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Idus de marzo en Moscú: Asesinar a Putin y el bello arte del tiranicidio en la historia
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Idus de marzo en Moscú: Asesinar a Putin y el bello arte del tiranicidio en la historia

Algunos oligarcas y el ministro de Exteriores de Luxemburgo han pedido matar al ruso: Hitler y Castro sobrevivieron a varios intentos pero no Carlos I, Julio César o Enrique IV…

Foto: Vladímir Putin en la mira de cientos de miles de personas. (Cedida)
Vladímir Putin en la mira de cientos de miles de personas. (Cedida)

Roman Abramovich, Mikhail Fridman y Alexei Mordashov, los oligarcas rusos se reúnen con su amigo y protector, el tirano Vladímir Putin. "¿Mi amigo o mi país?", se pregunta Fridman, de origen ucraniano, ante la eventualidad de asesinar al tirano, salvar sus negocios y quizás a sus compatriotas, tal y como hiciera más de veinte siglos antes Marco Bruto, ahijado de Julio César, en los bancos del Senado de Roma. Según el relato de Suetonio:

"Cuando tomo asiento, los conspiradores se arremolinaron en torno a él para presentarle sus respetos. Después de que César rechazara a Lucio Tilio este le cogió la toga por los hombros —¿Por qué esta violencia?— atinó a expresar Julio César antes de que uno de los hermanos Casca le apuñalara a un lado de la garganta. Mientras el tirano intentaba agarrar su brazo, otros tantos senadores comenzaron a apuñalarle hasta caer al suelo, donde continuaron".

Los Idus de marzo del ministro de Luxemburgo, Putin merece una "eliminación física"

Se acercan los Idus de marzo en Moscú y antes de ello, como si de una Calpurnia se tratara, Jean Asselborn, ministro de Exteriores de Luxemburgo, ha advertido de alguna forma ya públicamente a Putin cuando ha pedido directamente una "eliminación física". No es el único: en el círculo interno sus oligarcas recelan ya de su líder bajo el mismo foco mediático. Alexander Konyakhin ha ofrecido un millón de dólares por su cabeza, Mordashov le ha pedido públicamente que detenga la invasión, la mayoría se ha desmarcado públicamente y quedan también sus generales ¿Serán los Marco Bruto, Casio y Décimo de la Rusia actual, los oligarcas como Fridman, Abramovich o Mordashov quienes acaben con él o habría que esperar a un asesinato político orquestado por la CIA como hicieron en Sudamérica durante la segunda mitad siglo XX?

Matar a Hitler y Castro

Todos los complots de dentro y fuera del Tercer Reich para matar a Adolf Hitler fracasaron y fue el coronel Stauffenberg, cerebro de la Operación Valkyria, quien acabó en la horca, quien ejecutó su plan desde dentro de la propia Werhmacht. Le precedieron el suizo Maurice Bavaud, —cuya historia recupera ahora la novela gráfica 'Entre las sombras'—, un carpintero bávaro Georg Elser, además del pastor Dietrich Bonhoeffer entre otros. Otro dictador, Fidel Castro, sobrevivió en Cuba a todas las operaciones secretas que diseñó la CIA con el nombre en clave Mangosta para perpetrar su asesinato político y que se frustraron precisamente por otra crisis diplomática que amenazó con el estallido de la Tercera Guerra Mundial: los 13 días en los que tembló el mundo cuando la URSS quiso instalar misiles con cabezas nucleares en Cuba, a 20 km de EEUU.

placeholder Fidel Castro poco después de deponer a Fulgencio Batista. (Cedida)
Fidel Castro poco después de deponer a Fulgencio Batista. (Cedida)

En cambio, el Lord Protector de Inglaterra, Richard Cromwell, se las ingenió para cometer el mayor tiranicidio de la historia al matar al rey Carlos I, al que le cortó la cabeza un siglo antes de que rodara la de Luis XVI de Francia. Otro monarca francés, Enrique IV de Navarra, el primero de los Borbones, déspota y fanático religioso, fue asesinado a cuchilladas en su carruaje. Cayeron también siglos después, tras conspiraciones más elaboradas por la CIA, Rafael Léonidas Trujillo en República Dominicana o Patrice Lumumba en el Congo. Y al estilo de Carlos I, Sadam Hussein, que fue juzgado y condenado a muerte y adujo en su defensa: "No reconozco a este tribunal", exactamente lo mismo que esgrimió Carlos I de Inglaterra en la farsa de juicio que le llevó al cadalso tras la acusación del fiscal John Cook, primer modelo en la historia de este tipo.

Cromwell cometió el mayor tiranicidio de la historia cuando le cortó la cabeza al rey Carlos I

Nadie en su sano juicio dudaría hoy de apretar el gatillo si tuviera enfrente a Adolf Hitler, pongamos por caso, en el año 1921, en 1933 o de 1943 en adelante hasta que él mismo se pegara un tiro y mordiera una cápsula de cianuro en el búnker de la cancillería, el 30 de abril de 1944. Lo hizo tan solo dos días después de casarse con Eva Braun y de fantasear una contraofensiva imposible para frenar a las tropas del Ejército Rojo que habían cercado ya por completo Berlín.

Círculo íntimo

No es exactamente la situación en la que se encuentra ahora Putin. Kiev aún no ha caído y mientras Zelenski hace milagros por mantener la moral del país y pide desesperadamente la ayuda de los países occidentales y armas para defenderse, hay voces que claman por eliminar directamente al tirano. Si hubiera que apostar por la forma de acabar con él, sería desde el círculo íntimo. Por si quedaban dudas, también se ha sabido que el Kremlin ha ordenado la eliminación de Zelenski. Según una exclusiva del 'Times', se enviaron dos equipos diferentes para matar al presidente ucraniano: mercenarios del grupo Wagner respaldado por el Kremlin y fuerzas especiales chechenas. Ambos frustrados por topos dentro del mismo SFB —Servicio Federal de Seguridad de Rusia—.

