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El extraño caso de un 'bestseller' internacional español tan impecable como incomprensible
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la crítica literaria quincenal

El extraño caso de un 'bestseller' internacional español tan impecable como incomprensible

Virginia Feito triunfa a nivel internacional con su primera novela, 'La señora March', la cual está escrita en inglés

Foto: Detalle de portada de 'La señora March'. (Lumen)
Detalle de portada de 'La señora March'. (Lumen)

En los tiempos pastoriles (hace 10 años) en que estaba de moda hablar de Cultura Libre aprovechando que no había guerras ni pandemias ni nada bueno en la tele, pero sí piratería masiva de canciones y películas, Javier Marías afirmó que, si se ponían muy negras las cosas, escribiría sus libros directamente en inglés, de modo que la picaresca española no pudiera privarle de su derecho a cobrar un 10% de cada libro que vendía. Luego llegaron Spotify y Netflix, y la gente empezó a pagar encantada por cosas por las que antes, con gran dignidad comunal, no estaba dispuesta a pagar. No fue la bondad ni la empatía las que acabaron con la piratería cultural, fue el capitalismo puro y duro.

El caso es que Virginia Feito (Madrid, 1988) ha escrito su primera novela directamente en inglés, lo que debe hacernos pensar, lo primero de todo, en la buena educación que ha recibido. No es la suya una tesitura migrante penosa, como comparece en las biografías fatigadas de los Nabokov o Vizinczey, que sí se vieron obligados a cambiar de lengua literaria al hilo de exilios violentos y de necesidades acuciantes. Feito escribe en inglés por alegría, por gusto, por proyección; porque le da la gana, vamos.

Su novela se titula 'La señora March' (Lumen) y ha sido traducida excelentemente al español por Gemma Rovira. Otro gesto interesante es ese que lleva a una autora cuya lengua materna es el español a dejar que sea otra española la que repatríe su libro escrito en la lengua imperial.

La obra, en fin, ha contado con gran atención mediática en España, entre otras cosas, por el gancho que supone esa anomalía de escribir en inglés, amén de por la adaptación al cine que la actriz Elisabeth Moss ('El cuento de la criada') va a hacer de la novela. En España creo que va por la tercera edición. Todo bien.

placeholder Virginia Feito. (EFE/Toni Galán)
Virginia Feito. (EFE/Toni Galán)

Les condecoro de éxitos la novela porque yo, la verdad, no la he acabado de entender. Esta pieza no es lo que se entiende como crítica 'negativa', sino, más bien, una pequeña calistenia intelectual. A veces es necesario pensar por qué un libro no te gusta; y a veces es necesario decirles a los lectores de los periódicos que hay libros que no nos gustan y que tampoco pasa nada.

'La señora March' empieza, en rigor, con los inevitables elogios que apareja su envoltorio físico, fajas, contracubierta, solapa. Ahí vemos que, para no pocos críticos, esta novela es similar a las que escribió Patricia Highsmith. Otros la emparentan con Virginia Woolf. Y otros hablan de Hitchcock.

Ciertamente, si alguien es capaz de parecerse al mismo tiempo a Virginia Woolf y a Patricia Highsmith, es un genio absoluto. Del mismo modo que si alguien, con una película, fuera capaz de parecerse al mismo tiempo a Ingmar Bergman y a James Cameron. O sea, no lo veo.

Retrato de una dama

Basta empezar la novela, de prosa morosa, suavemente irónica, de largos periodos sintácticos y mucho detalle y bastante esfuerzo sensitivo, para pensar, quizá con algo más de criterio, en Henry James. El ambiente selecto, educadísimo, que contamina además al lenguaje de 'La señora March' le hace a uno recordar, un poco al menos, 'Retrato de una dama' o 'Washington Square'. Es como una ambientación epocal, refractaria a la coloquialidad, la palabrota y la explicitud, un mundo retractilado por las buenas maneras, cálido y reprimido al mismo tiempo.

También me ha recordado el libro, en sus primeros compases, a Elizabeth Taylor; sí, una escritora que se llamaba Elizabeth Taylor. Por ejemplo, a su novela 'El hotel de Mrs. Palfrey'.

Que 'La señora March' recabe en mí estas referencias tiene, claro, sus conflictos. ¿Ha leído Feito a James y/o a Taylor? Si es que sí, ¿le han influido en su prosa? Si ella no reconoce la influencia de lo leído, ¿puede aun así haberle influido? Puras especulaciones que a usted, a esta hora de la mañana, no me lo niegue, le dan completamente igual.

