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Anna Heringer, la arquitecta sostenible: "Los edificios nuevos son tóxicos, necesitamos materiales sanos"
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Entrevista

Anna Heringer, la arquitecta sostenible: "Los edificios nuevos son tóxicos, necesitamos materiales sanos"

Este miércoles se inaugura en el Museo ICO la exposición 'La belleza esencial', dedicada a esta alemana multipremiada que apuesta por los recursos locales

Foto: La arquitecta Anna Heringer. (Gerald v. Foris)
La arquitecta Anna Heringer. (Gerald v. Foris)

Todo empezó en Bangladés en 1997. Con solo 19 años, allí se trasladó la alemana Anna Heringer (Laufen, 1977) para realizar un voluntariado con una ONG y se convirtió en uno de esos viajes que cambian la vida. Lo aprendido —utilizar los recursos que te rodean de la mejor forma posible para no depender de factores externos— lo aplicó después a sus primeros proyectos para licenciarse en arquitectura. Afianzó así un estilo y unas formas que ahora son las señas de identidad de su estudio: uso de recursos como la tierra, la madera y el bambú y apuesta por trabajar con las personas locales allí donde afronta sus proyectos, ya sea en el sudeste asiático o zonas de África como Ghana y Marruecos. Por ellos ha recibido múltiples premios —desde el Obel Award 2020, el premio mundial de arquitectura sostenible, al AR Emerging Architecture Awards en 2006 y 2008— y hoy es una de las arquitectas más destacadas en el mundo.

El Museo ICO de Madrid, especializado en arquitectura, inaugura este miércoles la primera exposición dedicada a su obra en España, ‘Anna Heringer. La belleza esencial’, en la que se explica su defensa de la arquitectura sostenible y cómo podemos y debemos habitar en edificios más sanos.

PREGUNTA. Usted empezó a utilizar materiales tan llamativos como el bambú, abundante en el sudeste asiático.

RESPUESTA. Estaba desarrollando mi proyecto para obtener mi diploma y utilicé la tierra que había debajo de mis pies, y allí había mucho bambú. En cuanto a las fuentes de energía, estamos acostumbrados a oír hablar del viento, del sol, del petróleo, pero las personas también son una fuente de energía. Somos 8.000 millones de personas en el mundo y si esa fuente de energía no se usa tendremos un problema que es el desempleo. Así que utilicé recursos locales como el barro, el bambú, las personas… Además de todo esto, el conocimiento no debe limitarse a nivel local, sino que tiene que hacerse globalmente. Por ese motivo hay que traer ideas de todo el mundo y aplicarlas a las comunidades locales y fuentes de energía locales, y así es como se pueden desarrollar estos proyectos.

placeholder Heringer, trabajando en el proyecto de la escuela de Tatale, en Ghana. (Alizee Cugney)
Heringer, trabajando en el proyecto de la escuela de Tatale, en Ghana. (Alizee Cugney)

P. El término estrella en su disciplina ahora mismo es la 'arquitectura sostenible'. ¿Son precisamente este tipo de proyectos? ¿Cómo se consigue que esta sea la forma mayoritaria de construir edificios?

R. Para mí, la clave es cómo utilizar los recursos locales. Esa es la base también de nuestro patrimonio cultural. Y también hay que apartarse de la avaricia. Debemos pensar en qué es necesario, trabajar en la escala adecuada. Tenemos que utilizar de la mejor forma posible los recursos que nos ofrece la naturaleza de manera gratuita. Cuando pensamos en la sostenibilidad muchas veces se piensa en limitación, pero en la naturaleza de la naturaleza no está la limitación sino la abundancia. Cuando se excava un túnel del metro o los cimientos o un aparcamiento, ahí sale mucha tierra, que es un material de construcción. También se puede utilizar la madera, que es algo que hay plantar, hacer crecer etc. Así que para mí este uso de los recursos es muy importante. Y además tenemos que ver qué es lo que es necesario para esta frugalidad.

P. Usted ha dicho en alguna entrevista que cuando empieza un proyecto piensa en cómo lo haría un niño, ya que este sabe qué habitaciones le gustan y cuáles no. ¿Ha sido así con proyectos como el ya mítico de la Escuela METI de Rudrapur, en Bangladés?

R. Creo que hay que investigar mucho hacia afuera, pero también hacia dentro. Si eliminamos todas las capas de ego aparecen unas necesidades arcaicas de actualizarnos a nosotros mismos, de expresarnos a nosotros mismos, el sentimiento de comunidad, las expectativas sociales. Si nos concentramos en esto aparece un lenguaje arquitectónico muy humano. Estas necesidades arcaicas son las que tienen los niños. Todos tenemos un niño interior que quiere sentirse protegido y a gusto, pero que también quiere conquistar el espacio. Eso es algo de lo que todos disfrutamos cuando somos niños. Yo siempre intento incorporar esto en mis proyectos. Cuando doy clases tengo estudiantes que tienen diferente procedencia, pero al final todos piensan en patrones semejantes y es fascinante cómo cuando todos venimos de culturas distintas conectamos de manera similar como seres humanos. También intento reaccionar a estas necesidades arcaicas en mi arquitectura. Solemos tener un enfoque muy racional de la arquitectura, pero yo quiero que las personas abracen el edificio de una manera emocional. No necesitan experimentarlo de una manera intelectual.

