Thomas Halliday, el hombre que ha visto el pasado, tiene algo que decir sobre el futuro
El científico y divulgador escocés publica 'Otros mundos' (Debate), un ensayo de divulgación tan original como documentado que nos sumerge en los ecosistemas más remotos
La interminable estepa de los mamuts en los estertores de la última glaciación, cuando los caballos salvajes trotaban por el estrecho de Bering que aún no se había sumergido bajo las aguas. La grieta que se abrió en el África oriental dando lugar al Gran Valle del Rift a la sombra del cual nuestros primeros antepasados bajaron por primera vez de los árboles. El día en que la lengua de tierra que unía África y la Península Ibérica se quebró y una inundación como nunca se ha conocido creó el Mediterráneo donde no existía más que una inmensa depresión yerma y salina. El mundo desolado tras la caída del meteorito del que emergían -entre los esqueletos aún humeantes de los dinosaurios- unos pequeños mamíferos ahora por fin sin competencia. La explosión cámbrica en la que se originaron en muy poco tiempo la mayoría de los filos animales actuales, como si un Creador se hubiera dejado pulsado el botón de avance rápido. Todos esos momentos se habrían disuelto como lágrimas en la lluvia de no ser por una nueva generación de científicos como el joven paleontólogo escocés Thomas Halliday que, tras años de investigación, ahora los ha devuelto a la vida en un libro fascinante:
Se trata de un doble salto mortal narrativo -que recuerda al también excepcional 'Orígenes', de Lewis Dartnell'- que va desplegando estampas, a cada cual más antigua, de distintos escenarios de la vida en la Tierra entre la siberiana estepa de los mamuts de hace 20.000 años y las insólitas criaturas de la Ediacara australiana hace 550 millones de años. Exóticos ecosistemas vuelven a la vida con tal cantidad de detalles que el lector viaja en el tiempo mientras el planeta arde o se congela, los continentes se separan y vuelve a unirse, las extinciones se suceden, la vida resiste, sentimos el calor o el viento. Y uno no puede evitar preguntarse, ¿cómo lo sabe? ¿cuánto hay aquí de ciencia y cuánto de recreación, digamos, literaria?
Cuando nos encontramos con Halliday en Madrid, responde tan divertido como tajante: "Sabemos cómo soplaba el viento hace 20.000 años porque entonces en Alaska existía un mar de dunas de arena del que aún quedan restos y la forma de aquellas dunas nos muestra su dirección. Pero es que además nos podemos servir del llamado modelado climático, lo que los meteorólogos utilizan para pronosticar el tiempo futuro también nos sirve para el pasado. O los fósiles, por supuesto. Al estudiar los huesos de los animales pasados podemos calcular también la estacionalidad y la climatología, la rapidez o lentitud de su crecimiento nos dan fe de las estaciones del año. Sea evidencia más o menos directa, absolutamente todo lo que cuento en el libro está justificado científicamente".
PREGUNTA: La primera lección de su libro parece obvia, pero suele olvidarse a menudo: nuestra especie apenas lleva un suspiro sobre la Tierra, el ayer -escribe- es realmente largo. Si pensáramos más en tan dilatado pasado, ¿no deberíamos relativizar la existencia de nuestra especie? Apenas hemos hecho gran cosa...
R: Es cierto, aparecimos en el planeta hace muy poco tiempo, como, por cierto, también otras especies que describo en el libro. Lo que si permanece es el entorno vivo en el que nos desenvolvemos, muy ligado a nosotros, porque es aquel en el que hemos evolucionado. Tenemos poder sobre ese mundo que sufre nuestro impacto. Y debemos aprender del pasado que los ecosistemas son frágiles, que nosotros formamos parte de uno y que, si no tenemos cuidado, lo podemos tirar todo por la borda.
Tenemos poder sobre el mundo que sufre nuestro impacto y debemos aprender del pasado que los ecosistemas son frágiles
P: Pero, por ejemplo, las extinciones tan presentes en su libro. Tal vez el sapiens esté provocando una extinción masiva, pero para las cinco anteriores no hicimos ninguna falta.
R: Sí, pero el caso que debería preocuparnos es el nuestro. Lo que nos demuestran las extinciones masivas precedentes es que, cuando el planeta se recupera, el nuevo mundo es muy diferente del anterior. ¿Habrá un lugar para nosotros en el futuro? No está garantizado y deberíamos andar con cuidado porque no somos esenciales. Aunque es cierto que nuestra especie también provoca efectos positivos.
P: Se me ocurre que, al menos, nosotros somos conscientes de lo que hacemos como ningún otro ser vivo ha podido serlo nunca.
R: Absolutamente. Nada es obligatorio para nuestra especie, todo está por pensar y, de esta forma, todo está por hacer.
P: 'Otros mundos' arranca en la Estepa de los Mamuts a finales de la última glaciación. Y de hecho, muestra que las glaciaciones han sido la norma en el pasado. ¿Nuestra civilización es fruto del azar de un periodo inusualmente templado que llegará a su fin con la próxima glaciación?
R: Existe una alternancia entre periodos glaciares e interglaciares. Hemos prosperado en uno de estos últimos y, si todo sigue lo previsto, el planeta volverá a congelarse de nuevo. Pero el dióxido de carbono con el que estamos calentando la atmósfera podrías distorsionar toda esta secuencia. Por lo demás, ¡sólo han transcurrido veinte mil años desde la última glaciación! Falta mucho aún para la siguiente y, mientras tanto, el calentamiento global va mucho más rápido. Los datos nos indican que, dentro de un siglo, el mundo puede estar ya más caliente que incluso cuando aún no existía hielo en la Antártida.
