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Así quemó sus alas Yago Lamela, el Ícaro del atletismo que reflejó la España de los 2000
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Así quemó sus alas Yago Lamela, el Ícaro del atletismo que reflejó la España de los 2000

La historia del atleta es la de un héroe trágico como las que contaban los clásicos griegos y así se puede ver en la estupenda '8,56' hasta el domingo en el teatro Español

Foto: El actor Jesús Rubio como Yago Lamela en '8,56', este fin de semana en el Teatro Español de Madrid
El actor Jesús Rubio como Yago Lamela en '8,56', este fin de semana en el Teatro Español de Madrid

Yago Lamela fue el Ícaro del atletismo español. Voló tan alto y tan lejos, que la caída no fue en una mullida alfombra de tierra. Lo suyo fue alcanzar la gloria en 1999 con aquel salto de longitud de 8,56 metros en el Mundial de Atletismo de Maebashi (Japón) con el que consiguió la plata solo por detrás del cubano Iván Pedroso. Cinco años se mantuvo en la élite convirtiéndose en unos de esos iconos que en este país convierten un deporte minoritario en ultramediático. Y después, cuando las luces se apagaron, el infierno con las lesiones, la retirada en 2009, episodios de depresión que le llevaron a estar ingresado, y finalmente la muerte, según las fuentes oficiales, por un infarto de miocardio. Tenía solo 36 años.

La historia de Lamela es la de un héroe trágico como las que contaban los clásicos griegos Esquilo, Sófocles y Eurípides. Así lo vio el dramaturgo almeriense Julio Béjar -una de las grandes promesas del teatro con premios como el Calderón de la Barca en 2021- que decidió llevar su vida a los escenarios en la pieza ‘8,56’, la obra que presentó como un trabajo de primero de carrera en la RESAD donde estudiaba Dramaturgia y Dirección. Llamó tanto la atención que fue becado por la Sala Guindalera donde montó la obra y rápidamente pasó al Centro Niemeyer de Avilés, la ciudad natal de Lamela. “Aquello fue muy especial, fue muy mágico, como cerrar el ciclo. El director del Niemeyer pudo acceder hasta la familia y les puso el vídeo de la obra, pero ellos prefirieron mantenerse al margen. Hace muy poco tiempo que falleció Yago y para ellos todavía está muy fresca la cosa y tampoco creo que les apetezca removerlo”, cuenta Béjar a El Confidencial. Tras una gira por distintas salas esta semana ha recalado en el Español de Madrid donde se puede ver hasta el domingo dentro del ciclo Plataforma para nuevas voces.

placeholder Jesús Rubio como Yago Lamela (Roberto del Castar)
Jesús Rubio como Yago Lamela (Roberto del Castar)

No extraña este recorrido. Lo raro es que no se haya visto más porque es un montaje que atrapa desde los primeros minutos. Y es llamativo que desde la creación no se haya reparado más en la vida del deportista asturiano. Ese body en el suelo -con el mismo dorsal 133 que Lamela portó en Maebashi- y la famosa melena del atleta retrotraen enseguida a sus imágenes más conocidas. Después, el entreno, la charla con su preparador exigiéndose cada vez más, ser mejor. Y, a partir de ahí, la tragedia. “Lamela me recordaba a la Hybris de los héroes trágicos que se enfrentan a lo que haga falta, incluso a su propio destino”, comenta Béjar, “con esa lesión que tuvo del talón de Aquiles, de nuevo otra referencia al mundo clásico con el mito de Aquiles y su madre. Todo parte de la idea de si se puede escribir una tragedia en el siglo XXI”.

"El director del Niemeyer pudo acceder hasta la familia y les puso el vídeo de la obra, pero ellos prefirieron mantenerse al margen"

El dramaturgo halló su respuesta en el deporte, ya que, aunque a priori la cultura y el deporte parezcan dos departamentos estancos, es el lugar idóneo para hablar de tragedias. Una de ellas sucede con las retiradas. Lamela no es el único deportista que pasó por episodios traumáticos. También ha habido otros grandes que no supieron gestionar cómo cambiar de vida, como los ciclistas José María Jiménez ‘El Chava’, Marco Pantani o el waterpolista Jesús Rollán. “La historia me servía para visibilizar la problemática de los deportistas de élite después de 30 años haciendo única y exclusivamente un deporte. Tienen que volver a nacer, reconstruir sus vidas y, a veces, no hay una estructura por parte de la federación, el comité, con psicólogos, terapeutas que puedan guiar esa transición”, apostilla Béjar.