"Hay que apartarse de la avaricia. Tenemos que utilizar de la mejor forma posible los recursos que nos ofrece la naturaleza de manera gratuita"

P. ¿Todo esto lo puede potenciar la pandemia? Hemos pasado mucho tiempo en interiores y sin poder movernos mucho. Quizá ahora nos demos cuenta de que queremos otro tipo de edificios… Más soleados, para empezar.

R. Espero que sí, y que se empiece a construir con materiales más sanos porque al final respiramos ese aire. Creo que al haber pasado mucho tiempo en el interior entendemos el efecto que tiene esto en nuestro bienestar. Cuando entras en un edificio nuevo, huele a nuevo, y pensamos que esto es normal, pero en realidad es tóxico, porque se utilizan materiales de construcción que son tóxicos: las pinturas, los pegamentos etc. Espero que tengamos una mayor sensibilidad en relación con los materiales que nos rodean porque tienen un gran impacto en nuestra salud y bienestar. Y los materiales que son buenos para el planeta también lo son para nosotros como seres humanos, y espero que esta sensibilidad aumente.

P. ¿Cuáles son los obstáculos para que esto no sea todavía así?

R. El principal obstáculo es el sistema económico, que está muy influido por lobbies. Es mucho más barato construir con materiales dañinos que con los materiales que nos rodean como la tierra, que es gratis, está en abundancia, se saca de los emplazamientos de las obras… Pero hay que pagar para llevarla después a vertederos. Y es más caro construir con tierra que con hormigón, porque también hay que tener en cuenta que la energía humana incrementa el precio, sin embargo, todos los materiales que consumen energía de origen fósil reciben subsidios. Si no fueran tan baratos, si tuvieran un precio real para estos materiales que incluyera el daño que causan al medio ambiente porque no se reciclan, etc., entonces serían materiales más caros que los que da la naturaleza, y así se podría construir de manera diferente. Necesitamos un impuesto al carbono, necesitamos nuevas normativas…, pero la buena noticia es que el sistema económico no es una fuerza de la naturaleza, sino algo que ha creado el hombre y, por tanto, se puede cambiar.

placeholder Heringer, con sus trabajadores en Tatale (Ghana). (Alizee Cugney)
Heringer, con sus trabajadores en Tatale (Ghana). (Alizee Cugney)

P. La Bauhaus es un proyecto de la UE en el que está muy implicada la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, y que va en esta dirección. Usted lo apoya, sin embargo, poco sabemos de él todavía…

R. He ganado en una de las categorías del proyecto de la Bauhaus y hemos luchado mucho para que este proyecto incluyera también la tierra. Ursula Von der Leyen habla mucho de la rehabilitación y esto es importante. En Europa existen muchos edificios y si los utilizamos de manera correcta podemos aprovecharlos. Ahora tenemos muchos más metros cuadrados que las generaciones anteriores. La gente tiene hasta dos y tres casas. Y esto nos lleva a la frugalidad que comentaba antes, es decir, cuánto espacio necesitamos realmente. Se están construyendo edificios con materiales baratos que no duran y por eso hay que tirarlos y no se rehabilitan. Por eso es importante insistir en estas políticas en pro de que se construyan bien y se puedan rehabilitar. Hay otros materiales, como la madera, pero faltaba la tierra. Este proyecto de la Bauhaus viene desde abajo. La gente presenta proyectos, se vota… Nosotros hemos intentado dar visibilidad a las estructuras hechas con tierra porque esto es una tradición europea, pero también mundial. Tenemos una especie de amnesia cultural, ha habido un apagón y se nos ha olvidado, pero este es un material que se puede usar, mejorar estructuras existentes… Yo vivo en un edificio de hace 500 años y en mi casa hay seis toneladas de tierra. Porque es sano y es bello. Hay que fomentar que se haga visible la tierra como material.

placeholder La escuela METI, en Bangladés.
La escuela METI, en Bangladés.

P. No pretendo resultar eurocéntrica, pero quizás en Europa, en Occidente, hay cierta asimilación de este tipo de arquitectura… Sin embargo, usted, que trabaja mucho en el sudeste asiático y África, ¿ve también esta sensibilidad allí?

