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Stop ñoñería: ¡las mujeres también hacen la guerra!
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'TRINCHERA CULTURAL'

Stop ñoñería: ¡las mujeres también hacen la guerra!

Se han conocido temidos batallones formados por mujeres, algunos con un papel letal en momentos clave como la II Guerra Mundial. Es el caso del escuadrón de la Unión Soviética al que los alemanes llamaron "Brujas de noche"

Foto: Una mujer prepara un cóctel Molotov en Ucrania. (Reuters/Serhii Hudak)
Una mujer prepara un cóctel Molotov en Ucrania. (Reuters/Serhii Hudak)

Estamos en guerra y se ha puesto de moda el argumento de que, si el mundo estuviera llevado por mujeres, se acabarían los conflictos bélicos. "Pium, pium". La testosterona, cuentan, es lo que lleva a los hombres a montar conflictos armados. Sin embargo, es tan falaz decir que las guerras son solo cosa de hombres, como afirmar que sin las mujeres estas no existirían. El contrafáctico no funciona bien en la historia. E incluso sepulta los hitos de muchas mujeres que han combatido y combatieron, y el papel que ocuparon en la economía o la familia, o la agonía humana que sufrieron en sus carnes.

La última evidencia fue esta semana, a cuenta de la invasión rusa en Ucrania. El medio de noticias en inglés, 'The New Voice of Ukraine', hizo viral a una guerrilla de ucranianas que cogían las armas para ir al frente a defender a su país. No era la estampa habitual, porque hasta la fecha, la mayoría de las fotografías que circulaban era de hombres, en misiones del Ejército, guerrillas, o batallones de voluntarios.

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Sin embargo, todo ello no implica que lo femenino pueda tener un estilo propio, como argumenta la periodista especializada en comunicación no verbal, Patrycia Centeno, en su último libro 'Poderío' (Destino). Centeno hace un alegato para que las mujeres aprecien el poder que existe detrás de sus rasgos femeninos (estilo cooperativo en vez de jerárquico, huida de la agresividad, aceptación de una sensibilidad que se sabe poderosa) y con ello, huyan de necesitar apoyo en los patrones masculinos. La autora lo resume de la siguiente forma:

"El liderazgo femenino no persigue ejercer poder sobre otros u otros, sino beneficiarse del poder personal para generar un poder social sano. La agresividad, el deseo de venganza creado por las costumbres prepotentes, dominantes y condescendientes del patriarcado se pueden utilizar, remodelar y transformar en poderío, en liderazgo femenino".

Si bien, la literatura que plantea ese 'otro' estilo de la mujer en guerra corre el riesgo de propagar una serie de clichés contraproducentes en el borrado de las mujeres en la historia. Primero, por las combatientes reseñables que han existido. Segundo, porque puede minusvalorar los riesgos que estas han asumido en el frente. Tercero, obviando el papel de reconstrucción posguerra que ellas han jugado.

La literatura que plantea ese 'otro' estilo de la mujer en guerra corre el riesgo de propagar una serie de clichés contraproducentes

En primer lugar, se han conocido temidos batallones formados por mujeres, algunos con un papel letal en momentos clave como la Segunda Guerra Mundial. Es el caso del escuadrón de la Unión Soviética, al que los alemanes llamaron "Brujas de noche" y los franceses "hechiceras de la noche", que operó entre 1942 y 1945. Estaba formado solo por aviadoras, que no fueron precisamente bien recibidas por sus compañeros. Ahora bien, sí muy odiadas por los nazis, que entendían de su capacidad de actuación tan precisa en mitad de la noche.

Aunque no sería la primera vez que en la historia se conoce del arrebato de miles de féminas que se alistaron para ir al frente cuando sus gobiernos lo requerían. Muestra evidente es que hoy los ejércitos profesionales cuentan con voluntaria presencia femenina. Como en España, donde el 13% son mujeres, siendo los países más destacados Australia (18,8%), Estados Unidos (16,8%) seguido de Eslovenia (16,6%) y Grecia (16,5%), según datos de The Securiry Index, procesados por Newtral.

