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Informe del curso del 65: sacarse la carrera infiltrado y tirar por la ventana a estudiantes
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Informe del curso del 65: sacarse la carrera infiltrado y tirar por la ventana a estudiantes

La Brigada Político Social, la policía represiva franquista, pasó de Roberto Conesa infiltrado en el movimiento obrero en los 40 a obsesionarse con la universidad

Foto: Miembros de la BPS y la policía armada —los grises—. (Cedida)
Miembros de la BPS y la policía armada —los grises—. (Cedida)

Primero vino toda la movida de la redada en la Complutense de 1956, cuando Roberto Conesa pasó de estar infiltrado en la década anterior en el movimiento obrero, hasta el punto de delatar y apresar a las célebres Trece Rosas, a preguntar en los interrogatorios de usted sobre el cine sueco, porque los detenidos eran hijos de gerifaltes franquistas. Podría parecer una broma, pero para nada. Que se lo pregunten a las familias de Enrique Ruano, Rafael Guijarro o José Luis Cancho.

Una década después del bochorno de la protesta estudiantil, también del 58, donde destacaron los Tamames, Aranguren y demás, la Brigada Político Social volvió a la carga: los estudiantes ya no pertenecían tanto a una élite, porque el propio régimen había abierto la universidad a un espectro mucho más amplio de la sociedad. Y entonces sí, se podía aterrorizar y dar muchas palizas en los calabozos.

Billy el Niño comenzó en la uni y se doctoraría más bien en torturas en los sótanos de la DGS

En el momento álgido de su cruzada contra la universidad, la Brigada Político Social, la policía represiva del régimen, elaboró el 'Informe del curso 65-66': había que meterse hasta dentro en la universidad. Después de un relativo éxito en fábricas y talleres, donde había tenido cierta efectividad en las décadas anteriores, la orden era conseguir infiltrarse entre los estudiantes. Costó bastante, los más listos aprovecharon el viaje para sacarse la carrera y salir de la policía, otros como el infausto Billy el Niño, comenzaron sus pinitos allí y se doctorarían más bien en palizas y torturas en los sótanos de la DGS. Esta es la historia de la BPS, que recupera ahora Pablo Alcántara con 'La secreta de Franco' (Espasa).

Represión en la facultad

Aunque Alcántara resume y explica las varias fases y los diferentes aspectos de la organización, interesa especialmente la universidad, que es donde la BPS acabó especializándose, por extraño que parezca, tal y como recuerda toda la generación que pasó por las aulas de la facultad entonces. En febrero de 1956 la montó un grupo universitario del PCE, antifranquistas que querían acabar entre otras cosas con el SEU, el Sindicato Español Universitario, —uno de cuyos presidentes fue Rodolfo Martín Villa— y la única organización estudiantil que permitía el régimen. Se enfrentaron a los revoltosos un grupo de Falange y se armó el belén, hasta resultó herido de un disparo un estudiante falangista, Miguel Álvarez Pérez.

placeholder 'La Secreta de Franco'. (Espasa)
'La Secreta de Franco'. (Espasa)

Tal y como explica Pablo Alcántara: "Los detenidos de lo sucesos de febrero de 1956 pasaron diez días en comisaría. Después fueron trasladados a la cárcel de Carabanchel, donde formaron una especie de 'Universidad Libre', dando charlas a los presos políticos sobre diversas cuestiones. Estuvieron entre rejas entre quince días y tres meses, pero finalmente su causa fue sobreseída".

Semprún: "La policía franquista, la policía de Conesa, era una mierda, digámoslo claramente"

Aunque los policías que habían participado en la redada fueron reconocidos con premios dinerarios, lo cierto es que se había demostrado la poca efectividad de la BPS dentro de la universidad, mucho menos en las clases altas, haciendo buena la idea de Jorge Semprún, el agente del PCE infiltrado en Madrid que persiguió Roberto Conesa sin éxito durante décadas: "La policía franquista, la policía de Conesa, era una mierda, digámoslo claramente. Solo era eficaz en el control de viejos militantes con antecedentes, todos ellos salidos de la cárcel. Solo relativamente eficaz, hasta finales de los años sesenta, en el control del sector obrero...".

