Es noticia
'Las que limpian': tú no has limpiado un váter en la vida y ellas 500 al mes
  1. Cultura
El plan de fin de semana

'Las que limpian': tú no has limpiado un váter en la vida y ellas 500 al mes

La compañía gallega A Panadaría llega al María Guerrero, del CDN, con esta historia que evita el dramón y el victimismo y usa los códigos del humor más gamberro

Foto: 'Las que limpian', de la compañía gallega A Panadaría. (Leticia Blanco)
'Las que limpian', de la compañía gallega A Panadaría. (Leticia Blanco)

Hay personas que nunca han limpiado un baño y un váter y hay otras que limpian 500 al mes. Para las primeras, una clase práctica: “En el baño, lo primero es limpiar la bañera y acá cuidado, porque no puede quedar un pelo. A la gente, no sé, no le gusta que haya pelos, aunque son sus propios pelos, viste. Y los pelitos se nota de dónde vienen, de los clientes, porque son unos conchudos... Porque en húmedo no lo ves, pero en seco aparece el pelo conchudo. Otra novedad es que ahora ponen mampara a todas las bañeras. Entonces, limpias la mampara sin que quede ningún resto biológico. La gente, de verdad, se quiere sentir especial y en ese baño estuvieron mil millones de personas. ¡Da igual! Vos limpiala. Cuidado acá porque hace poco una compañera se resbaló y se desnucó. Después de eso, te vas al váter. ¿Qué te voy a decir del váter que no sepas? Acá es donde está la inmundicia humana concentrada. Vos tenés que intentar limpiarla. Limpiar la inmundicia. No es fácil, pero se hace lo que se puede”.

placeholder Imagen de 'Las que limpian'. (Leticia Blanco)
Imagen de 'Las que limpian'. (Leticia Blanco)

La clase la imparte Lili. Nació en Buenos Aires, trabaja en el Hotel Real La Jota, en Galicia, y es una camarera de piso. Hace tiempo la acusaron de robar y la despidieron, pero tuvieron que readmitirla cuando se demostró que era falso. Lili tiene menos de nueeve minutos para limpiar una habitación del balneario de lujo en el que trabaja. Limpia 22 habitaciones al día, pero nadie la ve, ningún cliente la saluda cuando se cruza con ella por el pasillo. Ella sabe que a nadie le importa que le duela la espalda de recoger las toallas mojadas del sueño del baño, que se le irriten la piel y los ojos de tanto Cristasol y tanto amoniaco, que le duela la cabeza, que tenga ansiedad, que se medique para trabajar. Ella sabe que a los clientes del hotel les preocupa más encontrarse un pelo en la almohada que su cansancio, que su salario ínfimo, que sus derechos. Lili es una de las protagonistas de ‘Las que limpian’, un montaje de la compañía gallega A Panadaría, que lleva a escena la revolución de las Kellys en el Teatro María Guerrero del Centro Dramático Nacional (CDN), que coproduce la obra.

Después de eso, te vas al váter. ¿Qué te voy a decir del váter que no sepas? Acá es donde está la inmundicia humana concentrada

Las Kellys —acrónimo de la expresión ‘las que limpian’— son las más de 100.000 mujeres que trabajan en España como camareras de piso, encargadas de limpiar las habitaciones de los hoteles, núcleo duro de nuestro modelo turístico desde hace décadas. En 2016, las Kellys decidieron organizarse a nivel estatal, crearon una asociación para reclamar sus derechos y compartir públicamente su precariedad, se manifestaron en distintas ciudades de España, se reunieron con Rajoy en la Moncloa, consiguieron que las mutuas aceptaran las enfermedades y dolencias derivadas de su trabajo y crearon un portal de reservas de hoteles respetuosos con sus derechos.

