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'Todos mienten': pijos, sexo y un cadáver en la respuesta española a 'Big Little Lies'
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'Todos mienten': pijos, sexo y un cadáver en la respuesta española a 'Big Little Lies'

Movistar+ estrena este viernes 28 de enero la serie de seis capítulos del catalán Pau Freixas, una mezcla entre drama y 'thriller'

Foto: Leonardo Sbaraglia e Irene Arcos, en 'Todos Mienten', de Pau Freixas. (Movistar+)
Leonardo Sbaraglia e Irene Arcos, en 'Todos Mienten', de Pau Freixas. (Movistar+)

Existe un género cinematográfico —televisivo, en este caso— marcadamente urbanístico y catalán, en el que los protagonistas habitan casoplones desproporcionados, minimalistas, extremadamente modernos. De esos con mucho cristal y mucha piedra, de frialdad clínica y muebles de diseño italiano. De cuatro millones de euros para arriba. Sus moradores no son brókeres ni futbolistas ni agentes de futbolistas ni youtubers. Son psiquiatras, abogados o, atención, profesores de instituto. También amas de casa. Y todos conducen un SUV. Es un estilo de imposible aspiracional en el que, además, pasan muchas cosas, muy enrevesadas y de dudosa verosimilitud. Y a su vez es tremendamente adictivo al colocar al espectador en posición de detective para resolver el enigma 'agathachristiano' y su abanico de falsos culpables. Casi todas comienzan con un crimen, un anzuelo, y casi siempre la pregunta que se plantea es quién lo ha hecho y por qué. Mientras tanto, mientras el espectador resuelve el crimen, la cámara se pasea por la vida desdichada de los pobres ricos: infidelidades, maltratos, problemas fiscales y reuniones del AMPA. El drama.

Lo que en Estados Unidos fue 'Big Little Lies', aquí pretende serlo 'Todos mienten', la última serie del barcelonés Pau Freixas, que se estrena en Movistar+ este 28 de enero. Curtido en la TV3, Freixas dirigió varios capítulos de la adaptación televisiva de 'Pulseres vermelles' ('Pulseras rojas'), de Albert Espinosa, y que también tuvo su versión estadounidense. Y francesa. Y alemana. También creó para Netflix la serie de comedia 'Benvinguts a la família' ('Bienvenidos a la familia') y para Telecinco 'Sé quién eres'. Y se agradece la puesta en escena por la que ha apostado en esta ocasión, en 'Todos mienten', con coreografías de cámara difíciles de casi plano secuencia arrastrados por los personajes que se cruzan, con el uso narrativo de la profundidad de campo y sin recalcar con insertos y detalles innecesarios. Pero también peca de reiterativa a ratos y excesivamente discursiva, con momentos en los que tal o cual personaje explica de viva voz, súbitamente y en una parrafada sus motivaciones más ocultas. Y con un leitmotiv orquestado persistente, como de cine de suspense clásico.

placeholder Otro momento de 'Todos mienten'. (Movistar )
Otro momento de 'Todos mienten'. (Movistar )

Freixas propone un puzle de saltos temporales y cambios de puntos de vista para que el espectador complete la secuencia de acontecimientos que llevaron a la aparición de un cadáver en la idílica (aparentemente) urbanización Belmonte, situada en un lugar indeterminado de la costa. Pronto sabremos que el detonante será la filtración de un vídeo sexual entre Iván (Lucas Nabor), un estudiante de 18 años, y Macarena (Irene Arcos), su profesora. El ambiente en el que nos movemos es el de gente que llama a Macarena no 'Maca', sino 'Mac'. En la urbanización todos tienen relación con todos: o bien son hermanos o exmujeres o cuñados o mejores amigos. La endogamia de las urbanizaciones pijas, supongo.

