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Sin ellas no habría humanidad: Agnódice, la primera ginecóloga de la Historia
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Sin ellas no habría humanidad: Agnódice, la primera ginecóloga de la Historia

El ensayo 'Las que faltaban', de la profesora Cristina Oñoro, trae a la actualidad la historia de esta griega del siglo IV a.C. y de otras 12 mujeres que dejaron huella

Foto: Agnódice, la primera ginecóloga de la Historia
Agnódice, la primera ginecóloga de la Historia

Apenas aparece en cuatro líneas de las ‘Fábulas’, de Higino, el mejor manual de mitología que nos ha llegado de la antigua Grecia, pero Agnódice es, desde hace siglos, el referente para hablar de la primera vez que la ginecología fue ejercida por una mujer. A partir de ese breve texto su historia está citada en otras muchas fuentes, que son a las que ha acudido Cristina Oñoro (Madrid, 1979), doctora en Literatura Comparada y profesora en la Universidad Complutense, para contar quién fue y traerla a la actualidad en ‘Las que faltaban’ (Taurus), un ensayo en el que esta médica se acompaña de otras doce mujeres que, si bien son ya bastante conocidas para el gran público, todavía esconden aspectos que ayudan a explicar la realidad de nuestros días.

“Agnódice fue un personaje muy interesante porque su vida me servía para abordar debates que tenemos hoy abiertos sobre la crianza, la maternidad, dar a luz, el cuerpo de las mujeres, si son las mujeres las que deben atender el parto o desde qué criterios…”, comenta Oñoro a este periódico. Incluso surge por ahí el hype del momento. “La canción de Rigoberta Bandini,Ay mamá’, es Agnódice. Cuando se ponen todas del brazo y hablan de las madres me parece la versión pop de la historia de Agnódice. De hecho, como digo al final de ese capítulo, sin las mujeres la humanidad no habría podido dar comienzo”, añade esta profesora que comenzó a pergeñar este texto a raíz del 8M de 2018, el momento de eclosión de la última ola del feminismo en España.

placeholder 'Las que faltaban', de Cristina Oñoro
'Las que faltaban', de Cristina Oñoro

Una fábula…a partir de la verdad

Agnódice pudo existir, pudieron en realidad ser varias mujeres a lo largo de un tiempo… Lo cierto es que la fábula que ha llegado a nuestros días es un novelón por entregas que entremezcla la pura imaginación con la situación real que existía entonces.

Se cuenta que nació en Atenas a finales del siglo IV a. C. En aquella ciudad podía haber mucha filosofía, pero lo que no había era hueco para las mujeres para ejercer como comadronas. Estaba prohibido, lo cual no extraña demasiado. Por aquella misma época, como recuerda Oñoro, Aristóteles había dejado escrito en su ‘Poética’ que los escritores no crearan personajes femeninos inteligentes y valerosos porque no resultarían creíbles. El historiador Jenofonte le daba la razón pues habla también de que las mujeres de ese periodo vivían dentro de la casa bajo estricta vigilancia y podían hacer bastante poco: sin voz, ni voto y bajo la tutela del patriarca. Casos como el de Aspasia o las cortesanas (quizá por eso mismo) eran excepciones. La mujer, en su casa y, como mucho, en el gineceo.

Agnódice tuvo que cortarse el pelo bien corto y vestirse como un hombre, puesto que la escuela solo era para ellos

En este ambiente, Agnódice quería ser médica. Y, además, una que estuviera dedicada a las mujeres y a cuestiones que atañen particularmente a ellas. Por eso decidió marcharse a Alejandría, una de las ciudades griegas más prósperas de entonces, para estudiar medicina. Dice la fábula que para ello tuvo que cortarse el pelo bien corto y vestirse como un hombre, puesto que la escuela solo era para ellos. “Esta parte del relato se repitió después durante siglos para legitimar el derecho de las mujeres de acceder a profesiones sanitarias”, confirma Oñoro.

