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De jóvenes desempleados a 'arqueólogos' para salvar este torreón abandonado en Toledo
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SOBRE EL PUENTE DE ALCÁNTARA

De jóvenes desempleados a 'arqueólogos' para salvar este torreón abandonado en Toledo

Desde el siglo III fue un lugar estratégico en la Península, pero la casa de Alba se desentendió de él en el siglo XX, y el Estado lo dio de lado. Dentro de poco podrá visitarse gracias a la labor de jóvenes en riesgo de exclusión

Foto: El torreón, en su estado actual. (Cedida)
El torreón, en su estado actual. (Cedida)

Miles de comerciantes atravesaron esa puerta durante los siglos que cumplió con su misión. Primero de defensa y después como barrera para la recaudación, los comerciantes debían pagar cuatro maravedíes por cualquier carga de verdura, más tarde 25 céntimos de peseta por cada piedra de molino, o cinco huevos por cada carga de este mismo producto. Así eran los pagos marcados para todo aquel que quisiera entrar a comerciar a Toledo a través del Puente de Alcántara. A su lado, un imponente torreón que ahora se reabre tras casi un siglo abandonado y que data de 1214, uno de los más antiguos de Europa. En ese mismo lugar en el que el ducado de Alba se benefició de dichos impuestos, nueve jóvenes desempleados han tomado parte de la restauración de lo que será uno de los mayores atractivos de la ciudad castellana.

María Ropero jamás se imaginó que se colocaría un arnés para rehabilitar almenas que datan del siglo XIII. "Con medio cuerpo por fuera decías, jopé, esto me encanta, aunque los 40 grados al sol que han hecho no ayudaban. Al final, todo ha sido muy gratificante", dice al recordar los momentos en los que ha estado en lo más alto de la torre-puerta, a unos 30 metros sobre el nivel de la ribera del Tajo. Ella tiene 27 años y vive en un barrio "un poco conflictivo", así que las condiciones de trabajo en su trayectoria laboral no han sido las que ella esperaba. "Esto ha sido diferente gracias a la Escuela de Formación y Empleo Municipal de la ciudad, desde donde recibimos una formación en albañilería clásica", completa.

placeholder Vista actual del torreón sobre el puente de Alcántara. (Cedida)
Vista actual del torreón sobre el puente de Alcántara. (Cedida)

Una de las cosas que más le impresionaron fue el rastrillo de la segunda puerta, ya intramuros, una vez consiguieron sacarlo de donde estaba encajonado. Eso que todos alguna vez nos hemos imaginado al escuchar cuentos de castillos, que baja a plomo y corta el paso a los invasores o ladrones, fue lo que ella y sus compañeros tuvieron que desencajar. "En el momento que lo sacas y ves cómo es, y de qué año es… Madre mía, esto tiene cientos de años de historia. Nos dio mucho miedo, porque no queríamos hacer nada mal", aduce la toledana.

El rastrillo más antiguo de Europa

Gabriel Morate, responsable de Patrimonio de la Fundación Montemadrid, entidad responsable del proyecto junto al ayuntamiento de la ciudad, tampoco se creía lo que veía: "Estaba embutido en el interior, por eso se ha conservado tan bien, a salvo de las inclemencias meteorológicas. Su estado es insólito, quedan muy pocos rastrillos antiguos en el mundo como este. Pensábamos que por su forma sería del siglo XVIII, pero nos lo desmintió la prueba que le hicimos de carbono-14". Y sorpresa: el rastrillo es coetáneo a la construcción del torreón, datada en este caso entre 1156 y 1266.

Pensaban que el rastrillo era del s. XVIII, pero el carbono-14 acabó revelando su edad

Dicho torreón está ubicado en el Puente de Alcántara, construido en el siglo III, la época romana de Toledo. Fue uno de los lugares estratégicos más importantes de la Península, por lo que su defensa debía estar garantizada. "Este enclave estuvo en uso hasta prácticamente los años veinte del siglo pasado, cuando se seguían cobrando los aranceles, pero el Ministerio de Obras Públicas construyó un nuevo puente", apuntilla el arqueólogo.

placeholder Imagen histórica del conjunto, abandonado durante décadas. (Cedida)
Imagen histórica del conjunto, abandonado durante décadas. (Cedida)

Como si de una escena de película se tratara, el torreón del siglo XIII tenía dos grandes portones de madera, uno que daba hacia el puente y otro al acceso a la ciudad. Aunque solo se conserva el primero de ellos, encima de él y del arco que lo cobija hay una ladronera, un elemento de defensa que la guardia toledana utilizaba para arrojar todo tipo de proyectiles, desde ballestas hasta piedras, pero también agua hirviendo y excrementos. Si conseguían superar este primer portón, aún les quedaba sortear el imponente rastrillo, que en muy poco tiempo cerraba la entrada a la ciudad.