El fin del SEU

Así, tras poco éxito, los estudiantes además consiguieron abolir el SEU en 1965 y con el apoyo de cuatro catedráticos de la Universidad, Enrique Tierno Galván, José Luis López Aranguren, Mariano Aguilar Navarro y Agustín García Calvo, que fueron expedientados y expulsados. Con todo, se había logrado el objetivo y los estudiantes incrementaron la presión contra el régimen, lo que creó malestar en la BPS. Pero ¿eran capaces de infiltrase entre los universitarios? ¿La BPS tenía algún parecido con la Stasi de la RDA en donde la mitad de la población espiaba a la otra mitad? Lo explica a El Confidencial Pablo Alcántara autor del estudio: "No llegaron nunca a estar tan imbricados en la sociedad, aunque sí en ciertos ámbitos como en las fábricas donde había infinidad de chivatos".

placeholder La Policía Armada reprime una manifestación. (Cedida)
La Policía Armada reprime una manifestación. (Cedida)

Resulta que los conflictos estudiantiles eran continuos, los agentes de la BPS tenían que doblar turnos y no daban abasto y cundió el desánimo hasta el punto de que la DGS (Dirección General de Seguridad) decidió elaborar un informe para analizar el problema, tanto del descontento estudiantil como el de la falta de motivación en la propia BPS. Y aquí es donde empezó la infiltración con estudios pagados, la brutalidad ante el nuevo perfil de los estudiantes y los desmanes trágicos como el de Ruano, Guijarro o Cancho.

Para empezar, según recoge Alcántara, el informe, que está en el Archivo Histórico Nacional y la Fundación Francisco Franco, estaba inmerso en la reunión que tuvieron todos los encargados de la vigilancia y seguridad de la BPS en las universidades de todo el país donde se discutió lo que se había recabado en las 65 páginas de las que constaba. Según sus datos, tan solo un 20% de los universitarios eran contrarios al régimen y existían principalmente tres tipos de grupos: "Los de carácter marxista como la FUDE, que era el disfraz del comunismo en los medios sociales, los independentistas que estaban en Bilbao y Barcelona y los catedráticos o estudiantes sin adscripción, pero contrarios a la dictadura". La policía tenía fichados a los dirigentes de los tres grupos.

La Brigada Político Social acabaría especializándose en la represión universitaria

Entremedias había una masa de estudiantes que la BPS temía que fueran captados por los antifranquistas [SIC] y que en realidad solo esperaban el devenir de los acontecimientos, lo que no fue óbice para que se planteara la ofensiva en la universidad en los últimos años del régimen en donde se concentró paradójicamente la represión más violenta. Así se planteó que ante el incremento de la actividad estudiantil se infiltraran un buen número de agentes.

Estudios pagados

Según cita Pablo Alcántara del informe del curso 65-66, que no deja de ser un tanto pueril, ya que se expresaba que habría que seleccionar a los candidatos de la Escuela General de Policía con un gran espíritu vocacional y que obligaría a prescindir de sus atributos oficiales: "Todo esto significaría, además del pago de los estudios, la consiguiente compensación económica que haga olvidar algunas ventajas propias de nuestra función". Agentes de la BPS que se iban a sacar la carrera en el tardofranquismo mientras el régimen se desmoronaba.

Lo peor es que junto a ese esfuerzo, que superaba, como explicaba Semprún, el de la militancia en las décadas anteriores del movimiento obrero, disparó mucho más la violencia. Se trataba de vigilar las tertulias al margen del recinto universitario y a los estudiantes que ocupaban puestos en las organizaciones clandestinas. La cuestión es que con la idea de la destrucción de las organizaciones clandestinas universitarias se creó más tarde, el 27 de enero de 1968, una Policía de Orden Univeritaria (POU). Estaba formada, por supuesto, por miembros de la BPS, con el objetivo de la vigilancia de los estudiantes. No duró mucho, pero desde entonces no abandonaron las facultades. Todo esto derivó en una violencia policial que acabó con la vida de dos de ellos: Rafael Guijarro y Enrique Ruano.

