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Cien años de 'Nanook el esquimal': ¿el primer documental de la historia o un montaje de ficción?
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Centenario polémico

Cien años de 'Nanook el esquimal': ¿el primer documental de la historia o un montaje de ficción?

Robert Flaherty consiguió un éxito inmediato en el verano de 1922 con la proyección de este film cuya autenticidad y métodos de rodaje ahora se ponen en cuestión

Foto: Fotograma de 'Nanook el esquimal'. (Cedida)
Fotograma de 'Nanook el esquimal'. (Cedida)

Gracias a una escena digna del mejor Hitchcock (un fumador descuidado que deja caer su cigarrillo sobre miles de metros de película rodada que son devorados por las llamas) nació el cine documental hace cien años de la mano de Robert Flaherty considerado el patriarca del cine de la realidad con su producción sobre 'Nanook el esquimal'.

La película perdida contenía un material etnográfico de primera calidad, rodado en el norte de Quebec, en las tierras árticas heladas habitadas por los inuit. Solo se salvó el copión (un montaje de película positivada), que al ser revisado por el propio Flaherty, comprendió que no tenía una película de éxito. Entendió aquel desastre como un acto premonitorio y buscó dinero para volver a rodar en aquellas condiciones extremas. En el cálido verano de 1922 proyectó por fin en público la nueva versión de las peripecias de los esquimales en su hábitat helador y consiguió no solo un éxito comercial, sino encumbrarse a la cima como el primer documental en la historia. Nuevas informaciones sobre aquel proceso y el cambio de perspectiva histórica ponen ahora en cuestión la autenticidad del documento y los métodos de rodaje, despojando a Flaherty de parte de su aureola de pionero y maestro.

Nuevas informaciones sobre el rodaje de 'Nanook' y el cambio de perspectiva histórica ponen ahora en cuestión la autenticidad del documento

Hijo de un ingeniero de minas, con 26 años se dedicó ya al campo de la exploración junto a los constructores de los ferrocarriles canadienses. Pero su interés derivó del negocio mineral a la atracción por las tierras del norte y sus esforzados habitantes esquimales a los que empezó a rodar y mostrar para gran alborozo popular y de los responsables de los museos etnográficos del norte de América. En diciembre de 1895, los Lumière habían proyectado la seminal salida de los obreros de la fábrica. Un corte de tres minutos. Casi veinte años después, Flaherty aspiraba a ofrecer más que un simple documento. El siguiente paso era crear una gran película.

El material recogido en sus siguientes viajes, con escenas rodadas sobre el mundo helado del norte, había terminado en la hoguera en 1916, cuando ya daba los últimos retoques a la película. Un sueño convertido en humo. Hasta después de la Primera Guerra Mundial, el empeño de Flaherty no consiguió un apoyo económico que finalmente le daría la compañía del negocio de pieles Revillon Frères. Le proporcionaron 500 dólares al mes por un periodo abierto, 13.000 dólares más para equipos técnicos, tres mil dólares en crédito para pagos a los nativos. Tardó dos meses en llegar al punto de destino al norte de la Bahía del Hudson y permaneció allí rodando dieciséis meses más. Tenía experiencia geográfica y en el trato con los habitantes que iban a ser el objeto de su película. Ahora había que hacer un buen trabajo, sobrevivir al frío y evitar el fuego.

placeholder Cartel de 'Nanook del Norte'. (Cedida)
Cartel de 'Nanook del Norte'. (Cedida)

El resultado de este proyecto reelaborado sería 'Nanook del norte' (titulado en español como ‘Nanook el esquimal’), cuya producción fue ardua y arriesgada, al rodarse en condiciones extremas de frío y nieve, jornadas maratonianas, peligros para el equipo técnico y para las personas expuestas a los osos polares, por no hablar de las condiciones de luminosidad para el rodaje, extrema o nula según los escenarios. Sin luz suficiente en el interior de un iglú, la solución fue rodar con los personajes ateridos de frío en uno falseado sin techo. No sería esta la única licencia que se tomó Flaherty para embellecer su historia en un mundo exótico y entonces desconocido.

Aquel momento de revelación, cuando el fuego destruyó su primer proyecto, llevó al director a plantearse otro tipo de narrativa en línea a la de las nuevas películas de ficción de la época. La frialdad del mero documento etnográfico debía ser acompasada por otro método de contar las cosas. Para empezar, debía contar con un protagonista de la historia, su Nanook y familia, con unos objetivos a conseguir, la pesca o la caza del oso, y un concepto progresivo de la narración a través de los viajes, etc. No había actores, ni un guion totalmente predeterminado, pero Flaherty asimiló la mecánica y la gramática de las películas de ficción y las trasladaría con éxito a este proyecto definitivo.

No había actores ni un guion totalmente predeterminado, pero Flaherty asimiló la mecánica y la gramática de las películas

Fue rechazada tras su visionado por Paramount (que la consideró un mero film etnográfico sin valor comercial), pero la francesa Pathè se hizo con los derechos de distribución. Su estreno, en el teatro Capitol de Nueva York el verano de 1922, fue un éxito inmediato. Primero en los Estados Unidos e inmediatamente en Europa. El coste final de 53.000 dólares quedó bien recompensado. Paramount no tardó en llamar a Flaherty para un nuevo proyecto, que se rodaría en los mares del Sur. El género documental había conseguido por fin una vía de buena financiación, aunque seguiría en un vaivén histórico hasta nuestros días.

