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Le llaman el clandestino: Plácido Domingo reaparece en el Real pese al veto del Gobierno
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Le llaman el clandestino: Plácido Domingo reaparece en el Real pese al veto del Gobierno

El cantante regresa tres años después gracias al Universal Festival Music, que le propone un acceso paralelo como protagonista de un recital a la vera de Sonya Yoncheva

Foto: Plácido Domingo, en Budapest, el pasado marzo. (EFE/EPA/Szilard Koszticsak)
Plácido Domingo, en Budapest, el pasado marzo. (EFE/EPA/Szilard Koszticsak)

Tres años se ha demorado el exilio de Plácido Domingo fuera del Teatro Real, pero no puede decirse que el maestro regrese por la Puerta Grande. El veto explícito del Gobierno ha malogrado su presencia en las funciones de 'Nabucco', de tal manera que el barítono madrileño ha encontrado resarcimiento e indulgencia en el festival paralelo que ha organizado la compañía discográfica Universal.

Esa es la razón por la que Domingo reaparece semiclandestinamente este domingo en el templo de sus proezas. Le acompaña la diva búlgara Sonya Yoncheva. Y se prodigarán en un repertorio —Verdi, Massenet, Giordano…— que ilustra la versatilidad de ambos. Y que predispone un reencuentro de emociones y de laureles.

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La historia contemporánea del Teatro Real puede contarse desde muchas perspectivas, pero ninguna tan rotunda como la que proporciona Plácido Domingo. Protagonista de la primera temporada, con el estreno mundial de 'Divinas palabras' (García Abril), y artífice luminoso de la 18-19, con su papel hegemónico en el 'Giovanna d’Arco', de Giuseppe Verdi.

Más de veinte años separan un acontecimiento del otro. Y exponen no ya el milagro de la longevidad dominguista, sino la credibilidad artística con que ha alcanzado la proeza y la ferocidad con que ha explorado el repertorio, hasta el extremo de que la relación de Domingo y el Real, entre 1997 y 2019, aloja 17 papeles diferentes. Y abarca todas las épocas, desde el barroco ('Tamerlano', de HandeL) y el clasicismo ('Ifigenia', de Gluck), hasta los héroes wagnerianos, la música francesa —Massenet, Saint-Saëns—, el melodrama verdiano, la actualidad del siglo XX ('Cyrano de Bergerac') y la creación estrictamente contemporánea (Antón García Abril).

Nadie ha cantado más funciones que él. Triunfó como tenor y como barítono

Semejante proeza sitúa a Domingo como eje del Teatro Real en su época moderna. Nadie ha cantado más funciones que él. Ningún colega puede emular su inexplicable proceso de adaptación. Domingo triunfó como tenor y lo hizo como barítono, entre otras razones, porque su reaparición en el papel grave de 'Simon Bocccanegra' (Verdi) representa una de las veladas más emotivas que puedan evocarse en el momento de hacer memoria e inventario. Había una razón puramente musical, como la mutación baritonal del cantante madrileño, pero también se produjo una suerte de ceremonia sentimental, pues Domingo regresaba a los escenarios después de haberse sobrepuesto a un cáncer de colon. Lo sabían los espectadores. Y quisieron reconocérselo, no desde la condescendencia, ni desde la piedad, sino desde la conmoción. Resultaba imposible que aquel coloso hubiera convalecido como un mortal.

placeholder Plácido Domingo, durante un concierto en el Teatro Colón de Buenos Aires. (EFE/Juan Ignacio Roncoroni)
Plácido Domingo, durante un concierto en el Teatro Colón de Buenos Aires. (EFE/Juan Ignacio Roncoroni)

Mortal nunca ha sido Domingo. O ha sido un mortal de cualidades hiperbólicas. Una naturaleza descomunal. Una memoria de espía setentero. Una intuición de superviviente. Y una curiosidad que le ha llevado a sobrepasar todas las barreras imaginables. Desde las más abstractas, como el espacio y el tiempo, a las más concretas, como el catálogo del repertorio. Y el repertorio se antoja ese laboratorio donde Domingo ha debido forjar un pacto mefistofélico. De otro modo, resulta imposible explicar cómo un cantante de ópera particularmente abnegado e implicado alcanza a interpretar 150 papeles diferentes en su carrera y cruza el umbral de las 4.000 funciones operísticas.

No es que Domingo sea el cantante más longevo de la historia. Es el cantante que más años, décadas, ha permanecido como estrella y mito del gran circuito. Quiere decirse que su caso escapa a la estirpe lastimera de las viejas glorias que se arrastran en los casinos a la vera de un pianista crepuscular, y que pertenece, en cambio, a la categoría particular —suficientemente particular como para ocuparla en solitario— de quienes permanecen sistemáticamente anunciados.

Domingo ha sido en el Real tanto Sansón como Sigfrido. Cyrano de Bergerac y Macbeth. Mártir de Glück y héroe de Pushkin. La promiscuidad alcanza a emular el catálogo de Leporello en la celebérrima aria de 'Don Giovanni', pero no significa, no, que Plácido Domingo haya sido un cantante camaleónico. Y puede parecerlo...