Fiscalizar mercancías

"Si los intrusos conseguían atravesar el portón, aún tendrían que hacer frente a la guardia y todo lo que les lanzaran desde las llamadas buhoneras. Hemos encontrado una oculta, circular, de unos 50 centímetros de diámetro, por la que también arrojaban cualquier tipo de material que pudiera repeler el ataque", agrega Morate. Los ecos del pasado en esta localización histórica aún resonaban cuando la han restaurado. El mismo eco que provocarían las piedras que han encontrado, empleadas como proyectiles. Hay una tan grande que sería imposible lanzarla desde la buhonera, así que lo más seguro es que estuviera destinada a caer desde la azotea superior, almenada también para la defensa de la guardia.

placeholder El rastrillo medieval restaurado, uno de los más antiguos del mundo. (Cedida)
El rastrillo medieval restaurado, uno de los más antiguos del mundo. (Cedida)

Ese principal uso militar decayó a partir del siglo XVI, una vez superada la Guerra de las Comunidades, que tanto afectó a Toledo. A partir de entonces, la frontera sirvió para fiscalizar mercancías, y así sucedió hasta la década de 1920, cuando el duque de Alba seguía beneficiándose del portazgo y pontazgo, los impuestos a pagar por traspasar la puerta y el puente. “Los vecinos de la ciudad estaban exentos del pago, y solo bastaba con decir al alguacil que eras de Toledo para que te dejara pasar. Se presumía muy buena fe en la gente”, apuntilla el responsable de Patrimonio.

Su uso decayó totalmente con la construcción de un nuevo puente, mucho más cómodo para los vehículos a motor, exentos de pago de este tipo de tributos, dada la gran afición de Alfonso XIII, que presidió el Real Automóvil Club desde su constitución, a los coches. “El Ministerio de Obras Públicas pidió a la casa de Alba que se hiciera cargo del mantenimiento del puente, ya que cobraba los derechos de pontazgo, pero se negaron, así que el puente y el torreón pasaron a ser propiedad del Estado”, indica Morate. Así llegó su abandono, hasta ahora, que la Fundación Montemadrid y el Ayuntamiento de Toledo han acometido su reacondicionamiento.

Trabajo para personas desempleadas

Virginia Maroto es otra joven toledana que a sus 24 años tampoco se imaginó que terminaría restaurando un elemento arquitectónico de estas características. "No fueron igual las prácticas que hicimos que el trabajo después en el torreón de Alcántara", rememora. Cuando le propusieron la oportunidad, no se lo pensó dos veces: "Llegamos en junio del año pasado y teníamos un horario de 8:00 a 15:00. Me siento muy orgullosa de haber ayudado a restaurar una parte tan importante de mi ciudad. No pensaba que pudiera llegar a hacer algo así", remata.

Ella estudió un grado superior de integración social, lo que le sirvió para entrar como integradora en el ayuntamiento gracias a un programa de garantía de empleo juvenil. "Poco a poco me fui interesando más por la parte administrativa, y a eso es a lo que me quiero dedicar. Esto que he hecho en el torreón ha estado muy bien para probarlo, pero tampoco es lo mío. Quizás en un futuro sí piense que me ha servido", relata la joven.

placeholder Las almenas, en la azotea del torreón. (Cedida)
Las almenas, en la azotea del torreón. (Cedida)

Sea como fuere, desde la Fundación Montemadrid también se han ocupado de realizar un plan de gestión futuro. "Garantizamos la accesibilidad para dotarlo de un atractivo turístico, sobre todo con el sistema de elevación del rastrillo, y, por otra parte, estamos en continuo contacto con el ayuntamiento para comprobar que no se deterioran las canalizaciones de desagüe o se rompen las protecciones para que no entren los pájaros, por ejemplo", determina el propio Morate. De esta forma, una parte importante de la historia de España vuelve a Toledo, en concreto de la arquitectura militar medieval, un lugar del que nunca se fue, pero sí estuvo abandonada durante décadas.

Miles de comerciantes atravesaron esa puerta durante los siglos que cumplió con su misión. Primero de defensa y después como barrera para la recaudación, los comerciantes debían pagar cuatro maravedíes por cualquier carga de verdura, más tarde 25 céntimos de peseta por cada piedra de molino, o cinco huevos por cada carga de este mismo producto. Así eran los pagos marcados para todo aquel que quisiera entrar a comerciar a Toledo a través del Puente de Alcántara. A su lado, un imponente torreón que ahora se reabre tras casi un siglo abandonado y que data de 1214, uno de los más antiguos de Europa. En ese mismo lugar en el que el ducado de Alba se benefició de dichos impuestos, nueve jóvenes desempleados han tomado parte de la restauración de lo que será uno de los mayores atractivos de la ciudad castellana.

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