De regreso a Atenas, la joven médica tuvo su oportunidad cuando se topó con una parturienta. Acudió para tratarla todavía vestida de hombre, lo cual hizo que la mujer sintiera desconfianza. Aquí es donde se produce uno de esos momentos que hay que tomárselos como una metáfora con diferentes interpretaciones (como la Biblia): Agnódice se levantó la túnica y le mostró los genitales femeninos, lo cual hizo que la otra accediera a que la tratara durante el parto. A partir de ahí, éxito fulgurante y todas las mujeres buscaron fecha para ser tratadas por Agnódice lo que despertó las malas lenguas -la ola reaccionaria de la época- y se empezó a filtrar que en realidad era un hombre depilado que lo que hacía era seducir a sus pacientes. En definitiva: intereses viperinos ha habido siempre.

placeholder Matrona enseñando el bebé al padre (hacia 1800)
Matrona enseñando el bebé al padre (hacia 1800)

Y a esa reacción llegó otra contrarreacción, esta vez propulsada por la propia Agnódice, quien bastante enfadada con los trolls de turno fue a la plaza de Atenas y se levantó la túnica delante de todo el mundo. Evidentemente eso dio más munición a la caterva ‘hater’, puesto que la siguiente acusación fue que una mujer había ejercido como comadrona por lo que había infringido la ley. Lo que ocurrió a continuación fue, sin embargo, un final feliz de la fábula: las mujeres se manifestaron, se postraron ante el Consejo de Ancianos y exigieron que las mujeres también pudieran ejercer la medicina. Y lo que se pidió, se hizo ley.

La verdad del mito

Por supuesto, todo esto no es más que un relato con mucha imaginación. En la época de la fábula sí existían las comadronas. Así lo cuenta también Oñoro en su ensayo. Había comadronas y otras mujeres asistentes en los partos. Sin embargo, también insiste, aquella fue una narración para contrarrestar la idea de la medicina hipocrática muy común en la época que decía que las mujeres eran seres inferiores. De hecho, se decía que los cerebros de las niñas crecían más despacio que el de los niños. Era una fábula que luchaba contra ideas como la de Aristóteles (otra vez) que hablaba de las mujeres como “machos mutilados” cuyo papel en la reproducción era pasivo -limitarse a incubar el embrión- unos cuantos siglos antes de que Freud soltara lo de la famosa envidia de pene. Igual, se limitaba a decir Agnódice, el papel de la mujer era algo más activo que el de una incubadora.

placeholder Matronas asistiendo en los partos (Creative Commons)
Matronas asistiendo en los partos (Creative Commons)

Furor por Jane Austen

Además de Agnódice, por este ensayo aparecen también Cleopatra, Juana de Arco, Malinche, Sofonisba Anguissola, Mary Wollstonecraft, Jane Austen, Marie Curie, Victoria Kent, Simone Weil, Rosa Parks y Malala Yousafzai. De todas ellas, Oñoro ha entresacado pequeñas historias, aspectos algo más ocultos como, por ejemplo, cómo se las apañó Curie para conciliar su vida familiar con el descubrimiento del radio. O cómo Jane Austen, con solo 15 años, explicaba en uno de los deberes para clase cómo “esta Historia tendrá muy pocas fechas”, ya que no eran muchas las mujeres que aparecían en el manual ‘La historia de Inglaterra’.

El caso de Jane Austen es bastante curioso. En los últimos años ha alcanzado un prestigio en España que, si bien merecido, según recalca Oñoro - “anticipó la novela moderna, está plagada de ironía, parodia, la modernidad. Está a la altura de Shakespeare”-, ha llegado tarde. “Aquí tardó un siglo en ser traducida, lo cual hizo Manuel, el hermano de José Ortega y Gasett. En España es una autora que cuando yo era una estudiante de veintipico años, se la consideraba novela rosa que no se estudiaba en la academia. Ahora lo que ha llegado han sido por fin los estudios que desde el feminismo se hicieron ya en los años setenta con su figura”, manifiesta esta profesora.

