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'Ser': cuando la paternidad se convierte en un doble 'check' más
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'Ser': cuando la paternidad se convierte en un doble 'check' más

La compañía emergente Tábula Rasa llega al Teatro Español con una obra sobre la paternidad en clave 'millennial' con tintes poéticos y cómicos. Hasta el 12 de junio

Foto: Los actores Laura Romero y Román Méndez de Hevia, en 'Ser'. (Nacho Sánchez)
Los actores Laura Romero y Román Méndez de Hevia, en 'Ser'. (Nacho Sánchez)

“Sí, tengo 30 años. No, no he pensado en casarme. No, no estoy buscando el niño. Sí, ya sé que el tiempo pasa. Sí, soy un puto barco a la deriva”. En estas cinco frases se concentra gran parte del estado de ánimo de quienes no han cumplido con las expectativas que sus mayores depositaron en ellos. Por mayores entendemos padres, pero también podemos ampliarlo a esa sociedad que espera que con treinta y tantos hayas sentado la cabeza, tengas un trabajo que te pague el alquiler o la hipoteca y estés pensando en convertir a tu madre en abuela. Podríamos estar hablando de 'millennials', pero, en el fondo, las categorías generacionales solo sirven para simplificar algo que afecta a muchos y muchas y que tiene más que ver con el sistema que con la fecha de nacimiento, como sostiene Eudald Espluga en su ensayo ‘No seas tú mismo’ (Paidós).

Las cinco frases pertenecen a una de las viñetas de la ilustradora y humorista gráfica Anastasia Bengoechea, más conocida por su 'alter ego' artístico, Monstruo Espagueti, y conecta con algunas de las preguntas que plantea la obra ‘Ser’, una creación colectiva de la compañía valenciana Tábula Rasa con texto del actor, dramaturgo y director de escena José Andrés López. La obra nació en 2017, tras una residencia artística en la Sala Carme de Valencia (traducida en ocho mil euros para levantar la producción), un año más tarde pasó por el Teatro de las Culturas de Madrid y acaba de llegar al Teatro Español, dentro de la programación de Plataforma, un ciclo que acoge montajes de compañías emergentes. La obra se abre con una cita de Voltaire: “Si aún no hemos podido proporcionar la felicidad a los hombres, ¿por qué desear tanto aumentar su número?”. Esto va de ser hijos, de ser padres, de cómo hacerlo hoy y de las razones para no planteárselo ni de broma.

La paternidad, un doble 'check'

‘Ser’ comienza con las imágenes de un cortometraje proyectado en una cortina. Una mujer joven duerme apoyada sobre un costado. Su pareja le da un beso y los buenos días, baja las escaleras de un dúplex y en la cocina pone agua a calentar para el té del desayuno, sube de nuevo, abre el grifo de la bañera y se sumerge en el agua. La tetera silba. Ella, aún en la cama, abre los ojos y escucha el llanto de un niño. Se asoma a la ventana y ve a su pareja en la terraza, con un bebé en brazos, sonriente, feliz. Es un sueño, aunque parece un anuncio de publicidad. Todo eso no existe. Aunque quizá esa mujer joven que observa la escena se esté preguntado si debería existir.

“La obra comienza con una utopía, con una ficción, un ideal, esa meta en la que hemos sido educados porque crear una familia sigue siendo un 'check' para nuestra generación”, explica José Andrés López, autor del texto, a El Confidencial. Tiene 31 años y combina los escenarios con un trabajo de taquillero en unos cines de versión original del centro de Madrid. El resto del equipo artístico tampoco ha cumplido los 40 y tampoco vive únicamente del teatro. Román Méndez de Hevia, actor e ideólogo de esta pieza, tiene 37 años, trabaja habitualmente como auxiliar de dirección en series de televisión y es acomodador en el Teatro La Abadía de Madrid.

placeholder Un momento de la función. (Nacho Sánchez)
Un momento de la función. (Nacho Sánchez)

Hay un niño sentado en el suelo del escenario, observando esas imágenes. Se llama Leo Ruiz Correa y va vestido con un disfraz blanco de conejo. Después de ese último plano de papá feliz con bebé en brazos, sobre esa misma cortina se proyecta un texto, una carta al padre, como aquella de Kafka, que el niño lee en voz alta: “Te reprocho lo innombrable. Mi mejorable educación y mi frágil personalidad. Te reprocho tu genética. Pero gracias por la vida, supongo. Puede que sea una versión mejorada o deteriorada de ti. ¿Eres el camino que debo recorrer para poder crecer?”. La escena ilumina un cubo sin paredes construido con listones de madera, de cuyo techo cuelga una cuna blanca con forma de huevo. Dentro de ella, un bebé 'reborn', uno de esos muñecos hiperrealistas fabricados con silicona que imitan el tamaño, el peso y los gestos de recién nacidos de verdad. En torno al bebé, una pareja joven. La escena es minimalista, un poco nórdica y bastante Ikea. Él viste bermudas y camiseta rosas. Ella, un vestido verde. Ella es la actriz Laura Romero. Él, Román Méndez de Hevia, y esta obra nace de la necesidad de hablar de la relación con su padre.

