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'Somebody somewhere': ¿pero cómo no estás viendo la serie de la gorda y sus amigos gais?
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'Somebody somewhere': ¿pero cómo no estás viendo la serie de la gorda y sus amigos gais?

No parece precisamente la producción de moda entre los que reivindican precisamente productos audiovisuales de este tipo, y, sin embargo...

Foto: 'Somebody somewhere'.
'Somebody somewhere'.

Una cosa buena de las series estadounidenses es que se filman por todo aquel enorme país y debe de ser solo cuestión de tiempo que acaben apareciendo las estrellas y el dinero en tu pueblo. Hemos visto Nueva York un millón de veces en las películas, por lo que las series se ruedan en Baltimore ('The Wire'), en los Ozark ('Ozark'), en el Medio Oeste, en Luisiana ('True Detective')… Se aprende mucha geografía viendo series, se hace turismo, se mira a menudo Google Maps. Yo ya me sé mejor dónde queda Arkansas que dónde queda Huesca. En España, sin embargo, solo se hace una película o una serie fuera de Madrid si mete dinero una conserjería local, y lo que sale de ahí es más un publirreportaje que una película. La inspiración geográfica —que Palencia te sugiera de verdad una serie, vamos— es lo que echa uno de menos en nuestros productos audiovisuales.

Lo que no se ve tanto en tantísimas series como vemos es gente fea. 'Somebody somewhere' es una serie sobre gente fea, por nombrar el más ostensible de sus defectos. También son personajes malhablados, pobres, sucios, cutres, borrachos, traficantes y horteras. Para redimir este panorama de cotidianidad basura-blanca, sale un cogollito de gente 'queer' muy simpática.

'Somebody somewhere' se presenta como una comedia de siete capítulos de media hora acerca de la fascinante vida de mierda de una mujer muy gorda. En España, hubo una película originalísima y muy grata de título igualmente laxo: 'Gente en sitios' (2005, Juan Cavestany). 'Somebody somewhere' (literalmente: 'alguien en alguna parte') podría traducirse como 'Don nadies en un sitio por ahí'. El sitio por ahí de la serie es la octava ciudad más grande de Kansas. O sea, un lugar tan malo como puedas imaginar.

Todos los de provincias que alguna vez salimos del hogar sabemos que el fracaso que la vida nos tiene reservado no es otro que volver a casa. La protagonista de 'Somebody somewhere', interpretada por la cómica y cantante Bridget Everett, vuelve a casa después de creerse que el resto del mundo la estaba esperando. Sus kilos de más, que la serie señala sin el menor escrúpulo (por ejemplo, en una escena en la piscina), son solo parte del lastre 'loser' de la protagonista. Ha pasado de los 40 y no tiene nada, ni un trabajo gratificante, ni hijos, ni pareja, ni casa, ni pasado glorioso, ni dinero en el banco ni más allá de dos o tres camisetas que ponerse. Su familia, que también es de aúpa, la apoya incondicionalmente. O sea, le recuerda todos los días lo absolutamente miserable que es.

Todos los de provincias que alguna vez salimos del hogar sabemos que el fracaso que la vida nos tiene reservado no es otro que volver a casa

Todo esto, como es lógico, hace que 'Somebody somewhere' no esté de moda y nadie la esté viendo, dado que, con todas nuestras buenas intenciones, con todo nuestro feminismo, con toda nuestra moral panhumanística, lo que no podemos soportar es una serie sobre una gorda. El resto del 'casting' lo completan una decena larga de actores seleccionados con el mismo método que utilizó 'The Office' (2005-2013) para reunir a su elenco: escoger gente con algún rasgo facial destacado, desproporcionado o inquietante.

Feísmo hiperrealista

Un feísmo hiperrealista tamiza, por tanto, cada plano del 'show', y ahí tenemos los clásicos sofás de doscientas plazas, abultados y llenos de cojines y mantas, que caracterizan como ningún otro bien mueble o inmueble la así llamada América Profunda. La familia americana echada a perder siempre se echa a perder sobre un inmenso sofá inamovible, ve la tele, come patatas fritas, insulta a su marido, a su esposa, bebe, se droga y, sobre todo y por nada del mundo, abandona nunca ese sofá. Si acaso para pegar algunos tiros con la vieja escopeta, cocinar fentanilo o serle infiel al otro

Gracias al humor corrosivo, la serie no es tan deprimente como se la pintó. En el primer episodio, la “escritora local” publica una obra donde cuenta sus años de instituto. Se trata de apenas 50 páginas autoeditadas, que no por ello dejan de remover las conciencias y las vidas de sus excompañeros de recreo, particularmente de nuestra protagonista, que sale en el libro como aficionada a chupar tampones. Para eso hemos quedado: personajes patéticos en una novela autoeditada.

Es todo entre John Waters y Alexander Payne, con un poco de 'Transamérica' (2005, Duncan Ducker).

La redención, camino de amor y refugio sentimental de nuestra oronda heroína los encontrará todos juntos en una coqueta, primorosa y cantarina minicomunidad 'queer'

Porque la redención, camino de amor y refugio sentimental de nuestra oronda heroína los encontrará todos juntos en una coqueta, primorosa y cantarina minicomunidad 'queer' que resiste con humor el calvario de vivir en “un sitio por ahí”, rural y con 'sheriff'. Gais, lesbianas y trans se juntan semanalmente a cantar en una iglesia, a espaldas de la clerecía responsable, que cree realmente que usan el lugar sagrado para hablar con Dios.

El contraste entre este grupo como trasplantado directamente desde el Greenwich Village de Nueva York a la octava ciudad menos interesante de Kansas y el paisanaje rural es potente, se explota bien y da mucho juego. Sin embargo, ronda el cliché. Los rostros beatíficamente 'queer' deberían dejar paso —opino— a un poco más de fondo humano. O sea, que una chica trans pueda no hacer de chica trans en cada plano, sino que a veces esté triste porque ha perdido el trabajo, o preocupada porque no tiene dinero para pagar la gasolina. No es el caso, y la comunidad 'queer' aquí retratada, como en tantas otras películas o series, parece vivir exclusivamente para ser 'queer', algo que, como es lógico, parece un tanto reduccionista y corto de miras.

Una cosa buena de las series estadounidenses es que se filman por todo aquel enorme país y debe de ser solo cuestión de tiempo que acaben apareciendo las estrellas y el dinero en tu pueblo. Hemos visto Nueva York un millón de veces en las películas, por lo que las series se ruedan en Baltimore ('The Wire'), en los Ozark ('Ozark'), en el Medio Oeste, en Luisiana ('True Detective')… Se aprende mucha geografía viendo series, se hace turismo, se mira a menudo Google Maps. Yo ya me sé mejor dónde queda Arkansas que dónde queda Huesca. En España, sin embargo, solo se hace una película o una serie fuera de Madrid si mete dinero una conserjería local, y lo que sale de ahí es más un publirreportaje que una película. La inspiración geográfica —que Palencia te sugiera de verdad una serie, vamos— es lo que echa uno de menos en nuestros productos audiovisuales.

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