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La venganza de las valkirias: la desconocida e increíble historia de las mujeres vikingas
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La venganza de las valkirias: la desconocida e increíble historia de las mujeres vikingas

La arqueóloga británica Cat Jarman publica 'Los reyes del río' (Ático de los Libros) una nueva y fascinante visión de los conquistadores del norte de la que adelantamos a continuación un extracto

Foto: Cuatro vistas de la figurita de una mujer con armas, probablemente una valkiria, hallada en Dinamarca. (Ático)
Cuatro vistas de la figurita de una mujer con armas, probablemente una valkiria, hallada en Dinamarca. (Ático)

La época vikinga, tal como estamos acostumbrados a considerarla, está abrumadoramente llena de hombres. Con sus barbas canosas y los dientes apretados, el guerrero vikingo está grabado en la mente moderna: el guerrero de Repton, con su martillo y su espada, encaja con precisión en la imagen que tenemos en la cabeza. La misma palabra 'vikingo' es, por definición, masculina; sus orígenes en el nórdico antiguo tienen género, y hacen del 'vikingr' un hombre. Pero, aun así, como dijo un investigador, aunque eso convierta a la 'vikinga' en una imposibilidad lingüística, también es una necesidad biológica. Por supuesto, también había mujeres vikingas. Pero, sorprendentemente, no ha sido hasta épocas bastante recientes que se les ha prestado atención. Ahora, en el siglo XXI, parece que la mujer vikinga ha vuelto con ganas de venganza.

Según gran parte de los estudios de la época vikinga, las mujeres esperaban fielmente en casa, en la granja familiar, contemplando en actitud pasiva un proceso de migración que tenía lugar en torno a ellas. Todavía nos faltan muchas cosas por saber de sus papeles y actividades, pero numerosos nuevos descubrimientos y una nueva forma de pensar están empezando a cambiar las cosas. Repton sigue siendo uno de los pocos enterramientos en Inglaterra con asociaciones indudablemente vikingas y, con toda probabilidad, uno de los más significativos fuera de Escandinavia. De modo que si podemos comprender quiénes eran las mujeres de Repton y por qué estaban allí, sería un buen comienzo.

placeholder 'Los reyes del río' (Ático de los Libros)
'Los reyes del río' (Ático de los Libros)

Si las excursiones vikingas hubieran sido exclusivamente un asunto masculino, se podría esperar encontrar pruebas de movilidad tanto dentro como fuera de Escandinavia (es decir, gente que hubiera migrado en algún momento de sus vidas) solamente entre los hombres. Sin embargo, ese no es el caso, como descubrí hace un par de años antes de empezar a trabajar en Repton. Durante mi época como estudiante en Noruega, después de meses de solicitudes, comités éticos, formación y preparativos, finalmente me dieron el ansiado permiso para examinar los restos de cuarenta esqueletos de la época vikinga que se conservaban en el sótano del departamento anatómico de la Universidad de Oslo. Me había interesado por el estudio de la movilidad, con el deseo de averiguar lo extensa que había sido en realidad la migración entre aquellos que habían muerto durante la época vikinga. Especialmente entre las mujeres.

Siete mil cráneos

Cuando por fin me dieron acceso a la Colección Anatómica Schreiner en la Universidad de Oslo, bajé las escaleras metálicas y me encontré con los cráneos de siete mil personas; sus caras anónimas me miraron desde unos armarios de madera con puertas de cristal. Aquel día pasé un tiempo simplemente paseando de un lado a otro por delante de las filas de armarios, que contenían estantes y más estantes de cráneos, cada uno de ellos colocado con delicadeza en una caja de cartón poco profunda, con su número de inventario escrito a mano con tinta en la parte delantera. Tenía una lista de números preseleccionados de una base de datos que correspondían a los individuos que encajaban con mis estrictos criterios de tiempo, lugar y edad. Me llevaría los cráneos conmigo al piso de arriba, al laboratorio de preparación, me pondría una bata blanca y unas gafas protectoras y, con todo el cuidado posible, sacaría las muestras que necesitaba, para luego devolverlos a sus estantes.

