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No hay nada más ridículo que ser soriano, leonés o no sé qué
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MALA FAMA

No hay nada más ridículo que ser soriano, leonés o no sé qué

El resultado electoral deshace la imagen de décadas como región tranquila de esta comunidad autónoma

Foto: Carretera en León. (Unsplash/Dina Spencer)
Carretera en León. (Unsplash/Dina Spencer)
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Hoy es miércoles y usted ya no se acuerda de que existe Castilla y León. Seguramente no existe. Algunos aún estudiamos este trozo de España como Castilla La Vieja. Cuando nos cambiaron el nombre en los mapas escolares éramos tan pequeños que simplemente creímos que habíamos pasado de curso, al mapa de colores del año siguiente. Corría 1983. No era tan grave, siendo niños, que la política territorial se pareciera al Risk, que nos durmiéramos en Castilla La Vieja y nos levantáramos en Castilla y León, que más abajo ya no existiera Castilla La Nueva, sino La Mancha. El camino de casa al colegio era el único mapa fiable de la infancia.

Castilla y León es la autonomía sacrificial del país. Su sacrificio consiste precisamente en hacer posible el país, o sea, España. Alguien tiene que quedarse sin beber para conducir el coche, alguien tiene que acordarse del pan y el papel higiénico en una casa, y alguien tiene que dejar de dar el coñazo con su identidad por el bien del país entero. Muchas cosas se pueden decir del carácter castellano, pero no se puede decir que seamos un coñazo.

Muchas cosas se pueden decir del carácter castellano, pero no que seamos un coñazo

Esto ha sido así durante las últimas décadas, donde Castilla y León no ha tenido la menor importancia en las portadas de los periódicos. Esta semana, sin embargo, con las elecciones, me contaban desde Segovia que nunca habían salido tanto en televisión. Estaban como satisfechos, cuando lo cierto es que una Castilla y León prime time, protagónica y de mucha columna es sin duda una mala noticia para todos. Quiere decirse que España se queda sin cimientos.

Nunca habíamos dado problemas

A mí me gustaba ser de una región irrelevante porque eso ha hecho más fácil mi condición de madrileño. Los segovianos en Madrid (me invento) nos consideramos madrileños si alguien de fuera de España nos lo pregunta. Es aburrido explicar dónde queda Segovia y es bonita la modestia de resumir tu origen en la capital de tu país. Ahora ser castellanoleonés va a estar más complicado, porque negar que lo eres te convierte en un paria, y afirmarlo, en un agitador. Castilla y León nunca había dado problemas. Ahora va a dar muchos.

Foto: García-Gallardo y Abascal, tras los resultados del 13-F. (EFE/Pablo Requejo)

El primero, como saben, es que Vox cogobernará y el resto del país mirará mi región como la anticipación del apocalipsis. El señor García-Gallardo va a dar muchos titulares, y la discreción y mesura propias de estas tierras irán desvaneciéndose para dar paso a una imagen nueva de los castellanoleoneses: que somos como los rusos, o peor. Gente excesiva, folclórica, de decir impensado y valores estrambóticos. Yo había concluido que un partido en cuyos cuadros principales hay gente que no sabe darle a un botón no puede de ninguna manera gobernar un país, pero como Sánchez tampoco sabe gobernar un país, habrá que ver a quién elegimos para mortificarnos. Hasta ese momento, Castilla y León será todo lo malo que le puede pasar a España si suman las derechas, cuando antes Castilla y León era todo lo bueno que le podía pasar a España si practicas el arte de no darte tanta importancia.

Castilla y León era todo lo bueno que le podía pasar a España si practicas el arte de no darte tanta importancia

No concluyan de esto que a mí me gustan los 35 años del PP en Castilla y León. No me gustan. Tampoco me gustaban los 40 años del PSOE en Andalucía. Pero entiendan que el voto castellano es geológico, de mucha lentitud, y que estamos en ello, girando pausadamente hacia la izquierda, y que cuando pase medio siglo el castellano habrá completado su sedimentación ideológica, y gobernarán los otros, como es lo saludable. Los castellanos simplemente no son de precipitarse.

Exclamaciones ridículas

La otra aberración que ha entrado en esta comunidad autónoma normalmente estoica y de poco volatín son los partidos de lo pequeño. Los partidos de lo pequeño son formaciones políticas que apelan al territorio emocional de la gente, normalmente el que media entre una fuente y un árbol a las afueras. Ese es el territorio que, de pronto, se constituye en movilizador del voto.

Foto: Ángel Ceña, candidato de Soria ¡Ya! a la presidencia de Castilla y León. (EFE/Wifredo García)

Así, Unión del Pueblo Leonés y Soria ¡Ya! han convencido en sus respectivas lindes a mucha gente de que, no valiendo la pena ser castellanoleonés, merece la pena ser una cosa todavía más ridícula: soriano, leonés o no sé qué. Todo el programa político de Soria ¡Ya! consiste en las exclamaciones (¡!) que han puesto a su marca.

Antes, ser segoviano (mi caso) era como también antes tu orientación sexual: ¡a nadie le importaba! Uno disfrutaba íntimamente de su condición soriana, segoviana o palentina, y los demás podían hacer todas las exhibiciones de patria chica que quisieran, porque el amor nuestro iba por dentro, muy seguro de sí. Al tiempo que hoy todo el mundo tiene a bien contarnos sus gustos sexuales como si la intimidad nunca hubiera existido, ser de tu pueblo también parece ahora necesitar de subrayados, promoción, defensa y martilleo. Ser de Soria nunca será para tanto, amigos. Un poco de calma.

Cuando lo sensato era que España se pareciera cada vez más a Castilla y León, lo que ha sucedido es que Castilla y León ha acabado españolizándose por todo lo que da dolor de cabeza, trae mala fama o necesita que se infle un presupuesto. Es que hay que frotarse los ojos con vinagre para creerse que dentro de Castilla y León hay un movimiento independentista.

Hoy es miércoles y usted ya no se acuerda de que existe Castilla y León. Seguramente no existe. Algunos aún estudiamos este trozo de España como Castilla La Vieja. Cuando nos cambiaron el nombre en los mapas escolares éramos tan pequeños que simplemente creímos que habíamos pasado de curso, al mapa de colores del año siguiente. Corría 1983. No era tan grave, siendo niños, que la política territorial se pareciera al Risk, que nos durmiéramos en Castilla La Vieja y nos levantáramos en Castilla y León, que más abajo ya no existiera Castilla La Nueva, sino La Mancha. El camino de casa al colegio era el único mapa fiable de la infancia.

Castilla y León Independentismo Partido Popular (PP)
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