Es noticia
Boicots, desapariciones y monzones: así fue el desastroso rodaje de 'La isla del doctor Moreau'
  1. Cultura
SE ESTRENÓ EL 23 DE AGOSTO DE 1996

Boicots, desapariciones y monzones: así fue el desastroso rodaje de 'La isla del doctor Moreau'

El 23 de agosto de 1996 se estrenó una nueva adaptación al cine de 'La isla del Doctor Moreau'. Su rodaje fue la gran pesadilla contada en el documental 'Lost Soul'

Foto: Marlon Brando en 'La isla del doctor Moreau'
Marlon Brando en 'La isla del doctor Moreau'

Existen los rodajes malditos, marcados por un indiscutible y cartesiano mal fario, de esos en los que el protagonista muere y tiene que ser sustituido por otro, de esos en los que un fuego destroza los decorados, de esos en los que la productora oculta una bancarrota, de esos en los que secuestran los negativos, de esos en los que al director sólo el Escitalopram le salva del puenting, y existe el rodaje de ‘La isla del Doctor Moreau’ de 1996, un drama entre bambalinas en más de tres actos, la pesadilla de cualquier cineasta, el súmmum del descontrol. Si pensaban que la medalla de oro la merecía Terry Gilliam con su ‘Don Quijote’ gafado es que no conocen la desdicha de Richard Stanley.

El 26 de agosto de 1996, después de un martirio agónico, llegó a las salas de cine una nueva adaptación de ‘La isla del Dr. Moreau’ a la que recibieron con más pena que gloria: poco público y peores críticas. John Frankenheimer, dos veces nominado a la Palma de Oro, y dos al Globo de Oro a Mejor dirección, renegó de un resultado que los medios especializados tildaron de caótico y deslavazado, con un Marlon Brando pasado de vueltas y un reparto con síndrome postraumático que no quiso volver a saber del asunto. La película no llegó a recaudar en todo el mundo los 40 millones de dólares de su presupuesto, lo que la convirtió en uno de los mayores batacazos hasta la época.

Pero empecemos por donde se empiezan las historias: por el final. En los sótanos de un castillo del sur de Francia, un hombre corpulento, con el pelo largo y oscuro, tocado con un sombrero de ala ancha y uniformado siempre de riguroso negro, malvive en condiciones insalubres rodeado de botellas de alcohol vacías. En la zona rumorean que es un cineasta retirado relegado al ostracismo y al trauma por un proyecto catastrófico, ‘La isla del Doctor Moreau’. Pero, ¿no era Frankenheimer el director del aborto fímico? ¿Por qué no aparece Stanley en los créditos?

Una visión oscura y adulta

Principio de los 90. Richard Stanley tiene 30 años y acaba de convertirse en el nuevo genio del cine de terror independiente con -Hardware- y ‘El demonio del desierto’. Hollywood -la productora New Line- clava su pupila verde dólar en el joven director sudafricano y le ofrece sacarlo de los márgenes, convertirlo en una estrella y cubrirlo de millones para desarrollar el proyecto de su vida. Stanley vio entonces la posibilidad de levantar una idea que llevaba persiguiendo desde su infancia: una adaptación de una de las novelas más conocidas de H. G. Wells. Stanley tenía una visión oscura y adulta de la historia de Wells, sin concesiones, forzando lo grotesco de la aleación entre humanos y animales que propone el libro, mucho más explícita que las anteriores versiones para el cine -la de 1977 contó con Burt Lancaster como protagonista.

La productora confía y el proyecto se pone en marcha. Confía. Al principio.

Como cuenta el hilarante documental ‘Lost Soul’ (2014), de David Gregory -disponible en Filmin-, la producción de ‘La isla del Doctor Moreau’ empezó a torcerse cuando en el reparto, que iba a contar con Bruce Willis y James Woods, entró un Val Kilmer endiosado y empeñado en hacerle la vida imposible a sus compañeros. Kilmer, que acababa de protagonizar ‘Batman’, llegó dos días tarde al rodaje y se negó a seguir las líneas de guión que Stanley y Ron Hutchinson habían escrito para su personaje, Montgomery. Marlon Brando y ‘él iniciaron una guerra fría que vició el ambiente del rodaje. Kilmer pidió rehacer el casting y reducir en 40 días sus jornadas, mientras el presupuesto en el set australiano escalaba imparable a cada nueva indecisión. Y New Line empezó a desconfiar del capitán del barco.