A Panadaría son Areta Bolado, Noelia Castro y Ailén Kendelman, dramaturgas, actrices y directoras de este montaje, el cuarto desde que fundaron su compañía en 2013, en Vigo, cuando debutaron con ‘PAN! PAN!’. Después vendrían ‘Panamericana’ y ‘Elisa y Marcela’, una pieza sobre el primer matrimonio lésbico en 1901, que convirtieron en una comedia musical que aún sigue de gira. Dicen que se llaman A Panadaría porque la humanidad siempre ha hecho pan y siempre ha hecho teatro, y ambos son oficios “de tradición, esfuerzo y constancia”. Y a esa concepción artesanal de su trabajo añaden una óptica feminista irreverente y lúdica y una apuesta por los procesos colaborativos y horizontales con equipos femeninos. Es la primera vez que A Panadaría desembarca en el CDN, siguiendo la estela de otras compañías gallegas como Chévere, Matarile o Voadora, y lo hacen para preguntarnos quién limpia la casa de la limpiadora y si es posible revalorizar su trabajo y desligarlo del género.

placeholder 'Las que limpian'. (Leticia Blanco)
'Las que limpian'. (Leticia Blanco)

Todas somos las que limpian

‘Las que limpian’, explica Ailén Kendelman a El Confidencial, nace “de una reflexión acerca de la relación de la mujer con la limpieza porque desde siempre, desde que nacemos, parece que se nos asocia con todas esas tareas: planchar, poner lavadoras, estar pendientes de si queda leche en la nevera… Durante la pandemia nos preguntamos por qué la limpieza está tan ligada al género, así que hablamos de las camareras de piso, pero también de todas las mujeres que limpiamos, tanto las amas de casa como las que llegan del trabajo y empiezan su doble jornada”. Kendelman, Castro y Bolado trabajaron durante un año en este montaje y se entrevistaron con camareras de piso de Galicia, Baleares, Gran Canaria y Madrid. Sus problemas están en esta obra: “El exceso de carga de trabajo, enfermedades laborales no reconocidas, no tener derecho a la prejubilación, un montón de cosas que todas reclaman desde distintos lugares, unos más turísticos y otros menos”.

Una de las escenas de ‘Las que limpian’ se inspira en la experiencia real de Carmen Casín, “una mujer de Madrid que trabajó de camarera de piso, una mujer muy activa en la lucha [de las Kellys] a la que se le rompió el manguito rotador del hombro por hacer tantos movimientos repetitivos y se le quedó el brazo colgando, pero colgando que no se podía peinar ni vestirse”. Hay otros episodios reales que también nutren algunas escenas del montaje: una protesta en Lanzarote de un grupo de ‘Kellys’ que se acostaron en la entrada de un hotel portando un cartel que decía “este trabajo mata” o la experiencia de las trabajadoras de un hotel de Buenos Aires, que constituyeron una cooperativa para hacerse con la gestión del negocio cuando cerró por bancarrota.

Evita el dramón y el victimismo y usa los códigos de la comedia gamberra para contar esta historia con un tono entre bufonesco y grotesco

En escena, una cortina verde, una moqueta de hotel en el suelo y un carrito de limpieza con cubos, botes, bayetas, toallas, bolsas de basura, escobas y escobillas. Elementos que se convertirán en un mostrador de recepción, un atril, una lavadora o un micrófono en manos de las tres actrices, que se desdoblan y transforman en más de media docena de camareras de piso que cambian de personalidad cuando cambian de peluca. A Panadaría evita el dramón y el victimismo y usa los códigos de la comedia gamberra para contar esta historia, a la que imprimen un tono entre bufonesco y grotesco, con escenas rápidas que funcionan como sketches. No todas las escenas brillan, algunos gags son previsibles y quizá pecan de una excesiva economía de medios tratándose de una coproducción, lo que se traduce en una puesta en escena un poco pobre. Sin embargo, A Panadaría es capaz de crear un universo que recuerda a un espectáculo de variedades en el que sus personajes cantan y bailan mientras barren, pasan la aspiradora o intentan negociar una mejora de sus condiciones laborales con el empresario. Y, cuando él se niega, se organizan y discuten si han de manifestarse, hacer una huelga de hambre, quemar contenedores o aplicar métodos más expeditivos: “Lo que hay que hacer es pimpampum, bocadillo de atún. Secuestrar a Aparicio”, dice una de las camareras de piso. Aparicio es uno de los hombres de esta obra. Hablemos de ellos.

placeholder 'Las que limpian'. (Pilar Abades)
'Las que limpian'. (Pilar Abades)

