de que la guerra de Ucrania la inició Volodímir Zelenski, el presidente de Ucrania, por encargo de Joe Biden. Quizá usted sepa, porque lo ha leído de fuentes independientes, que la pandemia fue un inmenso engaño, fruto de una conspiración de las farmacéuticas y los gobiernos progresistas para provocar un acontecimiento que les permitiera aumentar el control sobre la población. No lo dicen solo las redes sociales: usted ha visto información digna de crédito según la cual George Soros está promocionando el independentismo catalán, el feminismo, la invasión islámica y la desnacionalización de España. Pero, sobre todo, usted sabe algo más: sabe que está harto de que los grandes medios y los partidos tradicionales le ridiculicen como si fuera un fanático, un conspiranoico, un ingenuo. Está cansado de que los intelectuales, los científicos y las élites corruptas se tomen a broma la manera en que ve el mundo y su país. No puede tolerar más que le tengan por un chiflado.

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