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'Happy hour' en la cafetería de El Corte Inglés: viejos que meriendan, jóvenes que pagan
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'Happy hour' en la cafetería de El Corte Inglés: viejos que meriendan, jóvenes que pagan

Era aquel un escenario que confirma todas las estadísticas. Una muesca, un costumbrismo, nada científico. Un ejército de personas que navegan entre la nata, el sirope y la mermelada

Foto: Fachada de El Corte Inglés de Callao. (EFE/Luca Piergiovanni)
Fachada de El Corte Inglés de Callao. (EFE/Luca Piergiovanni)

El miércoles, Pedro Sánchez apareció con la mandíbula golpeada por el bruxismo, menos canas que de costumbre y cara de desdicha. Anunció lo que viene, lo que ya está y pidió unidad a los partidos. Recordé el titular que la maravillosa Pitita Ridruejo le dio a Martín Bianchi en 'ABC' hace nueve años: "A mucha gente no le conviene que llegue el Apocalipsis". Pitita falleció en 2019 y, mientras tanto, los demás seguimos esperando.

El fin de semana ya había leído y subrayado algunos de los rasgos de esa crisis que está y que se quedará durante un buen tiempo. Esa que la pandemia y la guerra no han hecho sino acelerarla con brusquedad. Sentía que me faltaba el aire mientras apuntaba en mi cerebro conceptos como la pobreza fragmentada, el falso bienestar que da el 'low cost' y escuchaba a Sánchez, presentando un torniquete para la hemorragia. Pensé que los 46 años te hacen sentir como un extraño relleno de sándwich. Demasiado joven para jubilarte, demasiado mayor para ser madre y estar al día de lo que pasa en Twitch.

"Solidaridad intergeneracional no es que tu abuelo te ponga un plato de comida, es que tú puedas tener dinero para pagar tu propio plato"

Buscaba un refugio y no lo encontré. Fue entonces cuando escuché a Estefanía Molina en la radio: "Solidaridad intergeneracional no es que tu abuelo te ponga un plato de comida, es que tú puedas tener dinero para pagar tu propio plato". Y me dio por tirar de ese hilo, así que me fui a uno de los paraísos terrenales de los ancianos urbanitas españoles a pulsar el ambiente: la cafetería de El Corte Inglés a la hora de la merienda.

Subí en el ascensor con la tía Pili. Yo no lo la conocía de nada, pero su sobrina, otra mujer también jubilada, la regañó por algo relacionado con unos audífonos y luego dijo en voz más alta: "¡Son los ocho días de oro!". Imaginé comandos de señoras atacando en el establecimiento y sonreí satisfecha.

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Inciso. Es universalmente aceptado el avance que conllevan descubrimientos como la penicilina, la epidural, los tampones y las lentillas mensuales. No tanto otro de esos inventos que hacen la vida de los mayores mucho más confortable: las Skechers. Un calzado que está a medio camino entre unas deportivas y unos zapatos cómodos que llevan jóvenes, no tanto y el 99,5 por ciento que las señoras que merendaban tortitas con nata y descafeinado la tarde de este pasado jueves.

Señoras que gastan su pensión entregadas a una tostada de pan blanco de grosor considerable, a la que untan mantequilla y mermelada. Mujeres que abofetearían a cualquiera que osara a proponerles un cambio por aguacate y sésamo tostado. Señoras bajitas a las que les cuelgan los pies de la silla, que a veces parecen furiosas hasta que descubres que no, que simplemente van por la vida repartiendo vehemencia.

Fue una forma velada de llamarnos pánfilas. Como no reaccionamos, tiró de la mano de Pili y se sentó entre bufidos

Señoras que ordenan a sus maridos y a veces a sus también ancianos hijos que coman poco, "que luego engordas". Señoras a las que les importan una higa las normas. "¿Estáis esperando para que os sienten? Yo nunca espero", nos espetó la sobrina de la tía Pili a una señora que esperaba conmigo la aparición de un camarero. Fue una forma velada de llamarnos pánfilas. Como no reaccionamos, tiró de la mano de Pili y se sentó entre bufidos.

Era aquel un escenario que confirma todas las estadísticas. Una muesca, un costumbrismo, nada científico. Un ejército de personas que navegan entre la nata, el sirope y la mermelada. El azúcar de los churros y la sacarina del café. Que protestan si esperan demasiado, aunque prisa sepas que no tienen. Que hablan de achaques, que suspiran al sentarse y que nada más pagar, acudirán jubilosas a tocar albornoces y a comprar manteles, una planta más abajo, donde está todo lo de hogar y textil. Celebran los ocho días de oro que nunca son ocho, sino muchos más.

Foto: Diseño: Irene Gamella.

Pero fuera de ese edificio de siete plantas y de una hora feliz en la cafetería que empieza a las cinco de la tarde, mandé a paseo la nostalgia y lo romántico. Pensé en los jóvenes y no precisamente los de mi casa, demasiado pequeños para pensar en trabajo, vivienda y algo parecido a la emancipación y demasiado ocupados en responder a todo con un "uff, mamá". Esos menores de 29 años que apenas suponen un tercio de la población europea, mientras un 20,3% tienen más de 65 años. Y unos jóvenes, los españoles, que en 2020 creían poco o nada probable encontrar trabajo en breve y, por tanto, la posibilidad de emanciparse. Esa autonomía vital que te permite pagar tu propio plato de comida.

"Estamos ante la primera generación que es más precaria que sus padres, así que podemos afirmar que la idea de "progreso" tan defendida durante las últimas décadas se empieza a desvanecer". Es una de las conclusiones del estudio 'El futuro es ahora', elaborado por la revista 'Playground' en colaboración con Ashoka y la escuela de negocios ESIC, en la que participaron 13.587 jóvenes españoles de entre 15 y 35 años.

El acceso al mercado laboral, la calidad del empleo y el acceso a la vivienda, santísima trinidad de sus preocupaciones

El acceso al mercado laboral, la calidad del empleo y el acceso a la vivienda, santísima trinidad de sus preocupaciones. Mientras, la revalorización de las pensiones con el IPC en titulares y rótulos. "Es una recomendación del pacto de Toledo que se aprobó prácticamente sin votos en contra, no hace ni año y medio. Una persona que vive de una pensión no tiene capacidad de amoldar ingresos y gastos, porque no puede trabajar más horas o buscar algo mejor pagado: su pensión es la que es", me dijeron desde el Ministerio de Inclusión.

Mientras, el 40% de paro juvenil. Mientras, un trabajador pobre les paga el abono transporte tenga la pensión que tenga. "Quedarte en casa, es morirte poco a poco", decía una de las señoras de la mesa que tenía al lado. En caso de Apocalipsis, ellas dominarán el mundo. Y ellos, los jóvenes, les pagarán la merienda.

El miércoles, Pedro Sánchez apareció con la mandíbula golpeada por el bruxismo, menos canas que de costumbre y cara de desdicha. Anunció lo que viene, lo que ya está y pidió unidad a los partidos. Recordé el titular que la maravillosa Pitita Ridruejo le dio a Martín Bianchi en 'ABC' hace nueve años: "A mucha gente no le conviene que llegue el Apocalipsis". Pitita falleció en 2019 y, mientras tanto, los demás seguimos esperando.

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