Pinocho 'reload'

En un momento de la obra alguien dirá que solemos entender la familia como una “manada que se protege” cuando en realidad es un “rebaño que se devora”. Aquí, las razones de esa frase: “Yo tuve una relación turbulenta con mi padre: él era periodista, yo disléxico y era muy estricto conmigo. Tuvimos una relación marcada por la autoridad, el machaque y la violencia. Y yo me preguntaba, si fuera padre, cómo me gustaría serlo”, explica Román Méndez de Hevia a este diario. El actor coincide con López cuando afirma que él también siente esa presión que sufren tantas mujeres, a pesar de no escuchar el tic tac de ningún reloj biológico: “A mí me han preguntado mucho cuándo voy a ser padre y cuándo voy a construir una familia y, además, desde lo normativo, con una pareja y un amor que perdure en el tiempo, de ahí que en la obra haya una escena en la que mi personaje le propone a su amiga que tengan un hijo juntos y poder construir una familia desde otro lugar”.

El actor e impulsor de esta pieza comienza a investigar sobre los bebés 'reborn' y la silicona con la que están fabricados estos muñecos le conduce a la madera con la que estaba hecho Pinocho y a un padre, Gepetto, que no es sino un hombre solo que cría a un niño con una madre ausente, que en el cuento es un hada que aparece solo de vez en cuando: “Montamos una estructura de Pinocho contemporáneo, con un hombre solo, igual que Gepetto, que quiere reparar con su hijo la educación que ha recibido de su padre”. Y es esa idea de la paternidad como espacio de reparación de la infancia lo que articula, en gran medida, esta obra, esa visión de la crianza como proyección de nuestras carencias y sueños frustrados: “Así como la tecnología mejora, la educación mejora. Así como la sanidad evoluciona, la educación evoluciona. Soy mejor que mi padre. Y mi hijo será mejor que yo. Quiero seguir esta cadena”.

"Así como la sanidad evoluciona, la educación evoluciona. Soy mejor que mi padre. Y mi hijo será mejor que yo. Quiero seguir esta cadena"

En ‘Ser’ hay tres personajes: ese hombre joven al que da vida Román, que sueña con ser padre por encima de todo; una mujer que no quiere ser madre y que podríamos vincular a ese movimiento llamado NoMo (No Mother), que reclama que deje de asociarse la realización femenina a la maternidad; y un tercero, ese niño disfrazado de conejo que toca el chelo y que representa a ese hijo ideal con el que sueñan tantos padres, un niño guapo, listo, perfecto, con sensibilidad artística y encantado con las mil extraescolares después de clase. La pieza, además, transcurre en varios planos: uno interior y otro externo. En el primero, Román y Laura confiesan en sendos monólogos ese deseo de ser padre y de no ser madre y comparten sus dudas, sus contradicciones. Ambas voces se cuentan y se explican mientras hablan, frente al público, construyendo el relato íntimo que los ha llevado hasta ahí.

placeholder 'Ser', en el Teatro Español hasta el 12 de junio. (Nacho Sánchez)
'Ser', en el Teatro Español hasta el 12 de junio. (Nacho Sánchez)

En un segundo plano, ambos actores son una pareja feliz, esa que protagonizaba el corto que abría la obra, una pareja que cría a ese bebé de plástico al que ayudan a expulsar los gases o hacen carantoñas de manera histriónica, y al que después intentan calmar un llanto insoportable, un llanto larguísimo que desespera al público y también a esa madre que acaba fumándose un cigarro mientras le acuna para después tirar el bebé al suelo, frustrada, superada, agotada, incapaz de superar la prueba.

‘Ser’ no apuesta por una narración lineal, sino que se compone, a modo de collage, por escenas independientes creadas a partir de monólogos, de diálogos, del movimiento de los actores y de la música, con piezas de Bach o Vivaldi interpretadas al chelo. Lo hace con una puesta en escena sencilla y muy limpia que trasciende lo escenográfico para decirnos, de alguna manera, que la ambición (y la economía de medios) puede estar colocada precisamente ahí, en una simplicidad que se apoya en el texto y en su carga poética, pero también en una comicidad con aire grotesco en la que lo mismo suena una nana intimista que un temazo de Onda Vaselina. La compañía solo se centra en esa maternidad/ paternidad que nace como un vehículo de reparación de daños generacionales o como una decisión a no adoptar y contiene miradas más individuales que colectivas que no contamina con las condiciones sociales, económicas o políticas en las que adoptamos esas decisiones o en las que vivimos “como un puto barco a la deriva”. Con treinta años o con los que sean. Es lo único que echamos de menos en esta pieza, pero eso es solo un deseo de quien escribe.

* ‘Ser’. Creación colectiva de Tábula Rasa. Texto: José Andrés López. Intérpretes: Laura Romero, Román Méndez de Hevia y Leo Ruiz Correa. Hasta el 12 de junio en el Teatro Español de Madrid.

“Sí, tengo 30 años. No, no he pensado en casarme. No, no estoy buscando el niño. Sí, ya sé que el tiempo pasa. Sí, soy un puto barco a la deriva”. En estas cinco frases se concentra gran parte del estado de ánimo de quienes no han cumplido con las expectativas que sus mayores depositaron en ellos. Por mayores entendemos padres, pero también podemos ampliarlo a esa sociedad que espera que con treinta y tantos hayas sentado la cabeza, tengas un trabajo que te pague el alquiler o la hipoteca y estés pensando en convertir a tu madre en abuela. Podríamos estar hablando de 'millennials', pero, en el fondo, las categorías generacionales solo sirven para simplificar algo que afecta a muchos y muchas y que tiene más que ver con el sistema que con la fecha de nacimiento, como sostiene Eudald Espluga en su ensayo ‘No seas tú mismo’ (Paidós).

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