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Hienas y concubinas: la matanza de masones en España y el cura rubio que la instigó
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Hienas y concubinas: la matanza de masones en España y el cura rubio que la instigó

El historiador John Dickie publica 'La orden. Una historia global del poder de los masones', donde se ocupa de la organización secreta paradigma de tantas conspiraciones más o menos inventadas

Foto: Portada de 'Masones y pacifistas, del padre Juan Tusquets Terrats, y una de las espeluznantes imágenes del libro (Debate)
Portada de 'Masones y pacifistas, del padre Juan Tusquets Terrats, y una de las espeluznantes imágenes del libro (Debate)

Atilano Coco Martín fue un pastor protestante amigo de Miguel de Unamuno y asesinado por su condición de masón en Salamanca en 1936, cuya figura fue rescatada del olvido por la película 'Mientras dure la guerra', de Alejandro Amenábar. Lo más increíble fue lo que pasó después. Como en los célebres archivos contra los masones de la ciudad se recogía falsamente que había huido de allí, en 1942, Atilano puedo ser juzgado 'ib absentia' por el Tribunal Especial para la Represión de la Masonería. Y así, los mismos que lo mataron, lo condenaron después a dieciséis años de cárcel. El fundador de aquellos archivos salmantinos -no muy precisos- había sido muchos años antes el más furibundo de los numerosos polemistas antimasónicos que crecieron como setas en los círculos reaccionarios de la Segunda República Española: el desgarbado, rubio e hiperactivo sacerdote catalán Juan Tusquets Terrats.

El historiador y periodista estadounidense John Dickie publica esta semana en España traducido por Efrén del Valle 'La orden. Una historia global del poder de los masones' (Debate). Dickie, conocido por sus libros superventas sobre la mafia o la comida italiana, se ocupa en esta ocasión de la historia de la organización secreta paradigmática, semilla de tantas conspiraciones más o menos inventadas, que, fundada en Londres en 1717 para "hermanar a los hombres", fascinó y sedujo a Mozart, Franklin, Kipling, Churchill o Disney, que fue perseguida y exterminada por Hitler, Mussolini y Franco y a la que todavía hoy pertenecen, en sus diferentes modalidades y logias, más de seis millones de personas en todo el mundo.

placeholder 'La orden', de John Dickie (Debate)
'La orden', de John Dickie (Debate)

Uno de los capítulos centrales de este apasionado y riguroso ensayo sobre la masonería y su persecución histórica se ocupa precisamente de lo ocurrido en España tras el golpe de estado militar del 18 de julio de 1936, la guerra civil y la dictadura posterior que duraría cuatro décadas. La cacería anti masónica en España que se cobraría centenares de víctimas durante la contienda aún es objeto de discusión, mientras que la persecución durante el régimen de Franco puede seguirse con mayor fidelidad gracias a los numerosos procesos organizados contra ellos y a la información recogida por el incansable Tribunal Especial para la Represión de la Masonería. En cualquier caso, una figura se alza como instigadora principal de la propaganda que propició la persecución posterior, un hombre que incluso inquietaba a los falangistas por "ver masones por todas partes": Juan Tusquets Terrats.

Túnicas negras

Quien visite hoy la hermosa ciudad medieval de Salamanca y desee vivir una experiencia singular, puede dirigirse a un pequeño museo situado tras la catedral que describe así John Dickie: "La pieza central es una sala sin ventanas perteneciente a una logia masónica. O al menos pretende serlo. A la sala, organizada alrededor de una suelo de baldosas ajedrezadas, se accede por unas pesadas puertas dobles. Es un palco iluminado por lámparas y repleto de objetos masónicos: escuadras y compases, bloques de piedra, columnas y un altar engalanado con el águila bicéfala del rito escocés. En las paredes de color rojo sangre cuelgan imágenes de cabezas decapitadas, signos del zodiaco, inscripciones hebreas y lápidas negras. Desde la pared del fondo, tres maniquíes con túnicas negras te observan con unos ojos pintados en las capuchas..."

placeholder Museo de la Masonería de Salamanca
Museo de la Masonería de Salamanca

Esta falsa logia masónica levantada en los cuarenta con fines propagandísticos por las autoridades franquistas se aloja en la planta baja del Archivo General de la Guerra Civil Española de Salamanca. El núcleo original de esta colección es precisamente el archivo del más enconado polemista antimasónico de los años treinta en España. Los escritos del teólogo y sacerdote catalán Juan Tusquets en los que culpaba a la masonería del advenimiento de la República subyugaron a su voraz lector Francisco Franco, quien le nombró tutor de su hija y lo puso al frente del servicio secreto de la sublevación con el fin de reunir toda clase de información sobre los masones.