Falta mucho aún para la siguiente glaciación y el calentamiento global va mucho más rápido
P: Se ocupa también del origen del hombre hace cuatro millones de años. En el pasado se catalogaba a nuestra especie como algo separado y hoy los científicos insisten en recordar que formamos parte del mundo natural y tenemos un antepasado común con el chimpancé. Pero, ¿no corremos el riesgo de cometer el error contrario a los victorianos? Pienso en el lenguaje, el arte, la técnica… ¿Cómo es posible que siendo tan parecidos, seamos tan diferentes?
R: Hay indudablemente evidencias de transmisión cultural en otras especies animales como los chimpancés que no solo usan herramientas complejas sino que, y esto es sorprendente, tienen modas. Está documentado que, cuando un chimpancé se puso una hojita en la oreja, al año siguiente toda su familia también la llevaba. Es muy difícil responder a su pregunta, identificar qué es exactamente lo que nos diferencia del resto del mundo animal. Desde luego, el lenguaje extracto es una excelente opción, pero no sabemos cuándo y cómo surgió.
P: Entre la vida del último Diplodocus y la del primer Tyrannosaurus transcurrió más tiempo que entre la del último Tyrannosaurus y nuestro nacimiento. Sin aquel meteorito que cayó en el golfo del Yucatán hace 66 millones de años, los dinosaurios probablemente seguirían gobernando la Tierra. El ser humano en apenas doscientos mil años ya ha logrado tener las herramientas para autodestruirse. Nos enorgullecemos de nuestra inteligencia pero, ¿y si en realidad fuera un error, un callejón sin salida evolutivo?
R: ¿Quieres decir que nuestra inteligencia será lo que nos extinguirá? Eso sería terrible y tal vez no imposible, pero espero que no, jajaja. Ahora poseemos herramientas para anticiparnos al futuro y evitar las peores consecuencias, sabemos qué es lo que no estamos haciendo bien, cómo el dióxido de carbono calienta los ecosistemas. Y eso lo sabemos también gracias a nuestra inteligencia, somos conscientes de todo ello y no está todo perdido.
P: Parece increíble que casi todas las formas animales surgieran durante la explosión cámbrica en muy poco tiempo. Su compatriota y también científico Nick Lane dice que es como si un creador enloquecido se hubiera dejado apretado el botón de avance rápido.
R: Nick Lane fue colega mío en la Universidad de Londres y, sin duda, su metáfora es muy buena. En el Cámbrico emergen novedades radicales como las conchas y caparazones o la depredación, cuando los animales empezaron a comerse entre sí, lo que acelera el surgimiento de herramientas para atacar mejor o para defenderse mejor: ojos, dientes, extremidades, etc. ¿Por qué ocurrió? Existen dos grandes hipótesis sobre qué desencadenó la explosión cámbrica. La primera, llamada 'del barril', es la que mira hacia fuera: los microorganismos fueron rellenando distintas partes del ecosistema y, una vez que las completaron, ya sólo podía haber pequeños ajustes en el ambiente porque cualquier novedad grande que surgiera competiría con los nichos ya establecidos. La segunda mira más bien hacia dentro de los organismos y defiende que esos pequeños ajustes tuvieron lugar dentro de los genes. Porque si tienes un organismo complejo y quieres cambiar su morfología radicalmente, es probable que causes una mutación letal. Como cuando te enfrentas a un sistema informático con un código bien establecido que solo permite ajustes minúsculos.
P: Hablando de 'creadores'. ¿El estudio del pasado biológico con sus azares y malentendidos, deja sin lugar a Dios?
R: Hay muchos científicos religiosos en Europa, pero lo que no existe es esa ala política que pudiera empujar a la religión en el debate científico. En realidad, el único país de Europa que tiene un problema con el creacionismo es Turquía. Por el momento en el resto del continente no es importante, aunque es cierto la influencia de la religión sea un poco mayor que hace unos años.
P: Y usted que cree: ¿la vida surge con facilidad o es un azar extremadamente extraño y estamos solos en el Universo?
R: Lo que sabemos es que la vida sólo se ha originado en la Tierra y sólo lo ha hecho una vez porque, como decíamos antes, cualquier vida de otro tipo debería competir con lo que ya existe. Esto no quiere decir necesariamente que el origen de la vida sea un evento inusual. Hay gente que se llaman a sí mismos astrobiólogos, una profesión extraña, jajaja. Pero, ahora en serio, no creo que haya nada que impida que la vida pueda haberse originado en otra parte aunque dudo que vayamos a verlo nosotros.
La interminable estepa de los mamuts en los estertores de la última glaciación, cuando los caballos salvajes trotaban por el estrecho de Bering que aún no se había sumergido bajo las aguas. La grieta que se abrió en el África oriental dando lugar al Gran Valle del Rift a la sombra del cual nuestros primeros antepasados bajaron por primera vez de los árboles. El día en que la lengua de tierra que unía África y la Península Ibérica se quebró y una inundación como nunca se ha conocido creó el Mediterráneo donde no existía más que una inmensa depresión yerma y salina. El mundo desolado tras la caída del meteorito del que emergían -entre los esqueletos aún humeantes de los dinosaurios- unos pequeños mamíferos ahora por fin sin competencia. La explosión cámbrica en la que se originaron en muy poco tiempo la mayoría de los filos animales actuales, como si un Creador se hubiera dejado pulsado el botón de avance rápido. Todos esos momentos se habrían disuelto como lágrimas en la lluvia de no ser por una nueva generación de científicos como el joven paleontólogo escocés Thomas Halliday que, tras años de investigación, ahora los ha devuelto a la vida en un libro fascinante: