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La obsesión del teniente Martín Cerezo: los tres avisos que condenaron a los Últimos de Filipinas
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La obsesión del teniente Martín Cerezo: los tres avisos que condenaron a los Últimos de Filipinas

Un nuevo ensayo estudia los acontecimientos del Sitio de Baler, la mítica defensa los célebres últimos de Filipinas

Foto: Los últimos de Filipinas. El teniente Saturnino Martín Cerezo está sentado, segundo por la izquierda.
Los últimos de Filipinas. El teniente Saturnino Martín Cerezo está sentado, segundo por la izquierda.

Siete meses después de haberse encerrado con 50 hombres en la pequeña iglesia del pueblo de Baler, los Últimos de Filipinas, el teniente Saturnino Martín Cerezo, exhausto por la continua vigilancia, se recitaba a sí mismo de memoria, una y otra vez, el artículo 748 del Reglamento Militar de Campaña: "Recordando que en la guerra son frecuentes los ardides y estratagemas de todo género, aún en el caso de recibir orden escrita de la superioridad para entregar la plaza, suspenderá su ejecución hasta cerciorarse de su perfecta autenticidad, enviando, si le es posible, persona de confianza a comprobarla verbalmente".

El obsesivo bucle de Cerezo se debía a que el 15 de febrero de 1899, los tagalos filipinos que rodeaban el improvisado fuerte donde estaban atrincherados los españoles del Batallón de Cazadores Nº 2 pidieron parlamentar. Traían a un tal capitán Olmedo que venía con instrucciones del gobierno de España, en concreto una carta del general De los Ríos, en la que se especificaba que se había firmado ya la rendición y que debían salir de la Iglesia y entregar las armas:

"Habiéndose firmado el tratado de paz entre España y los Estados Unidos, y habiendo sido cedida la soberanía de estas Islas a la última nación citada; se servirá usted evacuar la plaza, trayéndose el armamento, municiones y las arcas del Tesoro, ciñéndose a las instrucciones verbales que de mi orden le dará el capitán de Infantería D. Miguel Olmedo y Calvo.— Dios guarde a usted muchos años.— Manila, 1.º de Febrero de 1899.— Diego de los Ríos.— Señor comandante político-militar del Distrito del Príncipe.

placeholder 'Más se perdió en Filipinas' (Ediciones Encuentro).
'Más se perdió en Filipinas' (Ediciones Encuentro).

Inaudito, porque España se habría rendido inmediatamente, pero posible. Ahora bien, Cerezo, sin apenas conciliar el sueño durante meses, en permanente alerta por encontrase sitiado en la jungla y obsesionado con la ordenanza militar, decidió que el supuesto capitán Olmedo, que había venido para darles la orden de rendición, era un impostor, una estratagema del enemigo. Pero no lo era. De hecho, era ya la segunda vez que desde fuera de la Iglesia de Baler se intentaba convencer a los sitiados de que su defensa numantina era inútil, porque su gobierno ya se había rendido. No sería la última.

En total, hasta tres veces se intentó avisar a los últimos de Filipinas, durante el largo año, del inverosímil asedio de esa pequeña iglesia de Baler en medio de la jungla filipina. Los españoles, totalmente aislados, tuvieron que luchar contra los asaltos de las tropas de los tagalos filipinos, contra la ausencia de víveres, contra una terrible enfermedad, el Beriberi, que les fue diezmando dentro de los muros de su improvisada fortaleza y por si todo esto fuera poco, tuvieron que librar una durísima batalla psicológica contra las 'fake news': es decir los supuestos ardides del enemigo para hacerles creer que resistir era absurdo porque España se había rendido al principio de la guerra. Que se había vendido Filipinas a los americanos por 20 millones de dólares a los pocos días...

Teatro del absurdo

Les llevaron periódicos, primero filipinos y después españoles. En todos ellos las noticias eran claras: se escribía sobre la rendición de España, las condiciones del armisticio, las negociaciones para el venidero Tratado París... No creyeron nada ¿Cómo iba ser posible que su gobierno les hubiera vendido por un puñado de dólares? No era fácil tampoco creerlo porque desde el minuto uno también hubo desertores que azuzaron desde el otro lado de la trinchera. La pesadilla perfecta. Pero por mucho que se repase el episodio de la increíble gesta de Baler, aparecen siempre las mismas preguntas ¿No pudieron recibir una orden clara de que España se había rendido ya? ¿Nadie pudo evitar que durante un año, sitiados, aguantaran absurdamente? ¿Fue el teniente Martín Cerezo un héroe o un loco?

placeholder El periodista y escritor Jesús Valbuena.
El periodista y escritor Jesús Valbuena.

