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El libro que deberías leer estas Navidades
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'TRINCHERA CULTURAL'

El libro que deberías leer estas Navidades

A menudo, los libros que merecen la pena son los que nos recuerdan, desde nuevas perspectivas, todo aquello que forma parte de una buena existencia y que hemos relegado a un segundo lugar en nuestras vidas

Foto: Pete Davis. (Twitter)
Pete Davis. (Twitter)

El pomo desprendido de la escalera de la casa de los Bailey aparece en tres momentos de 'Qué bello es vivir', esa obra maestra de Frank Capra que ayer glosó Héctor Illueca. En el primero, lo hace como refuerzo del poder del amor, capaz de enfrentarse a toda clase de inconvenientes, también a la penuria material. El segundo instante es mucho más amargo, porque se convierte en la gota que desborda el vaso, el símbolo del fracaso y de la desesperación que siente su protagonista: después de una vida económicamente ajustada, en la que nunca se han podido cumplir sus sueños, en la que sus amigos han alcanzado puestos de éxito mientras que él ha permanecido encerrado en una pequeña ciudad, sujeto a los imperativos del deber, la rotura de ese adorno supone la toma de conciencia del fracaso que es su vida. Tanto luchar para acabar así. El milagro cinematográfico que Capra brinda a su personaje es permitirle encontrar el sentido a todo lo que ha hecho, y hacerle consciente de hasta qué punto las personas como él construyen la historia y permiten que el mundo sea 'vivible'. Sin personas como él, Bedford Falls, la localidad en la que vive, sería un lugar inhumano, y Capra se lo muestra de forma cruda. Es entonces cuando el pomo aparece por tercera vez, en esta ocasión como símbolo de dicha.

1. El sentido al final del camino

Porque hace falta gente así, uno los libros que más importantes me parecen de este año es 'Dedicated', de Pete Davis. No es más que una llamada a la participación, a formar parte de algo, a dedicar nuestras vidas a algo más que a nosotros mismos. El ser humano ha practicado esa costumbre durante siglos, pero conviene recordarla ahora, en tiempos que parecen oscuros, en los que nos movemos entre la resignación y la indignación, y en los que quedamos encajonados entre la queja y el enconamiento.

El compromiso, la participación, la dedicación, ser capaz de defender aquello en lo que se cree y de construir otro presente con las piezas de las que se dispone, resulta imprescindible para otorgarle cierto sentido a la existencia. Sin embargo, parece una época poco dada a este tipo de entrega. Y, a menudo, cuando esta hace acto de aparición, se presenta de una manera granítica, cerrada y hostil. Más que con apuestas vitales, nos encontramos con creencias fundamentalistas. Davis viene a recordarnos en su texto que hay un camino intermedio entre el nihilismo y el fundamentalismo, entre ese aparente no creer en nada (que termina convirtiéndose en solo creo en lo que me aporta beneficios) y las convicciones inmodificables que deben ser impuestas al resto de la sociedad. Para Davis, se puede apostar por certezas parciales y merece la pena además embarcarse en acciones a largo plazo para conseguirlas.

"La muerte controla la duración de nuestros días, pero nosotros controlamos su profundidad"

Y es importante porque, como nos señala, es esa postura vital la que permite tomar el control de nuestro tiempo: "La muerte controla la duración de nuestros días, pero nosotros controlamos su profundidad. El compromiso consiste en elegir, frente a nuestra duración limitada, una profundidad ilimitada". Es preciso no pasar por la vida como si la muerte no existiera; que el tiempo que nos ha sido concedido tenga un propósito más allá de nosotros mismos; que se haya construido un sentido al final del camino. Esa es la oportunidad inmensa que Capra le brinda a su personaje.

2. Novedad y parálisis

No obstante, y a pesar de que esta clase de compromiso haya estado permanentemente presente en la historia del ser humano, estos no son tiempos muy propicios para él. No se trata únicamente del fundamentalismo o del nihilismo, sino de la tibieza en la que vivimos. Davis insiste en los efectos que produce un mundo con tantas elecciones posibles, ya sea a través de la red, de las plataformas o de las aplicaciones de contactos: nos ofrecen continua novedad, variación y flexibilidad, posibilidades siempre abiertas. Pero al mismo tiempo, esa amplitud "nos induce a la parálisis, la saturación, la superficialidad y la anomia". Lo curioso es que lo propio de nuestro tiempo no es ni una cosa ni la otra, sino el tránsito continuo entre ambas; pasamos de la celebración de las posibilidades al cansancio de su levedad, y vuelta a empezar. Queremos la variación de unas y la solidez de otras, y ese equilibrio es difícil de conseguir. Estamos en todas partes y cómodos en muy pocos lugares. No deseamos sentirnos encerrados en entornos rígidos, pero tampoco nos gusta carecer de paredes.

3. La tiranía de la intimidad

Un segundo problema a la hora de participar en la vida común proviene de un repliegue habitual hacia lo privado. Cuando los tiempos no se nos muestran favorables, o si percibimos una hipocresía o un egoísmo generalizados, solemos volvernos hacia nuestro entorno cercano buscando la solidez que no se halla fuera. Según Davis, cuando experimentamos la sociedad como crudamente dividida entre dos esferas, y percibimos un mundo vasto y frío poblado por extraños a los que les somos indiferentes, derivamos nuestro compromiso hacia el círculo íntimo y renunciamos a cualquier responsabilidad hacia una esfera más amplia. Se forma así "una ética que el politólogo Edward C. Banfield denomina 'amoral familism': Ya que el mundo exterior nos proporciona tan poco significado, comenzamos a exigirlo a nuestro círculo íntimo, y a menudo en mayor cantidad de lo que un pequeño grupo de personas realmente puede proporcionar. De esta forma se alcanza lo que el sociólogo Richard Sennett llama la 'tiranía de la intimidad': el sentimiento de que la única forma de conectarnos con otras personas es compartiendo nuestros miedos, preocupaciones y deseos más privados".