placeholder Lola González Ruiz, Enrique Ruano y Javier Sauquillo junto a la Casa de las Flores de Madrid. (Archivo de Ed. Tusquets)
Lola González Ruiz, Enrique Ruano y Javier Sauquillo junto a la Casa de las Flores de Madrid. (Archivo de Ed. Tusquets)

La historia de Enrique Ruano es conocida. No tanto la de Rafael Guijarro, que narra Alcántara y que fue anterior. Guijarro tenía 23 años, era estudiante de la Escuela de Graduados Sociales de la Universidad Complutense de Madrid y trabajaba como celador. Militaba en el FAR, escisión del PCE, organización que fue desarticulada el 30 de enero de 1967. Justo un día después, varios agentes de la BPS fueron a su domicilio, donde vivía con sus padres, para incautar documentación de sus actividades marxistas. Entonces, Guijarro pidió permiso para ir a beber un vaso del agua a la cocina y aprovechó para irse a otra habitación de la casa y lanzarse al vacío por la ventana. La oposición nunca se creería esta versión como tampoco lo harían con Enrique Ruano.

A Cancho varios policías le torturaron y le tiraron por la venta de la misma comisaría

Por si ya pareciera prácticamente inverosímil la versión de los miembros de la BPS, Alcántara recupera en su libro otro lanzamiento de ventana, solo que en este caso el estudiante José Luis Cancho, militante del PCE en la universidad de Valladolid, sobrevivió. Cancho fue detenido junto con otros veintisiete activistas y pretendieron obligarle en comisaría a firmar un documento por el que se reconocía militante de dicha organización. Como se negó, a la mañana siguiente varios policías le torturaron y le arrojaron por la ventana de la misma comisaría. Resultó herido de gravedad, pero sobrevivió. De nuevo, la versión de la policía fue que aquello había sido un intento de suicidio. Fueron los casos más sangrantes, pero durante toda esa época las vejaciones y torturas que surgieron a partir de esa infiltración surgida del Informe del curso 65-66 fueron bastante habituales.

Billy el Niño

De hecho, uno de los personajes más infaustos de la BPS en la universidad, bajo la tutela del supercomisario Roberto Conesa, fue el célebre Pacheco, alias Billy el Niño, exponente máximo de esa brutalidad policial y de que el régimen se especializara en la represión universitaria. Sin embargo, tal y cono explica Alcántara, no debe confundirse la BPS con uno o dos exaltados como Billy el Niño, ya que se corre el riesgo de pensar que aquello fue una excepción: "Ni Conesa, ni Billy el niño ni otros reconocidos agentes de la BPS fueron extraordinarios, lo cierto es que fueron muchos y, aunque la policía represiva franquista no tuvo tanta penetración como la STASI en la RDA, tampoco fue una broma.

Antes, en los años 40 y 50, habían sido efectivos en la infiltración y coacción en el movimiento obrero, lo que ocurrió es que siempre hubo una oposición activa que también frenó muchos de los desmanes". ¿Existen aspectos que aún desconocemos sobre el periodo? Muchos, porque según la Ley de Secretos Oficiales no se puede acceder a muchos documentos, y se dice que miles de ellos fueron quemados en la Transición, al mismo tiempo que se aprobaba la Ley de Amnistía que impide aún hoy que muchos de los miembros de la secreta de Franco sean juzgados.

Primero vino toda la movida de la redada en la Complutense de 1956, cuando Roberto Conesa pasó de estar infiltrado en la década anterior en el movimiento obrero, hasta el punto de delatar y apresar a las célebres Trece Rosas, a preguntar en los interrogatorios de usted sobre el cine sueco, porque los detenidos eran hijos de gerifaltes franquistas. Podría parecer una broma, pero para nada. Que se lo pregunten a las familias de Enrique Ruano, Rafael Guijarro o José Luis Cancho.

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