Julia Alegre: "Ser mujer hoy tiene trabas, y el que diga que no, miente"

Dice Julia Alegre que tiene pánico escénico y que le abruma hablar en público. “Cristina, ponme una copa, que tengo la boca seca. Un gintonic”, dice. Y no es Cristina, sino Francesc, su pareja, quien le acerca la bebida a la mesa en la que presenta su primer libro, ‘Crónicas de una vagabunda’ (Libros Indie). La autora es como su primer apellido, también pizpireta. Suelta algunos tacos y pide perdón a su madre, presente en el acto en el Café Libertad, 8. El local está lleno y el libro va por la segunda edición. Alegre está idem, rodeada de conocidos y otros que no tanto. Se seca las lágrimas antes de empezar a hablar en brazos previos de esos que duran.

Alegre es periodista e hija de periodistas. Se fue a Colombia con 25 años y se fue de allí con 31. Como no sabe estarse quieta, se fue al sudeste asiático. “Es un viaje que me debía. Con 11 años vi Tomb Raider y pensé que quería estar allí. Con 18 años vi un reportaje de Almudena Ariza en un mercado de bichos y pensé que quería probarlos todos. Así que me fui”, explica. Da un sorbo a su combinado y añade: “Es una crónica periodística. Todo lo que está escrito pasó de verdad”. Vietnam y Camboya, no dio tiempo a más. Porque llegó la pandemia y volvió antes de lo que hubiera querido.

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Alegre dice de sí misma que está acostumbrada a romper cosas y a arreglarlas luego. Se ha llamado a sí misma vagabunda en el título del libro (“aunque la connotación en Colombia es muy fea”) porque se ve como alguien que vaga y que busca. Cree que viajar se ha vuelto vulgar porque estamos todos más pendientes de la “puta foto y el puto selfi”. Pide perdón a su madre por los tacos, pero deja claro que lo suyo no es un libro sobre cómo hay que viajar, sino más bien cómo le gusta viajar a ella, haciéndose preguntas y cuestionándose lo que ve.

El público es una colección de negritas. Mucha familia y conocidos, pero sobre todo negritas. Asoma la cabeza por Libertad, 8 parte de la historia de España. Rappel con camisa print animal, María José Cantudo con sombrero de paja y lazo negro, periodistas de la cosa rosa como Beatriz Cortázar, Rosa Villacastín, Carlos Pérez Gimeno, Isabel González, Daniel Carande, Marisa Martín Blázquez, Jesús Manuel Ruiz. Personajes de portada como Fabiola Martínez y Cari Lapique. También Elio Valderrama, viudo de Jesús Mariñas. Agradezco muchísimo la educación sentimental y cultural que he tenido en casa que me permite reconocerlos a todos.

Y está Julia Alegre, autora de su primera novela, que hace política sin querer, o quizá soy yo, que le saco punta a todo.

"Un hombre se lo pensaría por si le roban. A mí, además, podían violarme"

Cuando reconoce que “ser mujer hoy tiene trabas, y el que diga que no, miente”. Cuando cuenta que al hacer la maleta y meter tampones en su neceser, se dio cuenta de que hay países donde ese producto se considera un objeto de lujo. Cuando aclara que en las guías de Lonely Planet hay un apartado al final dedicado a dar consejos a las mujeres. Cómo deben vestirse, el cuidado que deben tener al volver al hostal si viajan solas. La propia Alegre cuenta cómo se dejó llevar una aceptó la oferta de un guía para viajar con él durante tres días. “Un hombre se lo pensaría por si le roban. A mí, además, podían violarme”.

Alegre, ya lo hemos dicho, está idem. Lleva más de medio gintonic, pero además se encuentra en su salsa, la boca ya no está seca. “Es que además, está bien escrito”, afirma. Sonríe y el público aplaude. Sus padres, su familia, la familia que hizo en Colombia. Ha vendido todos los libros que la editorial ha llevado a Libertad, 8.

“Aquí venía yo con veintitantos años”, dice su madre, la periodista Paloma Barrientos. La autora, mientras, se pone a firmar ejemplares y a posar para las fotos. Dan ganas de pedirle otro gintonic.