No obstante, la obra no se regodea en lo que pudo ocurrirle a Lamela. Sí se detiene en varias ocasiones en los problemas de depresión que tuvo, pero no especula nada sobre su muerte. “Hay lugares en los que no he querido entrar por respeto hacia la familia y no considero necesario hablar de ello”, dice el dramaturgo.

Madrid, tres candidaturas olímpicas

Donde sí mete el dedo el texto es en la retórica del poder con todo y de competir contra todo -también contra uno mismo- para ser el primero, el mejor. Algo que está en el deporte… y en otros sectores. “Esa retórica me parece mucho más peligrosa: tú puedes con todo, lucha por tus sueños, hipotécate por un sueño, autodestrúyete por un sueño. Y a veces no podemos con todo. Creernos eso a pies juntillas tiene efectos secundarios porque cuando no lo consigues piensas que es culpa tuya”, sostiene Béjar.

placeholder Carlos Cepa como el presidente del Gobierno (Roberto del Castar)
Carlos Cepa como el presidente del Gobierno (Roberto del Castar)

Lamela es la metáfora de esta forma de ver la vida y la analogía de un determinado contexto político: el de la España de los 2000. La de las grandes construcciones, “los créditos hipotecarios a cascoporro”, dice Béjar. Ese país en el que una ciudad como Madrid se presentó hasta tres veces como candidata olímpica. Como se sabe, por mucho cup of coffee en Plaza Mayor, perdió las tres. “Esa falta de escucha del atleta que, pese a todo, siempre quería más también se dio en los poderes públicos”, sostiene el dramaturgo.

‘8,56’ es una de esas obras en las que, desafortunadamente, todo es verdad. Como el periodismo sensacionalista -el que sí que preguntaba por los episodios depresivos-: “La entrevista que sale en la obra tiene preguntas y respuestas que están sacadas textualmente de esa entrevista”, asegura el dramaturgo, que se nutrió para este texto con documentales, entrevistas, reportajes y documentos. También con testimonios directos como el del lanzador de peso, Manolo Martínez, que fue amigo personal de Lamela. O el de un compañero que se dedica al atletismo que le asesoró sobre las fases del salto de longitud, que es casi como un ritual: el talonamiento, la carrera, la batida, el salto, la zancada en el aire… “Y eso tiene una gran utilidad para el teatro porque para poder competir bien tienes que escuchar muchísimo tu energía, tu cansancio, tu cuerpo”, afirma Béjar.

placeholder Silvia Morell como la periodista (Daniel Fico)
Silvia Morell como la periodista (Daniel Fico)

El atleta fue un héroe trágico y como todo héroe trágico tiene sus grandes paradojas. Era el hombre a admirar y a imitar y la vez, el hombre que nos advirtió de que todo cuerpo y mente tiene un límite. “Eso es lo que escribieron también los griegos, que eran muy listos. Los héroes nos muestran la importancia de escuchar el cansancio, pero a la vez nos fascinan porque nos enseñan la necesidad de ir más allá, de seguir luchando y peleando”, apostilla este dramaturgo que también dio su propio salto al abandonar Francia y un trabajo estable para regresar a Madrid para trabajar en el teatro. “Pero sin eso, ahora no estaríamos hablando de esto”, añade.

Lamela, que siempre quiso volar más que nadie incluso lesionado, falleció el 8 de mayo de 2014. Han pasado ya ocho años y aunque esta estupenda obra solo dura una hora -etérea, como un salto-, en ella aparece toda esa España de hace más de una década. Sirve para recordar al atleta y su derrota personal, pero también aquello que quisimos ser antes de caer en la tierra. Nuestra derrota colectiva.

Yago Lamela fue el Ícaro del atletismo español. Voló tan alto y tan lejos, que la caída no fue en una mullida alfombra de tierra. Lo suyo fue alcanzar la gloria en 1999 con aquel salto de longitud de 8,56 metros en el Mundial de Atletismo de Maebashi (Japón) con el que consiguió la plata solo por detrás del cubano Iván Pedroso. Cinco años se mantuvo en la élite convirtiéndose en unos de esos iconos que en este país convierten un deporte minoritario en ultramediático. Y después, cuando las luces se apagaron, el infierno con las lesiones, la retirada en 2009, episodios de depresión que le llevaron a estar ingresado, y finalmente la muerte, según las fuentes oficiales, por un infarto de miocardio. Tenía solo 36 años.

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