Foto: 'Val'. (Filmin)

Stanley tuvo dos días para convencerles de que podía sacar adelante un proyecto de tal envergadura. No lo hizo. El comienzo del rodaje fue tan calamitoso que al segundo día la productora optó por sustituirle. Le montaron en un avión y lo mandaron de vuelta a casa. Pero nunca llegó a su destino. Richard Stanley desapareció. Mientras, la imprevisibilidad de las inclemencias climáticas-lluvias torrenciales, vientos huracanados- seguían cebando la factura final, y entre que se reanudaba el rodaje o no, los extras, vestidos de animales, decidieron celebrar su propia bacanal de sexo salvaje, ya que no tenían otra cosa que hacer en ese paraje australiano paradisíaco perdido de la mano de Dios.

Al segundo día la productora optó por sustituir al director. Le montaron en un avión y lo mandaron a casa. Pero nunca llegó...

Los costes de parar el rodaje eran demasiados, así que buscaron un sustituto que decidiese hacerse cargo de la película por no demasiado dinero. Y John Fankenheimer se ofreció a hacerlo. Pero no sabía dónde se metía. Su relación con Kilmer fue tan tirante que, al parecer, Frankenheimer juró que no volvería a trabajar con Val Kilmer aunque le encargasen su propia biografía. Tampoco lo tuvo fácil con Brando, que, indignado, empezó a caracterizar a su personaje de las maneras más estrafalarias. También se negó a aprenderse las líneas de diálogo, exigiendo que se las dictasen por un pinganillo. Y a entrar en el set antes que Kilmer. Muchas de sus secuencias tuvieron que rodarse con un doble, mientras el actor utilizaba al actor Nelson de la Rosa, conocido como el actor más pequeño del mundo -medía 70 centímetros-, como arma arrojadiza contra sus compañeros. De la Rosa llegó a pegarle un puñetazo en la entrepierna al actor alemán Marco Hofshneider.

Reaparece Stanley

Frankenheimer no pudo hacerse respetar en el set y, como cuenta Fairuza Balk, Aissa en ‘La isla del Doctor Moreau’, sólo supo imponerse a base de gritos y malas formas, lo que empeoró aún más su relación con el equipo. Incluso tuvo problemas con un extra vestido de animal antropomorfo que, una y otra vez, estropeaba las tomas. Parecía, incluso, que deliberadamente. Hasta que la producción descubrió que, bajo el pelo y el látex de aquel extra ‘cojonero’ se encontraba el propio Stanley, que durante días había vagado por la selva hasta volver a rodaje con una ingeniosa venganza en mente.

Más de un cuarto de siglo después, la leyenda del naufragio de ‘La isla del Doctor Moreau’ es difícilmente superable. Eso sí, Stanley, a pesar de alejarse de la industria durante más de 20 años, siguió rodando cortometrajes y mediometrajes independientes, alejado de los focos, hasta volver a primera línea de la mano de Nicolas Cage -la alianza de los redimidos- con la hipnótica y sugerente ‘Color out of Space’ en 2019. Pero probablemente, cada 23 de agosto, un escalofrío le recorra la espalda recordándole los traumas de su propio Vietnam.

Existen los rodajes malditos, marcados por un indiscutible y cartesiano mal fario, de esos en los que el protagonista muere y tiene que ser sustituido por otro, de esos en los que un fuego destroza los decorados, de esos en los que la productora oculta una bancarrota, de esos en los que secuestran los negativos, de esos en los que al director sólo el Escitalopram le salva del puenting, y existe el rodaje de ‘La isla del Doctor Moreau’ de 1996, un drama entre bambalinas en más de tres actos, la pesadilla de cualquier cineasta, el súmmum del descontrol. Si pensaban que la medalla de oro la merecía Terry Gilliam con su ‘Don Quijote’ gafado es que no conocen la desdicha de Richard Stanley.

Hollywood
El redactor recomienda