Si bien, su escasa presencia en la actualidad muestra la otra cara de la jerarquía militar. Se consideran cuerpos muy masculinizados, con dificultad para las mujeres para ascender en un sistema de orden y mando, cerrados, donde el poder tiende a ser sistémico, como en toda organización, con el agravante de la maternidad, en caso de haberla.

No sería la primera vez que en la historia se conoce del arrebato de miles de féminas que se alistaron para ir al frente

En segundo lugar, varios historiadores han hecho notar el repudio social que sufrió mayoritariamente la mujer combatiente. Como recordaba la doctora por Princeton en estudios culturales, Azahara Palomeque, esta semana en 'El País', citando la obra 'La guerra no tiene rostro de mujer', de la Nobel Svetlana Alexiévich, muchas soviéticas fueron obviadas, cuando no directamente despreciadas, sin llegar a lograr el mismo reconocimiento público que los hombres, tras regresar de jugarse la vida. Otras no fueron consideradas buenas madres tras, incluso, haberse visto obligadas a servir propósitos sexuales en el frente.

Asimismo, ciertos historiadores reportan cómo muchas soldados enfrentaron cruentas violaciones, que agravaban la ya de por sí cruda experiencia de cargar un arma contra un Ejército rival. Otras que permanecieron en sus ciudades o pueblos también narraron esa crueldad.

Ello demuestra que las mujeres tampoco se ahorran la cara horrible de los conflictos bélicos, destinadas incluso a funciones de la maquinaria estatal o la fabricación industrial. Así es cómo pasaron a incorporarse miles de ellas al mercado de trabajo. Por ejemplo, las conocidas como 'munitionettes' eran las mujeres británicas que trabajaban en el sector armamentístico. Buena parte de las economías de guerra eran reconstruidas por mujeres ante los miles de bajas en vidas de hombres.

Buena parte de las economías de guerra eran reconstruidas por mujeres ante los miles de bajas en vidas de hombres

Tercero, están las consecuencias de los conflictos armados. Muchas de esas madres, hijas, hermanas, se aventuraron a una vida incierta como refugiadas en otros países. Unas veces, teniendo que llevarse a los hijos y cargar solas con su crianza en un lugar desconocido, tras haberlo perdido absolutamente todo, y probablemente también, la vida de sus esposos, padres o hijos.

Pese a ello, asumir que las ansias de lucha o las capacidades letales no existen en las mujeres, o que incluso el mundo sería un remanso de paz y cooperación con ellas al frente, no deja de ser una elucubración biologicista tan caduca en los tiempos actuales. La mujer como ente que engendra la vida, mientras es el hombre el que la destruye. Es la mujer la que siempre debe encontrar una forma de resolver las cosas, y el hombre, el de la pulsión aniquiladora.

Más honesto sería pensar sobre la idea de una manera de hacer política que pivota sobre lo femenino o lo masculino como arquetipos en psicología, sin que necesariamente tengan que encajar con el cuerpo de una mujer o de un hombre. Como detalla Centeno al mencionar el estilo de Barack Obama, puede haber hombres con rasgos femeninos de liderazgo. E incluso mujeres, como Margaret Thatcher, que no solo hicieron guerras, sino que gobernaban con mano de hierro sus respectivos países.

A saber, que por destacar algunas bondades de lo femenino, no se debe caer en el estereotipo que invisibiliza a las mujeres, llevándonos por delante el esfuerzo que ellas también hicieron a lo largo de la historia cuando estallaban las guerras, a menudo, con el mismo coraje o carácter agresivo que ellos. Chicas de armas tomar.

Estamos en guerra y se ha puesto de moda el argumento de que, si el mundo estuviera llevado por mujeres, se acabarían los conflictos bélicos. "Pium, pium". La testosterona, cuentan, es lo que lleva a los hombres a montar conflictos armados. Sin embargo, es tan falaz decir que las guerras son solo cosa de hombres, como afirmar que sin las mujeres estas no existirían. El contrafáctico no funciona bien en la historia. E incluso sepulta los hitos de muchas mujeres que han combatido y combatieron, y el papel que ocuparon en la economía o la familia, o la agonía humana que sufrieron en sus carnes.

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