El Confidencial ha charlado con el periodista y experto en los últimos de Filipinas y el sitio de Baler, Jesús Valbuena, que acaba de publicar 'Más se perdió en Filipinas', un apasionante relato de la increíble gesta de los soldados españoles que sigue al documental que rodó en 2018 'Los últimos de Filipinas. Regreso a Baler'. Valbuena lleva años estudiando aquí y allí el suceso, porque además su bisabuelo fue uno de los héroes de Baler.

Valbuena: "La película 'Los últimos de Filipinas' de 2016 no es veraz con los hechos"

Valbuena es muy crítico con las últimas aproximaciones a la historia como la gran producción cinematográfica española '1886: Los últimos de Filipinas' (2016) que considera poco veraz. Además, entiende que todavía siguen sin haber sido reconocidos adecuadamente por parte de España. Antes de todo esto, en el franquismo sí se les había reconocido la gesta. Otra película, 'Los últimos de Filipinas' (1945) además de acuñar el término por el que se les conocería después, contaba todo lo contrario. Desde una óptica muy diferente.

placeholder Los últimos de Filipinas.
Los últimos de Filipinas.

¿De verdad fue una heroicidad o más bien una desgracia y una defensa absurda? Conviene saber que cuando empezó todo, el 12 de agosto de 1898, España ya había firmado el armisticio con EEUU después de la derrota naval de Cavite y que el capitán general de Manila, a diferencia de lo que harían los sitiados de Baler, el mismo día siguiente, el 13 y sin conocer la firma del armisticio, hizo todo lo contrario a Cerezo. Rindió Manila tras pactarlo con EEUU a la "manera honrosa", es decir simulando un ataque de los soldados de EEUU, con tiros al aire, para representar la comedia de una defensa con honra antes de entregar las armas. Mientras, en Baler, se encerraron durante un año y en donde a diferencia de Manila, nada fue simulado.

PREGUNTA. Según explicas en tu libro, es cierto que los primeros intentos de convencer a los sitiados españoles de que ya no hay guerra son muy confusos, pero cuando llega el capitán Olmedo en febrero, ¿no era una prueba clara de que era así?

RESPUESTA. Bueno, lo primero que hay que matizar es que en realidad este es el segundo sitio de la Iglesia porque en octubre del año anterior había habido una revuelta de insurrección filipina y ya tuvieron que encerrarse en la Iglesia, así que tenían experiencia con esta situación y sabían que el enemigo trataría de engañarles. La verdad es que aunque lo parezca el teniente Martín Cerezo no tuvo muchas posibilidades para creer con certeza las noticias que le traían, de poder rendir la plaza cumpliendo con su deber militar.

Cerezo no tuvo muchas posibilidades para creer con certeza las noticias de poder rendir la plaza cumpliendo con su deber militar

Pongamos en contexto la situación: de las tres crónicas que se conservan del suceso —consultadas profusamente por Valbuena— las del soldado Buades, el padre franciscano Minaya y el propio Martín Cerezo, se desprende que existía un temor muy grande a ser engañados de forma que traicionaran a España. Buades, por ejemplo, incluso cuando ya salen del sitio casi un año después, teme aún que les hagan un consejo de guerra en vez de darles una medalla. Al final no fue ni lo uno ni lo otro y sí todo lo de en medio.

placeholder La iglesia de Baler, Filipinas.
La iglesia de Baler, Filipinas.

P. Es cierto que uno de los principales problemas es que se habían producido muchas deserciones en toda Filipinas y en Baler en particular también, además de que hay prisioneros de guerra y que el enemigo puede fingir esa escena...

R. Claro, ya en el minuto uno se pasan dos, incluso antes de encerrarse y después lo harán otros dos. Además, cuando se atrincheran en junio de 1898 ya se ha producido el desastre de Cavite el mes anterior y las noticias no llegan a Baler, que está en las costa del Pacífico pero separada de Manila por una cordillera de selva y montaña, la Sierra Madre, que lo convertía en un sitio realmente remoto. Los desertores Felipe Herrero y Félix García desde el primer día están lanzando mensajes a sus excompañeros de que todo está perdido, que Manila ha caído, que la guerra ha terminado, "salid que va a ser peor si os quedáis" etc. Los sitiados en cambio creen que van a recibir refuerzos de Manila y que van a ser rescatados.

Lo dramático no es ya que eso no pudiera ocurrir porque en Manila sí se habían rendido a la "manera honrosa" el simulacro, sino que tampoco se haría un gran esfuerzo por ese otro rescate que consistía en organizar un adecuado dispositivo para que no estuvieran allí encerrados pensando que seguían luchando por España cuando la guerra había terminado, de repatriarlos vaya, y no de sufrir allí en la jungla el hambre, el beriberi y los ataques de lo tagalos.

Los desertores desde el primer momento lanzan múltiples mensajes a sus excompañeros de que todo está perdido

P. Aunque fuera difícil trasladar esa información, esta llega en varias ocasiones, la primera con unos franciscanos que llegan a Baler y que acabarán también dentro de la Iglesia...

R. Sí, en agosto los filipinos envían a los dos famosos franciscanos que son prisioneros de los filipinos, Juan López y Félix Minaya, a quienes mandan como parlamentarios y que no pueden certificarles que esas noticias de que Manila ha caído puedan ser ciertas. Ellos dicen que han escuchado rumores pero que no tienen certidumbre y que también se cree que hay otros destacamentos que siguen luchando por lo que, de hecho, la decisión del capitán de Las Morenas que aún sigue vivo es la de que se queden en la Iglesia, puesto que ellos no eran desertores si no prisioneros de guerra, confiando de nuevo en que podrán ser socorridos. Poco antes se produce la tercera deserción, la del mallorquín Caldentey que acaba de romper también la confianza en lo que te puedan transmitir desde fuera porque obviamente supone un duro golpe ya que son conscientes de que el enemigo sabe ahora más sobre sus cavilaciones y que pueden ser manipulados.

Para diciembre la situación se ha complicado por el beriberi, una enfermedad que desconocen en ese momento pero que se produce por la deficiencia nutricional de vitamina B y que causa estragos diezmando al destacamento, empezando por el capitán de Las Morenas que se debilita rápidamente, queda postrado posteriormente y finalmente fallece junto a otros trece soldados más, también a causa del beriberi, que entierran en el mismo patio de la Iglesia. Se hace cargo entonces del destacamento el segundo teniente Martín Cerezo que nunca creerá los siguientes avisos de que España se ha rendido.

P. En esas terribles circunstancias llega de nuevo otro español a explicar que sí, que se ha acabado todo...

R. Pero es que es un prisionero de guerra, un capitán de la Guardia Civil, que aparece en las navidades de 1898, es decir, cero creíble, no pueden dar por bueno el mensaje de un prisionero que ha podido ser instruido por los filipinos.

P. Aun así, poco después, en febrero llega otro emisario más, el capitán Miguel Olmedo, que no es un prisionero, que viene con documentos del general De los Ríos, y es más, que se hace expresamente teniendo en cuenta el reglamento: un militar conocido por alguien de dentro que corrobore que no es un impostor. Olmedo había estudiado en la Academia de Granada con el capitán Las Morenas. ¿No era suficiente en este caso? Se habrían ahorrado seis meses de tortura...

R. Sí, pero es que todo está en su contra, porque, como sabes, Las Morenas ya no puede corroborarlo porque ya ha fallecido por el beriberi y Cerezo no quiere que los filipinos lo sepan, así que sale él a parlamentar, pero ocultando esa información. Es una situación surrealista, porque además Olmedo va vestido de paisano, no de militar y eso mosquea aún más a Cerezo: no sabe que una de las condiciones de los filipinos para dejar que vaya Olmedo es que lo haga sin uniforme puesto que ya no están en guerra. Una locura. Lo peor es que es muy extraño porque Olmedo tampoco parece saber muy bien quién es Las Morenas...

placeholder Las tropas del teniente coronel Tecsón en Baler en Filipinas. (iStock)
Las tropas del teniente coronel Tecsón en Baler en Filipinas. (iStock)

Es un momento clave y muy dramático. Recuperamos un extracto del libro que se basa en las propias memorias de Cerezo y que muestra muy bien lo surrealista y desquiciante que era todo. Recordemos, además, como se expresa al principio del artículo, que llevaban ya siete meses encerrados conviviendo con los ataques, el racionamiento de los escasos víveres y el beriberi:

"El corneta filipino tocó atención por dos veces y, ante el silencio que se escuchaba desde la iglesia, el capitán Olmedo comenzó a avanzar asertivamente hacia la plaza, dispuesto a ser recibido por el mando español. Cuando se encontraba a apenas treinta metros de la iglesia, el teniente Martín le dio el alto desde la trinchera":

—¿Es usted el capitán Las Morenas? —preguntó Olmedo.

—No señor, soy uno de los oficiales del destacamento. ¿Qué se le ofrece a usted? —contestó el teniente Martín.