Los cráneos de los enterrados en un lugar muy distinto al lugar donde los isótopos indicaban que se habían criado eran mujeres

Igual que en Repton, las muestras se enviaron a un laboratorio para los análisis de isótopos de estroncio y oxígeno, y yo me dediqué a esperar a que la lista de números regresara en una hoja de cálculo. Algunos de los resultados resultaron imprevisibles. La mayoría de ellos mostraban pruebas de movilidad: en otras palabras, los cráneos de aquellos que estaban enterrados en un lugar muy distinto al lugar donde los isótopos indicaban que se habían criado eran mujeres. Parecía muy improbable que dos de las mujeres hubiesen nacido en Noruega; el esmalte de sus dientes coincidía con valores, o bien del sur de Escandinavia, o bien, curiosamente, de Gran Bretaña. Aunque estaba examinando solo una pequeña muestra, no encajaba con la idea común del ama de casa que espera en el hogar.

También me preguntaba si, después de todo, aquello podría demostrar que algunos de los objetos de las tumbas que procedían de lugares lejanos habían viajado con las mujeres. Pero no podía hacer coincidir a nadie que hubiese emigrado con un objeto importado, cosa que me daba mucha rabia. La mayoría de aquellas tumbas no contenían huesos ni dentaduras lo bastante bien conservados como para analizarlos. De modo que empecé a buscar también en otros lugares, en estudios que otros hubiesen llevado a cabo, para ver si los resultados eran los mismos. Resultó que sí: de todos los estudios de isótopos de estroncio y oxígeno que encontré en ese momento, siempre que ambos sexos esta ban presentes en el registro de enterramiento, la proporción de mujeres emigrantes era más o menos tan elevada como la de los hombres. El mayor problema era que parecía haber muchas más tumbas masculinas de la época vikinga que femeninas (otro tema a debatir; lo veremos más adelante). Sin embargo, esta era una información nueva, aunque a pequeña escala.

Mujeres emigrantes

Durante los años siguientes, más estudios empezaron a respaldar los primeros resultados, y el primer análisis de ADN antiguo de esqueletos de la época vikinga procedentes de Noruega también encontró pruebas de movilidad entre las mujeres. En ese estudio de 2015, el ADN se extrajo de enterramientos, y se establecieron sus haplotipos mitocondriales (ADN mitocondrial). El material genético que se transmite solo por vía femenina, el ADN mitocondrial, es especialmente interesante: aunque heredes el ADN mitocondrial de tu madre, solo puedes transmitirlo a la siguiente generación si eres mujer. Eso significa que los datos de estudios como este nos pueden dar pistas sobre ascendencia específica por género, algo que resulta muy útil cuando intentas averiguar si hombres o mujeres (o ambos) emigraron en el pasado. El estudio reveló que diversos individuos tenían unos haplotipos de ADN mitocondrial que no cuadraban con lo que cabría esperar en Noruega, y eso significaba que, con toda probabilidad, ellos mismos o alguno de sus antepasados cercanos habían emigrado allí. Pero había una muestra de una mujer incluso más intrigante que el resto.

En 1927, en una pequeña granja junto a un río que fluía hacia el este desde el fiordo de Trondheim, un equipo de trabajadores estaba cavando zanjas para construir unas vías ferroviarias en una llanura. En el proceso dieron con algunos artefactos: un broche de mujer, una espada y parte de un arnés de caballo. Al no encontrar pruebas de la existencia de una tumba, continuaron su trabajo hasta que, cuatrocientos metros más allá, descubrieron más artefactos, esta vez junto con un cuerpo. Había dos broches ovales típicamente vikingos muy bien conservados, colocados sobre el pecho del cadáver. Más abajo había dos cuentas, una de cristal marrón y la otra de un material cerámico. Lo único que quedaba del esqueleto era, según los archivos del Museo de Trondheim, «el cráneo, muslos y espinillas, razonablemente bien conservados, y se espera que también se puedan encontrar el resto de los huesos». Los huesos y artefactos fueron donados al museo, y los primeros acabaron en la Colección Schreiner.

Aquella misteriosa mujer de la tumba tenía vínculos genéticos con el mar Negro, migración que no recoge ningún libro de historia

Allí quedó aquella mujer, anónima y corriente, hasta 2015, cuando, como parte del estudio noruego, se analizaron sus huesos y se demostró que su linaje de ADN mitocondrial pertenecía probablemente a un grupo conocido como Hg A*.1 Muy raro en Escandinavia y también en Europa, ese haplogrupo es más común en la región del mar Negro, incluidas las poblaciones turcas. Eso es, sin embargo, casi todo lo que sabemos de ella. Nada en su tumba destacaba especialmente; el análisis osteológico llevado a cabo hace casi un siglo había etiquetado su cráneo como «de tipo nórdico» (aunque ahora sabemos que ese tipo de clasificación no tiene sentido en el mejor de los casos, y es racista en el peor). Su ajuar funerario era típico, y no demasiado elaborado.