¿Cuándo podría justificarse el asesinato de un líder político? Según explicaba el politólogo e historiador Greg Wolf, teólogos y filósofos han vuelto a él para preguntarse si los súbditos del tirano tienen el derecho o incluso el deber de asesinarlo. "Incluso hoy, la historia plantea preguntas incómodas. Nosotros también, o al menos nuestros líderes, estamos tentados a desenvainar nuestras dagas para acabar con la tiranía y lograr un nacimiento sangriento de libertad. ¿Pero funciona? ¿Y qué tipo de libertad recuperamos cuando se deriva de un delito?" —Greg Wolf 'Et, tu Brutte?: The murder of Caesar and political assasination'—.

placeholder El regicidio de Carlos I de Inglaterra. (Cedida)
El regicidio de Carlos I de Inglaterra. (Cedida)

En el caso de Carlos I de Inglaterra, tras ser depuesto por Richard Cromwell, el Lord Protector puritano que elevó el parlamentarismo británico, primer ejemplo de verdadera democracia moderna, se enfrentó a su juicio sin pronunciar palabra hasta que se leyó la sentencia a muerte, momento en el cual el presidente del tribunal le denegó el discurso. Como en el caso de Julio César y los conspiradores del senado romano, Cromwell y sus seguidores interpretaron que asesinar al tirano era un deber político, un derecho incluso para protegerse. Lo escribe Geoffrey Robertson historiador y jurista que participó en el tribunal que juzgó a Sadam Huseín:

"La ejecución de un monarca reinante, llevada a cabo en público después de un juicio completo aunque inevitablemente irregular, fue un evento casi único. Ni siquiera la Roma imperial, a pesar de los asesinatos de emperadores a manos de asesinos a sueldo y guardias pretorianos, había sido testigo de algo similar. A principios de nuestro siglo, los bolcheviques, aunque sus líderes condenaron en secreto a muerte al zar Nicolás II, decidieron no juzgarlo y ejecutarlo en su antigua capital". —Geoffrey Robertson 'The tyrannicide Brief: the story of the man who sent Charles I to the Scaffold'—.

Los bolcheviques condenaron al zar Nicolás II, pero decidieron no juzgarlo y ejecutarlo sin más

La cuestión es que en los colegios británicos apenas se estudia la historia de Richard Cromwell, que sigue siendo un villano, catalogado de violento y regicida, la clase de liderazgo más bien revolucionario, al estilo de los bolcheviques, que no casa bien con la idea de ley y orden de una democracia actual. Sin embargo, el caso de Putin ha generado una reacción más acorde con la que suscitó Adolf Hitler, cuyo asesinato prácticamente no discutiría nadie. De ser así, lo esperable es que a Putin, como han clamado algunos analistas internacionales, lo asesinara su propia guardia pretoriana; es decir siguiendo el ejemplo precisamente de Calígula, asesinado por los pretorianos que darían forma a la expresión. Si nos fiáramos de Robert Graves el resultado sería un mejor gobernante: Claudio, el improbable emperador que habría presenciado el mismo asesinato de su sobrino escondido entre las cortinas. —Robert Graves 'Yo, Caludio'—.

El honorable Bruto

La otra vía, el asesinato político fomentado por un país extranjero entre las oscuras cloacas de los servicios de inteligencia, como hiciera la CIA en Latinoamérica y sus intentos desesperados por asesinar a Fidel Castro, nos retrotraerían a la misma práctica de Vladímir Putin, que fue quién más que probablemente ordenó que envenenaran al opositor ucraniano, Viktor Yuschenko en 2004, al exespía de la KGB y crítico Alexander Litvinenko, además del asesinato de la periodista de ascendencia ucraniana, Anna Politkóvskaya. En cualquier caso, Suetonio previno hace ya bastantes siglos, de que a las pocas horas de asesinar a Julio César, los salvadores del pueblo romano del yugo de la opresión autoritaria, casi dictatorial de César, fueron abucheados y William Shakespeare fijó para siempre en el imaginario la catadura moral de los conspiradores con el discurso de Marco Antonio tras el asesinato de César:

"Bruto os ha dicho que César era ambicioso: si lo fue, era la suya una falta grave, y gravemente la ha pagado. Por la benevolencia de Bruto y de los demás, pues Bruto es un hombre de honor, como lo son todos, he venido a hablar en el funeral de César. Fue mi amigo, fiel y justo conmigo; pero Bruto dice que era ambicioso. Bruto es un hombre honorable. Trajo a Roma muchos prisioneros de guerra, cuyos rescates llenaron el tesoro público. ¿Puede verse en esto la ambición de César? Cuando el pobre lloró, César lo consoló. La ambición suele estar hecha de una aleación más dura. Pero Bruto dice que era ambicioso y Bruto es un hombre de honor. Todos visteis que, en las Lupercales, le ofrecí tres veces una corona real, y tres veces la rechazó. ¿Eso era ambición? Pero Bruto dice que era ambicioso y es indudable que Bruto es un hombre de honor".

Roman Abramovich, Mikhail Fridman y Alexei Mordashov, los oligarcas rusos se reúnen con su amigo y protector, el tirano Vladímir Putin. "¿Mi amigo o mi país?", se pregunta Fridman, de origen ucraniano, ante la eventualidad de asesinar al tirano, salvar sus negocios y quizás a sus compatriotas, tal y como hiciera más de veinte siglos antes Marco Bruto, ahijado de Julio César, en los bancos del Senado de Roma. Según el relato de Suetonio:

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