—Soy el capitán D. Miguel Olmedo y vengo de parte del capitán general para hablar con el Sr. Las Morenas.

—El capitán Las Morenas no habla con nadie ni quiere recibir a nadie. Le han engañado ya muchas veces, y se ha propuesto que no le vuelvan a engañar. Dígame usted lo que desea y yo se lo diré.

Al final le entrega la carta del general De Los Ríos, que Cerezo tampoco consideran verdadera porque no tiene la numeración reglamentaria y porque desconfía de su contenido.

P. ¿No se estaba obsesionando ya en ese momento el teniente Cerezo?

R. Es perfectamente razonable, no lo cree Cerezo pero tampoco los franciscanos, ni los soldados. En las crónicas del padre Minaya y del soldado Buades está bien claro. En ese momento, además, los filipinos les llevan ya periódicos en los que está publicado todo lo relativo a la rendición, las conversaciones del Tratado de París etc. Pero no dejan de ser periódicos filipinos, por lo que tampoco les dan validez. Lo increíble es que ya sale incluso la propia iglesia de Baler en las informaciones porque la prensa filipina se empieza a interesar por el suceso, lo mismo que hará poco después la española. Todo esto denota que el gobierno no estaba haciendo un esfuerzo serio para los sitiados, pero también hay que comprender que De los Ríos tiene el problemón de los 10.000 prisioneros españoles cautivos por todo Filipinas que debe repatriar como puede. En esas circunstancias Baler le parece una anécdota...

De los Ríos tiene el problemón de los 10.000 prisioneros españoles pululando por todo Filipinas que debe repatriar

P. Pero llega un momento, poco después, que sí parece imposible no creer al siguiente emisario, el teniente coronel Aguilar, que llega con un barco, el Uranus, y con documentos en toda regla que no dejan lugar a dudas. Cerezo entonces acaba convenciéndose de que incluso el supuesto barco que ven desde la iglesia en la costa pueda ser falso, una añagaza de los filipinos que habrían construido un armazón para engañarlos...

R. No y antes está el intento de abril, cuando llega el famoso barco americano Yorktown, porque interfiere el arzobispo de Manila al leer los artículos que hay en la prensa en los que explican lo de Baler. Nadie lo sabe entonces, pero un periódico, el noticiero de Manila está permanentemente metiendo presión al General De los Ríos sobre lo que está pasando en Baler, que es un destacamento y que es inaceptable que se les haya dejado abandonados, que son héroes, que están dejando la bandera española en lo más alto. De manera que aunque parezcan muchos intentos son en realidad muy pocos, tres o cuatro en once meses hasta el del teniente coronel Aguilar.

P. Sobre este intento del teniente coronel Aguilar ya no debería haber más dudas y sin embargo Cerezo vuelve a no creerlo...

R. El teniente coronel Aguilar es el tercer y último parlamentario. Llega a finales del mes de mayo porque se lo ha encargado el general Diego de los Ríos que le proporcionan un pequeño vapor para llegar y con la orden de que esté de vuelta en Manila el 2 de junio, porqué él mismo se tiene que embarcar hacia España el 3 de junio y lo quiere dejar todo resuelto. Cuando fondea el vapor español en Baler está teniendo lugar uno de los últimos asaltos de los filipinos a la Iglesia, que están a punto de tomar el patíbulo, a punto. Así que a la llegada del teniente coronel Aguilar hay varios cadáveres filipinos alrededor de la Iglesia porque lo han intentado con la información que les ha dado el último de los desertores. El cuarto, porque en el mes de febrero había habido tres que lo habían intentado.

Aparte de esos tres a los que Cerezo les hace un juicio, varios soldados declaran que les están intentando convencer para desertar. Al final Cerezo ordena que se les encierre en el baptisterio de la Iglesia con grilletes. Allí permanecen durante el periodo de tres meses, presos en el baptisterio justo donde caen los cañonazos que disparan los filipinos, a la pared donde está el baptisterio, y resulta que son heridos por un pequeño derrumbe. Cuando les están curando en el interior de la iglesia, uno de ellos, José Alcaide, salta por la ventana y se escapa al bando enemigo. Saben que este último les va a dar a los filipinos toda la información que necesitan para tomar la Iglesia. Y ya definitivamente no tiene sentido la vigilancia ¿Cuántas misiones quedan? ¿Cuántos alimentos? ¿Cuál es el flanco más débil? La información de que en el patio si consigues hacer unos agujeros en la pared e impedir el acceso al pozo significaría el fin de la resistencia les convence de que no se puede seguir aguantando.