En realidad, quizá sea eso lo que me resulta más intrigante: tenemos a una mujer que, de alguna manera, tiene vínculos genéticos con el mar Negro y, presumiblemente, con los movimientos hacia oriente, pero no hay nada en absoluto en las pruebas tradicionales que apoye ese hecho. No se la menciona en ningún libro de historia, ni reconocemos su trayectoria en otros ejemplos. No sabemos si realmente fue ella quien emigró desde aquellas regiones o alguna de sus antepasadas por línea materna, ni tampoco sabemos en calidad de qué. ¿Viajera independiente, esposa, hija, guerrera? El papel de las mujeres en el mundo vikingo es una de las cuestiones clave que debemos responder, especialmente en lo que respecta a aquellas que viajaron al extranjero.

Mujeres guerreras

Que sepamos, no hay enterramientos en Torksey que se relacionen con el Gran Ejército, de modo que lo único que tenemos para seguir investigando son los objetos. El hallazgo de un huso de hilar en Torksey se ha considerado una prueba de que las mujeres estaban presentes, ya que la manufactura textil se atribuía más o menos exclusivamente a las tareas femeninas. Existen pruebas bastante fiables de que, en tierras escandinavas, las ocupaciones, en conjunto, se distribuían por género, de modo que no existe motivo alguno para suponer que no se hiciera lo mismo lejos de casa.

Es casi una certeza que había mujeres en los campamentos vikingos: resulta difícil imaginar a un grupo de mil miembros de un ejército y seguidores sin una sola mujer entre ellos. Sin embargo, hay que tener en cuenta dos cuestiones importantes. Primero, si aceptamos que las mujeres estaban allí, tomando parte en lo que eran esencialmente operaciones militares, ¿quiénes eran? ¿Habían acompañado al grupo desde Escandinavia, de modo que podemos etiquetarlas con toda confianza como «mujeres vikingas»? ¿O acaso eran seguidoras que se habían unido al grupo por el camino, ya sea voluntariamente o bajo coacción? ¿Sigue definiéndolas ese hecho como «mujeres vikingas» de la misma manera? En segundo lugar, tenemos que considerar cuáles eran sus papeles. Si la presencia de husos de hilar es lo que nos induce a pensar que había mujeres, el corolario es que suponemos que estaban allí precisamente para ocuparse de esas tareas más domés ticas. Y aquí es donde entran en escena las mujeres del osario de Repton. Ahora que estamos mucho más seguros de que la fosa común está relacionada con el Gran Ejército del siglo IX, podemos reconsiderar su presencia en la población.

Concluyeron que más o menos una quinta parte de los huesos pertenecían a mujeres

Cuando Martin y Birthe publicaron sus análisis del osario, concluyeron que más o menos una quinta parte de los huesos pertenecían a mujeres. No sabemos si esto representa con fidelidad a todo el grupo, porque solo se puede determinar el sexo cuando quedan unas partes concretas del esqueleto, normalmen te una pelvis o un cráneo, pues es en ellas donde se aprecian las diferencias de sexo con claridad, como mandíbulas más anchas y arcos superciliares más pronunciados en el caso de los hombres, o una pelvis lo bastante ancha para permitir el parto en las mujeres. Eso significa que el veinte por ciento probablemente es el mínimo, y es más, los análisis de ADN que llevaron a cabo Lars Fehren-Schmitz y sus colegas demostraron que al menos una de las mandíbulas de Repton atribuida a un hombre pertenece, de hecho, a una mujer.

En el análisis original, se pensaba que esas mujeres podrían haber sido de origen local, puesto que, comparativamente, eran de baja estatura. La conclusión se veía afectada sin duda por el hecho de que, en la época de las primeras excavaciones en Repton, se asumía en general que las mujeres no tomaban parte en las incursiones. Ahora no está claro si los análisis estadísticos relativos a la estatura todavía se mantienen y, por desgracia, las pruebas del isótopo no han sido concluyentes. Las mujeres del osario que han sido examinadas ciertamente no son locales, pero no resulta obvio de dónde vienen. Parece poco probable, sin embargo, que dos de ellas procedieran de Inglaterra, ya que muestran unos valores de estroncio muy raros para la zona, y, en Gran Bretaña, dichos valores solo se encuentran en algunas zonas de las tierras altas de Escocia o quizá en Gales, aunque también podrían ser del interior de Escandinavia o de muchos otros lugares de la Europa continental.