El Teatro Real representa la conciliación de una vida y de una historia comunes

En realidad, la versatilidad establece un paralelismo con el que Marlon Brando expuso en el cine. Igual que Brando nunca dejó de ser Brando en todos los papeles que hizo, Domingo nunca ha dejado de ser Domingo en su apabullante multiplicación. Poco importaba que Brando se transformara, que se maquillara o que se disfrazara para desdibujarse él mismo. Y tanto importaba un papel corpulento, complejo, de Tennessee Williams como lo hacía el rol de geniecillo japonés en 'La casa del té de la luna de agosto'. El personaje quedaba detrás de su voluptuosa y caníbal manera de trabajar. Terminaba verificando, demostrando, el propio Brando un adagio de Montgomery Clift que podría extrapolarse a Plácido Domingo: interpretar no es actuar, es ser. Y Domingo ha sido todos los papeles que le hemos visto fuera y dentro del Teatro Real, porque en todos ellos ha encontrado un punto de apoyo en el que reconocerse.

Domingo es una figura descomunal. Pretender medirlo equivale a la osadía de limitarlo. Lo ha demostrado mejor que en ningún otro sitio en el Teatro Real de Madrid. Que nunca fue su casa hasta que terminó siéndolo. Y que representa la conciliación de una vida y de una historia comunes.

Algunas mujeres acusaron a Domingo de haber abusado y de haberse extralimitado

Vuelve Domingo después de haber sobrevivido al covid en su fase más aguda y de haberse sobrepuesto a la campaña de acoso mediático y de represalias parajudiciales por el escándalo de su 'comportamiento impropio'. Fue así como lo definió la investigación que se le abrió en la Ópera de Los Ángeles, donde ejercía de sobreintendente. Y donde algunas mujeres le acusaron de haber abusado y de haberse extralimitado.

Comportamiento impropio. No es una figura penal, sino el pretexto de una condena social que le ha amenazado con la muerte civil y a la que Domingo ha reaccionado, reencontrándose con su vocación en los países y los teatros que se han distanciado de la campaña justiciera. La Scala, la Ópera de Viena, el Bolshoi. El Festival de Salzburgo. Verona. O la Ópera de Múnich, cuyo festival veraniego ha sido testigo estos días de unas funciones triunfales de 'La traviata' que revalidan al maestro como coloso verdiano.

placeholder Plácido Domingo atiende la conferencia de prensa del Festival de música Cesky Krumlov, en Praga. (EFE/EPA/Martin Divisek)
Plácido Domingo atiende la conferencia de prensa del Festival de música Cesky Krumlov, en Praga. (EFE/EPA/Martin Divisek)

Ya tiene 81 años Domingo. No lo demuestran su vitalidad ni su inagotable curiosidad. Ha sido el Real testigo de ambas. Ha estimulado el teatro madrileño la vocación exploradora de Domingo. No ya en papeles que lo habían consagrado mundialmente, como su 'Parsifal' de 2001 o su Valquiria de 2003, sino con experiencias tan insólitas como la producción de 'Tamerlano' de Handel que llevó a cabo en 2008.

Era entonces Antonio Moral el sobreintendente del coliseo madrileño. Y le maravillaba, le sorprendía, las horas a las que Domingo se marchaba de los ensayos. Estudiando, repasando un papel enormemente difícil. Y no solo porque el polifacético cantante había frecuentado muy poco durante su carrera el repertorio de Handel o de sus contemporáneos, sino porque el barroco se regocija en un hábitat musicológico, interpretativo, estético, escasamente propicio al protagonismo de las estrellas de la ópera. Tenía sus reglas, su personalidad, el llamado movimiento historicista. Y dirigía la ópera uno de sus más ecuánimes valedores, Paul McCreesh, impresionado por la actitud escolar y fascinada del coloso Domingo.

Siete arias contenía su papel, más allá de los interminables recitativos Un registro abaritonado. Unos requisitos de ornamentación y de estilo que Domingo casi nunca había practicado. Se avenía a las reglas de la ortodoxia barroca. Y se sometía a una rigurosa disciplina, llegando a bloquear hasta tres meses de su agotadora agenda.

"¿Por qué haces esto, Plácido?", le preguntaba Moral. El propio intendente lo había contratado como reclamo de la ópera de Handel y como titular del papel de Bajazet, pero la pregunta tenía sentido en el desafío que Domingo se había puesto a sí mismo. Estando por encima del mal y del bien, el cantante desafiaba al espejo.

"¿Por qué hace esto, Plácido?".

"Para mantenerme vivo".

Tres años se ha demorado el exilio de Plácido Domingo fuera del Teatro Real, pero no puede decirse que el maestro regrese por la Puerta Grande. El veto explícito del Gobierno ha malogrado su presencia en las funciones de 'Nabucco', de tal manera que el barítono madrileño ha encontrado resarcimiento e indulgencia en el festival paralelo que ha organizado la compañía discográfica Universal.

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