Un presidente del Gobierno y su amigo hotelero

Además de limpiadoras, en esta historia también hay turistas rusos, italianos y franceses, un médico de la mutua y otro de la Seguridad Social, algunos periodistas y dos señores que son amiguetes: Aparicio, que es el dueño del hotel, y el presidente del Gobierno. Y aquí empieza el jolgorio porque el presidente va a visitar el hotelazo de su amigo, al que le va a soltar (y desviar) unos cuantos millones de euros —243, exactamente— porque sí, porque hay que apoyar el turismo: “Podemos decir con orgullo que nos estamos convirtiendo en el parque temático de Europa”, dice el mandatario, “y haré todo lo que pueda y un poco más de lo que pueda si es que eso es posible, y haré todo lo posible e incluso lo imposible si también lo imposible es posible”. La erótica del poder gramatical. Y aquí es cuando cualquier parecido con la realidad no es mera coincidencia porque A Panadaría construye una especie de presidente-Frankenstein que usa frases pronunciadas en su día por Pedro Sánchez, Ana Botella o Mariano Rajoy: “La verdad es que ridiculizar al poder nos resultó muy fácil”, explica Noelia Castro, “hay muchísimos referentes de políticos diciendo sandeces y hay frases que recogemos casi tal cual porque resultan cómicas en cuanto las sacas de contexto”. Y nos falta el empresario.

"Hay muchísimos referentes de políticos diciendo sandeces y hay frases que recogemos casi tal cual porque resultan cómicas sacadas de contexto"

A Panadaría sitúa la historia en un balneario, en una isla gallega. Y esa isla, que llaman La Jota, es en realidad La Toja, en Pontevedra. En marzo de 2018, el grupo Hotusa, presidido por el empresario gallego Amancio López Seijas, compró el Gran Hotel La Toja —inaugurado en 1907 y símbolo del lujo de épocas pasadas— y el Hotel Isla de La Toja, además del casino, un restaurante y el Palacio de Congresos y Exposiciones. Y es él quien inspira el personaje de Aparicio Gómez, el dueño del hotel de esta obra, un tipo que juega al golf con el presidente, que le toca el paquete al presidente como gesto de saludo, y que comparte un ratito de sauna con el presidente mientras hablan de paraísos fiscales. Explica Ailén Kendelman que “ambos personajes están inspirados en Mariano Rajoy y Amancio López Seijas, al que llaman ‘el Amancio de los hoteles’. Se conocen desde la infancia, eran compañeros de clase de pupitre, pasan juntos el verano con sus mujeres y vemos cómo esa relación estrecha de amistad se vincula con relaciones empresariales y políticas”. Noelia Castro y Areta Bolado añaden que “lo que hacemos (en escena) viene de la realidad porque él coge hoteles que están pasando por una situación económica que no está muy bien y los lleva a la ruina subcontratando al personal, con unas condiciones malísimas, sustituyendo a la gente fija por subcontratada y, claro, todos esos mecanismos son los que intentamos también mostrar en la obra”. Mecanismos contra los que estas camareras de piso de A Panadaría se vengan, proponiendo una alternativa más humana, más digna, más justa.

Hay personas que nunca han limpiado un baño y un váter y hay otras que limpian 500 al mes. Para las primeras, una clase práctica: “En el baño, lo primero es limpiar la bañera y acá cuidado, porque no puede quedar un pelo. A la gente, no sé, no le gusta que haya pelos, aunque son sus propios pelos, viste. Y los pelitos se nota de dónde vienen, de los clientes, porque son unos conchudos... Porque en húmedo no lo ves, pero en seco aparece el pelo conchudo. Otra novedad es que ahora ponen mampara a todas las bañeras. Entonces, limpias la mampara sin que quede ningún resto biológico. La gente, de verdad, se quiere sentir especial y en ese baño estuvieron mil millones de personas. ¡Da igual! Vos limpiala. Cuidado acá porque hace poco una compañera se resbaló y se desnucó. Después de eso, te vas al váter. ¿Qué te voy a decir del váter que no sepas? Acá es donde está la inmundicia humana concentrada. Vos tenés que intentar limpiarla. Limpiar la inmundicia. No es fácil, pero se hace lo que se puede”.

Teatro Comedia
El redactor recomienda