Lo que ocurre también con el emisario Aguilar es que el teniente Cerezo, que sabe que se han acabado los víveres y después de varios intentos de lo que él cree que son claros engaños, decide que la única solución es salir y abrirse paso con sus soldados por la jungla, un plan a todas luces suicida. Aquí es cuando el fraile Minaya interviene y convence a Cerezo de que se rindan con unas garantías. Los filipinos aceptan rápidamente que se les garantice la vida y que sean repatriados a España, que no es su problema, con tal de poner fin a la resistencia.

P. ¿Cómo fueron recibidos al regresar a España? ¿Por qué tanta polémica? A fin de cuentas, es indudable que fue un acto heroico teniendo en cuenta todo y más allá de la posible ofuscación de Cerezo.

R. Con calor popular pero frío institucional. Ten en cuenta que todo lo ocurrido en Baler dejaba muy mal, por muchas razones, al Alto Mando, así que no sufren ninguna reprimenda pero tampoco grandes honores por parte del estado. Este tema siempre ha generado dos posiciones muy enfrentadas: una España que cree que fueron héroes y otra que habla de una guerra colonial. En 1901 se concedieron la más alta distinción del ejército, la Cruz Laureada de San Fernando para el teniente Cerezo y Las Morenas a título póstumo. Mi bisabuelo, Cabo García Quijano, recibió por su servicio en Filipinas 5 cruces rojas de plata del Mérito Militar, la de la Campaña de Luzón y la medalla de plata de sufrimientos por la Patria. Dos de las cruces rojas (las conseguidas en Baler) estaban pensionadas por la Real Orden del 28 de Septiembre de 1899, que decía “a los dos Cabos, el corneta y 28 soldados supervivientes (comprendido el sanitario), cruz de plata del Mérito Militar con distintivo rojo y la pensión mensual de 7,50 pesetas, vitalicia”. En la R.O. de 6 de Marzo de 1.908, la pensión asciende a 60 pesetas mensuales.

Más tarde en 1942 Francisco Franco firmó una ley para conceder «el grado de Teniente Honorario del Ejército Español a los que tomaron parte en las Cruzabas del siglo XIX» y «resistieron en el Fuerte de Cascorro (Isla de Cuba) el ataque de los insurrectos en el año 1896, así como a los que intervinieron en las defensas de Baler (Filipinas), El Caney y Lomas de San Juan (Cuba) en 1898. A los supervivientes de los hechos de armas a que se refiere el artículo anterior que se les conceda el grado de Teniente Honorario disfrutarán de los beneficios económicos que a los veteranos carlistas concede la Ley de catorce de marzo de 1942», es decir, una pensión extraordinaria de 6.000 pesetas anuales. De los 33 supervivientes del destacamento, diez seguían vivos, entre ellos Martín Cerezo, cuando esta ley fue publicada. Seis de ellos ─el sargento José Olivares y los soldados Eustaquio Gopar, Felipe Castillo, José Arocha, Antonio Bauza y Emilio Fabregat─ fueron efectivamente ascendidos al grado de teniente honorario, un reconocimiento que no obtuvieron el también sargento García Quijano ni el soldado José Jiménez Berro ─muy probablemente como represalia por la militancia de algunos de sus hijos en el bando republicano durante la Guerra Civil─ ni el cocinero Pedro Vila, por razones desconocidas.

Con la película de 1945 y la reedición de la memorias de Cerezo se recuperó su gesta pero se apagó poco después. Realmente cuando yo empecé a viajar allí en 1995 y a ahondar en la historia me alucinó que poco a poco en Filipinas fueron recibiendo homenajes y en cambio en España no. Luego está el hecho de que una de las más grandes producciones cinematográficas del cine español, como fue '1898: Los Últimos de Filipinas', desaprovechara la oportunidad que suponía disponer de un gran presupuesto porque en vez de narrar los hechos como fueron que no tienen parangón en la Historia Militar moderna, prefirieron inventarse muchas cosas para trasladar una idea antibelicista y anticolonialista.

Siete meses después de haberse encerrado con 50 hombres en la pequeña iglesia del pueblo de Baler, los Últimos de Filipinas, el teniente Saturnino Martín Cerezo, exhausto por la continua vigilancia, se recitaba a sí mismo de memoria, una y otra vez, el artículo 748 del Reglamento Militar de Campaña: "Recordando que en la guerra son frecuentes los ardides y estratagemas de todo género, aún en el caso de recibir orden escrita de la superioridad para entregar la plaza, suspenderá su ejecución hasta cerciorarse de su perfecta autenticidad, enviando, si le es posible, persona de confianza a comprobarla verbalmente".

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