Creía poder detectar a un masón por cómo llevaba doblado el pañuelo del bolsillo

Tusquets era un hombre a una obsesión pegado. Creía ser capaz de detectar a un masón por cómo llevaba doblado el pañuelo del bolsillo de su americana y no sólo se circunscribía al bando republicano, para terror de los suyos. A finales de 1936, ya en plena guerra, fundó con la ayuda de Franco el sello Ediciones Antisectarias que publicó bestsellers de la zona nacional que aseguraban, por ejemplo, que nudistas, vegetarianos o hablantes de esperanto formaban parte del complot masónico. Sus conferías concluían generalmente con una llamada al exterminio de los masones. Los resultados no tardaron en llegar.

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Juan Tusquets

En Zaragoza fueron liquidados treinta hermanos de la logia Constancia. En Ceuta asesinaron a diecisiete miembros de Hijos de la Viuda. En Algeciras mataron a treinta participantes de la logia Trafalgar. Casi todos los hermanos de la logia Vicus de Vigo fueron masacrados. El 35 por ciento de los masones de Granada perecieron de forma violenta. La ola de furor homicida antimasónico llegó también a Valladolid donde alcanzó al fiel amigo de Unamuno entre otros treinta asesinados.

Hienas y concubinas

Doce de octubre de 1936 en Salamanca, los alzados conmemoran en la Universidad el descubrimiento de América. Un incómodo Miguel de Unamuno que había apoyado en un principio la sublevación observa espantado como el general Millán-Astray entona el grito de la Legión -"¡Viva la muerte!"- mientras toma notas en un papel que trae guardado en el bolsillo. Se trata de la petición de ayuda que le ha enviado la mujer de su amigo Atilano Coco Martín. Con ella improvisará su último discurso, el más memorable de la guerra civil terminado con un "Venceréis pero no convenceréis" que soliviantará a los presentes que a punto estuvieron de lincharle. "Últimamente", afirmó el sabio vasco, "han asesinado al pastor protestante de aquí por ser masón. Y amigo mío. Claro está que los mastines, y entre ellos algunas hienas, de esta tropa no saben ni lo que es la masonería ni lo que es lo otro".

placeholder Seguidores de Millán Astray amenazan a Unamuno el 12 de octubre de 1936, a la salida de la Universidad de Salamanca. EFE
Seguidores de Millán Astray amenazan a Unamuno el 12 de octubre de 1936, a la salida de la Universidad de Salamanca. EFE

Unamuno fue entonces sometido a arresto domiciliario, donde fallecería poco después. Fue por aquel entonces cuando se acuñó un concepto funesto destinado a hacer historia. Concluye Dickie: "Franco adquirió el hábito de utilizar la palabra 'contubernio, un término con matices sexuales, para explicar que los masones conspiraban con toda clase de elementos subversivos: significa 'concubinato', una sórdida alianza como la de una concubina con su amante. Era el vocabulario de una fobia voraz. Al poco tiempo, alguien llegó a la conclusión de que había que alimentar esa exagerada aversión del caudillo".

Atilano Coco Martín fue un pastor protestante amigo de Miguel de Unamuno y asesinado por su condición de masón en Salamanca en 1936, cuya figura fue rescatada del olvido por la película 'Mientras dure la guerra', de Alejandro Amenábar. Lo más increíble fue lo que pasó después. Como en los célebres archivos contra los masones de la ciudad se recogía falsamente que había huido de allí, en 1942, Atilano puedo ser juzgado 'ib absentia' por el Tribunal Especial para la Represión de la Masonería. Y así, los mismos que lo mataron, lo condenaron después a dieciséis años de cárcel. El fundador de aquellos archivos salmantinos -no muy precisos- había sido muchos años antes el más furibundo de los numerosos polemistas antimasónicos que crecieron como setas en los círculos reaccionarios de la Segunda República Española: el desgarbado, rubio e hiperactivo sacerdote catalán Juan Tusquets Terrats.

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