La guerrera de Birka

Los isótopos muestran que esas mujeres podrían haber emi grado igual que los hombres y, por tanto, proceder también de Escandinavia. Sin embargo, eso no nos indica cuál era su papel. ¿Es posible que, más que esposas y seguidoras, formaran parte de las fuerzas de combate del Gran Ejército, que fueran guerreras? Es un hecho que en el mundo vikingo existen representaciones de mujeres que luchan, pero no sabemos si son reales o mitológicas. Aun así, hace poco que una mujer vikinga en particular puede haber cambiado todo esto, dejando una importante huella en el mundo más de un milenio después de su muerte: la ya famosa mujer guerrera de Birka.

En 2017, unos investigadores de la Universidad de Upsala pu blicaron un estudio que demostraba que el esqueleto en la tumba de un guerrero de Birka era, de hecho, el de una mujer, y no de un hombre, como se había creído hasta la fecha. Usando ADN antiguo, el equipo había vuelto a analizar el esqueleto Bj. 581, que se había desenterrado a finales del siglo XIX, y concluido que el cuerpo tenía dos cromosomas X y, por tanto, era biológicamente femenino. Esto fue una sorpresa, porque durante más de cien años la tumba se había considerado la de un guerrero arquetípico, muy parecido al G511 de Repton, al que se ha descrito, y se sigue describiendo, en esos términos.

¿Es posible que, más que esposas y seguidoras, formaran parte de las fuerzas de combate del Gran Ejército, que fueran guerreras?

En Birka, las circunstancias del enterramiento son más interesantes si cabe. La difunta estaba colocada en una cámara subterránea excavada en la tierra y revestida de madera, creando una habitación rectangular. El cuerpo había sido cuidadosamente preparado por los dolientes cerca del centro, lo más probable es que sentado y mirando al este. En una plataforma pequeña en un extremo de la cámara se encontraban los restos de dos caballos completos, acurrucados el uno contra el otro y de cara a su antigua dueña. Los caballos parecían preparados para entrar en acción, y uno de ellos incluso estaba embridado y listo para la monta. En torno al cuerpo se habían colocado diversos objetos: dos escudos grandes, una espada, un hacha, dos lanzas y un cuchillo de combate, junto con veinticinco flechas diseñadas específicamente para perforar la cota de malla. Quienquiera que velase a aquella persona había hecho un esfuerzo coordinado para equipar con lo que pudiera necesitar en combate a alguien que poseía una amplia gama de habilidades militares, desde la lucha cuerpo a cuerpo a la arquería montada.

Tal riqueza de objetos era rara incluso en Birka, a pesar de sus muchos enterramientos. De hecho, Bj. 581 era uno de los dos túmulos de todo el yacimiento que contenían un surtido completo de armas. Por esos motivos no resulta sorprendente que, en 1878, se pensara que el ocupante de la tumba era un hombre. Sin embargo, cuando se publicó el estudio genético en 2017, la noticia llegó a los titulares de todo el mundo y se hizo viral en las redes sociales. En esta tumba no solo se había encontrado la prueba de aquello que el siglo XXI tanto deseaba (que las mujeres podían realizar proezas marciales en el pasado, como lo representaban los medios), sino que esas pruebas habían sido proporcionadas por el santo grial de las empresas científicas: el ADN. La guerrera de Birka hizo su reentrada en el mundo en unas condiciones óptimas. Aun así, no todo el mundo se mostró entusiasmado por los nuevos hallazgos. La objeción principal era doble. Una: ¿solo porque aquella mujer estuviese enterrada con armas significaba que era una guerrera? Y dos: era un solo individuo; ¿podía usarse realmente su ejemplo para extrapolar datos sobre el papel de las mujeres en la sociedad vikinga en su conjunto? En otras palabras, ¿significaba eso que había muchas más como ella?

