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Twitter descubre la guerra, y es como todo lo que pasa en Twitter
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'TRINCHERA CULTURAL'

Twitter descubre la guerra, y es como todo lo que pasa en Twitter

Ayer tuviste que mirar el mapa porque no sabes con qué países limita a Ucrania. Solo sabes que hace frío allá y que Putin es un tirano. Qué demonios vas a opinar del asunto

Foto: Foto: EFE/Zurab Kurtsikidze.
Foto: EFE/Zurab Kurtsikidze.

Asistimos a la primera guerra en la que podemos pontificar en redes sociales. Y, como en la pandemia, asoma la fauna con sus cosas. Una no sabe cómo actuar en este tipo de situaciones, así que se limita a observar. Porque opinar cuando sabes que la nevera está llena, la casa a la temperatura adecuada y hueles a perfume porque cenas fuera con amigos te da entre pudor y vergüenza.

Ayer tuviste que mirar el mapa porque no sabes con qué países limita a Ucrania. Solo sabes que hace frío allá y que Putin es un tirano con la piel estirada. Qué demonios vas a opinar del asunto. Aunque tu hijo de 11 años te haya contado que una compañera de clase que es ucraniana decía el jueves que su familia no podía salir del país. Había ahí un tuit bueno para dejarle claro al mundo tu implicación en el asunto y lo dejaste escapar. Lástima.

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La guerra asoma el mismo tipo de fauna que nos entretuvo en lo peor de la pandemia. Lo de peor es un decir, teniendo en cuenta que llevamos más de 12.000 muertos en esta sexta ola, pero hay asuntos más urgentes de los que opinar, no vaya a ser. Ya volveremos a la otra guerra, la del PP, cuando toque. Pero ahora es imprescindible decir desde el sofá lo que sentimos. La dictadura de las emociones. Oportunismo y postureo. No sé.

Pasan cosas curiosas en esta guerra. Los implicados de verdad hablan poco, los ucranianos residentes en España, los corresponsales, los enviados especiales, el fotógrafo Emilio Morenatti, del que alguien dijo también en redes que parece Caravaggio. Cuelgan su trabajo y no necesitan aspavientos ni cursilería. Luego estamos el resto.

Están los afectados en el peor sentido del término. Los que vomitan el horror que sienten en un par de frases aun a sabiendas de que inmediatamente después de mandar el mensaje al ciberespacio (qué palabra ya tan antigua) se pondrán a hacer cualquier otra cosa. Cocer unas judías verdes, sacar a los perros a pasear, coger el metro, hacer una factura. Pero lo primero es lo primero. Decirle al mundo que tú sufres más que nadie y que todo esto pare, por favor, ya y que te bajas del mundo.

Foto: Ucranianos se concentran frente al consulado ruso en Barcelona. (EFE/Marta Pérez)

También son interesantes los pedantes. Los que creen que mostrar emoción es un signo de debilidad y aportan su granito cultural. "Aprovecho para recomendar [insertar documental, serie, libro, etc.]", que es una manera de decirnos que como no tenemos ni idea de nada para eso está él. Suelen ser señores, disculpen las molestias.

A veces los pedantes comparten con los cursis una querencia por las frases que valen para casi cualquier circunstancia de la vida porque guerras hay en casi todas partes, aunque unas nos toquen más que otras, o unas molen más que otras. También Israel ha bombardeado Siria esta semana, pero, mira, vamos a centrarnos y además ya hemos visto a Vladimir con el torso al descubierto y eso ayuda.

Luego están los que regañan. Los que ya lo sabían. Los que lo advirtieron. Los analistas. Los eternamente expertos. Hay un meme por ahí que dice "Ya me cansé de ser epidemiólogo. Ahora seré internacionalista experto en Ucrania". Estos especímenes están siempre enfadados y en esta ocasión saben que el enemigo es Putin, pero cómo van a dejar la ocasión de hacer un ajuste de cuentas en forma de caracteres.

Foto: El aeropuerto vacío de Borispol. (Reuters/ Umit Bektas) Opinión

El precio de la energía, la geopolítica, el imperialismo, la inacción de Europa, el blandengue de Biden, la mierda de país que es España porque no estamos en el G-7, donde nos llevó Aznar, que por cierto con él esto no habría pasado. Es gente que sabe muchísimo y nos recuerda que lo lleva diciendo tiempo, por ejemplo, que la solución estaba en la energía nuclear y no en las renovables y nadie le ha hecho caso y, por tanto, vamos a morir todos. Son personas muy pesadas y oportunistas de las que solo salvo al senador del PP, don Rafael Hernando, que nos recuerda: "El grave problema de España, en relación con el salvaje ataque a Ucrania, es que los amigos de Putin en España están en el gobierno, y hasta hace muy poco incluso en el CNI". Ahí le has 'dao', que diría mi padre.

Están los famosos, obligados los 'pobrecicos' a decir algo al respecto. Rafa Nadal y Pau Gasol pidiendo que se acabe esta barbarie y da igual cuando lo leas porque siempre tienen algo que decir para no manchar su marca personal (otro concepto precioso). Siempre tiendo a pensar que eso no lo escriben ellos, sino la persona que lleva sus redes sociales porque son todos muy parecidos. Al menos ninguno ha dicho lo de "give peace a chance", como sí dijo Antonio Guterres, secretario general de la ONU. Los que rescatan el "no a la guerra", por cierto, también son de los que inmediatamente después sacan una sartén y se hacen la cena. Pero queda bien, que es lo suyo.

Porque la cursilería es como el agua, se cuela por cada grieta que pilla a su paso. Ursula von der Leyen poniendo una foto del edificio de la Comisión Europea iluminado con los colores de la bandera de Ucrania. Personas recordando cuando estuvieron en Ucrania y lo bien que lo pasaron, lo mucho que aprendieron. Otras personas compartiendo canciones bonitas, baladas en ucraniano. Con lo que engorda el almíbar.

Y están los de siempre, los del humor negro. Y en ese refugio siempre encuentro cobijo porque sirve para tapar las carencias y los miedos. Los que dicen que ante la inacción de la OTAN siempre nos quedarán Ángel Carromero y Alberto Casero, los que mandarían a combatir a algunos de esos tuiteros/as que cada día son 'trending topic' por algo que han dicho. La cuenta de Twitter @PeliDeTarde, que llama al todavía presidente del PP Paul Married y a la todavía portavoz parlamentaria del partido Cute Gamarra.

Y así, repasando los arquetipos, una se da cuenta de que la primera guerra retransmitida y opinada por redes provoca las mismas reacciones que casi cualquier otra cosa. El festival de Eurovisión, la muerte de un escritor, la lista de ricos de Forbes, el cierre del bar donde comimos el primer sándwich mixto de nuestra vida. Porque en Twitter tampoco hace frío y no se oyen los ruidos de las sirenas.

Asistimos a la primera guerra en la que podemos pontificar en redes sociales. Y, como en la pandemia, asoma la fauna con sus cosas. Una no sabe cómo actuar en este tipo de situaciones, así que se limita a observar. Porque opinar cuando sabes que la nevera está llena, la casa a la temperatura adecuada y hueles a perfume porque cenas fuera con amigos te da entre pudor y vergüenza.

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