Irene Arcos engancha desde el primer fotograma y dota a su personaje de un carisma magnético. La dignidad en una mujer cuyo mundo se desploma a raíz del vídeo sexual: su marido (Leonardo Sbaraglia) la abandona, sus amigas —una de ellas Natalia Verbeke, quien a su vez es la madre del chico— le dan la espalda y podría enfrentarse a cargos de abuso sexual si hubiese mantenido relaciones con Iván cuando este era menor de edad. Vilipendiada, acosada y repudiada, Macarena intenta descubrir quién ha filtrado el vídeo y seguir con su vida, hasta la aparición de un cadáver en el fondo de un barranco. Y las investigaciones sacarán a la luz los trapos sucios de la comunidad en la que, además, todos son potenciales asesinos, todos tienen motivos y todos mienten.

placeholder Irene Arcos es Macarena. (Movistar+)
Irene Arcos es Macarena. (Movistar+)

Freixas ha congregado un reparto estilo 'dream team': Miren Ibarguren, Amaia Salamanca, Sbaraglia, Juan Diego Botto, Ernesto Alterio y Carmen Arrufat (la protagonista de 'La inocencia', nominada al Goya a Mejor actriz revelación en 2020). Y recupera, además, a Eva Santolaria en el papel de madre y vecina hipercontroladora, líder insistente de la oposición a la protagonista. Personajes muy bien construidos al servicio de una trama que encadena puntos de giro para engañar al espectador en sus pesquisas. Freixas equilibra el ambiente frío y ortopédico de la urbanización con la intensidad dramática del carácter mediterráneo: aquí, a diferencia de la Pensilvania de 'Mare of Eastown', gritamos y hacemos muchos aspavientos.

A diferencia de la serie protagonizada por Kate Winslet, en 'Todos mienten' falta esa subcapa de reflexión social o compromiso con el momento. También hay drogas, también hay embarazos no deseados y también hay rencillas personales. Pero en el ambiente acartonado y posproducido de la urbanización Belmonte no hay espacio para el análisis ni la cuestión de clase. En 'Big Little Lies', en el mismo ambiente de lujo, se tocaban temas como los malos tratos o el racismo, y el personaje de Shailene Woodley venía de un contexto económico más desfavorable; es decir, realista.

placeholder Natalia Verbeke es Ana, la madre de Iván. (Movistar+)
Natalia Verbeke es Ana, la madre de Iván. (Movistar+)

Sin embargo, con esta serie comparte la capacidad adictiva y una autoconsciencia —hay incluso un gag referencial y explícito de 'Thelma y Louise'— que la hace no tomarse demasiado en serio a sí misma, lo que es de agradecer. 'Todos mientes' es un culebrón, es un 'thriller', es un melodrama escolar y es una comedia negra. 'Todos mienten' es una montaña rusa de emociones, de piezas cuidadosamente armadas y, de pronto, giros por la cara, de tremendismo y patetismo, de estulticia y genialidad. Es una serie de atracón, de jugar a anticiparse, puro entretenimiento, de descubrir (la que escribe) el talento actoral Irene Arcos y Lucas Nabor. De gente que frecuenta el club de hípica y consulta su cartera de inversiones. Es otra serie de pobre gente rica.

Existe un género cinematográfico —televisivo, en este caso— marcadamente urbanístico y catalán, en el que los protagonistas habitan casoplones desproporcionados, minimalistas, extremadamente modernos. De esos con mucho cristal y mucha piedra, de frialdad clínica y muebles de diseño italiano. De cuatro millones de euros para arriba. Sus moradores no son brókeres ni futbolistas ni agentes de futbolistas ni youtubers. Son psiquiatras, abogados o, atención, profesores de instituto. También amas de casa. Y todos conducen un SUV. Es un estilo de imposible aspiracional en el que, además, pasan muchas cosas, muy enrevesadas y de dudosa verosimilitud. Y a su vez es tremendamente adictivo al colocar al espectador en posición de detective para resolver el enigma 'agathachristiano' y su abanico de falsos culpables. Casi todas comienzan con un crimen, un anzuelo, y casi siempre la pregunta que se plantea es quién lo ha hecho y por qué. Mientras tanto, mientras el espectador resuelve el crimen, la cámara se pasea por la vida desdichada de los pobres ricos: infidelidades, maltratos, problemas fiscales y reuniones del AMPA. El drama.

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