R. Hace dos semanas estuve en Ghana y allí la realidad es que utilizan la tierra para construir las casas o repararlas, y yo también utilizo ese material. Pero la escuela, que era antigua de tierra, se estaba cayendo y se estaba construyendo una nueva con hormigón, y la iglesia nueva, también con hormigón. Durante décadas, las organizaciones políticas, la Iglesia, etc. habían construido modelos que eran diferentes. Pero se les transmitía que lo que necesitaban era algo de fuera y eso es algo muy triste. Cuando estaba allí estaba hablando con los trabajadores que trabajaban en esta obra y les pregunté: si se hubiera diseñado con hormigón, ¿tendríais trabajo? Y me dijeron que no. Y, además, si fuera de hormigón también debería tener aire acondicionado. Pero llevamos décadas, siglos de colonialismo transmitiendo un mensaje desde fuera. Es como un barco enorme que va navegando en una dirección y hace falta muchísimo esfuerzo para que cambie de dirección. Yo me sentía allí como David contra Goliat. Cuando hablamos con la gente de estos países quizá hay cosas que no conocen tanto como la sostenibilidad, el impacto del cambio climático que va a afectar en primer lugar a los países pobres. De eso no son tan conscientes, pero sí son muy conscientes del confort, de la comodidad y del trabajo. También hay otra parte, que es la cultura y la belleza que se pierden si no hacemos las cosas de otro modo.

"Es importante que haya mujeres arquitectas porque es la única manera de garantizar que no solo trabajen hombres en las obras"

P. Usted es una arquitecta reconocida, con premios y múltiples proyectos en distintos países. Como mujer, ¿qué obstáculos ha tenido, si los ha tenido?

R. Sigue siendo una lucha. En África las mujeres no valen nada, pero es muy importante que haya mujeres en las obras y que haya mujeres arquitectas porque es la única manera de garantizar que no solo haya hombres en las obras. Al menos yo siempre me aseguro de que haya mujeres. Estas mujeres a las que se contrata tienen familias así que a veces tienen que llegar tarde por la mañana porque necesitan cocinar y a veces también tienen que irse antes porque los hombres no están haciendo nada en casa. Los capataces de las obras me dicen que por eso no se puede contratar a mujeres, porque llegan tarde, se van antes… Pero yo les digo, basta ya, llegan tarde porque los hombres no están haciendo sus deberes domésticos así que vamos a seguir trabajando con ellas porque trabajan mucho más duro que los hombres y van a recibir el mismo salario. Creo que esto pasa porque soy una mujer, ya que si hubiera sido un hombre ellas no habrían estado allí. También la arquitectura es una actividad que explota mucho como profesión. No se respetan los recursos naturales. Y creo que eso es una actitud muy masculina de conquistar nuevas cosas, hacer las cosas con el mayor ruido posible, lo más drástico… Pero creo que los edificios no solo deben ser bonitos, sino que también el proceso para construirlos debe estar bien. Y eso son cualidades femeninas. No digo que solo las mujeres las tengan. También hay hombres con cualidades femeninas, y creo que debemos fomentar este enfoque con empatía e intuición para que la arquitectura sea una disciplina más viva, más humana, más lúdica y no algo tan racional. Y entonces los hogares de los ciudadanos estarán mejor.

placeholder Interior de la Escuela METI de Bangladés. (Naquib Hossain)
Interior de la Escuela METI de Bangladés. (Naquib Hossain)

P. Como le decía, ha ganado muchos premios, es muy reconocida. ¿Se considera una arquitecta estrella?

R. No, no. Hace dos semanas estaba con las manos en el barro, completamente sucia… No siento eso. Creo que es necesario ser humilde para ser buenos en nuestro trabajo, para tener sensibilidad hacia otro. Cuando uno es muy adorado como si fuera un semidios deja de cuestionarse a uno mismo y deja de estar abierto a otras sensibilidades. Necesitamos humildad. Nuestro trabajo tiene una gran responsabilidad para las personas de todo el mundo. Y si nos sentimos como semidioses nos vamos a preocupar menos por otras personas. Creo que esta es nuestra principal responsabilidad, tener esta sensibilidad y preocuparnos por el mundo, las personas… Cuando estamos al nivel del semidios no vamos a ser sensibles a las necesidades de otras personas. Yo no considero a las personas genios. Creo que una vez que no tienes ego estás abierto para recibir ideas y ponerlas en práctica. Somos herramientas para utilizar unas ideas y el ego constituye un obstáculo para un buen diseño. Cuanto menor es el ego, mejor es el diseño y mejor se atienden a las necesidades reales de las personas.

Todo empezó en Bangladés en 1997. Con solo 19 años, allí se trasladó la alemana Anna Heringer (Laufen, 1977) para realizar un voluntariado con una ONG y se convirtió en uno de esos viajes que cambian la vida. Lo aprendido —utilizar los recursos que te rodean de la mejor forma posible para no depender de factores externos— lo aplicó después a sus primeros proyectos para licenciarse en arquitectura. Afianzó así un estilo y unas formas que ahora son las señas de identidad de su estudio: uso de recursos como la tierra, la madera y el bambú y apuesta por trabajar con las personas locales allí donde afronta sus proyectos, ya sea en el sudeste asiático o zonas de África como Ghana y Marruecos. Por ellos ha recibido múltiples premios —desde el Obel Award 2020, el premio mundial de arquitectura sostenible, al AR Emerging Architecture Awards en 2006 y 2008— y hoy es una de las arquitectas más destacadas en el mundo.

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