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Una novela española buenísima sobre las chicas salvajes de los ochenta es ya de lo mejor del año
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Una novela española buenísima sobre las chicas salvajes de los ochenta es ya de lo mejor del año

Bárbara Blasco reedita 'La memoria del alambre', una obra totalmente ignorada en su día que es ya de lo mejor del año

Foto: Detalle de portada de 'La memoria del alambre'. (Tusquets)
Detalle de portada de 'La memoria del alambre'. (Tusquets)

Va regular este año en lo que a literatura española se refiere, y no deja de ser llamativa la cantidad de reediciones que ocupan un hueco en los catálogos de nuestros queridos sellos editoriales, como parcheando la cosa. Así, me han llegado 'El festín del amor' (Libros del Asteoide), de Charles Baxter, 'Marranadas' (Tránsito), de Marie Darrieussecq, y 'El bosque de la noche' (Seix Barral), de Djuna Barnes, libros muy buenos todos que leí —como cualquier lector serio— hace 20 años, y cuya presencia en mi mesa tiene algo de fin de ciclo, repetición farsante o invitación a dedicarse a otro oficio. He leído tanto que ya me dan a leer los mismos libros.

El caso es que Bárbara Blasco publica 'La memoria del alambre' (Tusquets), después de ganar el premio del sello con su anterior libro, 'Dicen los síntomas'. Todo parece normal hasta que descubres que la obra es del año 2018, que la publicó la diminuta Contrabando en su colección aún más diminuta Che Books, creada para alojar a autores valencianos que, supongo, no tienen un sitio más visible donde publicar. Que la novela de Blasco sea buenísima y que no consiguiera en su día sacarla en un sello más pintón también es perfectamente normal, no se crean.

Esta autora me la sé un poco. En 2013 participó con su primera novela en el premio Lengua de Trapo, donde quedó finalista. Yo era jurado y la voté y luego le escribí porque entonces aún tenía sentimientos. Le dije que le había faltado muy poco para ganar, y que era bueno que lo supiera para que no se desmoralizara. Parece ser que no se desmoralizó, durante casi 10 años de pelea.

placeholder Bárbara Blasco. (EFE/Biel Aliño)
Bárbara Blasco. (EFE/Biel Aliño)

'La memoria del alambre' es ya uno de los mejores libros del año. Que estemos en febrero no contradice la evidencia de que no se publican libros tan buenos todos los meses, del mismo modo que no conoces a personas maravillosas de manera regular. El futuro es predecible, sobre todo en lo anodino. No podemos esperar grandes alegrías del futuro, solo un poco más de aburrimiento.

'La memoria del alambre', de hecho, viaja al pasado, a los años ochenta, al corazón azul de dos muchachas asalvajadas. Es todo poesía y brutalidad. Las muchachas tientan a la noche, y a los fulanos de la noche; follan. Tienen apenas 15 años.

Niñas asilvestradas

Este paisaje pre-ruta del bakalao lo pinta la autora con trazo maestro, como documentada en el Google de su propia memoria. Salen mucha música de entonces y todos esos objetos y productos comerciales que se recuperan de vez en cuando en libros nostálgicos. Por un momento, a pesar del desmayo moral de las chicas, hay algo en este libro de lo que llaman ahora neo-rancio: o sea, algo de quererse un poco a sí mismo en el recuerdo.

La época ochentera se entrevera con un presente no mucho más amable. La narradora era una de esas niñas asilvestradas, y responde mentalmente (pues planea escribirle al cabo) a la madre de la otra, que murió (la muchacha) en circunstancias que se irán clarificando página a página. La voz es dura, destemplada, de mujer. Dice: "¿El amor verdadero? El amor por eliminación, el amor de desecho, de: cariño, estamos deshechos el uno para el otro. Tal vez la única clase de amor en la que creo".

Porque el basamento narrativo de todo el libro no es otro que la violencia sexual, la intimidación sexual y la inconsciencia sexual. Las adolescentes están sitiadas por el deseo masculino, por puertas de coches que se abren y copas que se pagan solas (en algunos momentos, uno recuerda el caso Alcàsser), pero también están amenazadas por su propia inclinación a subirse en cualquier coche y acabar en cualquier bar esperando que les paguen las copas. No saben lo que hacen, juegan a quedarse embarazadas (“yo lo hago con el amigo, sin preservativo, abriendo bien las piernas porque pienso que la actitud es importante”), juegan a estar muy locas. La precocidad es la aventura.

El basamento narrativo de todo el libro no es otro que la violencia sexual, la intimidación sexual y la inconsciencia sexual

Les reconozco que leyendo este libro sobre las andanzas amorosas de dos chicas de 14 años me acordaba del Ministerio de Igualdad y de sus publicaciones alarmantes, y pensaba que estos personajes eran más adultos que las mujeres adultas a las que están destinadas esas publicaciones ministeriales.

"Se probaba sus mentiras como una niña sus disfraces preferidos". La prosa de Blasco valdría ella sola para que este libro mereciera mucho la pena, tan directa y poética como en todos los libros en los que el autor sabe que lleva razón. Como además hay una leve trama, un secreto, una camino hacia la revelación, la lectura de 'La memoria del alambre' viene colmada de gratificaciones.

Eran, en fin, los tiempos tontos de las tribus urbanas, de querer ser rocker o mod o pijo, algo muy importante entonces y hoy perfectamente folclórico. "Qué distinto se ve el siglo XX desde el siglo XXI", leemos. Pero también: "Qué distinto se ve el siglo XXI desde el siglo XX".

Va regular este año en lo que a literatura española se refiere, y no deja de ser llamativa la cantidad de reediciones que ocupan un hueco en los catálogos de nuestros queridos sellos editoriales, como parcheando la cosa. Así, me han llegado 'El festín del amor' (Libros del Asteoide), de Charles Baxter, 'Marranadas' (Tránsito), de Marie Darrieussecq, y 'El bosque de la noche' (Seix Barral), de Djuna Barnes, libros muy buenos todos que leí —como cualquier lector serio— hace 20 años, y cuya presencia en mi mesa tiene algo de fin de ciclo, repetición farsante o invitación a dedicarse a otro oficio. He leído tanto que ya me dan a leer los mismos libros.

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