Lo que no es posible detectar en este libro es el apabullante 'thriller' que anticipa su 'marketing'

A mí me interesan mucho. Porque lo que no es posible detectar en este libro es el apabullante 'thriller' que anticipa su 'marketing', con esos maestros icónicos de la emoción tensa (eso es el 'thriller') que nos plantan en la cubierta: Hitchcock y Highsmith. No. De hecho les diría, todo chungo, que no creo que haya una prosa más alejada de la prosa corta, seca, impía de Patricia Highsmith que esto que hace Virginia Feito. Es como comparar un carruaje (iba a ponerles 'tílburi', pero no es plan) con una moto de rockero.

La obra, en fin, trata de la mujer de un escritor, cuya última novela está siendo un éxito dado su fascinante argumento: una prostituta con la que nadie quiere acostarse. La señora March va a comprar dulces a una pastelería y la dependienta la pone sobre la pista de que quizás esa puta está inspirada en ella. Esto, quién lo diría, no le sienta bien a la señora March.

Mampostería

Durante 80 páginas, que fueron las que leí a favor del libro, la duda inspiracional corroe a la esposa del escritor, pero todo este primer tramo del libro no está dedicado a muchas más cosas, pues las páginas se nos van en interminables descripciones de situaciones muy pijas que, en suma, constituyen la vida toda de esta mujer. O sea, que hay muchos tapices, flores, comidas, vinos caros, ropa suntuosa, salones divinos, pasillos celestiales y personas de elegancia última. Se aprende mucho sobre cómo viven los ricos del Upper East Side, sí. En Manhattan.

La prosa no decae nunca, las escenas dialogadas son impecables, pero todo parece inclinarse fatalmente hacia la mampostería escénica, al punto de que uno (yo) ya anticipa que en la obra no va a haber grandes sucesos, mucha muerte, acción pura, sino solo otra fiesta, otro cóctel, otro espacio pijísimo descrito con sumo cuidado, como así sucede en efecto.

La novela se diría un pastiche de las novelas femeninas de los años cincuenta y sesenta

No he llegado a entender, de hecho, cuándo están viviendo los personajes. La novela (y no sería mala cosa) se diría un pastiche de las novelas femeninas de los años cincuenta y sesenta que a veces reedita Gallo Nero o Gatopardo, río revuelto de Joan Didion, Barbara Pym, Barbara Comyns, etc. Señoras con gran talento que escribieron sobre señoras atrapadas en matrimonios previos a la invención de los anticonceptivos y que, por tanto, guardaban las formas y estaban tristes. Las referencias puntuales a libros ('Rebeca', 1938), música ('Danza del hada de azúcar', 1892) o películas no ayudan mucho a sacarle a uno de esta dubitación temporal. De pronto, leemos: “¿Ya habían publicado el audiolibro?”. Muy confuso.

Quiere decirse que, realmente, no sé qué ha hecho Virginia Feito, qué quería hacer, por qué todo el mundo vende esto como un 'thriller' apasionante cuando lo más apasionante del libro es el hojaldre de un canapé y una alfombra hecha a mano en Portugal. Como hay tantas fiestas en el libro, o dos fiestas que duran muchísimo, yo creo que el crítico que compara este libro con Virginia Woolf ha realizado este fascinante cálculo: 'La señora Dalloway' prepara una fiesta, y 'La señora March' prepara una fiesta, de modo que Virginia Feito es como Virginia Woolf, y además se llaman igual. Aunque no se lo crean, hay críticos así de idiotas.

Cuando llega el muerto, yo estaba tan empachado de salones, techos y hojaldres que no me enteré muy bien de qué importancia tenía ese cadáver comparado con que la criada llevara la cofia derecha. Obviamente, leía yo ya un poco en diagonal, para qué les voy a decir otra cosa.

Me ha parecido una novela muy de señoras, dicho esto con toda la maldad que puedo permitirme, que es bastante.

Admirablemente bien escrita, tanto en inglés como en español, sin duda; bien armada; pero, al cabo, no entiendo el motivo de que un talento literario se ponga al servicio de los buenos modales, de las vidas confitadas y de una pacatería que ya no existe.

En los tiempos pastoriles (hace 10 años) en que estaba de moda hablar de Cultura Libre aprovechando que no había guerras ni pandemias ni nada bueno en la tele, pero sí piratería masiva de canciones y películas, Javier Marías afirmó que, si se ponían muy negras las cosas, escribiría sus libros directamente en inglés, de modo que la picaresca española no pudiera privarle de su derecho a cobrar un 10% de cada libro que vendía. Luego llegaron Spotify y Netflix, y la gente empezó a pagar encantada por cosas por las que antes, con gran dignidad comunal, no estaba dispuesta a pagar. No fue la bondad ni la empatía las que acabaron con la piratería cultural, fue el capitalismo puro y duro.