Respuestas

Para responder a la primera pregunta, muchos se volvieron hacia los huesos. Yo vi a Bj. 581 en Estocolmo durante una visita al Museo de Historia Sueca con la doctora Charlotte Hedens Jonson, la arqueóloga que había dirigido el nuevo estudio. Tendida cuidadosamente en una mesa del laboratorio, la mujer anónima se había reunido con muchos de los artefactos que ha bían sido enterrados con ella. Sus huesos estaban fragmentados y eran quebradizos, y todavía faltaba su cráneo, después de que un anticuario sin nombre lo hubiera extraviado en algún momento del siglo anterior. Lo único que habían buscado los investigadores (y es la misma cuestión que me plantean repetidamente sobre las mujeres del osario de Repton) era si había alguna prueba de violencia o heridas traumáticas. Pero Bj. 581 no presentaba nada de eso. No había hachazo alguno en su pelvis, ni marcas de una espada que rebanara un brazo levantado para defenderse; nada parecido a las heridas que había sufrido G511. De hecho, no tenemos ni idea de cómo murió, a la edad de treinta y tantos. Pero la inexistencia de pruebas no es una prueba de su inexistencia, ya que el cráneo perdido y los huesos mal conservados podrían ocultar fácilmente heridas del pasado.

Asimismo, muchos han buscado pruebas del esfuerzo repetitivo que podrían haber causado actividades típicas de guerrera, como señales de una fuerza mayor en los brazos a causa de sos tener armas pesadas, del mismo modo que el brazo de servir en un tenista profesional será considerablemente más voluminoso que el otro. La arquería, por ejemplo, provoca un esfuerzo con siderable en el cuerpo: los movimientos repetitivos requieren un fortalecimiento de los músculos y, cuando estos se usan de forma continuada, los huesos se modifican en torno a las inserciones musculares. Se han encontrado pruebas de este tipo en enterramientos húngaros del siglo X, en hombres sepultados con cuan tiosos equipos de arquería, demostrando que también podemos buscar pruebas semejantes en poblaciones pasadas.

No hay duda de que aquella mujer tuvo un final violento y, por tanto, participó en una lucha en algún momento

El cuerpo de Bj. 581 fue enterrado con flechas, y probablemente las acompañaría un arco, pero su cuerpo no muestra pruebas concluyentes que sugieran que los hubiera usado de forma continuada. Por ese motivo, muchos han argumentado que los objetos eran simbólicos de su papel, más que pruebas físicas y reales de él. En otras palabras: que podrían indicar cómo quería presentarla alguien en su muerte, más que demostrar lo que hacía en vida. Comparándola con G511 de Repton, parece que la única diferencia importante entre los dos, aparte de su género, es que el cuerpo de Repton tiene diversas heridas. No hay duda de que tuvo un final violento y, por tanto, participó en una lucha en algún momento. Esto parece indicar que lo que define a un guerrero son las heridas, pero esa conclusión no resulta demasiado acertada, porque lo más seguro es que los que tuvieran más éxito en la batalla, o simplemente fueran más afortunados, no acabarían representados de esa manera.

Si aceptamos la interpretación de que la mujer de Birka era alguien que tenía un papel marcial, esto también tiene implicaciones importantes para las mujeres de Repton. Aunque la mujer de Birka date del siglo X, varias décadas después de Repton, demuestra al menos que ese tipo de papel era posible para una mujer vikinga: sin lugar a dudas, podría haber formado parte de una fuerza de combate.

*'Los reyes del reino: una nueva historia de los vikingos desde Escandinavia a la Ruta de la Seda', de Cat Jarman en Ático de los Libros, se publica en España el 16 de marzo y puede comprarse aquí.

La época vikinga, tal como estamos acostumbrados a considerarla, está abrumadoramente llena de hombres. Con sus barbas canosas y los dientes apretados, el guerrero vikingo está grabado en la mente moderna: el guerrero de Repton, con su martillo y su espada, encaja con precisión en la imagen que tenemos en la cabeza. La misma palabra 'vikingo' es, por definición, masculina; sus orígenes en el nórdico antiguo tienen género, y hacen del 'vikingr' un hombre. Pero, aun así, como dijo un investigador, aunque eso convierta a la 'vikinga' en una imposibilidad lingüística, también es una necesidad biológica. Por supuesto, también había mujeres vikingas. Pero, sorprendentemente, no ha sido hasta épocas bastante recientes que se les ha prestado atención. Ahora, en el siglo XXI, parece que la mujer vikinga ha vuelto con ganas de venganza.