Se crean así colectivos que reproducen a mayor escala los vicios del individualismo

Esta clase de vínculo se establece con mucha frecuencia en el terreno político y social, ese refugio en los nuestros, entendidos como aquellos que con los que se comparte identidad, conformada por cuestiones culturales, sexuales o territoriales. La esencia de esos grupos, más allá de compartir unas ideas, es conformar espacios terapéuticos en los que los miedos, los deseos y las preocupaciones puedan ser expresados, en general desde el lado defensivo: los otros vienen a quitarnos lo que queremos, nos niegan aquello a lo que aspiramos, pretenden arrebatarnos lo que somos. Se crean colectivos que reproducen a mayor escala los vicios del individualismo.

4. La caza de dragones

Davis señala también un tercer problema para ese compromiso más amplio, muy ligada a lo que llama la caza de dragones hollywoodiense. "La escena dramática en la que te sientas con un niño con problemas y le dices que puede llorar (mientras la música de cuerdas suena en tu cabeza) no resuelve los problemas del niño. Encerrar al malo entre rejas no cura a la comunidad. Que suene una canción romántica bajo la lluvia no arregla una relación rota. Si todo lo que se necesita es ponerse de pie entre personas de ideas afines y gritar 'Sr. presidente, ¡lo rechazo!', mientras suenan los aplausos, todos seríamos caballeros y el valor no importaría en absoluto. Esto es lo que descubres sobre Twitter después de un tiempo: es solo una máquina que te permite matar dragones cada hora y, al hacerlo tan fácil, muestra cuán infructuoso es todo el esfuerzo. La caza de dragones hollywoodiense es barata".

La historia real se construye gracias a personas de las que nunca conoceremos sus nombres y que obtuvieron mucho más dolor que éxito

Tenemos una idea del compromiso que siempre se resuelve en un escenario en el que ese reconocimiento se manifiesta estruendosamente, como si, al final, después de mucho pelear y mucho esfuerzo, sonasen los aplausos y todo se arreglase. En la vida casi nunca funciona así. Basta con echar un vistazo a la monumental 'La otra historia de Estados Unidos', de Howard Zinn, que ha sido recientemente editada por Pepitas Ed., para ser conscientes de cómo la historia real se construye gracias a personas de las que nunca conoceremos sus nombres y que se embarcaron en luchas por la dignidad con las que obtuvieron mucho más dolor que reconocimiento. Sin ellas, no obstante, las generaciones posteriores no podrían haber mejorado su vida ni haber conseguido aquello por lo que luchaban. A menudo, la vida es simplemente colocar un ladrillo más en una pared que nunca se llegará a ver construida, pero que va tomando forma gracias a distintas generaciones, hasta que al final la casa aparece ante los ojos.

5. Una vida buena

Como afirma Davis, "formar comunidades, convertir a los extraños en vecinos y los espacios en lugares, lleva mucho tiempo, al igual que sanar las divisiones de la comunidad. Construir instituciones lleva mucho tiempo, y revivir instituciones que se han corrompido también. No existe un modelo perfecto que se pueda utilizar para diseñar rápidamente los resultados que se desean. El proceso es lento y orgánico, no rápido y mecánico". Ahí, los aplausos y el éxito no suelen aparecer. Es más una vida de pelea y frustraciones que no terminan de verse recompensadas. Y, sin embargo, participar así es lo que da sentido y profundidad a una existencia.

El libro de Davis es pertinente, y en especial en estas fechas, en la que nos abstraemos de lo cotidiano por un momento, porque conecta con aspectos esenciales del ser humano, que están en el núcleo de una vida buena, que le otorgan sentido y profundidad al tiempo que nos es dado quedarnos en esta tierra.

El pomo desprendido de la escalera de la casa de los Bailey aparece en tres momentos de 'Qué bello es vivir', esa obra maestra de Frank Capra que ayer glosó Héctor Illueca. En el primero, lo hace como refuerzo del poder del amor, capaz de enfrentarse a toda clase de inconvenientes, también a la penuria material. El segundo instante es mucho más amargo, porque se convierte en la gota que desborda el vaso, el símbolo del fracaso y de la desesperación que siente su protagonista: después de una vida económicamente ajustada, en la que nunca se han podido cumplir sus sueños, en la que sus amigos han alcanzado puestos de éxito mientras que él ha permanecido encerrado en una pequeña ciudad, sujeto a los imperativos del deber, la rotura de ese adorno supone la toma de conciencia del fracaso que es su vida. Tanto luchar para acabar así. El milagro cinematográfico que Capra brinda a su personaje es permitirle encontrar el sentido a todo lo que ha hecho, y hacerle consciente de hasta qué punto las personas como él construyen la historia y permiten que el mundo sea 'vivible'. Sin personas como él, Bedford Falls, la localidad en la que vive, sería un lugar inhumano, y Capra se lo muestra de forma cruda. Es entonces cuando el pomo aparece por tercera vez, en esta ocasión como símbolo de dicha.

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