El destacado crítico del momento Robert E. Sherwwood en su libro 'Las mejores películas de 1922-23’ llega a escribir del film que "Nanook es único, se mantienen en una categoría por sí mismo. Sin duda no hay lista de las mejores películas del año o de todos los años en la corta historia del cine que se considere completa si no la incluye". Luego llegarían las obras maestras del documental crecidas en su estela firmadas por los Vertov, Vigo, Ivens… que harían crecer la historia paralela del cine, el de la realidad, a sus mayores grados de estética y de interés. Nanook y Flaherty alcanzarían la cumbre del llamado cine del "explorador como documentalista", que mantuvo su interés durante una década hasta que el conocimiento del mundo exótico se hizo más asequible y hasta la llegada de la nueva gran guerra que cambió los esquemas e intereses. Pero ya en 1964, cuando el apreciado festival de Manheim hizo la selección de los mejores documentales de todos los tiempos, colocó como el primero de la lista a 'Nanook del Norte'.

La fina línea entre documental y ficción

Sin embargo, en los últimos tiempos las investigaciones y análisis han derivado en una visión muy crítica del método de trabajo de Flaherty, acusado de "fabricar" una realidad paralela, quizá en busca del éxito de la producción, pero apartándose de los cánones de ética y veracidad requeridos por este género, distinto y distante de la ficción cinematográfica para unos, pero no tanto para otros. Más que una visión directa de un mundo complejo y una geografía y climas hostiles, podríamos estar ante un gran montaje en el que la mayoría de los elementos carecen de una base auténtica o real.

Fue rechazada tras su visionado por Paramount, pero la francesa Pathè se hizo con los derechos de distribución. Y fue un éxito inmediato

Según los críticos más adversos, estamos ante una burda recreación, empezando por el cambio en los nombres y roles de los personajes. Ni Nanook se llamaba así (ya que su nombre inuit era Allakariallak), ni las dos mujeres que se presentan como sus esposas lo eran. Lo retratado y relatado es una visión de la vida esquimal en un periodo previo, no ya de los años veinte, que se ofrece como real en la pantalla. Los inuit ya no eran desconocedores de ciertas tecnologías, ni vestían, ni vivían o cazaban como se muestra en el film. Las críticas de conservacionistas de esta tribu canadiense sobre los métodos o la imagen proyectada no empañan todo el legado de Flaherty, que sigue siendo celebrado en la ciudad donde se rodó la película, que incluso ha levantado una estatua Nanook. También, se critica que el director llegase a tener una hija con una de las protagonistas, aunque nunca la reconoció, incrementándose las críticas al carácter de colonizador del productor y director. De igual manera, la palabra "esquimal" está en desuso en Canadá, utilizándose inuit para los habitantes de las regiones árticas, por considerar aquella despectiva y racista.

placeholder Fotograma de 'Nanook el esquimal'. (Cedida)
Fotograma de 'Nanook el esquimal'. (Cedida)

Hasta qué punto es aceptable adulterar la realidad para hacer lo real más real es un dilema que ha acompañado al cine documental desde sus inicios. Las reconstrucciones o dramatizaciones de hechos y situaciones, los usos de archivos dudosos, la creación de bandas sonoras fuera de rodaje… son algunas de las actuaciones que se cuestionan los defensores de los baremos estrictos del cine documental, y que provocan un debate más vivo que nunca ante la ampliación de las fronteras de un género en auge, tanto por número de producciones, nuevas fórmulas narrativas y el creciente interés de las audiencias.

Conocedor de estas y otras leyendas en torno a Nanook, el cineasta Víctor Erice —director de 'El sol del membrillo— consideraba que "a Flaherty le legitima la visión utópica, la búsqueda del hombre antiguo, lo que fuimos frente al mundo industrializado". Esta visión utópica —cuando el mundo va a destruirse en la Primera Guerra Mundial— más el impulso poético que eleva la calidad del film, asientan su posición en la historia del cine. El séptimo arte nació como documental, y las "pequeñas manipulaciones" ya estuvieron en la primera secuencia de los Lumière, de la que hicieron varias versiones para mejorar la visión de la salida de los obreros de la fábrica. El propio Erice, en sus comentarios académicos sobre la película, llega a decir que "Flaherty nunca pensó, ni dijo que hiciese un documental con Nanook".

El séptimo arte nació como documental, y las "pequeñas manipulaciones" ya estuvieron en la primera secuencia de los Lumière

Elías Querejeta, productor de 'El desencanto', y gran defensor del cine de realidad, era consciente del híbrido conceptual sobre el que se mueve este tipo de producto. Por ello, siempre obligaba a poner la palabra película antes de documental en sus producciones. El debate viene desde el principio, desde que el cine es cine, y no tendrá fin. La cara oculta de Nanook es un episodio más de los límites que puede o debe imponerse a sí mismo un cine de no ficción, que en su centenario ha tomado nuevos caminos y un claro impulso en el mundo audiovisual.

Gracias a una escena digna del mejor Hitchcock (un fumador descuidado que deja caer su cigarrillo sobre miles de metros de película rodada que son devorados por las llamas) nació el cine documental hace cien años de la mano de Robert Flaherty considerado el patriarca del cine de la realidad con su producción sobre 'Nanook el esquimal'.

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