"Austen ha sido interpretada como que solo le interesan los bailes y casarse… Pero a ver, ¿alguien piensa que ‘Hamlet’ va de matar a un tío?"

Estudios que analizan, por ejemplo, la importancia del dinero en sus novelas y los problemas económicos que tenían los personajes femeninos. “Claro, el dinero es muy importante porque las mujeres en su época no tenían dinero, no tenían acceso al dinero, no podían tener herencia… Es el drama de sus personajes, como en ‘Orgullo y prejuicio’, donde son todo chicas y las van a echar de casa, pero literalmente, las van a desahuciar… Esta obsesión por el dinero lo que hace de ella es una realista que define perfectamente cómo funciona todo el sistema patriarcal del matrimonio, cómo se mercadea y comercia. Podríamos decir que hasta es un poco marxista. Pero eso de nuevo ha sido interpretado como que solo le interesan los bailes y tener marido, y casarse… Pero a ver, ¿alguien piensa que ‘Hamlet’ va de matar a un tío?”, se rebela Oñoro.

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Retrato de Jane Austen

¿Qué cancelación?

Como hemos visto antes, también por el ensayo aparecen hombres ilustres que metieron bastante la pata cuando hablaron de las mujeres. Le pasó a Aristóteles, le pasó a Thomas Carlyle, que dijo que la Historia con mayúsculas solo era la “Historia de los Grandes Hombres” o le pasó a Michel de Montaigne que negó que pudiera existir la amistad entre mujeres. Literalmente, el francés manifestó que la inteligencia de las mujeres no alcanzaba para que pudieran compartir “la conversación y la comunicación propias de tan sagrado vínculo”. Y tampoco podían “resistir un nudo tan apretado y duradero”. En el ensayo de Oñoro, por el contrario, sí pasan entre las páginas multitud de historias de amistad entre mujeres. “Yo lo que intento demostrar es que sin otros seres humanos no llegaríamos ni a la vuelta de la esquina. Por eso el libro juega tanto con la idea del hermano, la hermana, las amigas…”.

"Hay muchos autores que dicen perlas en el libro, pero no pienso dejar de leerles. Me encantan", sentencia Oñoro

Y antes de que nadie dispare: el ensayo no apunta a ningún tipo de cancelación. “Hay muchos autores que dicen perlas en el libro, pero no pienso dejar de leerles. Me encantan”, sentencia Oñoro. “Yo no voy a dejar de leer a Montaigne porque dijera eso”, insiste. Pero sí le sale la profesora de literatura que lleva dentro. “Creo que tenemos que desarrollar un sentido crítico con respecto a lo que leemos. Los buenos libros permiten lecturas que van más allá de lo que pueden decir en un sentido más literal. Por ejemplo, Shakespeare en ‘Antonio y Cleopatra’ expone a la devorahombres, pero también habla de una pareja en la que los dos tienen poder. Y es un poder entre iguales”. Y si alguien reacciona a esto… “eso es porque el feminismo no es algo de un pequeño grupo sino que se convertido en un asunto de debate público transversal en el que se puede militar desde distintas ideologías y eso genera, claro, un rechazo”, zanja.

Apenas aparece en cuatro líneas de las ‘Fábulas’, de Higino, el mejor manual de mitología que nos ha llegado de la antigua Grecia, pero Agnódice es, desde hace siglos, el referente para hablar de la primera vez que la ginecología fue ejercida por una mujer. A partir de ese breve texto su historia está citada en otras muchas fuentes, que son a las que ha acudido Cristina Oñoro (Madrid, 1979), doctora en Literatura Comparada y profesora en la Universidad Complutense, para contar quién fue y traerla a la actualidad en ‘Las que faltaban’ (Taurus), un ensayo en el que esta médica se acompaña de otras doce mujeres que, si bien son ya bastante conocidas para el gran público, todavía esconden aspectos que ayudan a explicar la realidad de nuestros días.